Jardines en la tierra de las flores

Al comp¨¢s del pasodoble del maestro Padilla, el viajero de jardines tiene mucho de lo que disfrutar en la "tierra de las flores, de la luz y del amor". Es el reino de los sentidos. La extensi¨®n huertana que sigue feraz, rica en colores primaverales. Sin el viejo e invisible Turia costar¨ªa entender el devenir valenciano. "Se ha trazado un parque alargado, como un r¨ªo vegetal", describe Manuel de Lope en su libro Iberia. El cauce -que sirve de gu¨ªa para esta ruta- mide siete kil¨®metros de largo por 150 metros de ancho, y en ¨¦l se dan cita actividades tan variopintas como el rugby y el taichi.

El ¨²ltimo ajardinamiento de grandes dimensiones de Valencia -150.000 metros cuadrados de superficie- es el parque de Cabecera, que, como indica su top¨®nimo, encabeza la alargada mancha verde del Turia. Sus dos ¨¢reas de juegos y el hecho de que se puede navegar por un lago de 30.000 metros cuadrados lo hacen aconsejable para el p¨²blico infantil.

Imprescindible en una visita a la metr¨®poli, seg¨²n el dise?ador Javier Mariscal, es el jard¨ªn bot¨¢nico, el m¨¢s antiguo de la capital (1802), cercano al cauce. Aqu¨ª, el indagador no busca tanto simetr¨ªas cuanto conocimientos cient¨ªficos de la diversidad flor¨ªstica. Una de las rutas para recorrerlo se ha dedicado a Jos¨¦ de Cavanilles (1745-1804), seguramente el bot¨¢nico espa?ol de mayor trascendencia internacional.

En las inmediaciones del puente de San Jos¨¦ se extiende el parque urbano forestal, y junto a ¨¦l, una zona verde dedicada a las plantaciones populares del D¨ªa del ?rbol. Cerca se encuentra la Casa-Museo Benlliure, donde brilla con luz propia uno de los rosales de pitimin¨ª m¨¢s antiguos de la ciudad, adornando un cl¨¢sico patio valenciano.

La belleza de las salas del Museo de Bellas Artes se expande por los jardines del Real, o de Viveros. Estanque-cascada con patos y una pareja de cisnes negros. Estatuaria griega. Un espl¨¦ndido magnolio junto a la pajarera. Una rosaleda y, c¨®mo no, el monolito a la memoria de Antonio Machado: "Esto es hermoso, muy hermoso; es como un peque?o para¨ªso", escrib¨ªa en 1937. Las chorisias especiosas, barrigudas y erizadas de aguijones con los que defenderse en las selvas brasile?as, salpican el parque entre especies mediterr¨¢neas. Invitan a prolongar la estancia en esta parte de la ciudad el zoo; el Museo Municipal de Ciencias Naturales, que re¨²ne una colecci¨®n de paleontolog¨ªa y malacolog¨ªa, y el atractivo rinc¨®n de la fuente de la Valldigna.

Atm¨®sfera rom¨¢ntica

Otra lecci¨®n de dise?o bot¨¢nico a la par que de acendrado bucolismo la imparten los cercanos jardines de Monforte. Evocativos. Prestigiosos. En palabras de Jos¨¦ Francisco Mart¨ª Sospedra, director de la Fundaci¨®n de Parques y Jardines Singulares, "es el ¨²nico que recibe la denominaci¨®n de hist¨®rico en Valencia; es peque?ito y, por tanto, muy indicado para la meditaci¨®n". Se estructura en dos ambientes bien diferenciados. La zona que imita un bosque natural, con el mirador rodeado anta?o de huertas. Y el sector geom¨¦trico, zona noble de recorte con setos y esculturas. De entre las especies que sus parterres acogen destaca el voluminoso ginkgo biloba, o ¨¢rbol de los mil escudos, situado entre el palacete y la balsa.

Regresamos al cauce. El puente de las Flores, como no pod¨ªa ser de otra manera, est¨¢ ornado con jardineras, y bajo el puente del Mar veremos palmeras agrupadas en derredor de un estanque. El sector de mayor afluencia corresponde al Palau de la M¨²sica y fue dise?ado -salvo el retoque de las fuentes- por Ricardo Bofill. Cipreses y palmeras buscan la integraci¨®n est¨¦tica con una fuente-espect¨¢culo que, al ritmo de la m¨²sica y la luz, traza al anochecer una pluralidad de coloraciones, de filigranas acuosas. M¨¢s all¨¢, los pliegues de un gigantesco Gulliver sirven de tobog¨¢n infantil.

?ltima parada en el camino a la Ciudad de las Artes y de las Ciencias. A los pilares del puente del Reino se encadena un vergel de acento anglosaj¨®n, con una laguna que pretende rememorar al r¨ªo. Su tapiz de rosas perfumadas marca el paisaje olfativo frente al Palacio de las Artes.