El calvario catal¨¢n
Pol¨¦mica por una broma entre Maragall y Carod con una corona de espinas
Entre el Santo Sepulcro y el Muro de las Lamentaciones, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, coloc¨® al l¨ªder de Esquerra Republicana (ERC), Josep Llu¨ªs Carod, una corona de espinas. Ayer viernes, d¨ªa santo del islam, en v¨ªsperas del sabbat jud¨ªo que abre las puertas al domingo cristiano, el ambiente en la delegaci¨®n catalana en Jerusal¨¦n era tan distendido que Carod y el consejero de Econom¨ªa, Antoni Castells, recibieron entre carcajadas y sin segundas lecturas la broma de Maragall de colocarles una corona de espinas. Eso s¨ª, una corona con la correspondiente certificaci¨®n en castellano vulgar, que no ladino, de su origen santo indiscutible. Luego el presidente sac¨® una instant¨¢nea a sus dos compa?eros de comitiva, que arrastran cruces de calado: uno con la financiaci¨®n auton¨®mica y otro como bestia negra de la derecha espa?ola.
El episodio empez¨® a generar pol¨¦mica al instante. De "payasada", "charlotada" y "espect¨¢culo vergonzoso" lo calific¨® el l¨ªder democristiano Josep Antoni Duran Lleida, quien pidi¨® "respeto" para todas las religiones y creencias, y afirm¨® que esta actitud "no es digna de un presidente de la Generalitat ni de un dirigente respetable de un partido pol¨ªtico con representaci¨®n parlamentaria". Duran pidi¨® respeto a lo que significa Jerusal¨¦n.
El sol ca¨ªa a plomo sobre los empinados escalones en la V¨ªa Dolorosa. El term¨®metro marcaba m¨¢s de 30 grados en el coraz¨®n de Tierra Santa, pero todos re¨ªan, sin duda ajenos a la cruzada que el dirigente del PP ?ngel Acebes organizaba en aquellos mismos momentos en Barcelona sobre la base de que la Embajada espa?ola en Tel Aviv hab¨ªa pedido disculpas a Carod por el incidente de las banderas del pasado mi¨¦rcoles ante la tumba del que fue primer ministro israel¨ª Isaac Rabin. La guerra de banderas hac¨ªa pasar su G¨®lgota particular a la expedici¨®n catalana y a la embajada en Tel Aviv.
Los ataques de Acebes fueron furibundos. La misi¨®n que encabeza el diplom¨¢tico Eudaldo Mirapeix no hab¨ªa pedido disculpas a Carod, contrariamente a lo que proclamaba Acebes. Carod no dijo nada al respecto en su visita al muro de culto jud¨ªo que qued¨® en pie del templo de Salom¨®n, frente al monte de los Olivos. El dirigente republicano, entre el episodio de la corona de espinas y la trascendencia de la kipah, conversaba en sinton¨ªa con el presidente de la Generalitat. Lo cierto es que en la comitiva integrada por Maragall, Carod, Castells, el embajador Mirapeix y el publicista Llu¨ªs Bassat nada delataba tensi¨®n. La visita al monumento a la memoria del Holocausto tuvo momentos de gran emoci¨®n. El propio Bassat no pudo evitar la emoci¨®n cuando encontr¨® en el banco de datos del museo el nombre de un t¨ªo abuelo, residente en la isla de Corf¨², que desapareci¨® en el campo de exterminio de Auschwitz.
Maragall busc¨® rastros de persecuci¨®n entre familiares suyos, al igual que Carod. Pero no por mucho tiempo: el programa segu¨ªa a ritmo endiablado. Llegaba la hora de partir hacia Jordania y hacer lo que al presidente de la Generalitat actual, al igual que a su predecesor, Jordi Pujol, le gusta m¨¢s: hablar de relaciones internacionales. As¨ª, por la tarde se reuni¨® con el primer ministro de Jordania, Adnan Badran, al igual que por la ma?ana lo hab¨ªa hecho con Ehud Olmert, viceprimer ministro israel¨ª.
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