El efecto estad¨ªstico
Hace 40 a?os me recib¨ªa en su casa de Oxford don Salvador de Madariaga. Casualmente, aquella tarde el gran liberal entregaba a la que luego se convertir¨ªa en su mujer, Emilia Skezely, el manuscrito de un pr¨®logo al libro de un rumano huido del tel¨®n de acero. Al extenderme la mano, don Salvador me dijo paternal: "Los asturianos son los m¨¢s europeos entre los espa?oles", razonamiento que ya hab¨ªa desarrollado de forma prolija, literaria y audaz. Aquella divisa y la autoridad de quien me la infund¨ªa pas¨® a sustituir otros t¨®picos que nunca arraigaron como el archiconocido: "Asturias es Espa?a, y lo dem¨¢s, tierra conquistada".
Lo cierto es que me acuerdo de Madariaga casi todas las semanas cuando aterrizo en Bruselas. No obstante, mi fe europe¨ªsta, y pienso que la de muchos de mis paisanos, se pone ahora a dura prueba desde que el se?or Juncker, primer ministro de Luxemburgo, difundiera el documento 8292 / 05 por el que Asturias y otras cinco peque?as regiones ( Basilicata, Algarve, Murcia, Melilla y Ceuta), sin motivo alguno que lo justifique, pudieran padecer m¨¢s que el resto de las europeas los rigores de la ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este.
No es de recibo que se recorten de forma dr¨¢stica derechos por mera estad¨ªstica
Me explico. En el periodo 2000/2006, las regiones citadas disfrutaron la consideraci¨®n de ser Objetivo 1 en las ayudas para la convergencia europea, dada su d¨¦bil posici¨®n en la escala del PIB comunitario. Ahora, para el siguiente periodo, al haber entrado en la Uni¨®n Europea diez pa¨ªses m¨¢s pobres y la pr¨®xima incorporaci¨®n de otros dos, se produjo un aumento virtual o estad¨ªstico de nuestro PIB que nos expulsa de ese objetivo prioritario. Consciente de la injusticia del problema, la Comisi¨®n Europea ten¨ªa prevista una salida arm¨®nica y gradual que no era una maravilla, pero que paliaba las consecuencias m¨¢s dram¨¢ticas de la nueva situaci¨®n y deber¨ªa satisfacer a los pa¨ªses contribuyentes netos.
Y en esto lleg¨® el documento luxemburgu¨¦s, que, con el ¨¢nimo de apaciguar a las partes, hace, como ha denunciado el secretario de Estado Alberto Navarro, una clara discriminaci¨®n en la propia clasificaci¨®n de las regiones del efecto estad¨ªstico. As¨ª, Brademburgo, Luneburgo, Leipzig y Halle de Alemania; las Macedonia Central y Occidental y ?tica de Grecia, y Burgenlad, de Austria, resuelven con una simb¨®lica rebaja su dignidad y se nos carga a¨²n m¨¢s la mano a las regiones espa?olas con el acompa?amiento de una italiana y una portuguesa. Se except¨²a al 76% de los afectados y se margina hasta lo incre¨ªble a tres millones de habitantes europeos, entre los que est¨¢n m¨¢s de dos millones de espa?oles). Esto no puede, o no deber¨ªa, suceder en una Uni¨®n presidida por el derecho y la racionalidad.
Asturias ha sufrido una bien conocida reconversi¨®n industrial y minera y una adaptaci¨®n terrible en la agricultura, con una discutible limitaci¨®n al derecho a trabajar. No es de recibo, pues, que tras haber cumplido los criterios de convergencia, abierto nuestro mercado, sacrificadas nuestras potencialidades, se recorten de forma dr¨¢stica derechos por mera estad¨ªstica, que no corresponden al crecimiento real, y adem¨¢s se discrimine a algunos caprichosamente.
Juncker, cuyos primeros pasos al frente del Consejo aplaudimos muchos expresamente, as¨ª como toda su trayectoria pol¨ªtica, est¨¢ a punto de dar un lacerante traspi¨¦. S¨¦ que es un pol¨ªtico que admira, como yo, a Madariaga, pero en su posici¨®n parece m¨¢s pr¨®ximo a alg¨²n autor rumano cuyo manuscrito tuve cerca aquella tarde en Oxford. No s¨¦ cu¨¢l era exactamente su nombre, pero, como quiera que Rumania, con un problem¨¢tico ingreso en la Uni¨®n, se reclama constantemente del europe¨ªsmo de Ionesco y de Cior¨¢n, es decir, del teatro del absurdo y de la filosof¨ªa fatalista, prefiero seguir reivindicando a Madariaga y su optimismo.
Est¨¦ seguro el se?or Juncker y el resto del Consejo del europe¨ªsmo leal de la tierra asturiana, pero tambi¨¦n del alto sentido de la justicia que anida en nosotros. En eso, se?or primer ministro de Luxemburgo, somos intransigentes.
Antonio Masip es eurodiputado.
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