?xito y opacidad
Ahora mismo los premios literarios que convocan las editoriales apenas mantienen vivos credibilidad y prestigio. Algo habr¨¢n hecho mal para ganarse algunas sospechas. Premios que lo hacen a golpe de talonario, premios que galardonan a los autores de la propia editorial que convoca el premio, premios que premian un g¨¦nero o una tendencia (novela policiaca, novela-reportaje, novela de j¨®venes airados, novela de la Guerra Civil, novela hist¨®rica, novela metaliteraria, etc¨¦tera) previamente contrastada en el mercado o en el imaginario m¨¢s acomodaticio, o premios que simplemente, con las m¨¢s nobles intenciones, premian mal. Todo ello no hace sino ensombrecer esa salida de luz y esperanza hacia la alta dignidad est¨¦tica y ¨¦tica en que deber¨ªan convertirse los premios literarios. Parecen remotos los tiempos en que un premio daba a conocer novelas tan importantes en su ¨¦poca y en su fijaci¨®n como hitos ineludibles en la historia de la literatura espa?ola (o en castellano) como Nada, de Carmen Laforet; El Jarama, de Rafael S¨¢nchez Ferlosio; ?ltimas tardes con Teresa, de Juan Mars¨¦, o La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. Pero esto es lo que hay. Y lo que hay, independientemente de las m¨¢s o menos opacidades o suspicacias, es que cada a?o se repite la ceremonia de las convocatorias y los cr¨ªticos cada a?o tenemos la obligaci¨®n de esperar lo mejor. Durante el curso editorial 2004-2005 el panorama de dichos premios que he descrito no ha experimentado ninguna mejor¨ªa (el mundo tampoco, desgraciadamente), pero, por sobre esos avatares de la insustancialidad y el mercadeo patol¨®gico que nos rodea, ha habido novelas premiadas que merecen ser consideradas como felices salvaguardadoras de esa tradici¨®n novel¨ªstica que nos mantiene a todos los lectores todav¨ªa confiados en la imaginaci¨®n libre, fruct¨ªfera y digna de esas ficciones m¨¢s representativas del malestar contempor¨¢neo. Estoy pensando en El testigo, de Juan Villoro; Un encargo dif¨ªcil, de Pedro Zarraluki, y Una palabra tuya, de Elvira Lindo.
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