Un a?o de oposici¨®n
LA PROFUNDA conmoci¨®n reflejada en los rostros de los dirigentes del Partido Popular la noche del 14 de marzo de 2004 al conocerse la magnitud de su derrota no afect¨®, sin embargo, al reconocimiento pleno, sin reservas, de la legitimidad del resultado electoral. Rajoy felicit¨® a Zapatero por haber "sabido hacerse acreedor de la confianza de una mayor¨ªa de los espa?oles", y no dud¨® en reconocer y aceptar, en nombre de su partido, "el veredicto de las urnas". Las relaciones entre quienes habr¨ªan de formar Gobierno y quienes hab¨ªan mostrado su voluntad de "leal oposici¨®n" no pod¨ªan, pues, echar a andar con mejor pie: reconocimiento formal del triunfo socialista y compromiso de mantener una actitud de lealtad en la oposici¨®n.
La procesi¨®n iba por dentro y se asomaba a la cara, pero todo parec¨ªa bajo control. Alejado voluntariamente Aznar del primer plano de la pol¨ªtica, la presencia de una personalidad menos esquinada que la del ex presidente facilitaba la normal alternancia de poder. Pero Aznar no se fue. Y no porque haya dejado atr¨¢s alg¨²n testaferro que act¨²e en su nombre, o porque pretenda guiar la pol¨ªtica del PP desde fuera, soterradamente, obligando a sus leales a mantener la sustancia de su programa pol¨ªtico. Hay, desde luego, mucho de esto. Pero se trata de otra cosa: de una presencia directa, bien dosificada, desde escenarios elegidos cuidadosamente, conscientes todos de que cualquier cosa que escriba o diga alcanzar¨¢ de inmediato un amplio eco en los medios de comunicaci¨®n. Una conferencia, la presentaci¨®n de un libro, la proyecci¨®n de un v¨ªdeo, la clausura de unas jornadas: Aznar no deja de estar presente en la vida p¨²blica desde que pudo recomponer el desencajado gesto que asom¨® al balc¨®n la noche de aquel 14 de marzo.
Esa presencia ha determinado un discurso de oposici¨®n que finalmente se ha impuesto como doctrina ¨²nica del Partido Popular. Su prop¨®sito es evidente: erosionar, socavar la legitimidad del triunfo de los socialistas en aquellas elecciones. En un medido crescendo, los dirigentes del PP, comenzando por su presidente, han sembrado dudas sobre la llamada autor¨ªa intelectual del atentado del 11-M, para, a rengl¨®n seguido, insistir por activa y pasiva en que, sin el atentado, el PP ser¨ªa hoy el Gobierno de Espa?a. Luego, ya sin tapujos, la derrota electoral se ha vinculado a una conspiraci¨®n en la que habr¨ªa intervenido ETA, que como es bien sabido lo esperaba todo del triunfo de los socialistas, quienes por su parte tienen algo y aun mucho que ocultar acerca de lo ocurrido en aquellos d¨ªas de marzo.
Zapatero oculta algo y enga?a a los espa?oles, acusa una y otra vez Rajoy; Zapatero se niega a levantar el velo que permitir¨ªa conocer toda la verdad, repite Rajoy con ocasi¨®n o sin ella. Tal es el esquema propagand¨ªstico aplicado a la jornada electoral de marzo de 2004 y ampliado ahora al resultado de las recientes elecciones vascas. Y as¨ª se va extendiendo la sospecha, servida por una incesante propaganda, de que algo se trama, una vergonzosa cesi¨®n al terrorismo, una entrega claudicante al enemigo, una traici¨®n a la unidad de Espa?a: son pocas ideas, disparatadas cuando se someten a escrutinio racional, pero eficaces en la misma medida en que su repetici¨®n por las radios y los peri¨®dicos las fija como cuestiones centrales en el debate p¨²blico. En su llegada al Gobierno, en sus tratos con los nacionalistas, en su pol¨ªtica territorial, en su negativa a proceder contra los comunistas de las tierras vascas, los socialistas son unos traidores que allanan de obst¨¢culos el camino a los enemigos de Espa?a: llevamos un a?o con la misma monserga.
Aunque la memoria sea corta, no es dif¨ªcil percibir en esta propaganda una estructura id¨¦ntica a la elaborada en 1993, cuando otra derrota inesperada dej¨® tambi¨¦n al PP con un palmo de narices. La misma machacona insistencia en mensajes simples, la misma chuler¨ªa en el Parlamento: estamos ante una oposici¨®n que, a falta de proponer una sola idea sobre qu¨¦ hacer en las nuevas circunstancias, se refocila lami¨¦ndose la herida de su derrota electoral, so?ando con el d¨ªa de la venganza, el d¨ªa en que por fin una mayor¨ªa de espa?oles se convenza de que el atentando de Madrid fue obra intelectual del PSOE en connivencia con ETA. Ah, cuando esa verdad, que hay que ser ciegos para no ver, quede indeleblemente impresa en la retina y el subconsciente de los espa?oles, el PP podr¨¢ clamar de nuevo en su soledad victoria y poner en su sitio a todos los enemigos de la unidad de Espa?a.
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