Tarde de ilusiones

La novillada sin picadores de la Escuela Taurina de Catalu?a, con alumnos de ¨¦sta y de otras, ha alcanzado este a?o su sexta edici¨®n consecutiva. En el primero, Jes¨²s Fern¨¢ndez lance¨® con buen estilo y coloc¨® banderillas con poca fortuna. No le afligieron las volteretas sufridas en el segundo tercio y a medida que la res se fue atemperando le instrument¨® un buen muleteo, siempre a tono de lo que el animal permit¨ªa en cada momento, en todos los terrenos de la plaza.

Con un traje algo ra¨ªdo, como los novilleros aspirantes de otros tiempos, Juan Antonio Gilabert mulete¨® en los medios con compostura, pero con poco acople. Estuvo fatal con la espada y su incompetencia para acabar con su enemigo le llev¨® a escuchar los tres avisos. Cambi¨® de decoraci¨®n el festejo en el tercero, al que Antonio Lamelas lo recibi¨® con una larga aporta gayola y luego lo lance¨® entregado pero con movimiento de pies. Puso dos pares de banderillas con mucho valor y tragando una barbaridad. Volvi¨® a demostrar gran valor al recibir de muleta a la res en los medios y de rodillas y luego la faena tuvo variedad, elegancia y buen tono que le hizo conseguir una oreja. Diego Lleonart entendi¨® bien al noble y buen cuarto, d¨¢ndole la distancia adecuada y templando con buen gusto, aprovechando cumplidamente que el animal se ven¨ªa de lejos sin una duda y era una m¨¢quina de embestir. La espalda no entr¨® hasta el tercer intento necesitando tamibi¨¦n de varios descabellos y se le esfumaron las dos orejas que merec¨ªa su gran faena. Muy revoltoso el quinto, apenas dej¨® que Vicente Marrero tuviera momentos de reposo, cuando el animal pleg¨® velas lo tore¨® con muy buenas maneras, aunque le costase calentar al respetable.

Juan Gabriel veronique¨® al sexto con suavidad. Noble, pero con muy poca fuerza, la res, lo que se le pudo hacer se lo hizo su matadora con pausas, sosiego y temple. L¨¢stima que el animal, muy parado al final, no colaborase al lucimiento en mayor medida.