El abuso de la inconstitucionalidad
A medida que se van conociendo detalles concretos de las propuestas sobre el nuevo Estatut y el nuevo modelo de financiaci¨®n que se formulan desde Catalu?a, se incrementan las voces que advierten del error en el que ha ca¨ªdo el Gobierno de la Generalitat. Los que as¨ª razonan -ya sean populares, socialistas, tertulianos o l¨ªderes pol¨ªticos- utilizan siempre un mismo argumento que no parece sufrir desgaste por el paso del tiempo: la inconstitucionalidad de las reformas anunciadas.
Como si de un comod¨ªn dial¨¦ctico se tratara, la inconstitucionalidad es usada de manera permanente, tan permanente como excesiva, por una determinada ¨¦lite espa?ola. Los que as¨ª obran -que no son pocos- contribuyen, quiz¨¢ de manera inconsciente, a expulsar del marco constitucional a todos aquellos que creen que otra Espa?a es posible. Es evidente que el efecto buscado no es otro que la descalificaci¨®n de ra¨ªz de las propuestas reformistas. Y sin voluntad de debate y con todos los apriorismos existentes activados (entre ellos el de la insolidaridad de las propuestas), el punto de encuentro ser¨¢ muy dif¨ªcil de forjar.
De la Vega y Rajoy van de la mano en la patrimonializaci¨®n de la Constituci¨®n desde posiciones centralistas
Hay una patrimonializaci¨®n de la Constituci¨®n desde y para las posiciones m¨¢s centralistas, que siguen siendo muy importantes. En esa acci¨®n se dan la mano personajes como Fraga y Alfonso Guerra, dos figuras del pasado que a¨²n perviven en el presente, pero tambi¨¦n la vicepresidenta De la Vega y Rajoy, que sin ser figuras del pasado parecen en esta cuesti¨®n decididos a mantener viva la flama del pasado.
El debate sobre el futuro de Espa?a y sobre los mecanismos de organizaci¨®n territorial ya no puede eludir el horizonte federal, a pesar que hay una reacci¨®n muy fuerte contra toda posibilidad de avance hacia un modelo federal del estado espa?ol. Es evidente que el avance hacia un modelo federal no caer¨¢ como fruta madura. Si alguien tenia dudas al respecto, las reacciones que ha generado el modelo de financiaci¨®n propuesto por el Gobierno catal¨¢n pueden ser enormemente ilustrativas. Quiz¨¢ en alg¨²n momento se pens¨® que el camino de las reformas pol¨ªticas sobre el modelo de Estado ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil de lo que hoy se intuye. En ese sentido no deja de sorprender -y de preocupar- que algunas de las cr¨ªticas m¨¢s duras hacia el contenido de las propuestas de reformas que se proponen desde Catalu?a provengan de miembros del Gobierno de Zapatero. Pero ¨¦sa es la realidad con la que habr¨¢ que lidiar y quiz¨¢ habr¨¢ que aceptar que la ¨²nica ventaja de que hoy disponemos en referencia a otros gobiernos anteriores sea el compromiso del propio presidente del Gobierno. El riesgo no es menor, ya que si finalmente Zapatero es el ¨²nico comprometido con las reformas pol¨ªticas, el ¨¦xito de ¨¦stas puede verse afectado. Parece urgente la necesidad de buscar aliados a las propuestas federalizantes. Y es en ese punto donde el Gobierno de la Generalitat no ha obtenido hasta el momento resultados tangibles. No se trata de ir a predicar y convertir por las tierras espa?olas, sino de plantear un debate de profundidad del cual nadie pueda salir por la tangente sin coste pol¨ªtico.
Hay que trasladar al resto de Espa?a la idea de que si el proceso de reformas fracasa, con ¨¦l puede fracasar definitivamente el modelo constitucional vigente, como m¨ªnimo en su intento de tejer un escenario de no conflictividad territorial en las pr¨®ximas d¨¦cadas. Si se produce un nuevo desencuentro entre los que apuestan por una visi¨®n reformista y los que se empe?an en que el l¨ªmite de la descentralizaci¨®n est¨¢ fijado en el escenario actual, las consecuencias pol¨ªticas ser¨¢n muy importantes. Que la ciudadan¨ªa catalana no est¨¦ en vilo esperando la reforma estatutaria ni la de financiaci¨®n no excluye que un fracaso de todo este proceso comporte, para decirlo claro, un cabreo generalizado. Es evidente que de ese cabreo posible, de esa decepci¨®n, no se puede autom¨¢ticamente desprender que las tesis soberanistas ganen posiciones de manera abrumadora en Catalu?a. Pero tampoco es evidente lo contrario. Con lo cual lo ¨²nico que podemos afirmar es que la incertidumbre pol¨ªtica y la tensi¨®n ganar¨ªan posiciones.
Desde el modelo constitucional vigente se puede pedir a Catalu?a que sus propuestas de reformas ni excluyan a otras comunidades ni se sustenten en mayor¨ªas parlamentarias y sociales escasas. Hasta la fecha, las propuestas conocidas no vulneran esos l¨ªmites. Si a pesar de ello, tal como algunas reacciones dejan entrever, nos dan con la puerta en las narices, no van a poder lamentarse las formaciones espa?olas de las consecuencias que se deriven. No se trata de dibujar amenazas para condicionar el presente. Se trata de hacer evidente que, si no es posible un modelo distinto dentro del actual contexto constitucional, los argumentos para garantizar un buen encaje entre Espa?a y Catalu?a en el futuro ser¨¢n enormemente dif¨ªciles.
Fue el propio Zapatero quien se comprometi¨® a impulsar cambios de modelo cuando estaba a punto de iniciar su mandato. Ser¨ªa lamentable que, una vez instalado en el poder, sucumbiera a las presiones de siempre para evitar las reformas pol¨ªticas en esa cuesti¨®n. Zapatero tiene en sus manos impulsar un proceso de reformas institucionales que permitan que en la agenda pol¨ªtica espa?ola el debate sobre territorios y autogobierno tal como hoy lo conocemos decaiga. No se trata de dar argumentos para pasar a la historia, sino de rese?ar lo relevante de la cuesti¨®n en clave de estabilidad, lealtad y encaje pol¨ªtico.
Jordi S¨¢nchez es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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