Virtuosos de la modernidad
Fue todo un acierto que Klangforum Wien abriera la XXVII edici¨®n de Ensems: sus miembros no s¨®lo son especialistas en el campo de la m¨²sica contempor¨¢nea, sino que est¨¢n en posesi¨®n de un virtuosismo instrumental fuera de lo com¨²n. Las tres obras que se ofrecieron -especialmente, la de Sciarrino- presentaban un listado de dificultades t¨¦cnicas que pocos int¨¦rpretes asumir¨ªan con ¨¦xito en directo. Pero los m¨²sicos austriacos las asumieron y las resolvieron muy bien. El ajuste de todos los miembros del grupo, la exuberante gama din¨¢mica, la variedad de ataques, las complejidades r¨ªtmicas... todo eso y mucho m¨¢s se puso en escena, demostrando que est¨¢bamos ante unos aut¨¦nticos virtuosos de la modernidad.
Ensems 2005
Klangforum Wien. Director: Beat Ferrer. Otto Katzameier, bar¨ªtono. Gerald Preinfalk, saxof¨®n. Obras de Beat Furrier, Mauricio Sotelo y Salvatore Sciarrino. Palau de la M¨²sica. Valencia, 12 de mayo de 2005
Modernidad en un sentido muy estricto, porque las partituras no pod¨ªan ser m¨¢s recientes: 2004 la de Mauricio Sotelo, 1998 la de Beat Ferrer y 2003 la de Salvatore Sciarrino. Acabaditas de sacar del horno, fueron un estupendo primer plato para este festival. Wall of light red, de Mauricio Sotelo -que se toc¨® en primer lugar aunque figurase como segunda en el programa- es un homenaje a Beat Ferrer y al pintor irland¨¦s Sean Cully. Las diferentes secciones que la componen sugieren atm¨®sferas muy diversas, pero el compositor ha sabido proporcionar continuidad entre ellas. As¨ª, por ejemplo, al motivo de dos notas que se repite en crescendo al principio de la obra y que luego se hace m¨¢s masivo para, despu¨¦s, apagarse, suceden unos pentagramas pac¨ªficos, de color casi oriental, relajantes. Luego una trompeta dar¨¢ la se?al para sucesivas irrupciones y apagones del sonido. Continuar¨ªamos describiendo aspectos muy variopintos de esta obra si hubiera espacio para hacerlo, pero baste indicar que, aun con secciones tan diferentes, en el fondo era como un renacer de lo mismo, como un esp¨ªritu envuelto en diversas reencarnaciones. Todas muy bellas, adem¨¢s.
Vino luego una obra del anteriormente homenajeado y director del grupo: Beat Ferrer. Still presenta una serie de variaciones sobre una l¨ªnea mel¨®dica que, adem¨¢s, sufre un constante juego de din¨¢micas y ataques diversos. Para acabar, Cuaderno di strada, de Sciarrino, donde los instrumentistas van punteando, contestando o estimulando al bar¨ªtono solista, cuya parte requiere tambi¨¦n una buena cantidad de recursos (incluido el registro de contratenor para la pen¨²ltima secci¨®n). En esta obra se ofrece un cat¨¢logo riqu¨ªsimo de sonoridades tan hermosas como originales -am¨¦n del habitual trabajo de Sciarrino para jugar magistralmente en la frontera con el silencio-, pero el oyente puede aburrirse con una m¨²sica que, a pesar de las intenciones del compositor -v¨¦ase el programa de mano- se acerca mucho a la zona de lo exclusivamente experimental. En otras palabras: una m¨²sica que no siempre conmueve.
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