La d¨¦cada de Chirac
El presidente franc¨¦s cumple diez a?os en el poder en un momento en el que su popularidad est¨¢ por los suelos
Jacques Chirac cumpli¨® ayer 10 a?os en la presidencia de la Rep¨²blica francesa. No hubo pastel, ni brindis. Su popularidad roza niveles muy bajos, aunque a lo largo de su mandato los ha tenido peores. "Diez a?os, ya es suficiente", le cantaban los sesentayochistas al general De Gaulle cuando se retir¨® a Colombey-les-Deux-Eglises tras perder el refer¨¦ndum que hab¨ªa convocado en 1969. Tambi¨¦n Jacques Chirac ha organizado un refer¨¦ndum, a sabiendas de que en Francia, irremediablemente, se convierten en plebiscitos. Pero ha dejado claro que no dimitir¨¢ aunque los franceses rechacen el Tratado Constitucional europeo el pr¨®ximo 29 de mayo. Tampoco ha descartado que vaya a presentarse a un tercer mandato, pese a que en 2007 ya tendr¨¢ 75 a?os.
Su momento de gloria fue el de su oposici¨®n a la guerra de Irak frente a Washington
La carrera de este pol¨ªtico de raza, cuya habilidad para sacar partido de las situaciones m¨¢s desesperadas es, al menos, tan legendaria como su capacidad para dispararse en el pie, est¨¢ llena de sorpresas. A menudo, se le caracteriza como un camale¨®n; se adapta a todo y siempre resucita. Es un fajador nato; encaja y no se inmuta. Es famoso el debate que mantuvo en 1988, con el fallecido presidente socialista Fran?ois Mitterrand, de quien era primer ministro. "Le conozco a usted bien", le dijo Mitterrand en tono condescendiente, "porque usted es mi primer ministro y es un buen primer ministro, pero es usted muy sectario para poder ser presidente". Chirac se sinti¨® humillado y respondi¨® agresivamente. "Se?or Mitterrand, aqu¨ª y ahora yo no soy su primer ministro, soy el candidato a la presidencia". "Ahora y aqu¨ª, usted y yo somos iguales", le espet¨®. Apaciblemente, y mir¨¢ndole de soslayo, Mitterrand le respondi¨®: "Tiene usted toda la raz¨®n, se?or primer ministro".
Perdi¨® y volvi¨® a presentarse siete a?os m¨¢s tarde, aunque nadie apostaba por ¨¦l a principios de 1995, cuando buena parte de su partido se pas¨® a la candidatura rival de Edouard Balladour. Gan¨® a Balladour en la primera vuelta y al socialista Lionel Jospin en la segunda y recibi¨® el trono del viejo monarca republicano moribundo. Dos a?os despu¨¦s, en 1997, sin raz¨®n aparente, decidi¨® disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas. El revolc¨®n fue de los que hacen ¨¦poca. La victoria socialista le forz¨® a cohabitar con Lionel Jospin durante los cinco a?os siguientes. ?l mismo hab¨ªa sido protagonista de esta peculiaridad de la V Rep¨²blica cuando fue primer ministro de Mitterrand, pero no pudo tomarse la revancha del ninguneo al que le someti¨® el entonces presidente. Jospin era un hueso mucho m¨¢s duro de roer.
Fue suya la iniciativa de reducir el mandato presidencial de siete a cinco a?os, lo que le llev¨® a presentarse de nuevo en 2002. Con un 20% de los votos, Chirac encabez¨® la primera vuelta, pero la dispersi¨®n del electorado de izquierdas dej¨® fuera a Lionel Jospin y coloc¨® en segundo lugar, con algo m¨¢s del 17% de los votos, al ultraderechista Jean-Marie Le Pen. Francia tuvo un escalofr¨ªo.
La izquierda se conjur¨® para cerrar la puerta al racismo y la xenofobia del Frente Nacional. Chirac super¨® el 82% del electorado en la segunda vuelta. Dijo entonces: "Os he comprendido", pero no fue as¨ª. La izquierda se ha sentido traicionada y ahora quiere pasarle factura con el refer¨¦ndum. La gran paradoja es que el propio Lionel Jospin ha tenido que salir de su retiro para sacarle las casta?as del fuego pidiendo el s¨ª a la Constituci¨®n.
La d¨¦cada chiraquiana no parece haber dejado una huella especial. Ni siquiera ha dejado obras fara¨®nicas como sus predecesores. En los ¨²ltimos a?os se ha convertido en una especie de Quijote planetario; defensor del medio ambiente, inspirador de conferencias sobre la diversidad biol¨®gica o adalid de propuestas como la de un impuesto sobre los billetes de avi¨®n para luchar contra el sida.
En la cumbre de la Tierra de Johanesburgo, en 2002, dijo: "La Tierra se quema y todo el mundo mira hacia otra lado". Pero nadie olvida que cuando lleg¨® al poder en 1995, su primer gesto de estadista fue la decisi¨®n de reanudar los ensayos nucleares en el Pac¨ªfico, en el atol¨®n de Mururoa.
Algunos gestos de su segundo mandato han sido importantes; la llamada ley del velo, que proh¨ªbe los signos religiosos en las escuelas. Su momento de gloria, sin embargo, fue el de la oposici¨®n a la guerra de Irak, que situ¨® de nuevo a Francia en la escena pol¨ªtica mundial. Para la historia, sin embargo, tal vez pese m¨¢s la aceptaci¨®n de la responsabilidad del estado franc¨¦s en la deportaci¨®n y exterminio de jud¨ªos durante la II Guerra Mundial, algo que siempre se hab¨ªa negado a hacer Fran?ois Mitterrand que consideraba que el r¨¦gimen de Vichy no representaba a Francia.
Sus problemas con la justicia le han esperado agazapados durante estos 10 a?os. Siguen abiertos los sumarios sobre la financiaci¨®n ilegal del partido chiraquiano Reagrupamiento por la Rep¨²blica (RPR) y los chanchullos que emanaron de su paso por la Alcald¨ªa de Par¨ªs. Cuando acabe su mandato -si no se vuelve a presentar y gana- perder¨¢ la inmunidad presidencial que le ha protegido y podr¨ªa verse en apuros ante la Justicia.
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