El crimen de todos
En este c¨²mulo de conmemoraciones de hace sesenta a?os est¨¢ el suicidio de Hitler y su crimen contra todos en los campos, con una especial malquerencia por los jud¨ªos. Un genocidio -la palabra se invent¨® para ¨¦l- nuevo, sobre todo por su cantidad inmensa. Suelo resistirme a creer en la personalidad ¨²nica como autora. Cuando digo Franco como criminal de espa?oles, uso una facilidad de dicci¨®n por no citar a todos sus c¨®mplices, militares o falangistas, mon¨¢rquicos de Juan o de Francisco Javier en cada alusi¨®n. Pero nunca he cre¨ªdo que el ¨¢nima de la cuesti¨®n fuera una exclusiva suya o de Stalin o de Hitler. El Churchill del bombardeo de Dresde, el Truman de Hiroshima y Nagasaki, no ten¨ªan un ¨¢nima distinta aunque defendieran cosas contrarias, y eso hay que tenerlo en cuenta. Repito una y otra vez, en estos trances de las revisiones hist¨®ricas, que no es lo mismo el crimen del amo que el del esclavo, y si hace un par de d¨ªas alguien repet¨ªa en estas p¨¢ginas que cada ni?o que muere de hambre es un ni?o asesinado me puede permitir aclarar que hasta en los tribunales hay eximentes y hay atenuantes en diversos grados, entre otras la de defensa propia. Stalin estaba metido en el desarrollo de una revoluci¨®n sangrienta y en la defensa del cuerpo expedicionario, del ej¨¦rcito blanco, del cerco y de quienes quer¨ªan pactar, o llevar la revoluci¨®n por otro sitio.
Cuidado, no digo que eso fuese razonable ni justo, pero s¨ª que si Trotski se hubiera quedado en el poder y Stalin hubiera huido, los cr¨ªmenes habr¨ªan sido m¨¢s o menos los mismos. Hitler no fue el primero en asesinar jud¨ªos por el hecho de serlo: quiz¨¢ la Reina Cat¨®lica de Espa?a, a la que se quiere beatificar, fue tan genocida como ¨¦l y sent¨® un precedente en se?alar esa raza y esa religi¨®n como culpables de todo. Es cierto que eran civilizaciones distintas y los cat¨®licos hab¨ªan ganado una larga guerra contra los espa?oles musulmanes, contra los que tambi¨¦n fueron rudos: parece m¨¢s extra?o que en la civilizaci¨®n actual, sabiendo lo que sabemos, habiendo trabajado las humanidades y las religiones, aparezcan Stalin y Hitler; pero no deja de aparecer Bush con su campo de Guant¨¢namo y sus detenidos sin abogados, y sus bombardeos sobre civiles atribuy¨¦ndoles una provocaci¨®n fantasmal y secundado en su declaraci¨®n terrible por Blair y por Aznar. No exculpo a los grandes canallas de entonces ni culpo s¨®lo a los de ahora: muestro ese aspecto general del horror.
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