La paciencia de Ancelotti
Carlo Ancelotti gan¨® la Liga de Campeones hace dos a?os, la Liga italiana el a?o pasado y ahora ha metido al Milan de nuevo en la final europea. El scudetto, despu¨¦s de la derrota de ayer, est¨¢ muy dif¨ªcil, aunque no imposible. Podr¨ªa pensarse que Ancelotti es un entrenador de ¨¦xito, pero eso ser¨ªa fiarse de unas apariencias enga?osas. Como saben bien los televidentes italianos y los lectores (caso de haberlos) de esta columna, Ancelotti hace poco m¨¢s que vigilar la puntualidad en los entrenamientos y charlar con el cuarto ¨¢rbitro durante los partidos. De todo lo dem¨¢s se ocupa Silvio Berlusconi, inventor del bal¨®n, del f¨²tbol, del fuera de juego posicional, del pase de tac¨®n y del bander¨ªn de c¨®rner flexible. A Berlusconi, que en sus ratos libres preside el Gobierno y controla el monopolio de la televisi¨®n, a¨²n le queda tiempo para arrearle a Ancelotti una colleja diaria.
El jueves, despu¨¦s de la derrota del Milan frente al PSV Eindhoven y del pase a la final por pelos, Berlusconi se vio obligado a contar las cosas como fueron. "Ancelotti ha tenido mucha suerte", dijo Il Cavaliere. Y Ancelotti, que es un respond¨®n, no pudo callarse: "Lo considero un elogio, la fortuna sonr¨ªe a los audaces".
Berlusconi, que tras la final de Liga de Campeones de hace dos temporadas se proclam¨® autor de la alineaci¨®n y de los cambios que dieron la victoria al Milan (en los penaltis: estaba todo previsto) dej¨® entrever el viernes la t¨¢ctica que preparaba para la final de Estambul contra el Liverpool: "Tal como estamos, me llevar¨¦ un rosario para rezar". "Pues yo llevar¨¦ el anillo del Padre P¨ªo", pelote¨® enseguida Ancelotti.
El s¨¢bado, en v¨ªsperas del crucial encuentro con el Juventus, Berlusconi puso a Ancelotti en su sitio: "El querido Ancelotti tiene la deformaci¨®n profesional de la defensa, pero con una sola punta no funcionamos bien en el campo; le he mandado decir que si no cambia de actitud, le despido". Ayer, despu¨¦s de la derrota, Il Cavaliere aclar¨® que todas sus puyas a Ancelotti eran solamente "muestras de buen humor, bromas inocentes", y que no pensaba cambiar de entrenador. Para qu¨¦, se pregunta uno, si ya est¨¢ Berlusconi para encargarse de todo.
Berlusconi se ocupa de la pol¨ªtica con el mismo animus iocandi futbol¨ªstico. Cuando le preguntan si se plantea la posibilidad de retirarse, contesta que es imposible: "No veo a ning¨²n Van Basten en el banquillo para sustituirme", dice. ?Pierde las elecciones regionales por 13-2? Ning¨²n problema. "Basta retocar la alineaci¨®n y jugar al ataque". Los ministros, menos habituados que Ancelotti a comprender las consignas del jefe, a veces atacan un pel¨ªn demasiado. Giulio Tremonti, nuevo vicepresidente ofensivo, apenas salt¨® al campo propuso privatizar todas las playas del sur (no es tonto, es del norte) y dedicar lo recaudado a fomentar el turismo barato y masivo que ya no quieren ni en la Anatolia interior. La cosa termin¨® en tarjeta amarilla.
Il Cavaliere suele decir que fue un aclamado delantero centro en su juventud. No existen testimonios de ello, pero deb¨ªa ser una gloria verle erguirse, con sus imponentes 160 cent¨ªmetros, para rematar los c¨®rners. Quiz¨¢ Ancelotti deber¨ªa mostrar un rasgo de genio y, animus iocandi, alinear a Berlusconi en Estambul. Esa es la ¨²nica decisi¨®n que, dada su natural modestia, no puede tomar el propio Berlusconi.
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