Una sagrada voluptuosidad
La publicaci¨®n en 1992 de El amor natural revel¨® una cara casi desconocida de Carlos Drummond de Andrade (Minas Gerais, 1902-R¨ªo de Janeiro, 1987), provocando alborozo y pol¨¦mica gracias a la osad¨ªa de unos versos que tratan del amor f¨ªsico y carnal. Drummond era t¨ªmido y severo, y nunca quiso que estos poemas, que unen lo er¨®tico y lo existencial, fueran publicados mientras viv¨ªa, por lo que su aparici¨®n fue una sorpresa: el poeta hablando de "miembro y vulva", de "toquetear el delicioso cl¨ªtoris", de "la h¨²meda oquedad de la vagina", mostrando y exponiendo sin recato la intimidad m¨¢s secreta. As¨ª son los cuarenta poemas que integran este libro, donde el erotismo, la sensualidad y la sexualidad est¨¢n a flor de piel, pero lejos de cualquier vulgaridad. El amor natural es un canto lleno de humor y solemnidad, franqueza y ternura, delicadeza y sensibilidad, madurez y melancol¨ªa. Su osad¨ªa est¨¢ en un lenguaje desnudo y certero que, rozando lo pornogr¨¢fico, se hace ejercicio est¨¦tico.
EL AMOR NATURAL
Carlos Drummond de Andrade
Versi¨®n de Jes¨²s Mun¨¢rriz; ep¨ªlogo de Manuel Gra?a Etcheverry. Edici¨®n biling¨¹e
Hiperi¨®n. Madrid, 2004
149 p¨¢ginas. 12 euros
Casi todos estos poemas eran in¨¦ditos, salvo algunos que en la d¨¦cada de los setenta aparecieron en revistas er¨®ticas. Cierto recelo y quiz¨¢s el profundo amor que profesaba por su hija Mar¨ªa Julieta evit¨® que fueran publicados en vida del poeta, dejando a sus herederos la tarea de su publicaci¨®n definitiva. Seis a?os antes de su muerte, Drummond env¨ªa una copia del libro a su yerno Manuel Gra?a Etcheverry, solicit¨¢ndole decidiera el destino del libro tras su desaparici¨®n, decisi¨®n finalmente tomada por su nieto Pedro Augusto, que se arriesg¨® a darlo a la imprenta. Frente al amor l¨ªrico de libros como A paix?o medida, surge el poeta que hace suyas la desmesura, el exceso y, sobre todo, la pasi¨®n que representa El amor natural. Si un elemento esencial del amor es la pasi¨®n medida, otro es la esencia de su desmesura. El erotismo de estos poemas no es nuevo en Drummond, est¨¢ en muchos de sus libros.
La novedad procede del propio tema, un amor sin prejuicios ni pudores po¨¦ticos, consecuencia de las transformaciones y cambios propios de la vida y del mundo. As¨ª, sin recato, se verbaliza el amor en un contexto que es el que determina su expresi¨®n: "La repulsi¨®n por el sustantivo -fue hace treinta a?os- / al sol de hoy se derrite. Aparecen nalgas / en anuncios, calles, autobuses, teles. / El cuerpo se ha liberado (...) / La amada quiere expresamente hablar y gozar / gozar y hablar / vocablos antes prohibidos / y la voluptuosidad del vocablo enmarca la sagrada voluptuosidad". Lo pornogr¨¢fico es un modo de escapar al dolor propio y al sufrimiento del mundo, parte del tiempo del hombre y de la vida, un medio inevitable del ser humano. Los poemas de El amor natural dejan de ser ejercicios de intimidad para convertirse en ejercicios universales. Por eso hay poemas que nacen del humor y el divertimento ('Una ma?ana en septiembre'; 'El culo, qu¨¦ gracioso'), y otros en los que, en el l¨ªmite de la vida, el gozo del amor se enfrenta desafiante al juego de la muerte ('De lejano motel en colcha de damasco'; 'A mi sexo que expira').
Junto a repeticiones de palabras y estructuras sint¨¢cticas t¨ªpicas de su poes¨ªa, lo que destaca en el libro es su sobresaliente trabajo de composici¨®n y creaci¨®n de palabras, la yuxtaposici¨®n y aglutinaci¨®n de t¨¦rminos que describe, casi a la perfecci¨®n, el mundo de las relaciones sexuales: "Culomiel culolirio culcolor culoamor / culoley culalor culoa?il culop¨¢n / culo de mil versiones, pluriculo, uniculo / culo en flor, culo en al / culo lunar y sol / culorrabel". Al lado del poeta del hombre y de la sociedad est¨¢ este otro, f¨ªsico, er¨®tico y obsceno, poeta expl¨ªcito pero nunca vulgar, rampl¨®n o adocenado, y mucho menos pornogr¨¢fico en sentido peyorativo. Su lenguaje es singularmente elevado, casi refinado, quiz¨¢s el mejor modo de tratar un tema para muchos indigno y soez. Un amor sin l¨ªmites ni recatos, cuya naturalidad pone un sello de oro a una obra universal: "Amor, amor, amor -el brasero radiante / que me da, en el orgasmo, la explicaci¨®n del mundo". Gracias a la inobjetable traducci¨®n de Jes¨²s Mun¨¢rriz, tal como reconoce Gra?a Etcheverry, podemos disfrutar de unos singulares poemas que re¨²nen "alma y deseo".
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