Lo que hicimos en 1980
Se cumplen 25 a?os de la movida. Una explosi¨®n cultural, un tiempo asombrosamente f¨¦rtil. As¨ª eran y as¨ª son los protagonistas de la primera gran fiesta de la democracia, retratados en los sitios que hicieron de Madrid la ciudad centro de todas las miradas.
Revisitar la movida, aunque sea bajo la excusa de conmemorar un aniversario, equivale a meter la mano en un airado avispero. Muchos de sus protagonistas prefieren hoy, por t¨¢ctica, marcar distancias: las grandes ausencias en el presente reportaje fotogr¨¢fico no son casuales. Para los artistas en activo, urge defender su obra actual y desmarcarse de las creaciones m¨¢s juveniles.
Alaska, que siente pavor ante las trampas de la nostalgia, explica su particular ambivalencia: "Nacho [Canut, su compa?ero en Fangoria] es m¨¢s militante del olvido, hasta le divierte que se difundan t¨®picos y mentiras. A m¨ª me sale la vena de historiadora y entro al trapo ?siempre! Oigo alguna barbaridad y no puedo reprimirme: 'Un momento, eso no fue as¨ª'. Y me tiro media hora explicando que Madrid realmente no se llen¨® de punkis y new romantics cuando Tierno Galv¨¢n era alcalde".
Es el gran bald¨®n de la movida: su supuesto origen municipal (y socialista). Para los que vivieron aquella ¨¦poca, un disparate: no hubo respaldo oficial en 1980, cuando eclosionaron los primeros grupos; ni tampoco en 1981, a?o de reflujo tras las decepcionantes ventas de las bandas; ni en 1982, cuando el bache se resolvi¨® con los sellos independientes. Gran parte de la izquierda contemplaba con desconfianza aquel despuntar, asumiendo el tosco an¨¢lisis de columnistas miopes que favorec¨ªan la "autenticidad" vallecana de Ramonc¨ªn sobre la frivolidad de Los Pegamoides, donde coincidieron la hija de un exiliado -Alaska- con un Canut y un Berlanga (y con hijos de familias menos significadas; aquello fue una conspiraci¨®n interclasista). Nada de "movida promovida", como insinuar¨ªa una canci¨®n posterior.
El verdadero catalizador fue la llegada a la mayor¨ªa de edad de una generaci¨®n que, con aliento de muchos adultos, deseaba disfrutar de las libertades democr¨¢ticas. M¨¢s que una quinta despolitizada, eran tan optimistas que no pod¨ªan concebir un retorno al franquismo; el espasmo del 23-F fue mirado con incredulidad, y no provoc¨® ni canciones, ni conciertos de repudio, a diferencia de los dibujantes de c¨®mic, que reaccionaron con un explosivo n¨²mero especial de El V¨ªbora.
Cuando la movida adquiri¨® envergadura art¨ªstica y sociol¨®gica, las diferentes instancias -estatales, auton¨®micas, locales- se subieron al tren en marcha. Ya en 1984 hubo una exposici¨®n retrospectiva, Madrid, Madrid, Madrid, en el Centro de la Villa. Y Tierno Galv¨¢n solt¨® lo de "a colocarse, y el que no est¨¦ colocado, que se coloque", durante un festival de 24 horas que mont¨® Radio 3 en el Palacio de Deportes. Aseguran hoy sus colaboradores que don Enrique conoc¨ªa la jerga juvenil y quer¨ªa decir exactamente lo que dijo. Dudoso: inaugur¨® una calle con el nombre de John Lennon y, durante su discurso, insisti¨® en denominarle "Lennox".
Para aquellas fechas, la movida ten¨ªa resonancia internacional. En Laberinto de pasiones, Almod¨®var hizo que uno de sus personajes extranjeros afirmara, como algo bien sabido, que Madrid era "la ciudad m¨¢s divertida del mundo". Al poco, eso se pensaba realmente en todo Occidente. Puede que ni la muerte de Franco ni la transici¨®n convocaran en Espa?a a tantos periodistas, equipos de televisi¨®n, cazadores de tendencias.
En sus d¨ªas de marea alta, nadie se alzaba p¨²blicamente contra la movida: hasta futuros azotes del felipismo, como Federico Jim¨¦nez Losantos o Tom¨¢s Cuesta, disfrutaban de sus placeres. El ¨²nico resquicio para atacarla era su reflejo en TVE: en 1983, Caja de ritmos emiti¨® Me gusta ser una zorra, procaz adaptaci¨®n del I wanna be your dog, de Iggy Pop, a cargo de unas punkis bilba¨ªnas, Las Vulpess. Abc transcribi¨® (mal) la letra y organiz¨® un esc¨¢ndalo pol¨ªtico -estaban cerca unos comicios municipales- que se sald¨® con la cancelaci¨®n del programa y el procesamiento de su director, Carlos Tena. A?os despu¨¦s, Paloma Chamorro tambi¨¦n debi¨® acudir al juzgado acusada de ofensas a la religi¨®n en La edad de oro. Sin embargo, no hubo denuncias cuando La bola de cristal emiti¨® el orgi¨¢stico v¨ªdeo de Relax, de Frankie Goes To Hollywood; tampoco alarmaron los ideologizados guiones de aquel espacio. De hecho, hasta Abc termin¨® contando con un suplemento movido, donde escrib¨ªan desde Fernando M¨¢rquez hasta Edi Clavo. Y Diario 16, bajo la direcci¨®n de Pedro J. Ram¨ªrez, lleg¨® a poner en portada el concierto de Rubi en Rock Ola: ayud¨® que -como se ve¨ªa en la foto- la cantante actuara con un sucinto camis¨®n rosa.
S¨®lo mucho despu¨¦s, con el Partido Popular ya instalado en la plaza de la Villa y en la Puerta del Sol, se exteriorizaron los rencores. En 1991, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, alcalde de Madrid, en una entrevista con La Vanguardia afirmaba que la movida fue menos que un espejismo. Imposible dejar de reproducir tal andanada: "No hay que enterrarla porque se ha evanescido, ni siquiera tiene cuerpo para enterrar. Era algo et¨¦reo, una propaganda pol¨ªtica, no ha dejado un solo poso. Yo no recuerdo un solo libro, un solo cuadro, un solo disco; nada, de la movida no ha quedado nada".
No fue simple deseo de epatar a un periodista barcelon¨¦s. A?os despu¨¦s, ?lvarez del Manzano despreciaba a uno de sus predecesores, el socialista Juan Barranco, con la lac¨®nica evocaci¨®n de su pecado nefando: "Apoy¨® la movida". En esa visi¨®n revisionista, el PP fue respaldado por algunos arrepentidos con ansias de situarse.
Ayud¨® que el resto de los agitadores o simpatizantes se desentendiera de la defensa de los ochenta. Afectados quiz¨¢ por los sentimientos de culpabilidad que trae la resaca, prefirieron no entrar en pol¨¦micas y vivir el presente. El pasado, ya se sabe, suele traer recuerdos de excesos y concesiones.
Ten¨ªan perfectas excusas. Pod¨ªan preguntar: ?qu¨¦ movida? Desde los albores se alzaron barreras. Del clan pegamoide surgi¨® aquella divisi¨®n. "Los que nos te?imos el pelo y los que nunca lo har¨ªan". Hilando m¨¢s fino, hubo quien limit¨® la pertenencia a los que visitaron la casa-taller de Costus. Eran, para entendernos, los modernos. Les distingu¨ªan sus modos gay o, por lo menos, su ambig¨¹edad sexual. Culturalmente ¨¢vidos, estaban al tanto de modas imitables de Londres o Nueva York. Se comunicaban con el mundo del cine -Almod¨®var- y del arte: todos se fotografiaron con Warhol en su visita a Madrid, aunque Andy no les inmortaliz¨® (s¨ª lo hizo con Miguel Bos¨¦, quien pas¨® por caja).
Los modernos cumplieron los anhelos, los prop¨®sitos del hipot¨¦tico manifiesto de la movida: la interacci¨®n entre las artes (o, por lo menos, entre artistas de diferentes disciplinas), la exigencia de cosmopolitismo, la violaci¨®n de tab¨²es sexuales, el desprecio de la santurroner¨ªa progre. Les perd¨ªa, claro, su elitismo. En lo musical, se vieron desbordados por la ascensi¨®n de los grupos pop, hijos de la new wave brit¨¢nica. Con su habitual lengua p¨¦rfida, los modernos les descalificaron como babosos: abundaban rimas con acn¨¦, quejas contra chicas malas. Contra la ?o?er¨ªa disparaban las Hornadas Irritantes, fugaz bandera bajo la que zarparon en 1981 Glutamato Ye-Ye, Derribos Arias y Pelvis Turmix.
Lo extraordinario fue la proliferaci¨®n de propuestas. Iniciativas que saltaban a la arena cuando todav¨ªa no hab¨ªa mercado, ni, por supuesto, subvenciones. El contagio fue inmediato: surgieron movidas en Vigo, en Barcelona, en San Sebasti¨¢n, en Sevilla, en Valencia? Sin manual de instrucciones, se tradujeron y adaptaron los modelos del tecno, el rockabilly, el after-punk, el rock g¨®tico, el funk-pop, el reggae. Se copiaba, inevitablemente, a los Clash, Police, Kraftwerk, Stray Cats; tras ese aprendizaje, los m¨¢s listos despegaban hacia expresiones personales. Un dibujante gallego, V¨ªctor Coyote, inventaba el rock latino 15 a?os antes de que fuera rentable. Esclarecidos, un grupo nucleado por arquitectos, desarrollaba narraciones urbanas con sedoso fondo jazzy. Servando Carballar, que ven¨ªa del teatro y la ciencia-ficci¨®n, generaba ingentes cantidades de teor¨ªa y m¨²sica con Aviador Dro.
Radio Futura constituye el paradigma de la prodigiosa maduraci¨®n del movimiento. Al nacer, en 1979, hab¨ªan pasado m¨¢s tiempo en universidades o en galer¨ªas de arte que en los locales de ensayo. Su LP de 1980, M¨²sica moderna, quer¨ªa venderse como pop adolescente, pero estaba confeccionado con las ense?anzas del pop art. Aunque Enamorado de la moda juvenil o Divina adquirieron categor¨ªa de himnos, el proyecto se estrell¨® y Radio Futura se recompuso en rock. Tras tres a?os de miseria se impusieron como banda de ideas, cuyos discos y entrevistas reflexionaban sobre la cultura popular en Espa?a, la urgencia de recuperar tradiciones urbanas, la conveniencia de establecer un di¨¢logo con Am¨¦rica, nuestro lugar en el mundo.
El grupo de Enrique Sierra y los hermanos Auser¨®n tambi¨¦n fue ejemplar en establecer lazos con artistas gr¨¢ficos, escritores, videorrealizadores, el mundo universitario. La movida tuvo su manifestaci¨®n m¨¢s visible en la m¨²sica, pero tambi¨¦n ilumin¨® otras ¨¢reas de la creaci¨®n. Eso s¨ª, con desigual impacto. No tuvo demasiado eco en la literatura -novelas como Madrid ha muerto, de Luis Antonio de Villena, salieron a posteriori-, ni tampoco en el cine: en caliente, s¨®lo se filmaron la citada Laberinto de pasiones y la simplona A tope (1983).
En artes de gestaci¨®n m¨¢s r¨¢pida y menor inversi¨®n s¨ª hubo un florecimiento de talentos. La fotograf¨ªa cont¨® con cronistas de la realidad como Miguel Trillo, Alberto Garc¨ªa-Alix o Pablo P¨¦rez-M¨ªnguez, verdadero retratista de corte, sin olvidar a Ouka Leele o a los especializados en moda, inevitablemente atra¨ªdos por aquella eclosi¨®n de criaturas llamativas. Los dise?adores de ropa tambi¨¦n se sintieron inspirados por la movida: un lugar con tan poco glamour como Rock Ola acogi¨® desfiles como Baja Costura o Costura Espa?a, ambos de Alvarado.
En el cogollo estaban pintores como Guillermo P¨¦rez-Villalta, El Hortelano, Sigfrido Mart¨ªn-Begu¨¦, Dis Berlin, Herminio Molero, Costus, Pablo Sycet o Ceesepe. Este ¨²ltimo ven¨ªa del c¨®mic, que tambi¨¦n vivi¨® a?os de esplendor, con una rompedora revista, Madriz (esta s¨ª, de financiaci¨®n municipal). Por un tiempo hubo abundantes cruces. El Hortelano mont¨® grupo con Poch para una actuaci¨®n en la Universidad de Verano de Santander; Ceesepe y Garc¨ªa-Alix realizaron un corto para Pista libre, de Televisi¨®n Espa?ola; Carlos Berlanga, V¨ªctor Coyote y otros m¨²sicos encontraron hueco en Sen, Buades, Estampa, Vijande, Moriarty y dem¨¢s galer¨ªas de arte.
La necesidad aviva el ingenio: los m¨²sicos superaron los a?os flacos (1981 y 1982) con la fundaci¨®n de compa?¨ªas independientes como DRO y Gasa, que se matrimoniaron y se transformaron en una de las grandes discogr¨¢ficas de los ochenta. En medios escritos, la movida encontr¨® acogida en los diarios del momento, aunque tambi¨¦n gener¨® revistas como La Luna de Madrid y Madrid Me Mata, sin olvidar los fanzines. Una red de complicidades garantiz¨® su presencia en las ondas oficiales: Radio 3 y espacios de TVE -Caja de ritmos, La edad de oro- fueron escaparates de inmensa repercusi¨®n.
Pausa: con semejante entramado, ?c¨®mo es posible que la movida se eclipsase tan ignominiosamente en la segunda mitad de los ochenta? Se podr¨ªa afirmar que muri¨® de ¨¦xito: el coge-el-dinero-y-corre se impuso como modelo ¨¦tico. Las multinacionales impusieron su poder¨ªo y se llevaron las flores de la independencia: lo que eran m¨²sicas marginales fueron grandes lanzamientos. Los grupos cambiaban los clubes por los grandes recintos, generalmente con dinero de las instituciones.
Tan fatales fueron tropiezos como el cierre de Rock Ola, en 1985: aunque detestado por la infame calidad de sus bebidas y otros peque?os detalles, serv¨ªa como punto de encuentro; a partir de ese momento, las tribus se dispersaron. Desaparecieron sin despertar alarma revistas y programas de televisi¨®n. El sentimiento colectivo se desintegr¨® en mil aventuras particulares.
El triunfo del individualismo y el todo-vale dej¨® a la movida hu¨¦rfana de paladines. Lat¨ªa un difuso remordimiento, una urgencia por pasar p¨¢gina. Ese lavarse las manos permiti¨® que la iniciativa pasara a los enemigos, que efectuaron una demonizaci¨®n efectiva. Bien entrados los a?os noventa, la movida resucit¨® como nostalgia boba, simplificada hasta la caricatura. Eso explica que se acepten ficciones televisivas sobre la movida con errores de bulto. O que Nacho Cano resuma aquellos a?os -en el espect¨¢culo Hoy no me puedo levantar- como una cr¨®nica de inocentes pervertidos por el dinero, las drogas y el sexo, con una discogr¨¢fica como gran Mefist¨®feles. Cierto que el musical de Mecano tambi¨¦n refleja el entusiasmo juvenil, la creatividad liberada de sus protagonistas, la voluntad l¨²dica de todos los implicados, la porosidad social de la capital. Como dec¨ªa aqu¨¦l, a Madrid no le iba a reconocer ni la madre que lo pari¨®.
La sombra de los desaparecidos
Por encima de todo, la movida obedec¨ªa al hedonismo. Para los mayores de aquella tropa urg¨ªa gozar todo lo que la dictadura hab¨ªa prohibido. Para los dem¨¢s, no particularmente traumatizados por el franquismo, se trataba del derecho natural a hacer con sus vidas y con sus cuerpos lo que decidieran. Sin embargo, la muerte estuvo presente desde los inicios. El primer concierto colectivo tuvo como motivo recordar a Jos¨¦ Enrique Cano, Canito, baterista de Tos (luego, Secretos), que falleci¨® en un accidente. Los Secretos estaban destinados a ser objetivo de la parca: el siguiente baterista tambi¨¦n muri¨® en la carretera, y su cantante m¨¢s carism¨¢tico, Enrique Urquijo, apareci¨® cad¨¢ver en un portal de Malasa?a en 1999. En cuesti¨®n de mala suerte, la suya s¨®lo se puede comparar con la de algunos grupos punkis como Vulpess y Eskorbuto, sin olvidar la triste saga de los hermanos Haro Ibars. Compa?eros en desdicha fueron Eduardo Benavente, Toti Arboles, Ulises Montero, Javier Luis Encinas -Moro-, Poch
Cuesta hoy hacer un listado que distinga entre muertes naturales, muertes accidentales y muertes debidas a una acelerada forma de vivir. Las sobredosis o el sida acarrean un estigma que incomoda a amigos y familiares; se prefiere cualquier subterfugio. Los eufemismos y las mentiras son una defensa contra las moralejas f¨¢ciles: las muertes m¨¢s llamativas provocan recriminaciones autom¨¢ticas contra el carpe diem del movimiento. Incluso parte de la izquierda ha tirado con bala, aquejada de lejanos resquemores por haber perdido a su parroquia juvenil y, quiz¨¢, por no haber disfrutado de la fiesta.
Imposible negar que la tasa de mortalidad entre los m¨²sicos ha sido superior a la de otros sectores, aunque hubo p¨¦rdidas notables en el mundo del arte (los dos Costus, el galerista Fernando Vijande), el cine (F¨¦lix Rotaeta) o la moda (Manuel Pi?a). Antonio Vega, ex componente de Nacha Pop, cree que aqu¨¦lla era una generaci¨®n particularmente vulnerable: "Descubrir la hero¨ªna fue algo acojonante. No ten¨ªamos precedentes, no se ve¨ªan yonquis tirados por la calle. Est¨¢bamos seguros de haber encontrado la soluci¨®n para paliar todo lo desagradable de la existencia. Pasaron a?os antes de comprender que aquello ten¨ªa trampa". La desinformaci¨®n no era exclusiva de los m¨²sicos. El cineasta Iv¨¢n Zulueta recuerda en S¨®lo se vive una vez, indispensable libro de Jos¨¦ Luis Gallero, que "llegabas al caballo convencido de que no era como dec¨ªan. Pensabas: seguro que es como el sexo y todo lo dem¨¢s. Pues, por una vez, era verdad".
Para los supervivientes, m¨¢s que lecciones morales quedan perplejidades. Muchos que caminaron por el filo de la navaja contin¨²an dando guerra, mientras que otros que se cuidaban tuvieron finales prematuros. La tragedia de Alcal¨¢ 20 (78 muertos en 1983) todav¨ªa hace temblar a los que sol¨ªan ir a la discoteca y aquella noche se encontraron con el cartel de "aforo completo". S¨®lo queda suspirar, agradecer haber salido indemne de tantas situaciones de riesgo y procurar impedir la manipulaci¨®n de los muertos. Tras la desaparici¨®n (2002) de Carlos Garc¨ªa-Berlanga, su c¨®mplice en Pegamoides y Dinarama, Alaska se horrorizaba del tratamiento medi¨¢tico: "M¨¢s que lamentar la desaparici¨®n de un talento, lo que proced¨ªa era un titular como 'la movida se muere'. Es muy fuerte que te llamen para avisarte de que Carlos ha muerto y, de paso, pedirte que escribas un textito de 30 l¨ªneas".
La 'vedette' y la baja costura
Antonio Alvarado: 49 a?os. Alicante. Dise?ador de moda. En 1981 present¨® Baja Costura en Rock Ola. Comisario de exposiciones. La ¨²ltima, 'TotalChic', con piezas de fina bisuter¨ªa. Siempre trabaja en su siguiente desfile. Bibiana Fern¨¢ndez: 51 a?os. T¨¢nger (Marruecos). Actriz.
Rollos de toallas La Gaviota robados en los bares, manteles del hotel Palace, lycra negra de Menkes y "cuatro esparadrapos". Con semejantes materiales, Alvarado ide¨® Baja Costura. "Una buena colecci¨®n, o por lo menos diferente". Para entonces, todos sab¨ªan ya que en uno de sus desfiles pod¨ªa suceder cualquier cosa. Por ejemplo, que se celebrase en una sala de conciertos. "O que empezase tarde porque los trajes estaban termin¨¢ndose", recuerda Bibiana. Adem¨¢s de amiga, inmejorable maniqu¨ª para sus vestidos. "Recuerdo uno que me regal¨®, que s¨®lo pod¨ªa llevarlo despu¨¦s de una dieta. Si no estabas en hueso 'pelao' te sal¨ªa la chicha, y no era plan". Ambos hab¨ªan llegado a Madrid a conquistar el cielo: Bibi Andersen, la 'vedette' de revista y futura 'chica Almod¨®var'; Antonio, el representante de una nueva forma de vivir la moda en Espa?a. Se conocieron en "esas noches largas, eternas de Madrid". Con el tiempo han llegado a ser "casi familia". Y si no al cielo, al menos han llegado a este aniversario. ?C¨®mo se resumen 25 a?os? "En unas cuantas canas m¨¢s en sitios que no merece la pena descubrir", responde Antonio.
Mil veces superviviente
Antonio Vega: 47 a?os. Madrid. Compositor y cantante, al frente de Nacha Pop, de 'Chica de ayer', uno de los himnos de la movida. Acaba de publicar su quinto disco en solitario, '3.000 noches con Marga'.
Entre una fotograf¨ªa y otra faltan varias resurrecciones. No es s¨®lo el viaje que va del chico confiado de los pantalones rojos al h¨¦roe desdentado sobre la barra del bar. Es que, si se miran bien, cuentan una historia de supervivencias: a un ¨¦xito de ocho a?os al frente de Nacha Pop, grupo que form¨® en 1979 con su primo, Nacho Garc¨ªa Vega; a la Chica de ayer; a una carrera en solitario en la que cada paso se anda con tremendo esfuerzo. Y a su pertinaz equilibrismo en el filo. Ahora, un secreto a voces para enterados; luego, un dato asumido con resignaci¨®n. Siempre, un inc¨®modo compa?ero. El que hace que cada cap¨ªtulo de su historia sea una buena noticia. La ¨²ltima se titula 3.000 noches con Marga y ha devuelto la esperanza a sus fans. Un disco escrito, producido y tocado para su compa?era Marga del R¨ªo, fallecida en 2004, con la que comparti¨® veladas y "un entendimiento de la vida como algo a ejercer con intensidad". Hoy, sentado ante una foto de la ¨¦poca del segundo disco de Nacha Pop (1982), recuerda una movida a la vez triste y divertida. "Lo que no sab¨ªamos entonces es que tanta euforia iba a traer consigo una gran factura emocional".
Canci¨®n para una pel¨ªcula
Johnny Cifuentes: 50 a?os. Madrid. Voz y teclados de Burning, "los Stones de La Elipa". Ha cumplido 30 a?os en activo. Fernando Colomo: 59 a?os. Madrid. Director de cine y televisi¨®n. Autor de '?Qu¨¦ hace una chica como t¨² en un sitio como ¨¦ste?', con tema central de Burning.
"Actuaci¨®n de Burning para una pel¨ªcula. Entra. Es gratis", dec¨ªa el cartel. Entonces (el Madrid de 1978) como ahora, fue la ¨²ltima frase la que convirti¨® la convocatoria en un ¨¦xito. Dentro de un sal¨®n de actos, Fernando Colomo, puro nervio agarrado a un meg¨¢fono, daba instrucciones a los extras de su segundo largo. Entre los 15 figurantes fijos, Almod¨®var; sobre el escenario, Burning, todo actitud, tocaban ?Qu¨¦ hace una chica como t¨² en un sitio como ¨¦ste?, tema que dio t¨ªtulo al filme. O viceversa. "Ten¨ªamos el gui¨®n y busc¨¢bamos una canci¨®n", recuerda Colomo. "Entonces, Ordov¨¢s nos recomend¨® a 'unos t¨ªos de La Elipa". "Nos pasamos todo un fin de semana componiendo un estribillo adecuado para un t¨ªtulo tan largo", interviene Johnny. "El lunes le dijimos: 'Toma. Es una canci¨®n cojonuda". Y tanto. Ser¨ªa el gran ¨¦xito de la banda. Sonidos tempranos de una ciudad a punto de estallar. Luego, sus pasos divergieron. Colomo, hacia la comedia madrile?a. "La movida pasaba de noche, cuando yo ya dorm¨ªa", se excusa. Johnny, al evangelio excesivo del rock. Ahora dicen que se ven cada cierto tiempo, "seis o siete a?os". Y se ponen al d¨ªa: de sus hijos adolescentes, de las facturas de la vida (demasiadas; en treinta a?os, Burning ha perdido a dos de sus miembros, Pepe Risi y Antonio) y de sus proyectos. Fernando le da vueltas a un gui¨®n sobre paquistan¨ªes en Lavapi¨¦s. Johnny, a una idea de revisar los ¨¦xitos de la banda en ac¨²stico.
Los chicos de la prensa
Jes¨²s Ordov¨¢s: 57 a?os. Ferrol (A Coru?a). Locutor de 'Diario Pop', en Radio 3, desde su fundaci¨®n en 1979. Moncho Alpuente: 55 a?os. Madrid. Periodista, m¨²sico y escritor. Cronista de la movida. Fundador de la revista 'Madrid Me Mata'.
Sostiene una corriente de la movidolog¨ªa que la dichosa palabra, que irrita a parte de sus protagonistas y hace un servicio al resto de los mortales, fue cosa de Ordov¨¢s. "Escrib¨ªa una p¨¢gina en los setenta que se llamaba Movidas poprockeras". Por aquella ¨¦poca compart¨ªa con Moncho Alpuente la fascinaci¨®n por una nueva generaci¨®n. Por esos cr¨ªos que prefer¨ªan el punk al jazz rock y las anfetaminas a los porros. Ambos se pusieron a predicar sus descubrimientos. Ordov¨¢s, a los micr¨®fonos de Radio 3, plataforma de nuevos grupos, y Moncho, en las p¨¢ginas de EL PA?S y como tutor de la coordinadora Prensa Marginal Madrile?a (Premam¨¢). Luego (1983) llegaron publicaciones como La Luna o Madrid Me Mata, que fund¨® Alpuente junto a ?scar Marin¨¦ en 1984. "Una revista visual en el que d¨¢bamos tribuna a la ¨²ltima petarda", recuerda. Ahora, como entonces, se dedica a escribir, tocar en directo y elaborar teor¨ªas como ¨¦sta: "La nueva ola salt¨® a los medios porque coincidi¨® con el divorcio de la primera mujer de sus redactores jefe. Como sal¨ªan por la noche vieron que pasaba algo. Todo se acab¨® con el segundo matrimonio". ?Y Ordov¨¢s? Bueno, ¨¦l no ha cambiado apenas. "Sigo yendo a unos cuatro o cinco conciertos al d¨ªa y contin¨²o pinchando Enamorado de la moda juvenil. Me hace sentir joven".
Nadar a contracorriente
Fernando M¨¢rquez, 'el zurdo': 48 a?os. Madrid. Compositor y cantante. Miembro de Kaka de Luxe, Para¨ªso y La Mode. Kiki d'Aki: 50 a?os. Le¨®n. Vocalista de Las Chinas. Borja Casani: 51 a?os. Periodista y editor. Fundador de 'La Luna de Madrid'.
Estas tres personas, probablemente s¨®lo compartan una cosa: se sienten c¨®modas en el terreno de la paradoja.
Fernando M¨¢rquez ha sido siempre considerado el intelectual de la movida, aunque nunca pas¨® de COU. Fue miembro de Falange Aut¨¦ntica en los ochenta (y eso le convirti¨® en blanco privilegiado de las cr¨ªticas) y hoy se entretiene leyendo a Stalin.
Kiki d'Aki trabajaba por el d¨ªa en la biblioteca del Colegio de M¨¦dicos y por la noche viv¨ªa la vida de una estrella del pop al frente de Las Chinas. Y cumplidos los 50 ha grabado m¨¢s canciones que cuando era joven.
Borja Casani iba para pez gordo del departamento de marketing en Fiat y termin¨® fundando una galer¨ªa de arte y una revista, La Luna de Madrid, que estaba llamada a ser el Village Voice madrile?o y se qued¨® en una publicaci¨®n moderna e imitad¨ªsima.
Pens¨¢ndolo bien, quiz¨¢ les una algo m¨¢s: los tres han logrado con los a?os su lugar en el mundo. El Zurdo, como compositor a sueldo de una peque?a discogr¨¢fica independiente; Kiki, como la due?a de un universo particular de canciones delicadas que ha registrado en dos discos en solitario, y Borja, como editor de DVD-libros art¨ªsticos. En la movida tambi¨¦n existi¨® la clase media.
Creciendo en p¨²blico
Bernardo Bonezzi: 39 a?os. Cantante de Los Zombies entre 1978 y 1981. Compositor de bandas sonoras. Ganador de un Goya en 1994. Prepara un disco en solitario.
A los seis sab¨ªa tocar la guitarra; a los ocho, adoraba a Bowie; cinco a?os despu¨¦s se hab¨ªa convertido en l¨ªder de un grupo decisivo, Los Zombies. Grab¨® Groenlandia, su gran ¨¦xito, con 15, y sin cumplir la edad para votar, ya se hab¨ªa reinventado como compositor de bandas sonoras en las primeras pel¨ªculas de Almod¨®var. "Aquella ¨¦poca fue especial porque se mezcl¨® con mi adolescencia", aclara. "Para m¨ª hubo dos partes en la nueva ola madrile?a: hasta 1981 y despu¨¦s, cuando lleg¨® la instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica". Tierno Galv¨¢n, Joaqu¨ªn Leguina y la caravana a Vigo. Tiempo de temerarias iniciativas institucionales como meter a 200 modernos de Madrid en un tren con rumbo a la hermanaci¨®n con la escena de la ciudad gallega. "Me gustar¨ªa dejar claro que yo empec¨¦ antes, en 1978", se apresura a decir. Bernardo Bonezzi siempre lleg¨® el primero. Un campe¨®n mundial de la precocidad. No extra?a que ahora, a sus 39 a?os, asome el hartazgo del veterano. Tampoco son raras sus ganas de abstraerse de los encargos y concentrarse en su segundo disco de m¨²sica instrumental. Su proyecto m¨¢s personal.
El dandi del R5
Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦: 45 a?os. Madrid. Pintor y arquitecto. Ultima una exposici¨®n de su obra pict¨®rica en Roma.
Un estudiante de arquitectura con traje italiano de los cincuenta. Un pintor amante de la ¨®pera y coleccionista de corbatas en un mundo de medias rotas y eyeliners criminales. "No te confundas. Entonces, cada uno iba de lo que quer¨ªa. De punk o de mod. Y si te apetec¨ªa de facha, pues de facha". Cualquier cosa para luchar contra "la grisez" de la ¨¦poca. Un combate que en su c¨ªrculo se libraba continuamente. Cinco amigos -Almod¨®var, McNamara, Carlos Berlanga, Bernardo Bonezzi y Sigfrido- y dos escenarios improbables para una revoluci¨®n: el piso de Bernardo -plat¨® de innumerables creaciones en v¨ªdeo que "nunca ver¨¢n la luz"- y el Renault 5 de Sigfrido. "Pas¨¢bamos horas all¨ª", recuerda. "De casa de Bernardo al Rock Ola. De Torres Blancas a Somosaguas, donde viv¨ªa Carlos. Todo parec¨ªan enormes distancias". En los sem¨¢foros, la creatividad brotaba. "Fabio sacaba medio cuerpo por la ventanilla y hac¨ªa uno de sus llamamientos", dice. "Quiero aprovechar esta tribuna que me han brindado. Es muy triste, se?ora, que no le pueda dar a mi hija de pelo rubio, largo y lacio, en estas navidades, ni turr¨®n blando, ni duro". Recita de carrerilla y se r¨ªe de sus recuerdos. "?En serio vas a poner eso?".
Perfil polifac¨¦tico
Rossy de Palma: 40 a?os. Palma de Mallorca. Vocalista de Peor Imposible. Actriz y 'chica Almod¨®var'. Espera el estreno de '20 cent¨ªmetros', de Ram¨®n Salazar. Prepara su disco de deb¨² en solitario.
Acaba de cumplir los 40. Una edad bendita, dice. En la que ya no hay necesidad de lidiar con el mundo. Ni de elegir entre comer un bocata o coger el metro como cuando lleg¨® a Madrid sin un duro. "Una ciudad hospitalaria, pero con un coraz¨®n exigente y de hormig¨®n". Era cantante de Peor Imposible, un grupo de Mallorca que supl¨ªa las carencias musicales con desparpajo y un nombre que ahuyentaba las falsas esperanzas. "Pese a las penurias, era una ¨¦poca en la que me sent¨ªa volar. Y eso que yo no era de las que se drogaban". De d¨ªa, ensayos, y al caer el sol, trabajos como camarera en los locales m¨¢s variopintos. En ¨¦stas, una noche se le cruz¨® Pedro Almod¨®var. Al d¨ªa siguiente era la actriz que aparece en los cr¨¦ditos de La ley del deseo como Rossy von Donna. Una presencia que lograba levantar murmullos en la sala de cine. El dise?ador Manuel Pi?a la bautiz¨® de nuevo, y, voil¨¢, Rossy de Palma, el personaje, estaba creado. Los lugares comunes sobre ¨¦l, tambi¨¦n. Que si rasgos picassianos, que si la musa de la movida. "?Sabes?, la mayonesa es la ¨²nica musa que hay".
Surfistas de la 'nueva ola'
Servando Carballar: 44 a?os. Madrid. Fundador en 1978 de El Aviador Dro, grupo pionero de 'tecno' espa?ol. La banda acaba de editar 'Conf¨ªa en tus m¨¢quinas'. Rubi:
49 a?os. Buenos Aires. Cantante de Los Casinos. Su canci¨®n 'Yo ten¨ªa un novio (que tocaba en un conjunto beat)' fue uno de los grandes ¨¦xitos de la movida. V¨ªctor Aparicio: 47 a?os. Tui (Pontevedra). L¨ªder de Los Coyotes. Tiene un estudio de dise?o gr¨¢fico.
Tres m¨²sicos. Tres formas de surcar lo que se dio en llamar la nueva ola madrile?a. Y tres carreras a¨²n en activo. Servando Carballar estuvo desde el principio de El Aviador Dro y Sus Obreros Especializados, una banda que se dec¨ªa salida de una f¨¢brica de cyborgs. Un batall¨®n de maquinistas y anarco-provocadores que cantaba las bondades de la energ¨ªa nuclear y so?aron con DRO, un negocio en el que cab¨ªan las discogr¨¢ficas independientes. Rubi lleg¨® de Argentina en 1976, huyendo de la dictadura de Videla, con su marido, el difunto Joe Borsani, y su hija de dos a?os, Juana. Parti¨® de un local de ensayo de la calle Casino, en Lavapi¨¦s, a las listas de ¨¦xitos como la novia de un m¨²sico beat. Y V¨ªctor Aparicio, l¨ªder de Los Coyotes, una batidora que mezclaba salsa, rockabilly y punk. "En la nueva ola estaba todo el espectro de la m¨²sica. Siempre que cupiese en una canci¨®n de tres minutos", explica este ¨²ltimo. Pese a lo diferente de sus propuestas, algo les une: los tres comparten carreras parecidas. El ¨¦xito moderado en los ochenta, el bache y la readaptaci¨®n en los noventa, y una actitud ante la vida que les permite seguir en la brecha un cuarto de siglo despu¨¦s. Mientras V¨ªctor compone su nuevo ¨¢lbum y Rubi es una abuela orgullosa que prepara un disco de homenaje a Fran?oise Hardy, Servando sigue predicando la rebeli¨®n de las m¨¢quinas.
Hermanas por amor al arte
Lola y Marta Moriarty: Madrid y T¨¢nger (Marruecos). 47 a?os. Galeristas. Abrieron en 1981 Moriarty, librer¨ªa y sala de exposiciones. Lola contin¨²a al frente de la galer¨ªa. Marta acaba de inaugurar Vac¨ªo 9, "un centro de agitaci¨®n cultural".
Los jueves, en Moriarty. La cita era anotada en rojo entonces (1981) en la agenda de artistas, cineastas, m¨²sicos y escritores. Todos eran convocados a la tertulia semanal de las Moriarty. Luego, los asistentes quiz¨¢ curioseasen en las estanter¨ªas de la librer¨ªa, que estaba delante, o en la galer¨ªa de la parte de atr¨¢s, donde expon¨ªan artistas emergentes. Detr¨¢s de tanta agitaci¨®n cultural estaban dos socias, siempre inseparables, y Borja Casani, marido de Lola desde hace 27 a?os. "A veces organiz¨¢bamos conciertos", recuerdan. Y otras, recib¨ªan a los periodistas extranjeros que llegaban a Madrid para contar lo que estaba sucediendo. En una ocasi¨®n, uno pregunt¨®: "Bueno, y despu¨¦s de la movida? ?qu¨¦ hay?". Lola lo tuvo claro: "La gloria". La casualidad o la iron¨ªa quisieron que cuando las Moriarty cambiaron en 1985 el local de Vergara por la actual ubicaci¨®n en la calle Almirante, Alvarado abriese un bar de copas que se llam¨® precisamente La Gloria. En vez de ¨¦sta, lleg¨® la separaci¨®n, cuando Marta march¨® a Londres a completar una tesis. Hoy, ambas siguen activas en el mundo del arte. "S¨ª, aquellos tiempos fueron especiales", admite Marta. "Pero ahora tambi¨¦n suceden cosas que, seguro, conmemoraremos dentro de 25 a?os".
Superar los reveses
?lvaro Urquijo: Madrid. 43 a?os. Guitarrista y cantante de Los Secretos. En julio entrar¨¢ en el estudio a grabar el nuevo disco de la banda.
?Quieren saber de los que se quedaron en el camino? Preg¨²ntenle a ¨¦l. Canito, primer bater¨ªa y compositor de Tos, embri¨®n de Los Secretos, muri¨® en el A?o Nuevo de 1980 en un est¨²pido accidente de tr¨¢fico. Su sustituto, Pedro A. G¨®mez, dej¨® la vida en la carretera y a la banda hu¨¦rfana y hundida cuatro a?os despu¨¦s. Y Enrique Urquijo, su hermano mayor y el miembro m¨¢s emblem¨¢tico del grupo, apareci¨® muerto una tarde de 1999 en un portal del barrio de Malasa?a. Si lo que quieren es un ejemplo de superaci¨®n, busquen a ?lvaro, veterano en encajar los golpes, mirar al frente y seguir. "Se hace duro", reconoce. "Sobre todo tras la muerte de mi hermano. Entonces tuvimos que demostrar al p¨²blico y a nosotros mismos que ten¨ªamos derecho a seguir usando el nombre de Los Secretos". No fue f¨¢cil, pero lo consiguieron. Por eso hoy puede enorgullecerse de liderar una banda con 25 a?os de historia y una legi¨®n de fans que, es cierto, nunca les har¨¢ millonarios, pero que les apoya aparte de las modas y sus veleidades. ?El secreto? ?lvaro siempre lo explica con un trabalenguas. "Somos amigos y nos une la m¨²sica. Si dej¨¢semos de ser amigos, seguir¨ªamos unidos por la m¨²sica. Y si dej¨¢semos la m¨²sica, ser¨ªamos amigos".
El poder de la pausa
Iv¨¢n Zulueta: 63 a?os. San Sebasti¨¢n. Director de cine. Rod¨® 'Arrebato', su obra maestra, emblema de la movida, en 1979. Expone su trabajo hasta el 30 de mayo en La Casa Encendida (Madrid).
He aqu¨ª un hombre fatalmente obsesionado con el cine, subyugado por su ritmo. "La pausa es? el tal¨®n de Aquiles, el punto de fuga, nuestra ¨²nica oportunidad? ?El ¨¦xtasis, la primera comuni¨®n!", escribi¨® en el gui¨®n de Arrebato, su filme t¨®tem. Una pel¨ªcula sobre el poder vamp¨ªrico del cine y el desmoronamiento de un cineasta heroin¨®mano. Demasiadas coincidencias con su propia vida. "Sent¨ªa que, de alg¨²n modo, iba a ser mi ¨²ltima obra", recuerda. "Tuvo una difusi¨®n frustrante. En Madrid se estren¨® fatal, y cuando la llevamos al extranjero fue recibida con reproches como 'est¨¢ usted equivocado en cada uno de los planos". Despu¨¦s, el culto. "Hubo gente que lleg¨® a creer que la pel¨ªcula nunca hab¨ªa existido. Que era una leyenda urbana". Y siempre, la lucha contra la depresi¨®n y la hero¨ªna. Trabajos espor¨¢dicos para televisi¨®n y la confecci¨®n de carteles de cine. El cambio de Madrid por San Sebasti¨¢n, y el encierro durante ocho a?os en la casa de su madre "para huir de los camellos". Recientemente, la metadona y la vuelta a la vida. Exposiciones, homenajes y retrospectivas. Y una esperanza: "Quiz¨¢ escriba algo. Tengo ganas de sentarme y poner a trabajar mi cabecita".
Los ojos del movimiento
Ouka Leele: l Madrid. 47 a?os. Fot¨®grafa y pintora. Su ¨²ltima obra: un mural de 300 metros cuadrados en Ceut¨ª (Murcia). El Hortelano: 50 a?os. Valencia. Pintor. Pasea por el mundo una retrospectiva dentro del programa Arte Espa?ol para el Exterior. Pablo P¨¦rez-M¨ªnguez: 58 a?os. Madrid. Fot¨®grafo.
Esta imagen junta a tres de los artistas m¨¢s representativos de la movida: un pintor, un fot¨®grafo y una chica que un buen d¨ªa decidi¨® ser las dos cosas a la vez y empez¨® a colorear los negativos. La reuni¨®n no es casual. Tampoco original, como se ve a la izquierda. Aquella vez, P¨¦rez-M¨ªnguez estaba tras la c¨¢mara en un retrato cargado de significado. Ouka Leele (en los ochenta, Lele), El Hortelano, Ceesepe y Javier Mariscal. Aqu¨ª est¨¢ contenida una gran aportaci¨®n catalana a la movida (Mariscal) y la leyenda del piso del paseo Imperial que, alquilado por Ceesepe y El Hortelano, fue, hacia 1976, lugar de reuni¨®n de artistas de todo pelaje y fragua de lo que se avecinaba. Treinta a?os despu¨¦s, los tres comparten una convicci¨®n: "La movida fue uno de los movimientos culturales m¨¢s importantes del siglo XX en Espa?a".
Actitud de sobra
Jaime Urrutia: 47 a?os. Madrid. Fue cantante de Gabinete Caligari y miembro de Ejecutivos Agresivos. Est¨¢ grabando su segundo disco en solitario. Loquillo: 41 a?os.
Barcelona. Un cuarto de siglo al frente de Loquillo y Trogloditas. Produce obras de teatro ('Salir a pasear todas las noches'), pel¨ªculas ('Mujeres en pie de guerra'), escribe su segunda novela y trabaja en su pr¨®ximo ¨¢lbum, 'Amor propio'.
Si se pregunta a Loquillo por una definici¨®n de la movida, no duda: "Una oportunidad perdida. Si hubi¨¦semos hecho bien las cosas, la cultura no estar¨ªa tirada por los suelos ni se vender¨ªa en una manta". La crisis discogr¨¢fica. Un problema com¨²n para dos amigos ¨ªntimos. "El otro d¨ªa escuch¨¦ en la radio, camino del estudio de grabaci¨®n, que hab¨ªan cerrado otra tienda de discos. Me pregunt¨¦ si ten¨ªa sentido crear algo que dentro de poco no habr¨¢ d¨®nde venderlo", se lamenta Jaime. Lejos quedan para ambos los tiempos en los que Loquillo cog¨ªa en Barcelona un autob¨²s de soldados que hac¨ªan la mili en Madrid. Llegaba a la avenida de Am¨¦rica y su primer destino era invariablemente el Rock Ola. "Dejaba la bolsa en el guardarropa y sab¨ªa que aquella noche dormir¨ªa en alg¨²n lado". Aquella sala de conciertos en la que Gabinete Caligari escandalizaba al personal por sus atuendos militares y su pose nazi. Entonces la provocaci¨®n era una necesidad. Y la actitud, algo inseparable del rock. Todo sucedi¨® antes del sue?o truncado de las discogr¨¢ficas independientes, el subid¨®n del ¨¦xito y la bajada de la crisis. Est¨¢ claro que los tiempos han cambiado.
Almod¨®var y su Patty Diphusa
En 1984, la revista 'La Luna' le pidi¨® al realizador unas cr¨®nicas personales sobre lo que estaba ocurriendo en Madrid. Surgi¨® as¨ª uno de sus personajes m¨¢s provocadores y divertidos: Patty Diphusa, estrella de pel¨ªculas porno con vocaci¨®n de ser la nueva Dorothy Parker. En 1991, Anagrama recopil¨® aquellas cr¨®nicas, de las que ofrecemos unos extractos. Desde entonces se reeditan continuamente y han sido traducidas a 22 lenguas.
Siempre bajo mi punto de vista, los primeros ochenta fueron a?os intr¨¦pidos en los que el tiempo daba mucho de s¨ª. No s¨®lo ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes y m¨¢s delgados, sino que el desconocimiento hac¨ªa que nos lanz¨¢ramos a todo con alegr¨ªa. No conoc¨ªamos el precio de las cosas, ni pens¨¢bamos en el mercado. No ten¨ªamos memoria e imit¨¢bamos todo lo que nos gustaba, y disfrut¨¢bamos haci¨¦ndolo. No exist¨ªa el menor sentimiento de solidaridad, ni pol¨ªtico, ni social, ni generacional, y cuanto m¨¢s plagi¨¢bamos, m¨¢s aut¨¦nticos ¨¦ramos. Est¨¢bamos llenos de pretensi¨®n, pero la falta de perspectiva produc¨ªa el efecto contrario. Las drogas s¨®lo mostraban su parte l¨²dica y el sexo era algo higi¨¦nico. [?]
Es decir, tambi¨¦n contar¨¦ cosas de mis amigas Mary Von Etica y Addy Possa. Ellas son muy insignificantes, monstruosas m¨¢s bien, pero como se pasan todas las noches en la calle, a trav¨¦s de ellas es posible enterarse de muchas cosas.
La principal virtud de Von Etica es su inutilidad, nunca ha hecho nada, excepto maquillarse y apuntarse a los sitios. Se pinta las u?as de negro y hace cuatro a?os que no se las corta. Tan largas ya como los dedos, la longitud de sus u?as ha determinado su vida, quiero decir que la ha paralizado. No puede hacer nada con las manos, excepto fumar y mirarse los dedos mientras r¨ªe. Ni siquiera puede llamar por tel¨¦fono. Von Etica no pod¨ªa prever que, al dejarse crecer las garras, su existencia se reducir¨ªa a lo esencial, como si realmente fuera una chica inteligente. Por una raz¨®n o por otra, las dem¨¢s chicas estamos condenadas a trivialidades tipo dedicarnos a la prostituci¨®n, al terrorismo, a la trata de ni?os, o hacer gimnasia; Von Etica, al no poder utilizar las manos, s¨®lo puede fumar, tomar copas y re¨ªrse en las fiestas. A eso llamo YO reducir tu existencia a lo esencial. Adem¨¢s, s¨®lo come bollos, phoskitos, tigretones y donuts. YO creo que a causa de lo de las u?as tiene tan poca sensibilidad que no le gustan ni los mariscos. [?]
Que a una la violen dos psic¨®patas es normal, pero que despu¨¦s me dejaran tirada en la Casa de Campo, de madrugada y con una pinta como de pel¨ªcula mejicana de vampiros, no lo soporto. Les dije que lo m¨ªnimo que pod¨ªan hacer, ya que me hab¨ªan violado, era llevarme a casa porque necesitaba un ba?o, y por all¨ª no hab¨ªa taxis. Me dijeron que no se atrev¨ªan a mirarme a la cara y que prefer¨ªan olvidar todo aquello y que yo tambi¨¦n lo olvidara. Ni en Cerdas gemelas, una de mis m¨¢s famosas fotonovelas, tuve un aspecto m¨¢s repugnante. [?]
Llevaba puesta la radio. Empez¨® a llover de nuevo.
-Vaya, otra vez esta maldita lluvia -se quej¨® con indiferencia.
En la radio, las Weather Girls cantaban It's raining men. Aleluya!
-S¨ª -asent¨ª YO-, "est¨¢n lloviendo hombres".
-?Qu¨¦ dice? -(este hombre me habla como si fuera una chica a la que acaban de hacerle una lobotom¨ªa).
-La canci¨®n de la radio. Se llama Est¨¢n lloviendo hombres. ?No sabe ingl¨¦s? -le dije.
-Esta noche, todav¨ªa no.
Era un duro, ya lo he dicho.
-?Quiere ir a alg¨²n sitio o simplemente necesita comprobar que no es muda?
No s¨¦ qu¨¦ hac¨ªa este MUCHACHO conduciendo un taxi, deber¨ªa llamarse por lo menos Dashiell Hammet. ?Qu¨¦ modo de dialogar! Estaba encantada, pero no quer¨ªa demostrarlo. [?]
MI VIDA no es tan f¨¢cil como parece. Me paso el d¨ªa firmando papeles contra la OTAN y a favor de la OTAN, porque en temas tan complicados soy muy equilibrada. Me pongo morada de cocidito madrile?o en diversas entregas de premios. Me recorro todos los barrios dando conferencias sobre la importancia de las drogas en las clases bajas. [?]
-Nada. He sobrevivido.
Aquel hombre segu¨ªa teniendo los ademanes de Robert Mitchum en Retorno al pasado. Despu¨¦s de mi frustrante episodio burgu¨¦s fue muy agradable que el taxista me depositara en la puerta de mi habitaci¨®n. Una vez all¨ª, adivinando que lo estaba deseando, pero que me sent¨ªa demasiado d¨¦bil para ped¨ªrselo, me cogi¨® de la mano y me llev¨® hasta la cama, me quit¨® los zapatos y se sent¨® a mi lado, en el borde. En silencio, poco a poco, consigui¨® borrar mi angustia como quien limpia con la fregona un suelo sucio. Pens¨¦ para mis adentros: una nueva vida se abre ante m¨ª.
Fue una pena que esa nueva vida s¨®lo durara cinco horas, despu¨¦s de las cuales el taxista se fue, volviendo a quedarme sola conmigo misma y con mis confesiones.
He comprendido que soy por naturaleza una mujer sola y tergiversada. Mi vida, como mis relatos, s¨®lo tienen planteamiento, pero carecen de nudo y desenlace. [?]
Prefiero el muermo, la depresi¨®n, la reflexi¨®n, la abstinencia, el tedio, el nihilismo, la discreci¨®n, el no tener nada que decir, la inactividad, los buenos modales, la antipat¨ªa, la country, el tener un horario, la precauci¨®n, la melancol¨ªa, las visitas a la familia, el comunismo sovi¨¦tico, la cordura, la inhibici¨®n, las ra¨ªces, la tradici¨®n, los cantautores, etc¨¦tera.
Es insufrible esa necesidad que tiene todo el mundo de demostrar que son divinos.
La fama me ha convertido en una persona triste y melanc¨®lica y no estoy dispuesta a tomar drogas para superarlo.
No tengo nada que decir, y no quiero decir nada. No tiene sentido que siga escribiendo. Esta p¨¢gina, a partir de este momento, estar¨¢ vac¨ªa. Que la rellenen otros.
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