Espantoso y genial
El historiador Benito Bermejo, residente en Viena, debe ser muy quisquilloso, uno de esos esp¨ªritus rectil¨ªneos e implacables en la b¨²squeda de la verdad. S¨®lo a alguien as¨ª se le hubiera ocurrido ponerse a averiguar si en los archivos de los campos de exterminio nazi de Mauthausen y de Flossenburg aparec¨ªa el nombre de Enric Marco, el m¨¢s visible y publicitado del pu?adito de deportados espa?oles que sobrevivi¨® al horror pardo, v¨ªctimas del cual perecieron, en aquellos y otros campos de aniquilamiento hitlerianos, siete mil de sus compatriotas.
Enric Marco, nacido en 192l, conocido como "el deportado n¨²mero 6.448", era presidente de la asociaci¨®n Amical Mauthausen, que cuenta con 650 socios en Espa?a, cargo para el que hab¨ªa sido re-elegido el 1 de mayo, y se encontraba ya en Austria, rumbo a Mauthausen, para participar en las ceremonias conmemorativas de los 60 a?os del fin del nazismo, a las que iba a asistir Rodr¨ªguez Zapatero, presidente del Gobierno espa?ol, cuando el historiador concluy¨® su rastreo y elabor¨® su informe. Marco ten¨ªa, en su bolsillo, el discurso que hab¨ªa preparado para leerlo en aquella ocasi¨®n. Desconcertada, estupefacta con las conclusiones de Bermejo, la Amical de deportados espa?oles pidi¨® a su presidente que, mientras se aclaraban las cosas, regresara a Espa?a. Su discurso lo ley¨® en Mauthausen otro deportado, Eusebi P¨¦rez.
En Barcelona, conminado por los miembros de la Amical Mauthausen a presentar pruebas que desmintieran a Bermejo, Enric Marco confes¨® que aqu¨¦l hab¨ªa descubierto la verdad: era un impostor, nunca hab¨ªa estado en un campo de concentraci¨®n nazi, desde hac¨ªa 30 a?os enga?aba a todo el mundo. ?Y de qu¨¦ manera! En 1978 hab¨ªa publicado una autobiograf¨ªa, Los cerdos del comandante, que enriqueci¨® en 2002 en un volumen colectivo titulado Memoria del infierno, en la que narraba con atroz dramatismo las infinitas crueldades, humillaciones y vejaciones de toda ¨ªndole que padec¨ªan los deportados antes de ser exterminados por sus verdugos nazis en los campos de concentraci¨®n. Como miembro de la Asociaci¨®n de Padres y Madres de Alumnos de Catalu?a, de la que fue vicepresidente veinte a?os, el incansable Enric Marco daba unas 120 charlas y conferencias cada a?o en los colegios, educando a los j¨®venes sobre los cr¨ªmenes y atropellos cometidos por el totalitarismo nazi. Sus empe?os fueron reconocidos y premiados por las instituciones democr¨¢ticas de m¨²ltiples maneras. La Generalitat de Catalu?a, por ejemplo, le otorg¨® en 2001 la Cruz de Saint Jordi por toda una vida entregada a la lucha antifranquista y sindicalista. Y el 28 de enero de este a?o, Enric Marco fue recibido por el Congreso Nacional de Espa?a, donde su desgarrador testimonio caus¨® una profunda impresi¨®n en todos los parlamentarios, con evocaciones como ¨¦sta: "Cuando lleg¨¢bamos a los campos de concentraci¨®n en esos trenes infectos, para ganado, nos desnudaban, nos mord¨ªan sus perros, nos deslumbraban sus focos. Nosotros ¨¦ramos personas normales, como ustedes. Nos gritaban en alem¨¢n links, recht -izquierda, derecha-. No entend¨ªamos, y no entender una orden pod¨ªa costar la vida". Las c¨¢maras de la televisi¨®n mostraron que a algunos congresistas espa?oles, como Carme Chac¨®n, la joven vicepresidenta de la C¨¢mara Baja, las palabras del sobreviviente del infierno les llenaban los ojos de l¨¢grimas.
?C¨®mo pudo enga?ar a tanta gente por tanto tiempo? ?C¨®mo pudo llegar a los 84 a?os de edad que ahora tiene sin que ni su propia esposa y sus hijas llegaran a sospechar que toda su biograf¨ªa p¨²blica era un embauco monumental? Da v¨¦rtigo imaginar el esfuerzo de memoria y las invenciones constantes que tuvo que hacer a diario, para no caer en contradicciones que lo delataran ni despertar recelos. Debi¨® de vaciarse de s¨ª mismo y reencarnarse en el fantasma que se fabric¨®. Lo m¨¢s extraordinario es que enga?ara a quienes estaban mejor equipados que nadie para desenmascararlo: las espa?olas y espa?oles que s¨ª hab¨ªan vivido el horror concentracionario y escapado poco menos que de milagro a la muerte. Los enga?¨® tan bien que lo convirtieron en su portavoz y dirigente, a lo largo de muchos a?os. Para perpetrar una farsa de este calibre no basta carecer de escr¨²pulos; es preciso ser un genio, un fabulador excepcional, un eximio histri¨®n.
Desde que la noticia sali¨® a la luz, hace pocos d¨ªas, leo en los diarios, escucho en las radios y veo en la televisi¨®n todo lo relativo a Enric Marco con la fascinaci¨®n que me han merecido las novelas m¨¢s queridas. Las explicaciones que ofrece sobre su proceder tienen un inconfundible saborcillo borgiano y ¨¦l mismo parece un tr¨¢nsfuga de la Historia universal de la infamia. Seg¨²n su ama?ada biograf¨ªa, ¨¦l fue uno de los republicanos espa?oles que sali¨® al exilio, al t¨¦rmino de la guerra civil, a Francia, donde, como muchos compatriotas suyos, se incorpor¨® a la resistencia al comenzar la segunda Guerra Mundial para luchar contra los nazis. Entonces, cay¨® en manos de la Gestapo, que, luego de torturarlo, lo envi¨® al campo de Flossenburg, de donde lo liberaron las tropas aliadas en 1945. En esta fecha, entr¨® clandestinamente a Espa?a, enviado por la CNT, a luchar contra la dictadura franquista. En 1978, el ficcionista lleg¨®, aunque ustedes no lo crean, a ser elegido secretario general de esa central sindical.
Aunque su verdadera historia probablemente no se conocer¨¢ nunca, lo que Enric Marco reconoce ahora es que en 1941 sali¨® de Espa?a, como voluntario, para ir a trabajar en las industrias de la Alemania nazi. Y que all¨ª, por violar la censura, fue capturado por la Gestapo, que, en vez de enviarlo a los campos, lo retuvo y tortur¨® en sus calabozos, de los que sali¨® en 1943. ?Por qu¨¦ se fabric¨® la falsa identidad de deportado? "Por una buena causa": para poder ser m¨¢s convincente y efectivo en sus campa?as contra el totalitarismo, para que sus esfuerzos encaminados a alertar las conciencias contra los cr¨ªmenes del nazismo y sobre los suplicios y el coraje de los deportados fueran m¨¢s persuasivos y dejaran una huella m¨¢s imperecedera en la memoria de las gentes. Aunque reconoce que minti¨®, no se arrepiente. "Todo lo que cuento lo he vivido, pero en otro sitio; s¨®lo cambi¨¦ el lugar, para dar a conocer mejor el dolor de las v¨ªctimas". "Nadie tiene derecho a decir que el dolor en una c¨¢rcel de la Gestapo no es igual que el dolor en un campo de concentraci¨®n". "Cambi¨¦ el escenario, pero yo tambi¨¦n soy un superviviente. ?C¨®mo se atreve alguien a decirme que yo no era de los suyos s¨®lo porqueno estuve en un campo de concentraci¨®n?".
Los aut¨¦nticos deportados no parecen nada convencidos por estas razones y, como es natural, hablan con amargura y tristeza del enga?o de que han sido v¨ªctimas. La Generalitat se ha apresurado a quitarle a Enric Marco la Cruz de Sant Jordi y distintas asociaciones amenazan con llevarlo ante los tribunales por la larga impostura que encarn¨®. Todo lo cual, ¨¦tica y c¨ªvicamente, parece de justicia.
Sin embargo, a la par que mi repugnancia moral y pol¨ªtica por el personaje, confieso mi admiraci¨®n de novelista por su prodigiosa destreza fabuladora y su poder de persuasi¨®n, a la altura de los m¨¢s grandes fantaseadores de la historia de la literatura. ?stos fraguaron y escribieron la historia del Quijote, de Moby Dick, de los hermanos Karamazov. Enric Marco vivi¨® e hizo vivir a cientos de miles de personas la terrible ficci¨®n que se invent¨®. Ella se hubiera incorporado a la vida, pasado de mentira a verdad, integrado a la Historia con may¨²sculas si el historiador Benito Bermejo, ese aguafiestas, ese mani¨¢tico de la exactitud, ese insensible a las hermosas mentiras que hacen llevadera la vida, no hubiera empezado a hurgar los archivos del III Reich en busca de precisiones y datos objetivos, hasta desbaratar y poner fin al espect¨¢culo que, en el escenario de la vida misma, ven¨ªa representando desde hac¨ªa treinta a?os, con formidable ¨¦xito, el ilusionista Enric Marco.
Todo esto lleva a reflexionar sobre lo delgada que es la frontera entre la ficci¨®n y la vida y los pr¨¦stamos e intercambios que llevan a cabo desde tiempos inmemoriales la literatura y la historia. Enric Marco tiene los pies firmemente asentados en ambas disciplinas y ser¨¢ muy dif¨ªcil que alguien consiga separar lo que en su biograf¨ªa corresponde a cada uno de esos ¨¢mbitos. Como en las mejores novelas, ¨¦l se las arregl¨® para fundirlos en su propia vida de manera inextricable. ?l mismo es una ficci¨®n, pero no de papel, de carne y hueso.
En mi primero o segundo a?o de universidad tuve que hacer un trabajo sobre la Amazonia, y entre los libros que consult¨¦ figuraba uno, de Geograf¨ªa, escrito por un sacerdote, el padre Villarejo, que hab¨ªa recorrido esa regi¨®n al rev¨¦s y al derecho, pernoctado en las tribus y aprendido, incluso, creo, algunos dialectos. El libro no lo he olvidado porque en ¨¦l se daba valor cient¨ªfico, realidad monda y lironda, a animales y plantas imaginarios, que exist¨ªan s¨®lo en las leyendas y mitos del folclore amaz¨®nico. Estoy seguro de que, a diferencia de Enric Marco, el padre Villarejo no quer¨ªa enga?ar a nadie y seguramente su vocaci¨®n cient¨ªfica lo hac¨ªa desconfiar de la ficci¨®n. Simplemente, tom¨® como verdades objetivas las informaciones recogidas en sus viajes de boca de unas mujeres y unos hombres para los que todav¨ªa no exist¨ªan esas barreras racionales, estrictas, entre lo objetivo y lo subjetivo, la vigilia y el sue?o, la verdad y la mentira, la magia y la ciencia, inexistentes en el mundo primitivo. De esta manera, su manual de Geograf¨ªa, sin quererlo ¨¦l ni saberlo, abri¨® una puerta a la invenci¨®n y a la fantasmagor¨ªa, y hoy d¨ªa, aunque los cient¨ªficos lo descarten, existe, como parte de la literatura, y, m¨¢s precisamente, del realismo m¨¢gico.
Se?or Enric Marco, contrabandista de irrealidades, bienvenido a la mentirosa patria de los novelistas.
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