Fotograf¨ªa sin luz
?Qu¨¦ est¨¢ pasando, se preguntan inquietos muchos ciudadanos vascos? Vaya por delante que yo me cuento entre ellos, entre los que preguntan, no entre los que saben, as¨ª que no esperen encontrar ninguna respuesta a sus inquietudes pol¨ªticas en estas l¨ªneas. S¨¦ tan poco de lo que est¨¢ pasando como usted, amable lector. Todos los actores pol¨ªticos se han salido por la tangente recurriendo al socorrido expediente de calificar como "nuevo" al proceso pol¨ªtico en curso. Pero como los fil¨®sofos han se?alado desde antiguo, la novedad es aquello que se predica de algo cuando falta su concepto (o no se desea revelarlo).
Sin embargo, creo que, aunque no sobre el qu¨¦, s¨ª puedo aportar alguna reflexi¨®n sobre el c¨®mo de lo que est¨¢ sucediendo, sobre la forma que est¨¢ adoptando la nueva pol¨ªtica en curso. Una forma que, a mi juicio, va a venir marcada por un rasgo peculiar: su profesionalidad. La pol¨ªtica vasca vuelve a manos de los profesionales, se jubila al aficionado voluntarioso que durante estos ¨²ltimos a?os hab¨ªa pretendido tomar en sus manos el destino de esta sociedad.
La apuesta de Zapatero por la soluci¨®n definitiva va a exigir mucha opacidad, mucho pacto invisible
La pol¨ªtica hecha por aficionados, por amateurs, es un viejo ideal democr¨¢tico que tuvo su origen en la Atenas de Pericles. En su famosa oraci¨®n f¨²nebre por los ca¨ªdos contra Esparta, el l¨ªder de la democracia ateniense lo proclamaba orgulloso como nota distintiva de su ciudad, al igual que lo hab¨ªan defendido los sofistas llevando la contraria a S¨®crates. La pol¨ªtica no era una tarea de los expertos, de los sabios, sino de todos los polites que se reun¨ªan en la asamblea para deliberar y decidir. Si de algo tuvo horror la Atenas cl¨¢sica fue de la idea de un pol¨ªtico profesional, puesto que la simple posibilidad de su existencia atentaba a las bases mismas de la igualdad entre ciudadanos. Esta fue su grandeza y, probablemente, tambi¨¦n su debilidad.
La noci¨®n del aficionado que interviene en pol¨ªtica perdur¨® m¨¢s all¨¢ de la experiencia ateniense, porque encarnaba el ideal mismo de la ciudadan¨ªa republicana. Pero tuvo escasas manifestaciones reales. Las comunas italianas bajomedievales fueron uno de sus pocos ejemplos. La modernidad le asest¨® un dur¨ªsimo golpe, desde el momento en que las sociedades actuales se inspiran ante todo y sobre todo en el modo de dominaci¨®n burocr¨¢tico legal (Weber dixit), y en este modo no hay sitio para aficionados, sino s¨®lo para expertos, para profesionales. La definici¨®n estricta y compartimentada de tareas y funciones deja muy poco espacio para la intervenci¨®n del ciudadano en pol¨ªtica, salvo la m¨ªnima de elegir peri¨®dicamente a sus representantes.
A pesar de ello, una corriente de pensamiento ha mantenido el ideal de la ciudadan¨ªa activa, de la participaci¨®n del aficionado en pol¨ªtica. Se trata del republicanismo c¨ªvico, ese pensamiento que se inspira m¨¢s o menos acertadamente en Atenas, en el Maquiavelo republicano, en el Montesquieu soci¨®logo, en el Marx cantor de la Comuna de Par¨ªs, esa teor¨ªa que sigue reivindicando para el ciudadano una intervenci¨®n activa en pol¨ªtica, un papel que vaya m¨¢s all¨¢ del de mero consumidor pasivo de derechos y prestaciones. Es el pensamiento que Rodr¨ªguez Zapatero invoca casi todos los d¨ªas como su inspiraci¨®n y gu¨ªa.
No deja de ser curioso, precisamente por ello, que sean los socialistas quienes (parece que con el acuerdo de nacionalistas de todo temple) hayan decidido volver en Euskadi a los cauces seguros y probados de la profesionalidad, declarando finiquitado por el momento el papel de los aficionados. Y es que ¨¦stos hab¨ªan tomado un protagonismo ins¨®lito en la pol¨ªtica en estos ¨²ltimos a?os. Fue la rebeli¨®n de un par de fil¨®sofos, cuatro concejales y alg¨²n que otro ciudadano an¨®nimo la que supli¨® la desorientaci¨®n de los profesionales pol¨ªticos hace unos a?os, la que cre¨® un ambiente en la que unas pocas decenas de miles de personas se movilizaron, comenzaron a creer que pod¨ªan expresarse en el terreno pol¨ªtico con algo m¨¢s que con su voto. Nacieron movimientos y organizaciones, plataformas y convocatorias, una especie de frenes¨ª participativo recorri¨® a un sector de la sociedad. Existi¨® una rebeli¨®n c¨ªvica contra la hegemonizaci¨®n descarada del futuro por los proyectos nacionalistas.
Pues bien, creo que el valor de esta rebeli¨®n se ha amortizado en capital pol¨ªtico tangible por parte del Gobierno y de los socialistas, y que a partir de ahora son ellos, los profesionales, los que se hacen cargo de la pol¨ªtica concreta. A los aficionados se les agradece su colaboraci¨®n, pero se les jubila. Es obvio que habr¨¢ algunos que no querr¨¢n aceptarlo y que seguir¨¢n exponiendo su pensamiento c¨ªvico independiente, pero me temo que, poco a poco, ser¨¢n reducidos a la marginalidad y acabar¨¢n considerados como poco menos que peligrosos fundamentalistas. Su tiempo ha pasado.
Esta reprofesionalizaci¨®n de la pol¨ªtica se va a realizar, adem¨¢s, en acusadas condiciones de opacidad. Porque, si bien es cierto que la democracia exige aparentemente transparencia -es decir, requiere que la casa del poder sea una casa de cristal-, no es menos cierto que en las sociedades polarizadas o profundamente tensionadas, la paralizaci¨®n se evita precisamente en la medida en que los pactos se logran en condiciones de rigurosa invisibilidad (Giovanni Sartori). La apuesta de Rodr¨ªguez Zapatero por la soluci¨®n definitiva (sea eso lo que sea) va a exigir mucha opacidad, mucho pacto invisible. As¨ª que olv¨ªdense, estimados conciudadanos, de seguir participando en el d¨ªa a d¨ªa de la pol¨ªtica. Hemos pasado a la fase en que el pensamiento p¨²blico se vuelve fangoso y los conceptos pierden sus l¨ªmites ("la pacificaci¨®n requerir¨¢ probablemente la desaparici¨®n de la violencia", dec¨ªa el PNV hace d¨ªas en un ejemplo de agudeza; "estamos en una nueva situaci¨®n que exige arriesgarse" le respond¨ªa el presidente del Gobierno con sin igual nitidez). Y como dec¨ªa Ibarretxe (?qu¨¦ peculiar mente le prepara sus met¨¢foras?), "las mejores fotos se hacen en la obscuridad". Pues eso, que as¨ª de claro las vamos a ver.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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