Viaje novelesco por la costa norte
440 kil¨®metros en tren de v¨ªa estrecha, de Ferrol a Santander
La viajera llega a Ferrol tras una noche en tren desde Madrid, cansada de la litera inc¨®moda, hambrienta y sedienta por la exagerada sobriedad de un tren nocturno sin restaurante, caf¨¦ ni agua. "Mal comienzo", se dice, casi arrepentida del viaje literario que acaba de emprender. "Porque si esto es un ferrocarril de las grandes l¨ªneas, no quiero imaginar c¨®mo ser¨¢n las peque?as l¨ªneas de los ferrocarriles de v¨ªa estrecha... Horribles, seguro". Se equivoca. Los trenes de v¨ªa estrecha eran inc¨®modos, fr¨ªos y lentos cuando se crearon; pero hoy son confortables, y aunque siguen siendo lentos, ¨¦se es uno de sus encantos, o ¨¦sa es la impresi¨®n que sac¨® de su viaje la escritora, que ha decidido meterse en la piel literaria de Mar¨ªa, la protagonista de su ¨²ltima novela (Final feliz), y lanzarse con ella tras las huellas de ese ingeniero anglo-espa?ol, Tom¨¢s Whitehouse, que en 1908 lleg¨® a Galicia para enlazar esta regi¨®n al resto de las del norte que ya dispon¨ªan de ferrocarril... de v¨ªa estrecha, por supuesto. Diminutas locomotoras de vapor que nacieron con vocaci¨®n minera a finales del siglo XIX, y que poco a poco fueron admitiendo viajeros en sus vagones desangelados, a?adiendo longitud -que no anchura- a sus v¨ªas, y adquiriendo velocidad..., pero sin excesos. "A m¨ª me gusta mucho este oficio porque me gustan mucho los trenes..., y los de v¨ªa estrecha, m¨¢s, porque es m¨¢s dif¨ªcil conducirlos, m¨¢s emocionante. Como pases de 80 kil¨®metros por hora, cualquier fallo te puede hacer descarrilar". Quien as¨ª habla se llama Carlos, es muy joven y me ha dejado viajar con ¨¦l en la locomotora camino de San Esteban de Pravia, antiguo cargadero de carb¨®n.
Para entonces, la novelista se ha convertido en una impostora que escribe el diario de la mujer que s¨®lo existe en su imaginaci¨®n. "Ayer, en la estaci¨®n de Xubia, al despedirme del jefe de estaci¨®n casi me emocion¨¦ cuando, abrumado por su sentido del deber, se disculp¨® por no invitarme a cenar. 'Vengo de tres generaciones de ferroviarios y estoy muy orgulloso de ello', me dijo. 'Pero estoy triste porque la familia del ferrocarril se est¨¢ deshaciendo. Ya no se respeta al que sabe". Xubia est¨¢ muy cerca de Ferrol, pero eso s¨®lo es v¨¢lido para los apresurados que viajan por carretera. Los Ferrocarriles Espa?oles de V¨ªa Estrecha (FEVE se llama el organismo que se ocupa de ellos en la actualidad) pertenecen a un mundo tranquilo y un poco anacr¨®nico donde el maquinista del tren conoce a los viajeros por su nombre, y el jefe de estaci¨®n sorprende a la forastera: "Jos¨¦ Antonio Gonz¨¢lez, mucho gusto. Ya me han avisado desde Ferrol de que ven¨ªa usted". Y ella oye "Ferrol" y se enternece recordando a Juana, que al verla llegar con pinta de n¨¢ufraga le ofreci¨® caf¨¦ y una sonrisa, y la reconcili¨® con la ciudad. "Ya de vuelta al hotel juega a perderse por las calles de esta ciudad olvidada a la orilla del mar. La ha paseado tanto que cre¨ªa conocerla, pero despu¨¦s de su charla con la camarera se siente como el monje que descifr¨® el c¨®dice que tantos miraron y no supieron ver", escrib¨ª en mi cuaderno la primera noche que pas¨¦ en Galicia...
La Golondrina
O quiz¨¢ no soy yo, sino Mar¨ªa, la que escribe en su habitaci¨®n del hotel Gran Breta?a, el mismo al que, en 1908, "un hombre de mediana edad, rubio, alto, elegante y con un aparato fotogr¨¢fico colgando del hombro, desciende de una berlina que acaba de parar delante de la puerta giratoria. Ya en su cuarto, Tom¨¢s Whitehouse se derrumba en la cama y se queda dormido sin ni siquiera desabrocharse los botines". Y es que no hay que olvidar que tanto la protagonista de la ficci¨®n como yo misma vamos en busca de ese ingeniero del que desconocemos si triunf¨® o fracas¨® en su proyecto. Sabemos, eso s¨ª, que en Ferrol conoci¨® a La Golondrina, la hermosa mulata que lleg¨® en barco desde La Habana y le hizo perder (?o encontrar?) el rumbo de su vida. De momento, el caballero se ha salido del gui¨®n y ha dejado a la autora sola. No era lo previsto, pero no puedo arrepentirme. La soledad es buena compa?¨ªa para revivir las emociones de aquellos extranjeros rom¨¢nticos que se aventuraron por Espa?a. Es cierto que esa especie -si es que existi¨® alguna vez- ya est¨¢ extinguida, pero a¨²n quedan muchas emociones in¨¦ditas al alcance de quien se decida a viajar en los trenes de v¨ªa estrecha que hoy hacen el mismo recorrido novelesco.
La estaci¨®n de San Sadurni?o est¨¢ muy lejos del pueblo, y si el viajero va sin prisa podr¨¢ detenerse a charlar con los j¨®venes factores de circulaci¨®n que se ocupan de ella. Ellos conocen muy bien las razones de esa distancia absurda entre la poblaci¨®n y el ferrocarril. Saben -y lo cuentan- que la culpa la tuvo una marquesa que exigi¨® que no la molestara ni el humo ni el pitido de la locomotora.
En esa historia pasmosa va pensando la viajera m¨¢s tarde, mientras, con la frente apoyada en el cristal de la ventanilla, ve pasar "barcas abandonadas en la niebla, caser¨ªos, nubes a ras de suelo, paraguas caminando entre los bosques...". Bordear¨¢ Espasante, pegado al mar; pasear¨¢ los ojos por las lomas verdes de Loiba, O Barqueiro, Vicedo, por una cala asombrosa con barquitas de colores..., y, enamorada de Galicia, se sentir¨¢ traidora cuando Asturias le robe el coraz¨®n como se lo rob¨® a Mar¨ªa.
Un lujo, s¨ª. Un privilegio sentarse en la plaza de Cudillero, al frente el mar y a la espalda escaleras y casas musgosas trepando la monta?a; leer a Campoamor en un parque de Pola de Siero; vagar por Llanes de asombro en asombro; compartir con unos paisanos mesa, sidra y queso de Cabrales antes de volver al mismo hotel donde, hace un siglo, celebraron su banquete de bodas un Tom¨¢s Whitehouse que por fin ha conseguido saber qu¨¦ quiere en la vida y una Golondrina que nunca tuvo dudas sobre qu¨¦ hacer con la suya. A la ma?ana siguiente, la pareja exultante parti¨® rumbo a Santander, y luego... Luego, mientras los enamorados pasean por la playa de El Sardinero, el lector viajero puede regresar a la estaci¨®n de FEVE y elegir el suyo.
Enriqueta Antol¨ªn (Palencia, 1941) es autora de Final feliz (Alfaguara, 2005).
GU?A PR?CTICA
EL VIAJE- FEVE, Ferrocarriles Espa?oles de V¨ªa Estrecha (www.feve.es; 902 10 08 18). Los 1.200 kil¨®metros de v¨ªas est¨¢n divididos en cuatro grandes trayectos: por la costa, Ferrol-Oviedo, Oviedo-Santander y Santander-Bilbao, y por el interior, Bilbao-Le¨®n. Precio: Ferrol-Oviedo, 17,35 euros; Oviedo-Santander, 11,85.- Transcant¨¢brico (www.transcantabrico.feve.es) propone un viaje desde Santiago de Compostela hasta Le¨®n, una semana, con alojamiento, visitas y comida.Se puede comprar con Iberra¨ªl (915 71 66 92), Ole Spain Tours (915 51 52 94) y Viajes El Corte Ingl¨¦s (902 30 40 20).
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