Cuando la muerte se llama Marburg
Una de las m¨¢s mort¨ªferas enfermedades se cobra 244 vidas y avanza sin control en Angola
Rabia, silencio, miedo. Los habitantes de la ciudad angole?a de Uige se sienten desamparados ante la epidemia que les golpea: una fiebre hemorr¨¢gica parecida al ?bola. Este mal, llamado Marburg, ha arrebatado la vida a 244 personas desde que se desat¨®, hace un mes. La mayor¨ªa de los fallecidos (233) eran de la provincia de Uige, al noreste del pa¨ªs. Muchos ciudadanos han optado por huir a otros lugares, temerosos del contagio (el mal, causado por un virus, se transmite por el contacto con un enfermo). Entre los que permanecen en esta ciudad de 200.000 habitantes, el temor se torna a veces en c¨®lera. El resultado es que los equipos internacionales que luchan contra la epidemia han sido apedreados en varias ocasiones. Se buscan responsables de un mal de origen desconocido.
Primero murieron los ni?os del hospital, luego sus madres y el personal sanitario
Zita guarda silencio ante sus vecinos del barrio de Camdombe Velho. D¨ªa tras d¨ªa, ha visitado a Hor¨¢cio en el centro de tratamiento de Marburg del hospital provincial de Uige. "Si les dijera lo que tiene mi marido, no se acercar¨ªan a mi casa", asegura. El jueves, despu¨¦s de pasar 13 d¨ªas internado en el centro, y al comprobar que ya no presentaba s¨ªntomas, Hor¨¢cio pudo finalmente regresar a su casa. Es uno de los primeros y hasta ahora escasos pacientes que ha superado la enfermedad.
Para la gran mayor¨ªa de los afectados, el hospital sigue siendo sin¨®nimo de muerte. Y no s¨®lo porque casi ninguno de los casos confirmados ha sobrevivido (la mortalidad del brote est¨¢ en el 90%). Tambi¨¦n es porque todo parece haber empezado all¨ª. Primero murieron ni?os del servicio de pediatr¨ªa, luego sus madres y el personal m¨¦dico -han fallecido 16 sanitarios-, y despu¨¦s los familiares de los primeros afectados. En los ¨²ltimos d¨ªas, despu¨¦s de que las autoridades decidieran reanudar plenamente la actividad ante una nueva ola de casos, una nueva sensaci¨®n de caos se ha apoderado del centro.
"La gente dice que el Marburg est¨¢ en el hospital, que all¨ª hay un gran recipiente con sangre y que, si uno se acerca, muere. Muchos han huido, se han ido a Luanda [la capital] o a los pueblos", afirma el pastor Alberto Moises. "La gente siempre busca una mano negra detr¨¢s de la muerte", a?ade el hombre mientras observa a un equipo de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) y de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud que recogen un cuerpo en el barrio de Pedreira, un barrio t¨ªpico de la periferia formado por casuchas de barro que cuelgan de montes selv¨¢ticos.
La v¨ªctima es una reci¨¦n nacida. Hace dos semanas, su madre muri¨® de Marburg en el hospital provincial despu¨¦s de darla a luz. Toda la familia huy¨®, y el beb¨¦ se qued¨® con su t¨ªo en otro barrio de la ciudad. "Ayer el t¨ªo vino diciendo que la ni?a estaba muy enferma; la dej¨® en la casa y se fue a dar la alerta; no hemos vuelto a verle", explica un vecino.
En unos edificios rudimentarios del hospital, un equipo de MSF ha instalado el centro de tratamiento. Cubiertos de pies a cabeza por un traje de bioseguridad, los equipos trabajan en condiciones extremas. Adem¨¢s del miedo inevitable y del calor intenso, su papel se reduce a acompa?ar a los pacientes. "Es muy frustrante", se lamenta la m¨¦dico Diana Pou. "Nos limitamos a lavarles, darles de comer y beber, y tratamos los s¨ªntomas". "Uno tiene que decirse: 'Estoy aqu¨ª para tratar un problema de salud p¨²blica', y salir de la esfera personal. El primer objetivo es aislar a los infectados para que no contagien a los dem¨¢s", a?ade el coordinador m¨¦dico, Luis Encinas.
Convencer a la poblaci¨®n de la necesidad del aislamiento parece una tarea herc¨²lea. Hace una semana, un equipo de cooperantes sanitarios organiz¨® una reuni¨®n con los representantes del barrio de Pedreira. Despu¨¦s de insistir durante dos horas en la necesidad de acudir al hospital -aun reconociendo que no exist¨ªa tratamiento-, un curandeiro (un sanador tradicional) tom¨® la palabra. "Yo tengo un tratamiento; ya he curado a cinco personas", dijo sin poder dar el nombre de ninguna. Enseguida todos los asistentes exigieron que se aplicara el m¨¦todo del curandeiro. Con dos frases, el trabajo de la reuni¨®n se vino abajo.
En estos tiempos de Marburg, las tradiciones y pr¨¢cticas locales pueden convertirse en armas mort¨ªferas. Lo que ocurri¨® en el barrio de Ngana Camana es sintom¨¢tico. Desde el 10 de abril, una decena de personas relacionadas con el barrio han muerto. De momento se han confirmado nueve casos de Marburg. Seis de ellos, los de personas que asistieron al funeral de la primera fallecida, Madalena. Entre ellos figuran su hermana Ana, su ahijada Elisabeth, y su sobrina Lisa, quienes, seg¨²n dicta la costumbre, lavaron el cuerpo de la difunta.
"Si se demuestra que Madalena era positiva, es claramente uno de los momentos en el que se pueden haber contagiado, pero tambi¨¦n puede ser a trav¨¦s del centro de salud de Capa, donde casi todos fueron tratados recientemente", explica Evelyn Depoortere, epidemi¨®loga. En ese centro, expertos de la OMS pudieron observar c¨®mo se volv¨ªan a utilizar las agujas despu¨¦s de una simple desinfecci¨®n de unos minutos en agua caliente. "Es comparable con el sida. En Europa, despu¨¦s de a?os de sensibilizaci¨®n, hemos conseguido cambiar algunos comportamientos. Aqu¨ª necesitamos que la gente cambie en dos semanas sus costumbres. Con todo lo bien que lo hagamos, es muy dif¨ªcil que lo logremos", explica la psic¨®loga Josefa Rodr¨ªguez.
Mientras, y a pesar de los nuevos casos, los habitantes, alentados por los mensajes de las autoridades, vuelven poco a poco a la normalidad. Las calles, casi desiertas hace dos semanas, se han vuelto a llenar. La gente ya no se tapa la boca asustada al paso de los equipos que recogen cuerpos. Acostumbrada a otras miserias, la poblaci¨®n muestra cierto estoicismo. "En Angola tuvimos la guerra y hemos salido adelante. Aunque el Marburg mate a mucha gente, siempre se salvar¨¢n algunos para poderlo contar", dice L¨ªgia Maria Costa Pedro. Es la jefa de pediatr¨ªa del hospital de Uige. Ha perdido a siete colegas por el Marburg.
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