Finlandeses
El programa que trajo al Palau la Orquesta de la Radio de Finlandia fue todo un ejemplo de los ejes que suelen defenderse como ideales, especialmente en las giras por otros pa¨ªses: difusi¨®n de la m¨²sica nacional, inclusi¨®n de la m¨²sica contempor¨¢nea y atenci¨®n a los compositores del gran repertorio. En este caso, adem¨¢s, tanto la m¨²sica finlandesa como la que no lo era huy¨® de las p¨¢ginas m¨¢s conocidas. De Sibelius no se nos dio la genial Segunda Sinfon¨ªa, escuchada hasta la saciedad (aunque uno no se cansa nunca), ni de Schumann la Tercera o la Cuarta, sino que se hizo la Primera del finland¨¦s y la Segunda del alem¨¢n. Hubo as¨ª, en toda la sesi¨®n, un punto de novedad o de enfoque hacia obras que el p¨²blico no se sabe de memoria. La Chorale del finland¨¦s Magnus Lindberg, por otra parte, fue una primera audici¨®n en Valencia: breve, s¨®lida y hermosa, est¨¢ basada en una cantata de Bach que tambi¨¦n utiliz¨® Alban Berg en su Concierto para viol¨ªn.
Orquesta Sinf¨®nica de Radio Finlandia
Director: Sakari Oramo. Obras de Lindberg, Schumann y Sibelius. Palau de la M¨²sica. Valencia, 26 de abril de 2005
Vino luego la mirada sobre el gran repertorio, aunque bien podr¨ªa discutirse si a la Sinfon¨ªa n¨²m. 2 de Schumann le corresponde un lugar en ¨¦l, especialmente a los movimientos impares, con episodios bastante deslavazados entre s¨ª , donde al oyente -o, por lo menos, a quien esto escribe- le cuesta bastante encontrar un hilo conductor que funcione realmente como tal. Porque no se trata de ce?irse en mayor o menor medida a los moldes acad¨¦micos de la forma sinf¨®nica, sino de utilizar una trama musical con coherencia que atraiga sinceramente a quien la escucha, y esto no siempre sucede en el op. 61. La orquesta finlandesa, por otra parte, tampoco tuvo aqu¨ª su mejor momento. La cuerda no mostr¨® el empaste que lucir¨ªa despu¨¦s con Sibelius, los metales no estuvieron siempre impecables y las maderas, que tienen asignado en esta partitura un importante papel, simplemente cumplieron. Sakari Oramo tampoco parec¨ªa ir mucho m¨¢s all¨¢ de una lectura correcta. Por suerte, los movimientos pares (Andante y Finale), de composici¨®n m¨¢s s¨®lida, fueron tambi¨¦n m¨¢s convincentes por parte de los int¨¦rpretes.
Tras el descanso, y con la Primera Sinfon¨ªa de Sibelius, batuta y orquesta nadaron en aguas m¨¢s conocidas y los resultados fueron, desde luego, mucho m¨¢s brillantes. Tras la bella introducci¨®n del clarinete sobre el fondo del timbal, hubo una preciosa entrada de las cuerdas que anunci¨® la tensi¨®n expresiva y la delicadeza que iban a derrocharse a lo largo del primer movimiento y de los tres restantes. El famoso folklore imaginario que iluminar¨ªa tantas veces las obras de Bart¨®k -o de Falla- hizo tambi¨¦n su aparici¨®n en esta partitura escandinava, donde los m¨²sicos fineses alcanzaron un "estado de gracia n¨®rdico" que tuvo un feliz colof¨®n en el Peer Gynt que dieron como bis.
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