"Somos la mano de obra del crimen organizado"
J¨®venes que emigraron a EE UU tras la guerra civil de El Salvador regresaron a su pa¨ªs para sembrar el p¨¢nico como pandilleros
Un avi¨®n cargado de hondure?os deportados aterriza cada semana en el aeropuerto de Tegucigalpa procedente de Estados Unidos. Entre los pasajeros abundan los pandilleros expulsados por conducta irregular, es decir, por violar las leyes norteamericanas. "Aqu¨ª hacemos un registro, miramos si tienen antecedentes o una orden de captura. Si no es as¨ª, los dejamos ir", dice el comisario Jos¨¦ Luis Mu?oz Licona, jefe de la Polic¨ªa Comunitaria de Honduras. Escenas similares se registran en el aeropuerto de San Salvador, adonde llegan con frecuencia j¨®venes devueltos por las autoridades estadounidenses. Son f¨¢cilmente identificables, con el pelo casi rasurado, tatuajes en todo el cuerpo, pantalones anchos, camisetas de deporte y zapatillas Nike. El destino de muchos son las maras (pandillas, en Centroam¨¦rica), que libran una violenta guerra en los arrabales de las grandes ciudades de la regi¨®n.
"No quer¨ªa seguir en la pandilla, pero lo ten¨ªa dif¨ªcil", dice un antiguo miembro de una mara
"Saqu¨¦ un cuchillo que llevaba escondido y le degoll¨¦", cuenta Pablo, un ex pandillero
En 1992, tras la firma de la paz en El Salvador entre la guerrilla y el Ej¨¦rcito, el Departamento de Inmigraci¨®n de Estados Unidos orden¨® la deportaci¨®n de miles de j¨®venes salvadore?os. Ya no encajaban como asilados pol¨ªticos. Hab¨ªan llegado a EE UU con menos de 10 a?os y ahora eran deportados a su pa¨ªs con 20. ?scar Torres, guionista de la pel¨ªcula Voces Inocentes, sobre la guerra salvadore?a, logr¨® escabullirse de la pandilla, a pesar de que ten¨ªa todos los puntos para ello. A finales de 1983 emigr¨® a Los ?ngeles. "Viv¨ªa en un barrio donde nacieron las maras", explica. En el colegio, el 90% de los muchachos eran pandilleros de origen hispano, que trataron de reclutarle.
El mexicano Luis Mandoki, director de la pel¨ªcula y buen conocedor de Los ?ngeles y de El Salvador, atribuye el fen¨®meno de las pandillas a las consecuencias de las ¨²ltimas guerras que ensangrentaron Centroam¨¦rica: "Hay una tremenda violencia de padres a hijos. Los padres salvadore?os de hoy son los ni?os de los ochenta que traen esa violencia dentro. Hay muy poca gente como ?scar, que vivi¨® esta realidad y sali¨® de ella para convertirse en un ser creativo y no destructivo. Los niveles de miseria no han mejorado y las causas de la guerra no se resolvieron".
Formalmente, la paz reina en Centroam¨¦rica desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, pero la frontera entre la vida y la muerte para los j¨®venes mareros de hoy no es m¨¢s ancha que la de aquellos guerrilleros imberbes. Los gobernantes, impotentes ante la dimensi¨®n regional del fen¨®meno, tratan infructuosamente de coordinar esfuerzos. Los jefes de los Ej¨¦rcitos de El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panam¨¢ y Belice se reunieron recientemente en la ciudad guatemalteca de Antigua con el jefe del Comando Sur del Ej¨¦rcito de Estados Unidos, general Bantz J. Craddock, y propusieron la creaci¨®n de una fuerza conjunta de ¨¦lite para combatir el crimen organizado y las pandillas.
La Mara Salvatrucha, conocida como MS-13, es, seg¨²n los expertos policiales, la pandilla m¨¢s numerosa y violenta. Salva es una abreviaci¨®n de salvadore?a, y trucha es, en jerga pandillera, un calificativo para la gente lista, despierta. El 13 es el barrio del South-Center de la ciudad de Los ?ngeles donde naci¨® la pandilla en los a?os ochenta para agrupar a los salvadore?os que quer¨ªan abrirse espacios que les negaban otros inmigrantes m¨¢s veteranos -mexicanos, puertorrique?os y cubanos-. ?stos estaban integrados, en su mayor¨ªa, en la otra gran pandilla -la M-18-, que tuvo su origen en la calle 18 de la megal¨®polis californiana.
Smokey, salvadore?o, de 35 a?os, particip¨® en la fundaci¨®n de la MS-13 en Los ?ngeles. De vuelta a su pa¨ªs, se incorpor¨® al Ej¨¦rcito que combat¨ªa a la guerrilla del Frente Farabundo Mart¨ª de Liberaci¨®n Nacional (FMLN). Ten¨ªa 14 a?os. Trabaj¨® en el ¨¢rea de inteligencia e infiltraci¨®n y m¨¢s tarde se pas¨® a la guerrilla. Emigr¨® de nuevo a Estados Unidos y regres¨® a la MS-13. "En aquella ¨¦poca, las pandillas ten¨ªan fama internacional por lo violentas que eran. Muchos de los salvadore?os que hab¨ªamos emigrado ¨¦ramos ex combatientes de la guerra civil, con buena instrucci¨®n militar", comenta. "En el Ej¨¦rcito nos hab¨ªan ense?ado a asesinar a nuestro padre si era necesario, a defender la integridad de la patria a costa de nuestra vida, y se nos entren¨® para matar a un enemigo que no conoc¨ªamos. Con estos antecedentes, los j¨®venes emigrantes que lleg¨¢bamos a Los ?ngeles sent¨ªamos odio hacia toda persona que no era de los nuestros". En Estados Unidos, Smokey pas¨® varios a?os en prisi¨®n, acusado de homicidio, y tras los acuerdos de paz de 1992 fue deportado a El Salvador. "No quer¨ªa seguir en la pandilla, pero lo ten¨ªa dif¨ªcil. Est¨¢bamos tatuados, vest¨ªamos y habl¨¢bamos distinto, ¨¦ramos unos extra?os. No encontr¨¢bamos trabajo y nos convertimos en la mano de obra del crimen organizado y el narcotr¨¢fico". Desde 1995 est¨¢ fuera de las actividades de la pandilla.
Pablo tiene 22 a?os y lleva dos meses en el centro de rehabilitaci¨®n Victoria, a unos 40 kil¨®metros de Tegucigalpa, capital de Honduras. Tiene las se?as de identidad tatuadas en la espalda: las siglas MS, el n¨²mero 13 y el dibujo de una serpiente. Creci¨® en un barrio de la periferia de San Pedro Sula con una madrastra de la que no guarda buen recuerdo. A los 14 a?os entr¨® en la pandilla. Al poco tiempo pas¨® la primera prueba de fuego: una pelea con un pandillero rival. Los jefes acordaron el lugar y la hora. Eran seis de cada banda. Formaron un c¨ªrculo, y en medio, los dos contendientes. "Le traicion¨¦", recuerda Pablo. "Saqu¨¦ un cuchillo que llevaba escondido y le degoll¨¦". El primer asesinato reforz¨® su posici¨®n en la pandilla. Cometi¨® otros que no quiere contar. Un d¨ªa abandon¨® la pandilla sin avisar y eso va contra las reglas. No tiene ninguna intenci¨®n de volver a San Pedro Sula. "Loco, me matar¨ªan si saliera del centro". Sus enemigos no est¨¢n s¨®lo en la MS-13, sino tambi¨¦n en los grupos paramilitares de exterminio que persiguen y eliminan a todo joven con tatuajes en el cuerpo. Pablo tiene unos cuantos que le delatan. Cuesta creer la biograf¨ªa de sangre de este muchacho de mirada de ardilla, que pregunta con avidez por la vida en Espa?a, por el Bar?a y el Real Madrid y por las estrellas de la Liga espa?ola.
Josu¨¦ rebasa los 30 a?os. Desde 1996 no conoce otro mundo que el de la c¨¢rcel. Ha estado en casi todos los penales de El Salvador. Tiene una condena de 30 a?os y le aguardan otros seis procesos por homicidio, drogas y otros delitos. Es un l¨ªder en la c¨¢rcel de Chalatenango, 70 kil¨®metros al norte de San Salvador, que alberga a unos 500 presos de la pandilla M-18. Era un chaval que viv¨ªa en el departamento de Santa Ana cuando intervino en las primeras peleas. "Eran pleitos de cipotes [ni?os], insultos, dos o tres patadas, algunas pedradas. Lleg¨® un deportado de Los ?ngeles y nos empez¨® a hablar de la mara M-18. Formamos un grupo, y de las trompadas [golpes] y piedras pasamos a los cuchillos. Comenzaron las pu?aladas y las historias de aquel que apu?al¨® a mi compadre, y yo que me voy a desquitar, y as¨ª hasta que se crearon las dos pandillas. Luego cambiamos los cuchillos por las armas de fuego". Los a?os en prisi¨®n fueron un infierno hasta que separaron a los presos de las dos pandillas en centros distintos. "Dorm¨ªa con la almohada en el pecho, los zapatos bien amarrados y el cuchillo preparado. Iba al ba?o con dos o tres compa?eros que me cuidaban. No me enjabonaba la cara para no dejar de ver ni un instante". Las peleas a sangre y fuego eran frecuentes. "La ¨²ltima vez les matamos dos y les dejamos 16 heridos. Ellos nos hab¨ªan matado a dos compa?eros". Alto y corpulento -es cintur¨®n negro de k¨¢rate-, Josu¨¦ manda dentro y fuera de la c¨¢rcel.
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