Carta al papa Benedicto XVI
Querido Papa, hermano y servidor de toda la Iglesia:
Siempre he pensado en la enorme responsabilidad de los elegidos a suceder a Pedro, el primer Papa. En estos momentos, y tras la inmensa proyecci¨®n de Juan Pablo II a todos los rincones de la tierra, te veo ascender desde tu encubierta tarea de te¨®logo-prefecto a arriba, al frente de la Iglesia universal. Es otra mirada, en la que como Pastor, no quieres que nada se te quede fuera.
Son muchas las tareas que, acuciantes, se te presentan.
Sabes mejor que nadie que, a la vera de tu vida, han ido surgiendo y acompa?¨¢ndote hermanos en la fe, colegas tuyos en el ministerio teol¨®gico, que fieles al Vaticano II trataban de cumplir su mandato: "Aportar nuevas investigaciones teol¨®gicas frente a los m¨¢s recientes estudios y hallazgos de las ciencias, de la historia y de la filosof¨ªa, y buscar siempre un m¨¦todo m¨¢s apropiado de comunicar la doctrina a los hombres de su ¨¦poca" (GS, 62). Nos alegra recordar que ¨¦ste era tu mismo pensar cuando, como te¨®logo, escrib¨ªas en 1969: "En muchas manifestaciones teol¨®gicas, antes del Concilio y todav¨ªa durante el Concilio mismo, pod¨ªa percibirse el empe?o de reducir la teolog¨ªa a ser registro y -tal vez tambi¨¦n- sistematizaci¨®n de las manifestaciones del magisterio. El Concilio impuso su voluntad de cultivar de nuevo la teolog¨ªa, sin mirarse ¨²nicamente en el espejo de la interpretaci¨®n oficial de los ¨²ltimos cien y escuchar los interrogantes de los hombres de hoy" (El nuevo pueblo de Dios, Herder, 1972).
Como nadie, has conocido la ilusionada entrega de estos compa?eros y sus afanes por actualizar el legado teol¨®gico tradicional y hacer de esa manera m¨¢s cre¨ªble el mensaje de Jes¨²s. Esta tarea est¨¢ maravillosamente acu?ada en el Concilio, que les serv¨ªa de estrella: "Debe reconocerse a todos la justa libertad de investigaci¨®n, la libertad de pensar y la de expresar humilde y valerosamente su manera de ver en aquellas materias en las que son expertos" (Gaudium et Spes, 62). Por eso, nos ha alegrado mucho o¨ªrte que en tu agenda entra como tarea prioritaria la recuperaci¨®n y aplicaci¨®n del Vaticano II.
En este contexto, me resulta inevitable -y se te habr¨¢ hecho presente en tu coraz¨®n y mente- evocar el cuadro relevante de tantos te¨®logos que, en el Pontificado de Juan Pablo II, han sufrido control, censuras y represalias en nada conformes con el Esp¨ªritu del Evangelio, la dignidad humana y los derechos humanos, tan solemnemente ratificados por el Vaticano II: son universales, dice, inviolables, santos, y tienen en el Evangelio su m¨¢xima garant¨ªa.
Este hecho es grande y ha sido grande el esc¨¢ndalo por causa de ¨¦l producido. Quiero mencionar expl¨ªcitamente el caso de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, tan injustamente calificada y que sembr¨® en la Iglesia y en la Sociedad calumnias contra ella y contribuy¨® a que muchos la malinterpretasen con el consiguiente recelo y menosprecio. Esta teolog¨ªa era el clamor del mundo m¨¢s pobre, recogido y reflexionado por te¨®logos cercanos o comprometidos entre las mayor¨ªas pobres.
Otros te¨®logos tuvieron el m¨¦rito de dialogar, reformular y ofrecer caminos nuevos a una sociedad secularizada y tecnol¨®gica, celosa cada vez m¨¢s de la independencia de la raz¨®n, de la democracia y de la autonom¨ªa de las ciencias humanas.
Ser¨ªa un regocijo inmenso, querido Papa y hermano, que, en estos momentos en que muchos se preguntan perplejos por el rumbo que vas a imprimir a la Iglesia, pudi¨¦ramos escuchar que te propones desagraviar a quienes no fueron tratados justamente y se les hizo probar muchos e innecesarios sufrimientos. Ese Concilio Vaticano II, a quien t¨² tomas como marco y referencia de tu pastoreo universal, fue promovido y elaborado en gran parte por te¨®logos que luego hubieron de experimentar acusaciones las m¨¢s de las veces infundadas y sufrir procedimientos y silenciamientos impropios de una Iglesia que predica el amor, la fraternidad, la justicia, el di¨¢logo y la libertad.
La cristiandad espera que a esta pl¨¦yade de servidores de la palabra y del ministerio teol¨®gico se les haga justicia y se les rehabilite como conviene dentro de la Iglesia. Todos estamos expuestos a cometer errores -la Iglesia es "semper reformanda", en camino permanente de "penitencia y conversi¨®n"- y estamos obligados a dar ejemplo con el reconocimiento y la enmienda. Estos te¨®logos esperan que el mundo pueda escuchar de ti, sin necesidad de aguardar al futuro, que estos "galileos actuales", al igual que el de anta?o, son desagraviados y acogidos fraternal y agradecidamente en la Iglesia. Gesto ¨¦ste que, no lo dudes, contribuir¨ªa a devolver dignidad a la Iglesia y el gozo y esperanza a quienes fueron tratados severamente.
En comuni¨®n y con la paz del Se?or.
Benjam¨ªn Forcano es sacerdote y te¨®logo.
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