El valor est¨¦tico de la novela
Hay obras cuya necesidad objetiva se impone sin que nadie acierte a escribirlas por espacio de largo tiempo. El tel¨®n, de Milan Kundera, es una de ellas: al repasar la historia de la novela desde su valor art¨ªstico, esclarece su situaci¨®n presente y sus dif¨ªciles posibilidades de subsistencia en un entorno decididamente hostil. La proliferaci¨®n de obras mediocres y de rese?as que las ponen por las nubes han creado un oc¨¦ano de conformismo y mal gusto que afecta al nivel intelectual y educativo de quienes son inducidos a confundir el valor de una novela con su visibilidad medi¨¢tica. Al poder arrasador del mercado y de los consorcios que s¨®lo quieren aumentar sus ventas, se a?ade la colaboraci¨®n, de ordinario interesada, del gremio de los rese?adores literarios, cuyo aval a esa mercadotecnia, ya sea por incompetencia o servilismo, completa la operaci¨®n de vender gato por liebre al ciudadano convencido de adquirir una obra maestra cuanto ¨¦sta es solamente un refrito de materiales caducos y que incluso huelen mal.
Seg¨²n Kundera "la ambici¨®n del novelista no es superar a sus predecesores, sino ver lo que no han visto"
A partir de Cervantes, la novela contrapone la iron¨ªa y la risa a la visi¨®n tr¨¢gica y a la falacia l¨ªrica
Leemos a menudo que la novela de Fulano recrea el Madrid de Gald¨®s o la de Mengano, el Par¨ªs de Victor Hugo (o peor a¨²n, las haza?as de Los tres mosqueteros). Recuerdo la sonrisa satisfecha con la que un compatriota del exilio me mostr¨® la rese?a de un libro suyo en la que se le llamaba nada menos que "el Balzac espa?ol". Elogio mortal, en la medida en que el arte -y la novela lo es- no admite reiteraci¨®n. Escribir como Hugo o Gald¨®s al alba del tercer milenio es condenarse a la insignificancia, puesto que lo as¨ª creado no a?ade nada nuevo al ¨¢rbol de la literatura, a la evoluci¨®n de un g¨¦nero narrativo inventado por Rabelais y Cervantes.
El libro de Kundera, que condensa sus reflexiones anteriores recogidas en El arte de la novela y Los testamentos traicionados, proyecta su haz de luz cruda por este vasto cementerio de obras ef¨ªmeras, ajenas a una modernidad que circula a trav¨¦s de los tiempos, a partir de una observaci¨®n de Jan Mukarovski, una de las figuras m¨¢s notables del C¨ªrculo de Praga, formulada en 1932: "S¨®lo la hip¨®tesis del valor est¨¦tico objetivo da un sentido a la evoluci¨®n hist¨®rica del arte". A lo que el autor de El libro del la risa y el olvido a?ade: "Si el valor est¨¦tico no existiera, la historia del arte no ser¨ªa sino un inmenso dep¨®sito de obras, cuyo orden cronol¨®gico carecer¨ªa de sentido. E, inversamente, el valor est¨¦tico de un arte es s¨®lo perceptible en el contexto de su evoluci¨®n hist¨®rica".
En efecto, la historia de la novela, desde la transformaci¨®n de Alonso Quijano en don Quijote de la Mancha, es la de una mutaci¨®n paralela del arte de escribirla, de Fielding, Sterne y Flaubert, a Proust, Joyce y la gran novela centroeuropea de la primera mitad del siglo XX (Kafka, Musil, Broch): una historia que no sigue los pasos de la Historia, con may¨²scula, en su repetici¨®n azarosa de guerras y conquistas, ni los de la ciencia y las innovaciones t¨¦cnicas: "Aplicada al arte", dice Kundera, "la noci¨®n de historia no tiene nada que ver con el progreso; no implica un perfeccionamiento, una mejora, una ascensi¨®n; se parece a un viaje emprendido para explorar tierras ignotas, a fin de inscribirlas en un mapa. La ambici¨®n del novelista no es superar a sus predecesores, sino ver lo que no han visto, decir lo que no han dicho. La po¨¦tica de Flaubert no desacredita la de Balzac, del mismo modo que el descubrimiento del Polo Norte no vuelve caduco el de Am¨¦rica".
La historia de la novela es as¨ª la
de una cartograf¨ªa de la novela que se extiende y ramifica a partir de un punto com¨²n: la de esos fen¨®menos de "polinizaci¨®n" por, las llamadas por los bot¨¢nicos, autopistas de viento que transportan las semillas y esporas del arte de Cervantes a Inglaterra, las de Sterne al Brasil de Machado de As¨ªs, las de Flaubert a la Irlanda de Joyce y a la Praga de Kafka. Esta "polinizaci¨®n" de una literatura por otra -el corpus de Las mil y una noches es el mejor ejemplo de ello- se nos revela con claridad en Cervantes con el salto de la historia del hidalgo enloquecido por sus lecturas a la de un autor enloquecido por el poder incre¨ªble de la literatura: autor¨ªa m¨²ltiple y difusa, status dudoso del personaje que se sabe descrito y le¨ªdo, disoluci¨®n de la autoridad. Como advirti¨® Kundera en su magn¨ªfico ensayo sobre el Quijote, entramos con ¨¦l en el fecundo territorio de la duda. Las semillas y esporas de la invenci¨®n novelesca circulan libremente, desde entonces, de un autor a otro, de un pa¨ªs a otro, de un continente a otro, sin someterse a los esquemas de los heraldos del nacionalismo patri¨®tico ni a los cuadros sin¨®pticos de los abanderados de la incompetencia y miop¨ªa art¨ªstica.
La distinci¨®n trazada por Kundera entre el gran y el peque?o contexto centra el problema de forma n¨ªtida: "Una obra de arte puede situarse en el marco de dos contextos elementales: ya sea en el de la historia de su naci¨®n (llam¨¦mosle el peque?o contexto), ya en el de la historia supranacional del arte (llam¨¦mosle gran contexto). Estamos habituados a considerar la m¨²sica, con toda naturalidad, en el gran contexto (...) Al contrario, por el hecho de que la novela se halla ligada a su lengua, es estudiada casi exclusivamente en todas las universidades en su peque?o contexto nacional. Europa no ha logrado concebir su literatura como una unidad hist¨®rica, y no me cansar¨¦ de repetir que en ello radica su irreparable fracaso intelectual". Tras citar a Goethe, el primero en formular la necesidad de estudiar la literatura independientemente de sus coordenadas nacionales, Kundera denuncia con fuerza los estragos del chovinismo excluyente y del reductivismo provinciano: "El af¨¢n posesivo de la naci¨®n respecto a sus artistas se manifiesta en un terrorismo del peque?o contexto que reduce todo el sentido de una obra al papel que ¨¦sta representa en su propio pa¨ªs".
Contrariamente a lo que se cree, este terrorismo act¨²a no s¨®lo en el ¨¢mbito de lenguas minoritarias y frecuentemente perseguidas (checa, eslovaca, eslovena, catalana, gallega...), sino tambi¨¦n en un espacio tan vasto como el de la castellana, con la divisi¨®n universitaria y editorial entre novela espa?ola y latinoamericana, y dentro de ¨¦sta, entre novela mexicana, argentina, colombiana, cubana, como si las fronteras estatales crearan fronteras art¨ªsticas y cotos cerrados. Pero es absurdo estudiar a Garc¨ªa M¨¢rquez en el contexto colombiano, a Fuentes en el mexicano, a Carpentier y Cabrera Infante en el cubano, a Vargas Llosa en el peruano, a Cort¨¢zar en el argentino, ya que su obra no encaja en las fronteras de sus respectivos pa¨ªses y se inscribe en el mapa de una geograf¨ªa inexplorada del g¨¦nero anterior a ellos. Los profesionales del nacionalismo y de la ineptitud (ambos suelen ir de la mano) acusan a Flaubert (como Montherlant o Maurice Bard¨¦che, citados por Kundera) de "no ser de la misma madera que un Racine, un Saint-Simon, un Chateaubriand, un Michelet", es decir, de ser "poco franc¨¦s", como otros reprochan a Gombrowictz el ser "poco polaco" o al propio Kundera, "poco checo". Pero en el ¨¢mbito del arte de la novela no hay otras nacionalidades que la rabelaisiana, cervantina, flaubertiana y un largo etc¨¦tera. Las glorias nacionales, provinciales o locales que no han rastreado y descubierto territorios art¨ªsticos nuevos est¨¢n condenados a la triste inmortalidad de las estatuas y placas conmemorativas: esto es, al vac¨ªo de la redundancia y futilidad.
Las reflexiones de Kundera sobre la novela hist¨®rica, y la peor variante de ¨¦sta -la que se pone al servicio de los valores patri¨®ticos que condensan la "esencia" de un pueblo-, deber¨ªan ser le¨ªdas por todos los chantres de las literaturas nacionales que determinan su escala de valores en funci¨®n de su mayor o menor fidelidad a la entidad que representen. "El novelista", nos dice, "no es el sirviente de los historiadores". En otras palabras, no defiende causa alguna, sino que analiza, interpreta, cuestiona, desmiente. El bravo soldado Chveik, de Hasek, por ejemplo, revela mejor el absurdo de la carnicer¨ªa de 1914-1918, vista por un t¨ªtere sacudido por los acontecimientos, que los narradores que la describen en forma ¨¦pica. Pues la novela, a partir de Cervantes, contrapone la iron¨ªa y la risa compensatorias de la irremediable precariedad humana a la visi¨®n tr¨¢gica y a la falacia l¨ªrica. La soberbia lecci¨®n de Kafka fue la de mostrar, sin estridencias ni sentimentalismo alguno, la reducci¨®n del individuo a la condici¨®n de mero pe¨®n que recorre las casillas de un tablero de ajedrez en la ignorancia total de las reglas del juego. Tras una poda feroz de los elementos que integran la ya caduca composici¨®n realista, Kafka nos descubre otra realidad m¨¢s profunda: una lectura del mundo moderno que no exist¨ªa antes de ¨¦l, lectura que modifica de manera decisiva nuestra percepci¨®n del mismo.
Resulta imposible resumir en unas p¨¢ginas la riqueza tem¨¢tica de El tel¨®n: su l¨²cido an¨¢lisis de la distinta percepci¨®n de la vida seg¨²n las variedades de la edad, desde la fratr¨ªa generacional de la juventud a la soledad de la vejez; la trampa "diab¨®lica" de la inmortalidad del artista, pillado en el dilema de crear una obra que le sobreviva y de alimentar as¨ª su megaloman¨ªa grotesca. La ambici¨®n de producir obras f¨¢cilmente adaptables a la televisi¨®n, al cine o a las tiras de los diarios de muchos novelistas de hoy, provoca en Kundera una respuesta mordaz: "Para convertir a una novela en obra de teatro o filme, hay que descomponer ante todo su composici¨®n; reducirla a su simple trama; renunciar a su forma espec¨ªfica. Pero, ?qu¨¦ queda de una obra de arte si se le quita su forma? Se piensa prolongar la vida de una gran novela mediante una adaptaci¨®n y no se hace sino construir un mausoleo en el que s¨®lo una peque?a inscripci¨®n en el m¨¢rmol recuerda el nombre de quien no est¨¢ all¨ª". La obra novelesca y ensay¨ªstica de Kundera, imposible separar una de otra, perturba y molesta a quienes asientan sus pobres certezas en el totalitarismo de sus m¨¦todos cr¨ªticos y rechazan por tanto a cuantos se resisten a ingresar en el gremio de los profesionales del conformismo y a dejarse encasillar en unos esquemas ajenos a su heterog¨¦nea e irreductible singularidad.
El tel¨®n. Milan Kundera. Traducci¨®n de Beatriz de Moura. Tusquets. Barcelona, 2005. 208 p¨¢ginas. 16 euros.
Entre la narrativa y el ensayo
LA OBRA de Milan Kundera, nacido en la ciudad checa de Brno en 1929 y exiliado en Francia desde 1975, ha compaginado la novela y el ensayo y ha tejido unas obras de ficci¨®n que cabalgan entre los dos g¨¦neros. Intelectual de referencia entre los disidentes de la Europa del Este en la etapa comunista, Kundera se consagr¨® en todo el mundo tras la publicaci¨®n en 1984 de La insoportable levedad del ser, relato de una historia de amor en medio de la represi¨®n y de la burocracia, que se convirti¨® en una de las novelas m¨¢s importantes de la d¨¦cada de los ochenta.
Alrededor de las consecuencias del totalitarismo y del exilio, Kundera ha escrito una obra ir¨®nica, que otorga presencia a varias voces narrativas y que ha alumbrado t¨ªtulos como La despedida, El libro de la risa y del olvido, La lentitud o La identidad, que han sido traducidos a multitud de idiomas. R. B.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.