La verdad del Valle
Desde hace poco tiempo son frecuentes en los medios de comunicaci¨®n las alusiones, citas o art¨ªculos, dedicados al Valle de los Ca¨ªdos, monumental templo y necr¨®polis de mediados del siglo pasado. La mayor¨ªa aluden a la novedosa propuesta de un pol¨ªtico republicano catal¨¢n de convertir dicho monumento en Centro de interpretaci¨®n de los horrores del franquismo.
Republicano y catal¨¢n son dos respetables condiciones, comunes a grandes figuras de la historia de Espa?a, compatibles con inclinaciones hist¨®ricas y est¨¦ticas dispares. Nadie est¨¢ obligado a que le guste El Greco, el Acueducto de Segovia, las cuevas de Altamira o las esculturas de ?valos. Pero las obras universalmente reconocidas como el Valle de los Ca¨ªdos, monumentos que apuntalan esa misma historia, merecen respeto siquiera por ello: porque son prenda de la Historia misma aunque su autor¨ªa se remonte a periodos aborrecidos por muchos.
Fue construido como simb¨®lico enterramiento indistinto de v¨ªctimas de una guerra
No parece pensable que a cualquier republicano sensible se le ocurriera desmantelar el monasterio de El Escorial porque en su pante¨®n de reyes reposan los restos de buena parte de nuestros monarcas, algunos de ellos de triste memoria. Ni que a un catal¨¢n en sus cabales le diera por proponer que se desmonte el arco romano de Bar¨¢ (Tarragona), arco de triunfo b¨¦lico homenaje al general Licinio Sura, porque testimonie el car¨¢cter dictatorial del aborrecible militar de Trajano.
El mundo entero, y Espa?a por obvias razones, est¨¢n llenos de monumentos erigidos por vencedores, algunos de ellos crueles y despiadados, pero que configuran su pasado. Pensadores, guerreros y aun pol¨ªticos de toda virtud y cala?a. Por el contrario, el Valle de los Ca¨ªdos es una muestra singular de reconciliaci¨®n entre contendientes de dos bandos, hermanos para mayor dolor, enfrentados en una guerra llena de horrores mutuos: osario com¨²n y, sobre todo, lugar de oraci¨®n donde los monjes benedictinos y quienes lo visitan piden a Dios perd¨®n por las mutuas culpas y que jam¨¢s, por motivo alguno, pueda repetirse similar circunstancia. Presidido por la cruz, s¨ªmbolo de perd¨®n, es el segundo monumento de Espa?a en visitas despu¨¦s de La Alhambra, lo que ratifica su prestigio recogido en las enciclopedias y textos de arquitectura del mundo entero.
Ajenos a tales consideraciones y poco informados, no faltan quienes objetan dos hechos adversos y absolutamente falsos: primero: que fue construido por presos condenados a trabajos forzados. Segundo: que se erigi¨® como fara¨®nica tumba de Francisco Franco, vencedor en la contienda.
Es cierto que en su construcci¨®n trabajaron presos pol¨ªticos. Y tambi¨¦n presos comunes. Pero ni unos ni otros forzosos, sino voluntarios. Igual que al ingresar en prisi¨®n los reclusos m¨¢s cultos se ocupan en la biblioteca, los agricultores en jardiner¨ªa o los pintores en pintura, el Gobierno de aquellos a?os dio la opci¨®n de que un preso del car¨¢cter que fuera, lo mismo el pol¨ªtico que quien cumpl¨ªa condena por desvalijar un banco o robar carteras, pudiera acogerse a "redimir penas por el trabajo". Quienes lo hicieron, pol¨ªticos o comunes, contaron tres d¨ªas por cada uno trabajado, con lo que reduc¨ªan a un tercio su condena. Recib¨ªan un peque?o salario por su trabajo y pod¨ªan llevar a residir a sus familias junto a ellos en las viviendas r¨²sticas del poblado; facilidad nada habitual. Estos datos son f¨¢cilmente documentables por quienes tengan inter¨¦s en ello. Y si estar preso no es nunca situaci¨®n agradable, trabajar en las obras del Valle fue redentora y opcional, no forzosa situaci¨®n.
Los penados efectuaban obras de peonaje. Junto a ellos especialistas de los pueblos serranos, alba?iles y sobre todo canteros, llevaban a cabo tareas que requer¨ªan un oficio que los presos no ten¨ªan. Cualquier anciano de tales pueblos aleda?os puede a¨²n atestiguar lo dicho hasta aqu¨ª. El n¨²mero total de obreros que trabajaron en las obras del Valle fue de 2.643, de los que solamente 243 fueron penados.
En cuanto a que el Valle se construyese para pante¨®n de Franco, es error que tan s¨®lo requiere una reflexi¨®n:
En cualquier iglesia o catedral del mundo el sitio de honor para un enterramiento es delante del altar mayor. En el Valle este lugar est¨¢ ocupado por los restos de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. Los de Franco est¨¢n detr¨¢s del altar, no en el sitio de honor que se hubiese reservado si tal hubiera sido su deseo y el motivo de su construcci¨®n. Puede que para sus restos estuviera previsto el cementerio de El Pardo y en los ¨²ltimos a?os se cambi¨® de parecer. Resulta indiferente. Lo evidente es que si hubiera sido el Valle lo previsto, ?no le habr¨ªan reservado el lugar que ocupa Jos¨¦ Antonio?
La ¨²nica realidad que a nadie verdaderamente reconciliado parece que deber¨ªa irritarle, es que el Valle de los Ca¨ªdos fue construido como simb¨®lico enterramiento indistinto de v¨ªctimas de una guerra y para ca¨ªdos de ambos bandos. En general, unos y otros combatieron defendiendo lo que cre¨ªan mejor, lo m¨¢s justo. Enfrentados en trincheras opuestas -algunos procedentes de quintas de uno y otro lado- hermanados en la muerte, all¨ª est¨¢n sus restos. Nada importa su exacta proporci¨®n; el idealismo de cada uno la hace inconmensurable. El Valle es una colosal casa de oraci¨®n, reconciliaci¨®n verdadera incompatible con cualquier "interpretaci¨®n de horrores" que, lejos de interpretarse o rememorarse, lo que debemos hacer todos es tratar de olvidarlos.
Ser¨ªa escandaloso, adem¨¢s de est¨¦ril, andar hurgando en cementerios de aquel pasado, que sin duda hay muchos m¨¢s. Menos a¨²n en el ¨²nico construido para reposo de cerca de cuarenta mil hermanos ca¨ªdos de ambos bandos con la particularidad de que quienes all¨ª reposan est¨¢n por voluntad de sus familiares, que as¨ª lo solicitaron, y por los que la orden benedictina, a quien est¨¢ confiada su custodia y sufragios, celebra diariamente la misa desde hace casi medio siglo. (Por cierto, los ¨²ltimos enterramientos lo fueron en el a?o 1983, durante el primer Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez.)
Como an¨¦cdota, la siguiente: cuando el cardenal Roncalli, luego Papa Juan XXIII, terminaba su nunciatura en Par¨ªs (1955), visit¨® el monumento y convino que Espa?a es la ¨²nica naci¨®n que erige un monumento a los ca¨ªdos de ambos bandos, vencedores y vencidos. Y exclam¨®: "En Francia s¨®lo se hacen en honor de los vencedores".
Juan A. Mayor de la Torre es periodista.
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