Toldos playeros
Las casetas guardarropa de playa de Zarautz, con sus rayas blanquiazules, los toldos como se denominan popularmente, han sido motivo de numerosas y atractivas fotograf¨ªas. Turistas y veraneantes han posado junto a ellos como recuerdo, algunos profesionales los han tomado para campa?as publicitarias y los m¨¢s creativos han hurgado en su belleza de toque rom¨¢ntico, heredada del siglo XIX. Manteniendo el mismo motivo, el fot¨®grafo navarro Goyo Hueso (Tarazona, 1943) ofrece algo novedoso que se puede ver estos d¨ªas en Torre Luzea, sala de exposiciones local. Es una colecci¨®n de im¨¢genes centrada exclusivamente en los toldos cuando est¨¢n plegados y recogidos, una vez terminada la jornada playera. En ese momento en que han perdido su apariencia de servicio a los ba?istas conforman otro universo, un mundo nuevo de formas y sombras pre?adas de fantas¨ªas y sue?os que se realza present¨¢ndolo en un blanco y negro muy depurado.
Hueso, dedicado profesionalmente a la actividad industrial, tiene la fotograf¨ªa como dedicaci¨®n casi exclusiva de su tiempo libre. La c¨¢mara que su hermano le trajo como regalo de Ceuta, donde hac¨ªa la mili, fue el detonante de una pasi¨®n por la fotograf¨ªa iniciada hace 45 a?os. Desde entonces han sido numerosas sus exposiciones y trabajos. Ahora, anima desde la presidencia de la Agrupaci¨®n Fotogr¨¢fica de Navarra m¨²ltiples actividades en torno a la imagen, sin olvidar su propia b¨²squeda de nuevos motivos fotografiables.
Un ejemplo de su singularidad es lo que nos ense?a estos d¨ªas. Para realizar este nuevo trabajo ha optado por una c¨¢mara digital. Parece haber dejado atr¨¢s el laboratorio fotoqu¨ªmico; s¨®lo queda del pasado la perdida de se?al en color. Quiz¨¢s sea nostalgia, aunque tambi¨¦n esta formula puede estar motivada por una elecci¨®n intencionada, buscando el misterioso atractivo que las instant¨¢neas adquieren cuando eligen la escala de grises para ofrecernos las apariencias captadas.
Con esta concatenaci¨®n de recursos y los puntos de vista elegidos por el autor nos encontramos con una aparente metamorfosis de los toldos en personajes que a veces recuerdan la figura de un pescador y otras la de una dama del Medioevo tocada por un gorro cucurucho de semblanza f¨¢lica. En esta b¨²squeda de significados y semejanzas estas im¨¢genes traen inevitablemente a la memoria, con inquebrantables matices laicos y ajenas al pictorialismo, algunas de las estampas m¨ªsticas realizadas por Ortiz de Echag¨¹e, en concreto las de penitentes cubiertos con un capirote bajo un cielo atormentado.
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