Placas
Ahora que, por desagradable, expulsan a la memoria de las ciudades, Joan Rangel la devuelve. Hace bien. Rangel es delegado del Gobierno en Catalu?a y trabaja en el antiguo palacio del Gobierno Civil. Una ma?ana recorr¨ªa el patio neocl¨¢sico, fij¨¢ndose en los nombres y en las fechas de sus antecesores, grabados en piedra. Observ¨® que entre el Jos¨¦ M¨¢rquez Caballero de 1931, ¨²ltimo gobernador mon¨¢rquico, y el Wenceslao Gonz¨¢lez Oliveros de 1939, primer gobernador franquista, hab¨ªa una placa que alud¨ªa al periodo rojo. Iba firmada por el jefe de las Fuerzas y Servicios de Ocupaci¨®n de Barcelona (la palabra liberaci¨®n estar¨ªa ocupada en ese momento), el general Eliseo ?lvarez Arenas. Rangel pregunt¨® qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s de la placa. Se lo pregunt¨®, concretamente, al historiador Manel Risques.
Joan Rangel ha colocado placas de los gobernadores del 'periodo rojo', pero no ha quitado las de los franquistas, lo que es realmente meritorio
El historiador tiene una curiosa relaci¨®n con el Gobierno Civil barcelon¨¦s. Es el argumento de su tesis doctoral y tambi¨¦n el de un libro que le encarg¨® hace a?os un gobernador socialista llamado Ferran Cardenal. Cuando estuvo escrito, Cardenal pag¨® el libro, pero no lo public¨®. Nunca le explic¨® a Risques el porqu¨¦. Risques cree, por comentarios indirectos, que el retrato moral de algunos gobernadores disgust¨® a Cardenal. El gobernador no dio esta explicaci¨®n. S¨®lo que el libro no era bueno, eso dijo. Y ah¨ª qued¨®.
Cuando el actual delegado le pregunt¨®, el historiador enumer¨® los gobernadores que yac¨ªan tras el periodo rojo: Llu¨ªs Companys (abril-junio de 1931), Carles Espl¨¤ (junio-julio de 1931), Josep Oriol Anguera de Sojo (diciembre de 1931), Joan Moles (1932) y Claudi Ametlla (enero-septiembre de 1933). A Rangel le emocion¨® que Companys estuviera en la lista. Parece que su madre le explic¨® la historia ignorada de Catalu?a -poco despu¨¦s de que el padre hubiese vuelto del exilio-, mostrando al hijo un retrato de Companys que hab¨ªa atravesado todas las peripecias. O sea que el delegado Rangel mand¨® que fueran colocadas las placas. No s¨®lo mand¨® eso, sino que incluso se abstuvo de arrancar las placas franquistas, ej¨¦rcito de ocupaci¨®n incluido, lo que es realmente meritorio. Este jueves present¨® la memoria completa a los ciudadanos.
Un mero vistazo cronol¨®gico a la lista explica por s¨ª solo demasiadas cosas. Cinco gobernadores en poco m¨¢s de dos a?os. Una ciudad y su tiempo. La casa de las chinches, que escribi¨® Gaziel en un art¨ªculo memorable. Explicaba su vida el escritor: "Hace unos cuarenta a?os que vivo aqu¨ª, y no puedo negar que ha sido continuamente entre bombas, desde las del Liceo, la de la calle de Cambios Nuevos y la de Mart¨ªnez Campos, hasta las de Rull y comparsas, en la ¨¦poca de los estallidos en las escaleras oscuras y de los carros blindados; y cuando no hay bombas, hay pistoleros, y cuando no pistoleros, atracos, y a veces, como ahora, bombas, atracos y pistoleros, todo revuelto a la vez. Y cuando por rar¨ªsima casualidad no hay nada de eso, en inveros¨ªmil y corto descanso, es... ?porque hay dictadura!". La Gran Encisera. A prop¨®sito de las chinches, Gaziel sentenciaba en el art¨ªculo: "El insecticida infalible contra el anarquismo es la polic¨ªa".
Los gobernadores republicanos ten¨ªan la polic¨ªa a sus ¨®rdenes. Fracasaron. El desorden p¨²blico trabaj¨® muy eficazmente en contra de la Rep¨²blica. Hay una majestuosa an¨¦cdota que narra Jaume Miravitlles en Homes i dones de la meva vida a prop¨®sito de uno de los gobernadores, del estupendo periodista Carles Espl¨¤. A principios de los a?os cincuenta, la colonia catalana organiz¨® unos juegos florales del exilio en Nueva York. Invitaron al gran Eugeni Xammar, que acept¨®. Aunque puso como condici¨®n inexcusable que asistiera a la fiesta su inseparable amigo Espl¨¤. Miravitlles acept¨®, pero le pregunt¨® a qu¨¦ ven¨ªa tal requerimiento. "Carles Espl¨¤" contest¨® Xammar con su seriedad caracter¨ªstica de estas ocasiones, "lo hizo tan mal como gobernador de Barcelona en los primeros meses de la Rep¨²blica que es uno de los responsables de que los juegos florales de la lengua catalana se hayan de celebrar en el extranjero".
Las cr¨®nicas republicanas de Josep Pla reflejan una repetida preocupaci¨®n por el orden. Y en consecuencia, son frecuentes las alusiones al trabajo de los gobernadores republicanos. El juicio planiano es duro: levedad, indecisi¨®n e incompetencia. S¨®lo queda al margen el se?or Anguera de Sojo, que fue el m¨¢s breve y se enfrent¨® duramente al presidente Maci¨¤. Sobre el gobernador Companys, Pla no opina, pero el juicio global que le merecieron siempre su persona y su pol¨ªtica es inequ¨ªvoco. El historiador Risques dice, sin embargo, que el nombramiento de Companys como primer gobernador civil republicano fue decisivo para evitar que el lerrouxismo se asentara en esta plaza de poder. Risques cita, para apuntalar la cuesti¨®n, un viejo art¨ªculo de Joan B. Culla de L'Aven? de abril de 1980.
El gobernador Claudi Ametlla, que fue el ¨²ltimo republicano y entreg¨® a la Generalitat la custodia del orden, escribi¨® unas memorias pol¨ªticas muy detalladas. Hay en ellas un repaso de su actividad como gobernador: a pesar del descargo, sobresale la imagen de un hombre abrumado e impotente. Gaziel, en su citado art¨ªculo de 1933, el a?o de Ametlla, subraya que el centralismo no limpi¨® Barcelona del chinche terrorista. "Ahora, en un periodo intermedio del centralismo al autonomismo", a?ade, "tampoco se hace lo debido". Y concluye con la vaga esperanza de que el r¨¦gimen auton¨®mico acabe de una vez con la violencia.
Fue a la inversa.
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