Castilla y Le¨®n: manual de supervivencia
De la casa parroquial al Ayuntamiento el camino es corto, pero To?o Arroyo, el cura, tarda en recorrerlo. A cada paso hay un vecino que le para, a ¨¦l y a Pepa Almaz¨¢n, la agente de desarrollo rural que le acompa?a. Primero es la maestra, que se queja de que pierde alumnos. "El cubano se va". "Pues ya vendr¨¢n otros", le da ¨¢nimos To?o. Luego es Dolores, concejala de Cultura, la que aborda a Pepa. "?Eres t¨² la que maneja las subvenciones?". Quiere saber si se puede conseguir ayuda para un club de senderismo y para la fiesta de las M¨®ndidas, ligada a viejos ritos del d¨ªa de San Juan.
Se tarda porque hay vida y gente que circula y se comunica. Es mediod¨ªa en San Pedro Manrique, un pueblo de 570 habitantes en la desolada comarca de las Tierras Altas de Soria. Separado de la capital por el puerto de Oncala -tierra de trashumancia-, sujeto a las contingencias del largo invierno soriano, San Pedro ten¨ªa todas las papeletas para ser uno m¨¢s de los pueblos que languidecen, con 2, 14 o 50 habitantes, rodeado de aldeas fantasma, en esta provincia especialmente golpeada por la despoblaci¨®n. Como Sarnago, donde s¨®lo hay vida en verano, o Aldealse?or, donde sobreviven 14 personas, o la misma G¨®mara, de aire mortecino.
El escritor Julio Llamazares culpa al desarrollismo salvaje de los a?os 60 y 70 del "desprestigio total de lo rural" que se da hoy en Espa?a
La regi¨®n m¨¢s extensa de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, con sus 94.000 kil¨®metros cuadrados, perdi¨® m¨¢s de un mill¨®n de habitantes entre 1950 y 2001
"Nos juntamos tres curas, el maestro, el veterinario, el m¨¦dico, todos en los 25 a?os, y fue una revoluci¨®n en el pueblo", dice el cura To?o Arroyo
Valladolid se beneficia de su capitalidad regional. Porque la propia Junta de Castilla y Le¨®n es una de las principales 'industrias' locales
Los cierres incentivados de las minas provocaron huidas masivas. "Perdimos 3.000 habitantes de 2000 para ac¨¢", dice un hostelero de Bembibre
La lista es larga, en las profundas soledades de una provincia semidesierta con apenas 91.000 habitantes dispersos en 10.200 kil¨®metros cuadrados. Una densidad paup¨¦rrima de poco m¨¢s de nueve habitantes por kil¨®metro cuadrado. Como apunta con humor ¨¢cido el escritor Julio Llamazares: "Toda Soria cabe en el estadio Bernab¨¦u". Pero con ser el ejemplo extremo de la despoblaci¨®n, el caso de esta provincia no es excepcional en Castilla y Le¨®n, donde la emigraci¨®n masiva del campo a las ciudades a partir de los a?os sesenta dibuj¨® la fisonom¨ªa, un tanto an¨®mala, de esta Espa?a interior. La regi¨®n m¨¢s extensa de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, con sus 94.000 kil¨®metros cuadrados, perdi¨® m¨¢s de un mill¨®n de habitantes entre 1950 y 2001, hasta situarse hoy en algo menos de 2,5 millones, es decir, la misma poblaci¨®n que ten¨ªa en 1900. La p¨¦rdida es doblemente grave porque son los j¨®venes los que se van. Y casi 22 a?os de autonom¨ªa no han logrado taponar la hemorragia.
Un desierto humano
Este inmenso territorio, con sus nueve provincias (Le¨®n, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Soria, Burgos, Segovia y ?vila), necesita grandes inversiones y, sobre todo, enormes dosis de autoestima y fe en s¨ª mismo para eludir un destino que muchos consideran insoslayable. El de convertirse en un desierto humano con unos pocos oasis de vida, las capitales de provincia, y la veintena de cabeceras de comarca, frente a m¨¢s de 2.000 pueblos amenazados de extinci¨®n. La ampliaci¨®n de la UE y la prevista reducci¨®n de los fondos estructurales a partir de 2006, colaboran a hacer m¨¢s oscuro el horizonte. ?Es posible a¨²n invertir esta tendencia infernal?
Ejemplos como los de San Pedro Manrique, un pueblo lleno de vitalidad, no faltan para dar alas a los optimistas. Aunque el caso de San Pedro es un poco especial. Antonio Arroyo, To?o, que lleg¨® a este lugar hace 26 a?os procedente de Burgo de Osma -otra localidad soriana-, lo explica as¨ª: "Nos juntamos aqu¨ª tres curas con un grupo de gente: el maestro, el veterinario, el m¨¦dico, todos con una media de edad de 25 a?os, y fue una revoluci¨®n en este pueblo". Aquel ambiente de camarader¨ªa fue el caldo de cultivo en el que creci¨® una generaci¨®n orgullosa de su tierra y de sus fiestas seculares, como la del paso del fuego la noche de San Juan, cuando los vecinos atraviesan descalzos una alfombra de brasas de roble.
El cura To?o, que viste casi siempre de paisano -"el traje de cura es caro, te da para siete pares de vaqueros", dice-, es una instituci¨®n en este pueblo. Durante a?os ha sido asistente social, animador cultural, restaurador de la preciosa iglesia local de San Mart¨ªn, y hasta poeta cuando las fiestas locales lo requieren.
Una figura clave, casi tanto como el alcalde, Carlos Mart¨ªnez, del PP, que preside la Caja Rural de Soria y es fundador y copropietario de la principal industria local: la f¨¢brica de embutidos La Hoguera, que da trabajo a 75 personas, sobre todo mujeres. Y promotor de la segunda gran empresa del pueblo, la residencia de ancianos, con capacidad para 200 personas, que ha creado otros 38 empleos femeninos. Algo clave para la revitalizaci¨®n del medio rural, porque son las mujeres las que emigran.
Pero hay m¨¢s ejemplos de reconversi¨®n exitosa. En Garray, muy cerca de las ruinas de Numancia, surgi¨® Soria Natural, una empresa pujante que comercializa productos de agricultura biol¨®gicos, produce medicamentos naturales y da trabajo a 300 personas. Una experiencia que viene a demostrar, como dice el alcalde de San Pedro, que" si hay amor a la tierra se puede crear autoempleo". Se requiere una entrega absoluta y grandes dosis de estoicismo. Y ni siquiera esto garantiza el ¨¦xito. Sobre todo porque las iniciativas no abundan. "Falta ya la masa cr¨ªtica de j¨®venes para que surjan", dice Pepa Almaz¨¢n, soci¨®loga, con casi 10 a?os de experiencia trabajando en esta zona, desde una asociaci¨®n de desarrollo rural (Proynerso), que gestiona fondos europeos.
La carretera, siempre desierta, discurre por un paisaje pardo y soberbio. Atraviesa pueblos solitarios y campos donde pastan reba?os de ovejas. "Los agricultores viven en la capital", dice Almaz¨¢n. "Con la mecanizaci¨®n y la concentraci¨®n de parcelas, s¨®lo tienen que trabajar tres meses al a?o". As¨ª que la despoblaci¨®n parece una consecuencia inevitable del desarrollo. "Por eso habr¨ªa que centrar los esfuerzos en las cabeceras de comarca, en los sitios donde hay ganas de vivir", seg¨²n Carlos Mart¨ªnez, quejoso de la falta de medidas fiscales de apoyo a todos los empresarios que, como ¨¦l, han invertido en lugares remotos de la regi¨®n. "Clama al cielo que yo tenga que pagar los mismos impuestos que en Valladolid o en Madrid. Y luego hacen un Libro Blanco sobre la despoblaci¨®n, cuando ya se ha despoblado todo".
Preocupaci¨®n tard¨ªa
Valent¨ªn Cabero, catedr¨¢tico de Geograf¨ªa en la Universidad de Salamanca y autor de un amplio estudio sobre el tema, considera tambi¨¦n que estamos ante una preocupaci¨®n tard¨ªa. "El proceso de despoblaci¨®n se ve¨ªa hasta ahora como algo inexorable, con total fatalismo frente a las posibilidades de la regi¨®n. Ahora la situaci¨®n es tan grave que, aunque se tomen medidas urgentes, no empezaremos a remontar un poco hasta el 2015". Cabero culpa de esta situaci¨®n a la falta de inversiones en las ¨¢reas rurales que han creado un brutal desequilibrio de rentas. ?Qu¨¦ se hizo de las ingentes ayudas europeas que cayeron sobre la regi¨®n para compensar la obligada reconversi¨®n agr¨ªcola y ganadera? "Desde el ingreso en la UE, la renta aument¨® aqu¨ª un 39%. Era una financiaci¨®n que se repart¨ªa de forma personal, pero que nadie invert¨ªa porque casi nadie crey¨® que sus comarcas ten¨ªan futuro".
Hay zonas boyantes en la regi¨®n, como la comarca del valle del Duero, hasta Toro, repleta de vi?edos modern¨ªsimos. "Pero hay al menos 40.000 kil¨®metros cuadrados con grandes vac¨ªos sociales, y gran desolaci¨®n", dice este profesor.
Por no hablar de los desequilibrios provinciales. La situaci¨®n de Zamora o Palencia parece mucho m¨¢s cr¨ªtica que la de otras ciudades m¨¢s pr¨®ximas a Madrid, o al poder. Le¨®n es ya la sede de un flamante Museo de Arte Moderno de toda la regi¨®n, y Valladolid se beneficia claramente de su condici¨®n de capital regional. Porque, como suele ocurrir, la propia Junta de Castilla y Le¨®n -gobernada por el PP- es una de las principales industrias locales. "El sue?o de los j¨®venes es trabajar para la Junta", confirma Julio Llamazares, leon¨¦s de la di¨¢spora, nacido en Vegami¨¢n, un pueblo desaparecido hace a?os bajo las aguas de un pantano. El escritor est¨¢ convencido de que se llega tarde a poner el remedio, no s¨®lo por la falta de perspectivas, sino por la fortaleza arrolladora de una cultura urbana que ha triunfado en todo el pa¨ªs. ?Razones? "El desarrollismo salvaje de los a?os sesenta y setenta gener¨® un desprestigio total de lo rural".
Pero hay tambi¨¦n un defecto de origen. "Castilla y Le¨®n es una regi¨®n h¨ªbrida, que junta provincias del antiguo reino de Le¨®n con otras de Castilla", dice Llamazares. "El resultado es un territorio sin verdadera cohesi¨®n, sin orgullo regional". Acomplejado bajo el peso de la injusta propaganda negativa que se ha vertido contra Castilla. A este escritor que abord¨® el tema de la despoblaci¨®n en su novela La lluvia amarilla, le fastidia que se mantenga el sambenito de la Castilla imperial, cuando hace tiempo que no salen las cuentas. "El presupuesto de mantenimiento de la catedral de Vitoria es el triple del que se destina a rehabilitar las 11 catedrales castellano-leonesas", dice.
Agujeros
Son muchos los agujeros a tapar con los presupuestos regionales, y el de la despoblaci¨®n no es de los menores. Pero Alfonso Fern¨¢ndez Ma?ueco, consejero de Presidencia y de Administraci¨®n Territorial del Gobierno castellano-leon¨¦s, sale al paso de las cr¨ªticas. "El problema de la despoblaci¨®n no es de ahora, ni es espec¨ªfico de nuestra comunidad. Es un fen¨®meno espa?ol y europeo. Al menos se ha creado una comisi¨®n para su estudio". Y se han tomado medidas. Ah¨ª est¨¢ el plan de apoyo a la natalidad, con ayudas directas a los que tienen hijos; los planes de conciliaci¨®n de la vida laboral con la familiar, de fomento de empleo en zonas rurales y de la igualdad de trato de las mujeres en estas zonas. "Hay unos 905 municipios, situados en la zona perif¨¦rica de la regi¨®n, para los que se ha presupuestado en la pasada legislatura una ayuda extra de 1.200 millones de euros, hasta 2006". Un dinero para crear centros de salud, colegios, alentar centros de turismo rural, dar un empuj¨®n a la industria alimentaria, etc¨¦tera. "Estamos razonablemente satisfechos. Hemos conseguido detener la sangr¨ªa iniciada en los a?os sesenta y setenta, la poblaci¨®n se ha estabilizado. Gracias al boom de las casas de turismo rural, a la industria agroalimentaria especializada, a las denominaciones de origen que estamos potenciando, no s¨®lo en los vinos de la Ribera del Duero, sino en otros sectores agr¨ªcolas".
Y aunque la gente se va, los dirigentes pol¨ªticos creen que la inmigraci¨®n podr¨¢ un d¨ªa equilibrar la balanza. En estos momentos, apenas hay en la regi¨®n 63.000 inmigrantes pero, sin la ayuda de esta mano de obra de importaci¨®n, no funcionar¨ªan las canteras de pizarra de Riofr¨ªo de Aliste, por ejemplo, un pueblo de una de las zonas semides¨¦rticas de Zamora. O la propia f¨¢brica de embutidos de San Pedro Manrique, con un 20% de trabajadores extranjeros.
Pero los inmigrantes pueden ser meras aves de paso, que levantan el vuelo al primer viento de crisis. En Bembibre, centro comarcal del Bierzo alto (Le¨®n) -unos 370 kil¨®metros al oeste de San Pedro Manrique-, hubo hasta hace bien poco una comunidad variopinta de norteafricanos, paquistan¨ªes y hasta vietnamitas que llegaron a trabajar en las minas de carb¨®n. Los cierres incentivados han provocado huidas masivas. "Todo el que no era de aqu¨ª se fue. Perdimos 3.000 habitantes de 2000 para ac¨¢", dice un hostelero del pueblo.
Con sus 12.000 habitantes, su instituto, su centro de salud, sus cines, sus edificios de pisos, y sus pizzerias, Bembibre parece m¨¢s una barriada de una gran capital que el centro comarcal del Bierzo alto. Ser¨¢ porque aqu¨ª corre el dinero, pese a la dura reconversi¨®n minera. "Los sueldos que les quedaron a los mineros son buenos. No bajan de 1.800 euros al mes. Mucha gente del pueblo se fue de aqu¨ª y se compr¨® apartamentos en Alicante, o en la costa", apunta Jos¨¦ Crespo, que fue minero siete a?os y luego trabaj¨® en las oficinas. Hoy, despu¨¦s de una larga etapa de actividad pol¨ªtica vive de un par de empresas familiares y dedica el resto de sus energ¨ªas a la Cooperativa agraria de Gistredo, en Noceda del Bierzo, que recoge y vende la casta?a local.
En toda la comarca, el paisaje es espl¨¦ndido. Valles verdes, con alisos y chopos; tierras de labor rojas; sotos de casta?os, y pinos de repoblaci¨®n.
"Cuando empez¨® la cooperativa, hace una d¨¦cada, la casta?a estaba infravalorada y los soutos medio abandonados", dice Crespo. Pero la iniciativa, por razones financieras y rivalidades pol¨ªticas, no acaba de tirar. "Necesitamos ayuda de la Junta, porque nuestra casta?a parede es la mejor, pero estamos luchando contra dos plagas de los casta?os, la tinta y el chancro, y no podemos hacerlo en solitario". En ¨¦poca de cosecha trabajan unas 15 mujeres del pueblo en la cooperativa.
Y es que en Noceda empieza a faltar ya la masa cr¨ªtica de j¨®venes para sacar adelante nuevos proyectos. Cabeza de un municipio de 830 habitantes, en el pueblo viven apenas 600 personas, y la perspectiva no es halag¨¹e?a. El alcalde, Emilio Arias, del PP, tarda poco en hacer el c¨¢lculo de los natalicios que se esperan este a?o: dos. Con la reconversi¨®n, s¨®lo permanece abierta una mina que emplea a 20 hombres. ?De qu¨¦ se vive aqu¨ª? Pensiones y prejubilaciones parecen ser la principal fuente de ingresos. ?No podr¨ªa ser la Cooperativa Gistredo un motor de desarrollo? "Se les apoy¨® todo lo que se pudo, pero hubo problemas con las subvenciones porque no crearon todos los puestos de trabajo que reclamaban, y ahora tienen lo de las plagas del casta?o". Arias parece m¨¢s entusiasta de la nueva residencia de la tercera edad, que da empleo a 12 personas. "Es la empresa con m¨¢s futuro", dice.
A uno y otro lado de la calle principal se alzan a¨²n viejas casas del Bierzo con balconadas de madera, medio sepultadas entre lujosos chal¨¦s pintados de blanco o de amarillo. "Mucha gente que se fue est¨¢ arreglando su casa o se ha construido una nueva. Al final este pueblo ser¨¢ como una urbanizaci¨®n de vacaciones", dice Arias.
Tambi¨¦n en Borobia (Soria), a los pies del Moncayo, unos 380 kil¨®metros al oeste de la regi¨®n, se ven andamios en las viejas casas. "La gente que se fue a Zaragoza est¨¢ arreglando sus casas para volver en vacaciones", dice Alberto Jim¨¦nez, quiz¨¢ el m¨¢s extravagante visionario de toda la provincia, coordinador del observatorio astron¨®mico El Castillo, que se alza sobre las ruinas de una antigua fortaleza. La gestaci¨®n de todo este proyecto se remonta a ocho a?os atr¨¢s, cuando un activo grupo de j¨®venes conquist¨® el gobierno municipal, decidido a sacar adelante el pueblo, recurriendo a la baza del turismo rural. Con ayudas de los fondos europeos y el respaldo de todo el vecindario, el observatorio abri¨® sus puertas al p¨²blico el d¨ªa de San Juan de 2002.
La escuela de Borobia
Pero la iniciativa no ha reportado a¨²n los beneficios esperados. Borobia ha seguido desliz¨¢ndose peligrosamente hac¨ªa el abismo. Ya son menos de 400 habitantes, y la escuela, con cuatro ni?os, cerrar¨¢ inexorablemente el pr¨®ximo curso, cuando falte uno de ellos. "Somos la zona m¨¢s abandonada de Soria", se queja Jim¨¦nez, que vive a caballo entre el pueblo y Zaragoza, donde prepara su tesis doctoral.
Aunque son muchos los municipios que se disputan ese triste primado. Por ejemplo, Aldealse?or. Una aldea donde s¨®lo quedan 14 vecinos. Mercedes ?lvarez, que emigr¨® con sus padres siendo ni?a, decidi¨® plasmar en im¨¢genes "el apagarse sin estr¨¦pito de una cultura con m¨¢s de mil a?os de historia". As¨ª surgi¨® El cielo gira, un documental que narra la mortecina existencia de Aldeal-se?or, con el que ?lvarez ha obtenido premios importantes en festivales cinematogr¨¢ficos. Pero ella no cree que su querida aldea se beneficie mucho de esta notoriedad. "Tal y como est¨¢ Soria, no tiene soluci¨®n. El documental es s¨®lo el testimonio de la extinci¨®n de una cultura milenaria".
Carlos Mart¨ªnez lucha denodadamente por no convertirse en algo as¨ª, un personaje testimonial, mientras la vida se apaga a su alrededor. Pero a veces tirar¨ªa la toalla, porque a los 55 a?os no tiene ya la certeza de poder pasar el tim¨®n a los hijos, que estudian fuera. Y porque sabe que para vivir en estas soledades, a m¨¢s de 1.000 metros de altura, "se necesitan muchos, muchos, muchos... puntos suspensivos".
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