?Malditos sith!
George Lucas era un caballero Jedi que rod¨® magn¨ªficas e inolvidables pel¨ªculas, como American graffiti, o la primera y legendaria La guerra de las galaxias. A pesar del estupor primigenio de la cr¨ªtica, que no supo reaccionar ante el impacto de un nuevo tipo de cine, la industria cambi¨® -para disfrute de muchos y horror de unos pocos- en la direcci¨®n que marcaban los grandes h¨¦roes de la vieja rep¨²blica: Spielberg y Lucas. Pero el reverso oscuro es tremendamente poderoso, y como su negro personaje enmascarado, George Lucas abandon¨® la fuerza y la ilusi¨®n de sus inicios para convertirse en un temible sith, en el canciller m¨¢s perverso del senado gal¨¢ctico. Ya en la tercera entrega de la primera trilog¨ªa, El retorno del Jedi, pudimos comprobar c¨®mo Lucas jugueteaba peligrosamente con el poder t¨¦trico del dinero, introduciendo en la historia a los odiosos ewoks, ositos de peluche para ni?os, y rematando la faena con aquel final empalagoso en los bosques de Endor. Dios, cu¨¢nto he llorado esa penosa tercera parte. Pero fue en esta segunda trilog¨ªa donde George Lucas se convirti¨® en el emperador siniestro -m¨¢s siniestro que el mism¨ªsimo Palpatine- bajando el list¨®n de la narraci¨®n hasta convertirla en un producto dise?ado para ni?os de no m¨¢s de ocho a?os.
"Llegar¨¢ el d¨ªa en el que el cine del Imperio prescinda del factor humano"
Lucas nos decepcion¨® como nadie nos hab¨ªa decepcionado, algo m¨¢s lamentable incluso que el Always, de Spielberg. Esta tercera entrega se estrena en nuestro pa¨ªs en casi 700 salas. S¨ª, repitan conmigo: setecientas salas. Docenas de pel¨ªculas, espa?olas y extranjeras, abandonar¨¢n a empujones los cines para dejar sitio al lado oscuro de la fuerza. El lanzamiento publicitario no tiene l¨ªmites. La presi¨®n medi¨¢tica es abrumadora. No hay un espacio f¨ªsico en las calles que no contenga una imagen directa o indirecta de la pel¨ªcula. La televisi¨®n, la prensa, la radio, los ni?os, las familias, el Gobierno, el Papa (Ratzinger se parece asombrosamente al canciller Palpatine), todos nos empujan a ver el episodio III.
La venganza de los sith es una pel¨ªcula producida por el imperio, y nosotros no somos m¨¢s que un peque?o planeta rebelde que pronto se ver¨¢ reducido a cenizas por la maquinaria infernal del general droide lord Lucas. Mis compa?eros Jedis de la profesi¨®n me preguntar¨¢n: ?qu¨¦ haces escribiendo un art¨ªculo para el reverso oscuro? ?Has abandonado la fuerza? ?Te vas a dejar arrastrar como Anakin? Y yo respondo cobardemente: me entran ganas. Me seduce el reverso oscuro. Dentro de m¨ª hay odio y furia... hacia su poder omn¨ªmodo. Sala 25 de los Kin¨¦polis. Estreno. All¨ª estoy yo con mis palomitas. En guardia, expectante, tenso. Y de pronto comienza. No, no estoy viendo cine. Ya no es cine, es una proyecci¨®n digital, directamente de un disco duro. ?Maldito Lucas! La imagen es de una nitidez alucinante, jam¨¢s vista hasta ahora. La belleza de la sabidur¨ªa droide me posee, me abduce. Nunca he visto nada igual. La fuerza de la t¨¦cnica es sobrecogedora. Yo lucho, me aferro a mi asiento y me digo: no, ?no! Es una estupidez americana, es un producto medi¨¢tico que intenta destruir mi cerebro, yo soy infinitamente m¨¢s inteligente que todo esto, ?viva el cine de autor! Pero el lado oscuro es tan seductor... La imagen es tan hermosa... ?El celuloide ha muerto, viva la imagen digital! Con esta proyecci¨®n no s¨®lo ha acabado la serie de La guerra de las galaxias, tambi¨¦n finaliza el cine tal y como lo comprendemos. Desde aqu¨ª hago un llamamiento p¨²blico para que vean ustedes la pel¨ªcula en la sala 25 de los Kin¨¦polis, y su proyector Barco DP100. Dios, qu¨¦ perfecci¨®n, qu¨¦ belleza, qu¨¦ locura. Estabilidad absoluta del fotograma, imagen inmaculada, pr¨ªstina, resoluci¨®n proporcionalmente superior al 35 mm, s¨®lo comparable, quiz¨¢s, a los m¨ªticos Todd-AO, al Technirama... La pantalla no es una pantalla, es una ventana a un nuevo universo de perfecci¨®n. Ustedes, asustados lectores rebeldes, me preguntar¨¢n: pero, ?y la pel¨ªcula? ?Es buena? O al menos, ?es entretenida? Y yo, con mi nueva m¨¢scara de Vader -con respiraci¨®n incluida- responder¨¦: ?Qu¨¦ m¨¢s da? Es, sin duda, la mejor de la segunda trilog¨ªa. Intenta ser m¨¢s dram¨¢tica, m¨¢s madura. No llega ni por asomo a parecerse a El imperio contraataca, pero me ha devuelto a Vader, mi mentor, mi Padre, mi Dios. Con eso basta. Vader surge de la lava con su cuerpo torturado y mutilado, como un Frankenstein redivivo... Qu¨¦ placer malsano nos proporciona el perverso lado oscuro. ?Suelta todo tu odio y acaba de una vez con el pesado de Obi-Wan...! De acuerdo, el actor que da vida a Vader, el chico ¨¦ste, Hayden Christensen, es un pat¨¢n, un miscasting imperdonable, que lo destroza todo con su insulsa presencia, s¨ª. Lo reconozco. Ewan MacGregor tampoco lo hace mucho mejor. Son particularmente dolorosas las secuencias en las que tienen que reflejar los conflictos de sus personajes, que son muchas. Hablan de la muerte de su madre, o de su mujer, o incluso de la necesidad de matar a su mejor amigo, como si se tratase de una ri?a adolescente en el patio de un colegio, con la expresividad de un polvor¨®n, o una mazorca de ma¨ªz. ?C¨®mo se echa de menos a Han Solo, por Dios! Tambi¨¦n tengo que reconocer que no soporto a ese Yoda saltar¨ªn, a ese muppet verde que lucha como la abeja Maya, revoloteando incesantemente alrededor del maravilloso canciller Palpatine. Pero todas esas peque?eces me dan igual. Ya soy un sith. Llegar¨¢ un d¨ªa, no muy lejano, en el que podamos prescindir de los actores. ??Ha, ha, ha!! S¨ª, del engorro del rodaje humano. En La venganza de los sith lo ¨²nico que falla es el aspecto humano. ?Fuera el guionista, que es un pesado, con esas secuencias llenas de di¨¢logos, tan farragosas! ?Di¨¢logos? ?Para qu¨¦? ?Fuera el director, que enturbia las cosas con sus man¨ªas! Todo lo dem¨¢s es de una perfecci¨®n digna de androides.
Llegar¨¢ el d¨ªa en el que el cine del Imperio prescinda del factor humano, y ?por qu¨¦ no?, de la historia, de los conflictos, de todo eso que antes les preocupaba y que ahora, con perd¨®n, se la suda. Y entonces aqu¨ª, en este peque?o planeta alejado de la capital de la galaxia, hasta ahora rebelde, s¨®lo se ver¨¢n las pel¨ªculas del Imperio, y por fin en los cines tampoco habr¨¢ espectadores, sino ej¨¦rcitos de androides sin ojos, con voz met¨¢lica y estridente.
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