Trasierra, un hotel con vocaci¨®n de hogar en Sierra Morena
Este cortijo del siglo XVI fue rehabilitado por la familia Scott en los a?os setenta. Hoy aqu¨ª no se va por el lujo y las comodidades modernas, sino por el encanto de lo r¨²stico y para alejarse de las prisas del mundo

Llueve incesantemente al llegar al cortijo, los cipreses que flanquean el camino de entrada se inclinan levemente por el fuerte viento, como dedicando una reverencia. A lo lejos, una figura en la entrada nos espera ataviada con sombrero, botas de campo y un racimo de paraguas. Es Gioconda Scott, una de las art¨ªfices del proyecto Trasierra, en pleno coraz¨®n del parque natural Sierra Morena de Sevilla. ¡°?Lleva unas semanas sin llover y tiene que hacerlo precisamente hoy!¡±, exclama pizpireta con un peculiar acento, mitad sevillano mitad brit¨¢nico, mientras tiende unos paraguas con una sonrisa. La lluvia en este lugar, plagado de olivos y buganvillas, no tiene nada de molesto. En el interior espera la matriarca, Charlotte Scott, con una copa de jerez en la mano. Pero comencemos por el principio.
Trasierra es un cortijo reconvertido en alojamiento por la mano firme y visionaria de Charlotte Scott, decoradora brit¨¢nica de cuna madrile?a y crianza londinense ¡ªy sobrina del actor Christopher Lee¡ª. A finales de los a?os setenta, ella y su marido, el arist¨®crata Nick Scott, se trasladaron a la localidad sevillana de Cazalla de la Sierra desde el pl¨²mbeo Londres en busca de aventuras. Charlotte ya hab¨ªa vivido en Marbella, ¡°pero eso no ten¨ªa nada que ver con la Espa?a real¡±, cuenta con una sonrisa. El cortijo, del siglo XVI, lo adquirieron en 1978 en ruinas, sin luz ni agua. Era un edificio decr¨¦pito, emplazado entre una vasta extensi¨®n de naranjos, vi?edos, palmeras y olivos y plagado de tinajas enterradas, que fascinaron a Charlotte. ¡°Algunas incluso estaban firmadas¡±, recuerda. A pesar del estado del cortijo, fue amor a primera vista: ¡°Lo supe desde el momento en que vislumbr¨¦ la edificaci¨®n desde un desfiladero rocoso con vistas a las crestas azules de Sierra Morena. Trasierra ha sido el trabajo de mi vida¡±. As¨ª bautizaron al lugar donde nacieron sus cuatro hijos: Gioconda, George, Jackson y Amber. El proyecto super¨® todas las expectativas.
Los Scott iniciaron la reforma desde la capilla, que tomaron como centro de operaciones, hacia las habitaciones exteriores. A falta de electricidad, aprovechaban la luz del sol y utilizaban l¨¢mparas de parafina y velas. Usaban poca ropa, escrib¨ªan cartas y se iban a dormir temprano. Los ni?os, por su parte, se criaron en el campo, rodeados de animales y sin conocer el ritmo fren¨¦tico de las grandes ciudades. Gioconda, la m¨¢s inquieta, se colaba en la cocina, donde su madre mol¨ªa trigo para hacer pan. All¨ª, las peque?as manos de la ni?a mezclaban y horneaban, guiadas m¨¢s por el instinto que por la exactitud, iniciando un viaje que nunca abandonar¨ªa. Con los a?os se convirti¨® en la chef del lugar y su nombre se asoci¨® a unos desayunos de mermeladas caseras preparadas con las frutas que crec¨ªan en los huertos cercanos.

Mientras Charlotte Scott supervisaba las reformas del cortijo, este poco a poco se fue transformando en un hotel rural y en un refugio para quienes buscaban algo m¨¢s que una noche de descanso. Trasierra abri¨® las puertas a los visitantes en 1992 y, con su inauguraci¨®n, se corri¨® la voz de que este era el lugar ideal para las personas a las que no les gustan los hoteles. La misma Charlotte se considera una hu¨¦sped muy exigente y, por eso, ha moldeado su alojamiento a su gusto para hacer que los dem¨¢s se sientan como en casa. Kate Moss, Sarah Ferguson, Damien Hirst o Bryan Ferry son algunos nombres conocidos que comienzan a ser asiduos. ¡°Las celebridades vienen porque es muy privado y se sienten a salvo¡±, explica la fundadora de Trasierra. ¡°Alquilan la propiedad entera porque es m¨¢s f¨¢cil. En realidad, hemos probado de todo, pero esto es m¨¢s divertido para nosotros tambi¨¦n¡±. Hirst, por cierto, dej¨® su impronta dise?ando las etiquetas de las mermeladas caseras que elaboran.

A Trasierra no se va por el lujo ni por las comodidades modernas; se llega, m¨¢s bien, por el encanto de lo r¨²stico, lo imperfecto. Charlotte ha dividido la casa de hu¨¦spedes y los jardines en dos (cada una con su propia cocina, sal¨®n y terrazas), de forma que el hu¨¦sped pueda disfrutar libremente de una porci¨®n del lugar. Las dos casas, de cuatro y cinco dormitorios, funcionan en r¨¦gimen de alojamiento y desayuno. Para grupos m¨¢s grandes estas casas se unen y se pueden atender fiestas y bodas por separado. Las zonas comunes son la piscina principal, el Honesty Bar, la pista de tenis y la iglesia.
La familia Scott ejerce de anfitriona y traductora improvisada. Gioconda lo mismo ense?a a cocinar un delicioso pescado a la sal o prepara la mesa para sus hu¨¦spedes, que aparece y desaparece con su delantal para finalmente sentarse con los clientes para deleitarse con el espect¨¢culo de flamenco. Para el resto de los mortales, a Trasierra se puede acceder mediante las experiencias Shapes By Nuba, que organiza viajes culinarios de la mano de Gioconda donde se visita a proveedores locales, se imparten clases privadas de cocina y se degustan comidas exquisitas en medio de un campo en el que se incluyen vinos y quesos locales en la Bodega de Tierra Savia.

Amber organiza excursiones, sesiones de yoga y masajes tailandeses que funcionan como un gui?o al hedonismo moderno en un entorno privilegiado. George planifica los safaris campestres y paseos a caballo, y Jackson, el menor de los hermanos, encarna el alma bohemia. Con su guitarra y su grupo de rock Mano de Dios pone banda sonora a las noches. Gioconda asa morcillas y naranjas en la chimenea. La luz roja de las brasas ilumina el sal¨®n. Ruth, la perrita de Charlotte, aparece salida de cualquier parte y, sabiendo que su due?a est¨¢ cerca, se sienta en el sof¨¢. Entre desconchones llenos de historia y el perfume ¨¢spero del campo, Trasierra sigue su curso, ajeno a la prisa del mundo. Como si supiera que su ¨²nico lujo es el tiempo detenido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.