La biblioteca del Capit¨¢n Nemo
Confiado, de ojos negros que pueden abarcar una cuarta parte del horizonte, fr¨ªo, p¨¢lido, en¨¦rgico, valiente, orgulloso, entre los treinta y cinco y los cincuenta a?os, alto, de frente despejada, nariz recta, boca bien dibujada, dientes magn¨ªficos, manos finas y largas, dignas de un alma noble y apasionada: es as¨ª como el Capit¨¢n Nemo se presenta ante el at¨®nito profesor Aronnax en las entra?as del submarino Nautilus. El editor Hetzel reconoci¨® en Nemo un autorretrato de su autor y convenci¨® al ilustrador Edouard Riou que utilizara a Julio Verne como modelo para el h¨¦roe del libro.
Nemo es un luchador, un disconforme, un idealista (en el sentido que daba a esta palabra, hoy despectiva, el siglo diecinueve). Nemo es tambi¨¦n un lector. Despu¨¦s de una curiosa cena, en la que los diversos manjares resultan ser todos productos marinos h¨¢bilmente disfrazados, Nemo invita a su forzado hu¨¦sped a visitar su reino acu¨¢tico. La primera sala a la que lo conduce es una biblioteca. "Altos muebles de palisandra negra, con incrustaciones de cobre, albergaban en sus largas estanter¨ªas un gran n¨²mero de libros uniformemente encuadernados. Segu¨ªan el contorno de la sala y remataban, en su parte inferior, en vastos divanes tapizados de cuero marr¨®n, que ofrec¨ªan confortables curvas. Ligeros pupitres m¨®viles, que pod¨ªan acercarse o retirarse a voluntad, permit¨ªan posar el libro elegido. En el centro de la sala, se alzaba una gran mesa cubierta de panfletos entre los cuales asomaban algunos peri¨®dicos ya viejos". El profesor Aronnax expresa su admiraci¨®n ante tal colecci¨®n que ha seguido a su lector "hasta las profundidades m¨¢s grandes del mar" y que "har¨ªa honor a m¨¢s de un palacio en tierra firme". Pero el Capit¨¢n Nemo no admite que su biblioteca tenga nada de extraordinario. "?D¨®nde hallar¨ªa usted m¨¢s soledad, m¨¢s silencio, se?or profesor?", pregunta. Para Nemo (para nosotros), soledad y silencio son los atributos esenciales de toda aut¨¦ntica biblioteca.
Si Nemo fue creado a imagen de su autor, su biblioteca es el subacu¨¢tico reflejo de la que Verne pose¨ªa en su casa de Amiens
La biblioteca del Capit¨¢n Nemocontiene 12.000 libros de ciencia, de moral, de literatura, escritos en una multitud de lenguas. Tres caracter¨ªsticas particulares la definen: en primer lugar, no hay libros de econom¨ªa pol¨ªtica, ya que ninguna teor¨ªa en ese campo satisface a su exigente lector; en segundo lugar, la clasificaci¨®n de los libros es arbitraria, mezclando temas e idiomas sin orden l¨®gico alguno, como si el capit¨¢n leyese aquello que su mano encuentra por obra del azar; en tercer lugar, en los anaqueles no hay libros nuevos. Estos 12.000 libros "son los ¨²nicos v¨ªnculos que me unen a la tierra", confiesa el capit¨¢n. "El mundo acab¨® para m¨ª el d¨ªa en que mi Nautilus se hundi¨® por primera vez bajo las aguas. Ese d¨ªa, compr¨¦ mis ¨²ltimos vol¨²menes, mis ¨²ltimos panfletos, mis ¨²ltimos diarios y, desde entonces, quiero creer que la humanidad no ha pensado ni escrito m¨¢s". Reconociendo en los estantes un libro de Joseph Bertrand, Les Fondateurs de l'Astronomie, publicado en 1865, el profesor Aronnax comprende que la vida submarina del Capit¨¢n Nemo se remonta a apenas tres a?os. Estamos en 1868, dos a?os antes de la publicaci¨®n de la novela de Verne.
Lo que la humanidad ha pensa
do y escrito hasta esa fecha es, seg¨²n nos cuenta el profesor Aronnax , "todo lo que el hombre ha producido de m¨¢s bello en materia de historia, poes¨ªa, novela y ciencia, desde Homero a Victor Hugo, desde Jenofonte a Michelet, desde Rabelais a Madame Sand". Pero sobre todo, libros cient¨ªficos: obras de mec¨¢nica, bal¨ªstica, hidrograf¨ªa, meteorolog¨ªa, geograf¨ªa, geolog¨ªa, ciencias naturales, incluyendo m¨¢gicamente las obras del mismo Aronnax que el Capit¨¢n Nemo ha le¨ªdo y admirado. A ¨¦stos, debemos agregar "un encantador libro de Jean Mac¨¦", Les serviteurs de l'estomac [los sirvientes del est¨®mago], curioso volumen que el propio Aronnax lee con deleite, y un fajo de papeles amarillentos, guardado en una caja de hierro grabada con las armas de Francia y carcomida por las aguas salinas: las instrucciones del ministro de la Marina francesa, anotadas de la mano de Luis XVI, y dirigidas al comandante La P¨¦rouse, perdido en el oc¨¦ano en 1788.
Si Nemo fue creado a imagen de su autor, su biblioteca es el subacu¨¢tico reflejo de la que Verne pose¨ªa en su casa de Amiens. En febrero de 1895, la escritora inglesa Marie A. Belloc (que luego se har¨ªa famosa con una novela sobre Jack el Destripador) public¨® en la revista The Strand de Londres, una entrevista con el autor de Veinte mil leguas de viaje submarino, en la cual describe la biblioteca del n¨²mero uno, Rue Charles Dubois: "A trav¨¦s del dormitorio se entra a una espaciosa habitaci¨®n, la biblioteca de Julio Verne. Las paredes est¨¢n cubiertas de estanter¨ªas y en el medio del cuarto una larga mesa cruje bajo el peso de peri¨®dicos, revistas y publicaciones cient¨ªficas, adem¨¢s de una buena parte de semanarios de literatura inglesa y francesa. Un buen n¨²mero de casilleros de cart¨®n contiene m¨¢s de veinte mil notas acumuladas por el escritor durante su larga vida... Su biblioteca es de trabajo, no de ostentaci¨®n, y los ajados ejemplares de sus compa?eros intelectuales como Homero, Virgilio, Montaigne y Shakespeare, adem¨¢s de ediciones de las obras de Fenimore Cooper, Dickens y Scott, acusan un uso duro y constante". Como en la biblioteca del Nautilus, en la de la Rue Charles Dubois priman las obras cient¨ªficas.
Si toda biblioteca es autobiogr¨¢fica, la del Capit¨¢n Nemo (como tambi¨¦n la de Verne) revela el car¨¢cter secreto de su lector. El mundo de la superficie, de la turbulenta sociedad humana, le causan pavor. Prefiere la reclusi¨®n. Cree en la invenci¨®n, la imaginaci¨®n, el esp¨ªritu de curiosidad del ser humano. Aborrece sus abusos, su despotismo, su crueldad codiciosa. Le importa, por sobre todo, la libertad, pero no cualquier libertad. No ser¨ªa extra?o que, entre los vol¨²menes de la biblioteca del Nautilus se encontrase La solution du probl¨¨me social, de Pierre-Joseph Proudhon, obra que Verne conoc¨ªa bien. "No se trata de la libertad subordinada al orden, como en la monarqu¨ªa constitucional, ni de la libertad representando un orden", escribi¨® Proudhon con ¨ªmpetu aleg¨®rico. "Es la libertad rec¨ªproca y no la libertad limitada. La libertad no es la hija sino la madre del orden". A esta libertad engendradora, Proudhon la llam¨® "anarqu¨ªa positiva". ?sta es la fe de Nemo (y tambi¨¦n la de Verne), s¨®lo que Nemo no se contenta con la propuesta an¨¢rquica de Proudhon. Nemo es, en cierto sentido, el precursor (si no el coet¨¢neo) de Ravachol, Auguste Vaillant, Emil Henry, Santo Caserio, anarquistas violentos cuya filosof¨ªa se traduce en bombas y asesinatos; obviamente, los deliberados naufragios que ocasiona el Nautilus son otra versi¨®n de aquellos actos de terror.
La violencia del Capit¨¢n Nemo
en la segunda parte de la novela asust¨® a su editor. Respondiendo a una cr¨ªtica de Hetzel hecha poco antes de la publicaci¨®n de Veinte mil leguas de viaje submarino, Verne explica que no puede ser de otra manera. El taciturno bibli¨®filo que ense?a al profesor Aronnax sus anaqueles llenos de "todo lo que el hombre ha producido de m¨¢s bello", se convierte, en el momento de necesaria acci¨®n, no en un preceptor de la humanidad sino en "un sombr¨ªo verdugo". Los libros han servido de gu¨ªa al Capit¨¢n Nemo, de conocimiento, de repositorio de la memoria com¨²n de la humanidad, pero (como todo lector sabe) un libro o una biblioteca entera no pueden hacer m¨¢s que iluminar el camino que su lector ha elegido; no pueden dirigirlo ni mucho menos obligarlo a seguir una cierta direcci¨®n. A?os despu¨¦s, Verne contar¨ªa el fin de su h¨¦roe en La isla misteriosa, cuando el desilusionado anarquista confiesa su fracaso: "Soledad, aislamiento: ¨¦stas son cosas tristes, m¨¢s all¨¢ de la fuerza humana... Muero de haber cre¨ªdo que un hombre puede vivir solo".
Cuenta el nieto de Julio Verne, Jean-Jules Verne, que su abuelo quiso escribir sobre la lucha del pueblo polaco contra el imperio ruso y que, quiz¨¢ por razones de censura gubernamental, no lo hizo. Escribi¨® en cambio Veinte mil leguas de viaje submarino. El Capit¨¢n Nemo es un rebelde universal, no un revolucionario espec¨ªfico. "?Soy el derecho, soy la justicia!", le dice al profesor Aronnax. Y se?alando la embarcaci¨®n que est¨¢ por atacar: "?Es por su culpa que he visto perecer todo aquello que he amado y venerado, mi patria, mi mujer, mis hijos, mi padre, mi madre! ?Todo lo que odio est¨¢ all¨ª!".
Despu¨¦s de la terrible escena de destrucci¨®n que sigue, el profesor Aronnax trata de dormir y no puede. En su imaginaci¨®n, vuelve a ver la historia desde el comienzo, como si hojeara un libro ya le¨ªdo, y a medida que recuerda, el capit¨¢n deja de ser su igual y se convierte "en un hombre de las aguas, en el genio de los mares". Ante nuestros ojos lectores, el profesor Aronnax, personaje de la novela de Verne, se desdobla en lector de sus propias aventuras en las que el Capit¨¢n Nemo ya no es un hombre como ¨¦l sino algo m¨¢s vasto, menos comprensible, m¨¢s espantoso, menos propio a la imaginaci¨®n de Julio Verne que a la m¨ªtica biblioteca universal. En este punto m¨¢gico, protagonista y autor, autor y lector, lector y protagonista se confunden en un solo personaje, dentro y fuera del libro, suspendido entre el tiempo de la novela y el de nosotros ley¨¦ndolo hoy.
? Alberto Manguel, 2005.
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