Blindados
Afirman los sabios que el cerebro humano es un ordenador muy sofisticado. Es decir, que tambi¨¦n est¨¢ permanentemente acosado por virus, gusanos, programas esp¨ªa, infiltraciones, piratas y sustos de diverso calibre. Siguiendo el ejemplo de la inform¨¢tica, hay que blindar de inmediato nuestros cerebros con un potente antivirus, un oso que impida la entrada de fantasmas impresentables, chorizos digitales, informaciones cimarronas y quincalla. Eso es necesario para la salud mental, pero conlleva el riesgo de que las personas acabemos siendo ciudadelas acorazadas, inexpugnables, solitarias y desconfiadas. Con lo cual se desbarata uno de los ideales m¨¢s nobles de la raza humana: no ser esclavo de nadie ni tirano de nadie; no vivir huyendo ni persiguiendo.
En Madrid las cosas se complican m¨¢s, y este blindaje no es s¨®lo espiritual. Al paso que llevan las infinitas obras presentes y futuras, ya es aconsejable salir siempre con casco a la calle para neutralizar el efecto de los cascotes que irrumpen donde menos lo piensas. ?sta es la capital del andamio y las perforadoras. Algunos expertos creen necesario el uso permanente de mascarillas, anteojeras herm¨¦ticas y suavizadores de ruido en las orejas. Esto parece de ciencia-ficci¨®n, pero es seguro que los dise?adores de moda ya tienen preparados bocetos de las tendencias inmediatas, basadas en la ecolog¨ªa, el cabreo, el gremio del ladrillo y la soledad del individuo. Los fabricantes de cascos se van a forrar. Y Madrid ser¨¢ de ahora en adelante la ciudad del Oso, el Madro?o y el Casco. Como el mundo es tan extra?o, a lo mejor esta desventura nuestra hace que el turismo se dispare. A la gente le gusta mucho visitar un pueblo donde la mayor¨ªa de sus habitantes est¨¢n tocados, incluidas las estatuas.
Tener amurallada la cabeza por dentro y por fuera conduce inevitablemente a la misantrop¨ªa. El hombre es un virus para el hombre. Las autoridades ser¨¢n responsables directas de semejante aberraci¨®n antropol¨®gica. El desbarajuste constructivo conduce a la angustia existencial, ante la cual tambi¨¦n hay que blindarse.
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