Cien a?os sin tomas falsas
Shlomo Sand es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Tel Aviv y un polemista rara avis. Una muestra de su capacidad para el debate y, lo m¨¢s importante, de la posesi¨®n de un punto de vista basado en la duda, se descubre en el siguiente fragmento de Israel: nuestra parte de la mentira, un art¨ªculo publicado en Le Monde: "Soy uno de esos israel¨ªes que han dejado de reivindicar para s¨ª derechos hist¨®ricos imaginarios. En efecto, si para organizar el mundo se invocan fronteras o 'derechos' que se remontan a dos mil a?os, lo transformaremos en un inmenso manicomio. Del mismo modo, si se contin¨²a educando a los ni?os israel¨ªes sobre la base de una memoria nacional deformada hasta ese punto, no llegaremos jam¨¢s a un compromiso hist¨®rico perdurable".
EL SIGLO XX EN PANTALLA. Cien a?os a trav¨¦s del cine
Shlomo Sand
Traducci¨®n de Ferran Esteve
Cr¨ªtica. Barcelona, 2005
569 p¨¢ginas. 29,90 euros
Es tan importante fijar de modo objetivo los hechos como se?alar el legado m¨ªtico y propagand¨ªstico que ha creado ese imaginario
No cuesta creer que a partir de p¨¢rrafos como ¨¦se, Shlomo Sand haya sido duramente criticado por el sionismo, quien ha buscado como explicaci¨®n a tales declaraciones una formaci¨®n francesa y, algo mucho peor, marxista. No s¨¦ d¨®nde puede estar la marginalidad, la monstruosidad o la anomal¨ªa. Al fin y al cabo, el afrancesamiento y el posmarxismo han sido los pilares formativos de la mayor¨ªa de los intelectuales de posguerra. Lo que diferencia a Sand de sus cong¨¦neres es que, al contrario de muchos, no ha abrazado en su evoluci¨®n posturas nacionalistas o ultraliberales. Nos hallamos ante un autor que ha tirado los catecismos de cualquier credo y se esfuerza en seguir cuestion¨¢ndoselo todo; una postura impopular que se refleja en cada p¨¢gina de este estupendo libro. A la hora de escribir una historia del siglo XX a trav¨¦s del cine, es tan importante fijar de modo objetivo los hechos como se?alar el legado m¨ªtico o propagand¨ªstico que ha creado ese imaginario y pueda entorpecer su conocimiento. Adem¨¢s, las pel¨ªculas comentadas muestran buen gusto y conocimiento del trabajo cinematogr¨¢fico.
Como toda reflexi¨®n que se apoya en la duda, el libro de Sand no busca tanto opiniones contundentes como af¨¢n de equilibrio a partir de unos hechos inapelables, de un m¨¢ximo com¨²n denominador. As¨ª lo primero que queda claro es que desde el nacimiento del medio, los creadores cinematogr¨¢ficos han dicho, efectivamente, lo que estaba en el aire. Pero no es ozono ese aire, sino un ambientador qu¨ªmico, dulz¨®n o pestilente, que amansa conciencias y adula mentalidades seudoheroicas. Si bajo un r¨¦gimen totalitario nadie se atreve a contar nada y los cineastas han demostrado ser especialmente leales al poder, en un sistema democr¨¢tico las cosas cambian, pero no demasiado: quien se atreve a contar lo que en un lugar y un tiempo es innombrable o inconveniente se arriesga, seg¨²n la ¨¦poca, al castigo del silencio o al fracaso comercial. Eso sucedi¨®, por ejemplo, en la Alemania de 1990 con La chica terrible de Michael Verhoeven en la que el director cuenta la historia real de Anja Resmus, una universitaria que quiso escribir la historia de su pueblo en la ¨²ltima guerra y topa con la hostilidad de autoridades y vecinos hasta que, poco a poco, sale a la superficie una versi¨®n muy diferente que la fijada por la memoria colectiva: cuanto mayor es el rango social de los habitantes, mayor fue su connivencia con el r¨¦gimen nazi y, menos algunas excepciones, la gente se acomod¨® al Tercer Reich y en su momento se sinti¨® orgullosa de que el F¨¹hrer hubiera pasado por el pueblo. Algo similar ha sucedido en Francia con las pel¨ªculas que se han enfrentado al r¨¦gimen de Vichy con m¨¢s franqueza de la permitida, y es muy interesante el estudio de los finales felices en las pel¨ªculas de Frank Capra: sin los ¨²ltimos cinco minutos, historias como Juan Nadie o Caballero sin espada ser¨ªan aterradoras muestras de aquello que ha pasado por liberalismo democr¨¢tico.
Esos ejemplos muestran que el
cine puede ampliar la Historia tanto por lo que ha dicho como por lo que ha dejado de decir en un periodo determinado. Otro aspecto que Sand muestra de modo magn¨ªfico a¨²n es m¨¢s inquietante: el hecho de que una pel¨ªcula sea una obra maestra, y lo sea en toda su ambig¨¹edad, provoca que algunos comentarios la dignifiquen err¨®neamente con la autenticidad ideol¨®gica o hist¨®rica. ?sos son los casos de M, el vampiro de Dusseldorf o Roma, ciudad abierta. De acuerdo con las declaraciones de Lang una vez exiliado, la primera se ha le¨ªdo como un aviso de la amenaza nazi cuando es muy probable que sea una llamada a la necesidad de mano dura. Por su parte, la pel¨ªcula de Rossellini, que llevar¨¢ de por vida el prestigioso marchamo de haber sido rodada en secreto, cuando lo cierto es que las tropas aliadas ya hab¨ªan entrado en la ciudad, crea una Roma bajo los nazis en la que s¨®lo existe un clero en resistencia, un pueblo comunista, unos nazis perversos y, al parecer, no habita nadie indiferente, cobarde o, lo m¨¢s curioso, fascista.
Al referirse a las pel¨ªculas que retratan la zona m¨¢s amarga del siglo XX, el Holocausto, Shlomo Sand muestra su lado m¨¢s cr¨ªtico y punzante. As¨ª nos brinda un imprescindible an¨¢lisis de La lista de Schindler donde se muestra no tanto la banalidad del mal como la banalidad de una Disneylandia trasplantada a Polonia, donde Schindler ser¨ªa Blancanieves, Amon Gothz la madrastra y los jud¨ªos los enanitos. Quiz¨¢ piense el lector que desarbolar la inanidad de Spielberg en determinados c¨ªrculos es f¨¢cil. No tan sencillo es aplicarle un correctivo a Claude Lanzmann, cuyo documental Shoah pasa por ser definitivo sobre la cuesti¨®n. Y mucho menos dejar en rid¨ªculo a Simone de Beauvoir, uno de los pilares de esa cultura francesa por cuyo contagio Sand es tan criticado en su pa¨ªs. Lo que sigue es parte del pr¨®logo de Beauvoir al gui¨®n de esa pel¨ªcula: "A pesar de todo cuanto sabemos, la terrible experiencia seguir¨¢ lejos de nosotros. (Al ver Shoah) por primera vez vivimos el Holocausto en la mente, en el coraz¨®n, en la carne. Lo hacemos nuestro". Y as¨ª comenta el autor de este muy recomendable y saludable libro la arrebatada visi¨®n de la Beauvoir: "En 1940, como tanta otra gente, Simone de Beauvoir tuvo que presentar un certificado de arianidad para seguir ejerciendo su magisterio, y no experiment¨® en sus carnes el drama de la deportaci¨®n. Asidua, junto a sus amigos intelectuales, al Caf¨¦ de Flore, en 1942, sab¨ªa, como el resto de parisinos, que los ni?os de origen jud¨ªo eran trasladados a la fuerza, de d¨ªa, al campo de tr¨¢nsito de Drancy. Sin embargo, la autora no vivi¨® aquello como una experiencia personal, y por tanto no escribi¨® nada al respecto. Tan s¨®lo la pel¨ªcula de Claude Lanzmann le permiti¨® captar, cuarenta a?os m¨¢s tarde, la profundidad de la tragedia jud¨ªa". Y as¨ª se escribe la historia del humanismo. Pero ¨¦sa, como dir¨ªa Billy Wilder, es otra historia.
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