Soldados 'profesionales'
Uno de los cambios m¨¢s sorprendentes que la posmodernidad ha tra¨ªdo consigo es la extinci¨®n de los ej¨¦rcitos de leva obligatoria. "El pueblo en armas", propio de la era industrial, ha dado paso al retorno del ej¨¦rcito profesional.
Extinguidas (o casi) las guerras entre Estados, las "nuevas guerras", por el contrario, se multiplican y los ej¨¦rcitos tienden a convertirse en las "polic¨ªas de la globalizaci¨®n". En el nuevo contexto de riesgos multiplicados y dispersos, las Fuerzas Armadas de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y m¨¢s democr¨¢ticos suponen una importante reserva de seguridad interna y un factor clave para la estabilidad y respuesta a los riesgos globales.
Responder con acierto a la inseguridad que el progreso conlleva se ha convertido en un elemento central de la pol¨ªtica. Las premonitorias advertencias de Ulrich Beck
sobre la sociedad del riesgo son hoy realidad. Los gobiernos dedican buena parte de su esfuerzo a enfrentar riesgos (transformados en peligros), mientras los medios de comunicaci¨®n dedican la programaci¨®n a narrar los accidentes que los acompa?an. Para hacerles frente, las Fuerzas Armadas son un instrumento fundamental. Nuestros soldados acuden con los medios de que disponen tanto a vigilar v¨ªas f¨¦rreas como a estabilizar los Balcanes o el Asia Central. Defienden el territorio, pero tambi¨¦n ayudan a quitar nieve o apagar incendios. Todo ello se hace, en el nuevo contexto, con ej¨¦rcitos profesionales.
Ning¨²n proceso hist¨®rico tiene, sin embargo, marcha atr¨¢s. Los ej¨¦rcitos profesionales del siglo XXI no pueden ser sino los ej¨¦rcitos del pueblo, es decir, de la democracia. Toda ¨¦poca incorpora la anterior. El servicio militar obligatorio fue una conquista de los Estados democr¨¢ticos y los ej¨¦rcitos profesionales que hoy lo sustituyen deben asumir el mismo c¨®digo de valores, lejos ya de los perfiles mercenarios que pudieran tener en ¨¦pocas preilustradas. Las Fuerzas Armadas profesionales son parte de la sociedad.
En nuestro pa¨ªs, pero no s¨®lo en ¨¦l, la importancia de la funci¨®n no siempre ha ido acompa?ada del esfuerzo econ¨®mico y social correspondiente. A quienes se les exige que nos garanticen paz, estabilidad y seguridad se les ofrecen como marco de vida, condiciones inseguras, e inciertas, cuando no ingratas. Creo por ello que es preciso celebrar la remisi¨®n al Congreso de los Diputados de una nueva ley sobre tropa y mariner¨ªa.
No es momento de juzgar la forma y los calendarios con los que nuestro pa¨ªs dej¨® atr¨¢s la mili obligatoria e implant¨® el ej¨¦rcito profesional aunque no fuesen afortunados. Es necesario constatar que el modelo adoptado muy pr¨®ximo al de una "mili pagada" no ha cubierto cualitativa ni cuantitativamente las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas. El n¨²mero de soldados y marineros, en torno a 70.000, no cubre las necesidades m¨ªnimas. Las entradas y salidas, 11.000 al a?o, son excesivas y conllevan un periodo medio de permanencia que no alcanza los cuatro a?os. Esta corta permanencia no permite una profesionalizaci¨®n adecuada y obliga a un enorme esfuerzo de captaci¨®n, del que dan fe las campa?as publicitarias.
Lo que se descubre al aproximarse a la realidad es que la profesionalizaci¨®n de los ej¨¦rcitos no es tal porque falla la mayor. El ingreso en las Fuerzas Armadas no ofrece una perspectiva de vida profesional a quienes optan por ¨¦l. En la actualidad, salvo quienes logran al tercer a?o ingresar en la Guardia Civil o acceder a la condici¨®n de suboficial, o m¨¢s adelante convertirse en soldado permanente, el modelo s¨®lo les propone el despido a los 12 a?os de servicio o 35 de edad. Un despido ni siquiera indemnizable, como ocurre en la empresa privada. El nuevo proyecto de ley pretende afrontar la situaci¨®n apostando porque el ingreso en las Fuerzas Armadas sea una aut¨¦ntica opci¨®n profesional en la vida de nuestros j¨®venes. Se les propone para ello una triple alternativa.
La primera, denominada compromiso inicial, son contratos renovables por dos o tres a?os hasta alcanzar los seis. En ellos se mejorar¨¢ su capacidad profesional y dispondr¨¢n de prioridad para acceder a trabajos en el sector p¨²blico.
La segunda opci¨®n, aut¨¦ntica piedra angular de la nueva ley, es el compromiso de larga duraci¨®n. Con este contrato, el soldado y marinero podr¨¢ permanecer en las Fuerzas Armadas hasta los 42 a?os. Alcanzada dicha edad podr¨¢ pasar a la reserva de especial disponibilidad en la que percibir¨¢ una asignaci¨®n de 600 euros mensuales hasta alcanzar la jubilaci¨®n a los 65 a?os, compatible con otros trabajos o rentas. Esta figura novedosa en nuestras Fuerzas Armadas es habitual en los ej¨¦rcitos profesionales de los pa¨ªses amigos, donde ha contribuido a solucionar los problemas de reclutamiento. Su tradici¨®n hist¨®rica no es menor, ya las legiones romanas se compon¨ªan de soldados comprometidos por 20 a?os, a los que se pagaba con lotes de tierra al final del compromiso.
Finalmente, se mantiene la posibilidad de ser soldado permanente hasta los 58 a?os, alcanzados los cuales se pasar¨¢ a la situaci¨®n de reservista hasta los 65.
El ciudadano se preguntar¨¢ por el coste que tal propuesta supone. Cabe responder que de inmediato el coste es pr¨¢cticamente nulo y no se har¨¢ presente hasta pasado el a?o 2015, alcanzando velocidad de crucero en 2025.
Para un Gobierno como el actual, que pretende referenciarse en los valores de la Ilustraci¨®n y que sit¨²a el "libertad, igualdad, solidaridad" como principio de su actividad pol¨ªtica, la seguridad es una condici¨®n para el ejercicio de los otros tres. No hay libertad sin seguridad. Pierre Bourdieu a?ad¨ªa, sagazmente, que tambi¨¦n es un requisito para la igualdad porque s¨®lo el hombre seguro es capaz de luchar por conseguirla. Motivos de m¨¢s para que desde la izquierda se aspire a unas Fuerzas Armadas proporcionadas y de calidad al servicio de la democracia y de sus valores.
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