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Entrevista:JER?NIMO L?PEZ

Nuestro hombre en la Ant¨¢rtica

Ha escalado varios 'ochomiles' y fue el primer espa?ol en llegar a la cima del monte Vinson, el techo de la Ant¨¢rtida. El ge¨®logo Jer¨®nimo L¨®pez conoce como pocos el continente de los hielos y los efectos que en sus glaciares puede estar causando el debatido cambio clim¨¢tico.

En abril de 1990, una fant¨¢stica fotograf¨ªa del ge¨®logo Jer¨®nimo L¨®pez era portada de EPS. Bien equipado para el fr¨ªo polar, crampones en las botas y piolet en mano, L¨®pez trepaba por las paredes de una profunda grieta glaciar entre el milenario hielo azul de la Ant¨¢rtida. Una imagen que hablaba por s¨ª sola de la dureza y atractivo del continente de los hielos, "un lugar m¨¢s fr¨ªo que Siberia, m¨¢s seco que el desierto del Gobi, con m¨¢s ventisca que en la cumbre del monte Washington y m¨¢s vac¨ªo que el rinc¨®n m¨¢s des¨¦rtico de Arabia", en palabras de Amundsen, el primero en llegar al mism¨ªsimo Polo Sur.

Jer¨®nimo L¨®pez es sin duda uno de los espa?oles que m¨¢s saben de la Ant¨¢rtida, de sus glaciares, montes, rocas, hielos y vientos, y tambi¨¦n el que nos representa en todos los organismos internacionales y nacionales relacionados con la ciencia en ese m¨ªtico continente. Pero este profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Aut¨®noma de Madrid es, adem¨¢s de un coyuntural "bur¨®crata ant¨¢rtico", un reconocido investigador polar y un notable monta?ero que puede presumir de haber escalado algunos de los codiciados ochomiles y sietemiles repartidos por el mundo. Y fue el primer espa?ol, junto con Pedro Nicol¨¢s, en subir, en 1990, a la cima del monte Vinson, el techo de la Ant¨¢rtida, cuando todav¨ªa era un desaf¨ªo.

Sus investigaciones en la Ant¨¢rtida comenzaron hace 16 a?os, y tras siete campa?as realizadas puede hablar con buen conocimiento de sus hielos y rocas, y de uno de los posibles efectos del discutido cambio clim¨¢tico que all¨ª tambi¨¦n es palpable: el retroceso de los glaciares.

Alto, delgado, fibroso y con un aspecto juvenil que desmiente sus 53 a?os, si exceptuamos la barba racheada de grises, L¨®pez, gallego de origen (As Pontes), casado y con dos hijos, fue, en 2002, el m¨¢s joven de los cuatro miembros del Comit¨¦ Cient¨ªfico Internacional de Investigaci¨®n en la Ant¨¢rtida (SCAR) que recogieron el Premio Pr¨ªncipe de Asturias a la cooperaci¨®n internacional.

Es raro el d¨ªa que no hay alguna noticia relacionada con el cambio clim¨¢tico. Los expertos afirman que el calentamiento del clima est¨¢ causando en la Ant¨¢rtida cambios profundos bajo el hielo, retroceso en los glaciares, aparici¨®n de praderas de hierba donde antes s¨®lo hab¨ªa hielo. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando realmente en el Polo Sur?

Estamos en un periodo especial de calentamiento global; hay evidencias de ello y es bastante generalizado en el mundo, tambi¨¦n en la Ant¨¢rtida y en el ?rtico. Las ¨¢reas polares son especialmente sensibles e interesantes para detectar si ese cambio se est¨¢ produciendo, y hay elementos en ellas para tratar de ver en qu¨¦ medida es consecuencia de factores antr¨®picos, producidos por el hombre, y de ciclos naturales, y ¨¦sa es una gran pregunta que est¨¢ planteada. Las ¨¢reas polares est¨¢n cambiando, pero, igual que ocurre en el resto del planeta, el cambio no es uniforme; no se puede decir que en toda la Ant¨¢rtida est¨¦n retrocediendo los glaciares: hay sectores en que lo est¨¢n, y hay evidencias claras de ello, pero hay otros sitios donde los glaciares aumentan de tama?o. Hay lugares donde hace m¨¢s calor y otros donde hace m¨¢s fr¨ªo; igual que pasa en todo el planeta, el calentamiento no es uniforme.

?Entonces hay un alarmismo excesivo con el cambio clim¨¢tico?

Los sistemas terrestres son muy complejos y est¨¢n interconectados, sobre todo a trav¨¦s de la atm¨®sfera y los oc¨¦anos, con las grandes corrientes oce¨¢nicas. Ciertos efectos se trasladan de unos lugares a otros, y all¨ª pueden tener consecuencias en sentido contrario al de origen. La forma de saberlo es utilizar modelos, tener buenos datos y registros fiables, que no existen desde el principio de los tiempos. En la Ant¨¢rtida s¨®lo los tenemos desde hace 50 a?os. Y ¨¦sta es una respuesta al porqu¨¦ de investigar en sitios tan remotos. Gracias a que desde los a?os cincuenta se hizo una serie de instalaciones en la Ant¨¢rtida hay buenos registros de temperatura y de otros par¨¢metros.

?Y qu¨¦ dicen esos registros?

Pues de 18 estaciones con registros largos, 11 han sufrido calentamiento, y siete, enfriamiento. Hay evidencias, por ejemplo, de que en los ¨²ltimos 50 a?os la pen¨ªnsula Ant¨¢rtica, situada frente a Suram¨¦rica, es uno de los tres lugares en el mundo que m¨¢s calentamiento han sufrido, casi dos grados por encima de la media global. Son lugares muy sensibles a la descongelaci¨®n, a que se produzca agua de fusi¨®n que penetra hacia la base de los glaciares y contribuye a que fluyan m¨¢s r¨¢pidamente, y a la ruptura de grandes plataformas de hielo, como la Larsen, que se desintegr¨® en parte en 2002. Eso est¨¢ ocurriendo en dicha pen¨ªnsula y tambi¨¦n en el ?rtico canadiense.

Los cient¨ªficos del British Antartic Survey aseguran que el 75% de los 400 glaciares ant¨¢rticos est¨¢ en regresi¨®n.

As¨ª es, aunque hay algunos que est¨¢n avanzando. Estamos viviendo un periodo interglacial, y los glaciares est¨¢n m¨¢s retrocedidos de lo que estuvieron en el m¨¢ximo de la ¨²ltima glaciaci¨®n, hace 20.000 a?os. Eso quiere decir que es un periodo m¨¢s c¨¢lido que en otras ¨¦pocas, con un nivel del mar relativamente alto, porque cuando el hielo se funde aumenta el nivel del mar. Los ciclos clim¨¢ticos se han producido bastante regularmente a lo largo del cuaternario y por eso ha habido glaciaciones c¨ªclicas cada 100.000 a?os. Pero esto no elimina el hecho de que hay que superponer los efectos humanos, y hoy d¨ªa tenemos una capacidad de afectar como nunca ha tenido la humanidad a lo largo de la historia. Y hay actuaciones humanas que se superponen a esos ciclos naturales y pueden potenciarlos hasta consecuencias catastr¨®ficas. Existen efectos, como la disminuci¨®n de la capa de ozono, que son exclusivamente debidos a la acci¨®n humana.

Entonces no hay exceso de alarmismo?

Creo que en general no, aunque a veces aparecen informaciones exageradas o sacadas de contexto. Es verdad que en los Alpes, en los Pirineos, en los Andes hay glaciares que est¨¢n desapareciendo, y en los ¨²ltimos 10 a?os el retroceso tambi¨¦n se ve en la Ant¨¢rtida, pero hay que tener en cuenta la perspectiva. No se puede tener una visi¨®n antropoc¨¦ntrica: lo que yo veo es todo. Y estamos viendo 10, 20 o los ¨²ltimos 50 a?os que llevamos de registros en la Ant¨¢rtida. Pero tambi¨¦n hay que tener cuidado con el mensaje contrario, el "podemos hacer lo que sea, ya que todo da igual", porque las consecuencias pueden ser impredecibles, y los efectos, irrecuperables. Por ejemplo, hay modelos que muestran que, de mantenerse el calentamiento unos milenios, el hielo de la Ant¨¢rtida se reducir¨¢ en la periferia, sobre todo en la pen¨ªnsula Ant¨¢rtica, pero aumentar¨¢ en el centro del continente, una zona muy ¨¢rida en la que incluso hay menos precipitaci¨®n que en el S¨¢hara. Porque si el aire es menos fr¨ªo podr¨¢n penetrar m¨¢s las borrascas y traer¨¢n precipitaciones a zonas donde no hab¨ªa, y nevar¨¢ m¨¢s, con lo cual se acumular¨¢ m¨¢s hielo. Los sondeos en el hielo ant¨¢rtico, que nos han proporcionado burbujas de aire del pasado, nos han hecho ver que los valores actuales de CO2 y de metano -gases de efecto invernadero- son muy superiores a los que ha habido a lo largo de los ¨²ltimos 400.000 a?os. Eso, desde luego que debe preocuparnos y hacernos tomar medidas.

?Y qu¨¦ hace ante esta situaci¨®n el SCAR, del que usted es vicepresidente? Se supone que re¨²ne a los mejores especialistas en la materia.

Las llamadas de alarma vienen precisamente de esa comunidad, de la investigaci¨®n que desarrolla. El SCAR trata de promover la ciencia ant¨¢rtica, coordinarla y orientarla hacia los programas m¨¢s interesantes, y recientemente ha adaptado su estructura a los nuevos tiempos, a la necesidad de registros fiables, bancos de informaci¨®n adecuados, etc¨¦tera [detr¨¢s de ese comit¨¦ est¨¢n los comit¨¦s nacionales de una treintena de pa¨ªses]. Y lo que hace es lanzar mensajes de hacia d¨®nde debe enfocarse la investigaci¨®n, y las comunidades cient¨ªficas de esos pa¨ªses coordinan sus esfuerzos hacia ese fin.

?Como llega un espa?ol a ser vicepresidente del SCAR? Estos organismos internacionales suelen estar 'copados' por anglosajones y n¨®rdicos.

Sobre todo porque se tiene el respaldo y la confianza de los compa?eros cient¨ªficos que te eligen, porque es una elecci¨®n democr¨¢tica. Yo he llegado porque mis compa?eros me han querido poner all¨ª. Es verdad que no hay muchos espa?oles en los ¨®rganos directivos de organismos de ICSU [Consejo Internacional para la Ciencia], quienes tienen m¨¢s presencia son los pa¨ªses que m¨¢s invierten; por ejemplo, el Reino Unido. Los pa¨ªses punteros promueven su presencia en los grandes comit¨¦s y programas cient¨ªficos internacionales; en ellos se adquiere una informaci¨®n de primera mano y se puede intervenir en la posici¨®n de la ciencia internacional. En Espa?a, esos aspectos no se promueven ni valoran mucho, como he podido apreciar, una vez m¨¢s, cuando recientemente me nombraron miembro del Joint Comitee para el A?o Polar Internacional. Dos grandes organizaciones, ICSU y la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial, han comenzado ya a organizar lo que ser¨¢ el A?o Polar Internacional en 2007-2008, que supondr¨¢ una gran focalizaci¨®n de la ciencia en las ¨¢reas polares, ?rtico y Ant¨¢rtico. Hay ya una veintena larga de pa¨ªses que han formado sus comit¨¦s nacionales para poner en marcha grandes programas de investigaci¨®n.

?Tiene sentido tanta burocracia para un continente casi virgen?

La palabra burocracia tiene cierto desprestigio? Lo que hace falta es ordenar e identificar lo prioritario con la m¨ªnima burocracia posible. Pero cuando se tiene que poner de acuerdo a miles de cient¨ªficos -en verano suele haber en la Ant¨¢rtida unos 4.000 investigadores, que pueden ser un 15% del total involucrado- y hay una treintena de pa¨ªses implicados, con institutos y universidades en los que trabajan centenares de personas, es necesario tener un m¨ªnimo de organizaci¨®n. Algo de eso que llama burocracia es imprescindible. Por ejemplo, el A?o Polar Internacional ha comenzado con una llamada a la comunidad cient¨ªfica internacional y hemos tenido cerca de 900 respuestas con iniciativas. El gran objetivo es hacer cosas que no ser¨ªan posibles con el ritmo habitual. Eso va a requerir esfuerzos, y hay pa¨ªses que ya lo han decidido.

?Y Espa?a qu¨¦ va a hacer?

En Espa?a, como suele ocurrir en otros casos, no solemos llegar muy a tiempo a estas iniciativas. Al final terminamos haciendo las cosas con entusiasmo, pero el verdadero tir¨®n lo suele hacer la comunidad cient¨ªfica; la respuesta de nuestra Administraci¨®n suele ser tard¨ªa. Los discursos son de buenas intenciones, pero nos cuesta llegar a la concreci¨®n.

?Interesa la Ant¨¢rtida a la ciencia espa?ola?

Lo que pasa con la Ant¨¢rtida es similar a lo que pasa con la ciencia en general: el discurso es bueno, pero la realidad no termina de aclararse. No estamos en buena situaci¨®n no ya comparados con Estados Unidos o el Reino Unido, sino con los pa¨ªses de nuestro entorno, como Francia o Italia. Este tipo de ciencia tan internacional, tan necesitada de tomar decisiones con antelaci¨®n, como es ahora el caso de un A?o Polar que requiere usar instalaciones que deben modernizarse seg¨²n los objetivos planteados -buques que han de ajustar sus calendarios-, en Espa?a toca en la llaga de lo que m¨¢s cojeamos: tomar decisiones adecuadas basadas en el conocimiento que llega de la comunidad cient¨ªfica, y sobre todo tomarlas a tiempo. Es algo que en nuestro pa¨ªs no est¨¢ resuelto, y hay una dif¨ªcil comunicaci¨®n entre la comunidad cient¨ªfica y quienes resuelven los medios. Hacen falta m¨¢s medios, pero tambi¨¦n estructuras de gesti¨®n adecuadas.

?Alg¨²n ministro se ha interesado en hablar con usted de temas de la Ant¨¢rtida, por poner un ejemplo?

Tanto como ministro, no, aunque s¨ª he tenido durante a?os oportunidad de hablar con pol¨ªticos o gestores de niveles altos, y normalmente he encontrado, como corresponde, una sensibilidad favorable. Yo creo que los pol¨ªticos, cuando dicen esos mensajes de que hay que promover la ciencia, lo dicen porque lo creen y quieren que Espa?a est¨¦ en ciencia internacional como nos corresponde. Y cuando les explicas los problemas de por qu¨¦ no es as¨ª, porque la organizaci¨®n que tenemos no es suficientemente ¨¢gil y no est¨¢ bastante engranada, lo entienden. Pero arreglar esa situaci¨®n no es f¨¢cil: tiene costes; hay que cambiar cosas; hay que estar interesados de verdad en ello; hay que tener un proyecto, desarrollarlo, tener interlocutores que de verdad se lo crean y quieran arreglarlo. Yo creo que hemos dado un cambio positivo, pero hace falta que ese mensaje se traduzca en realidades.

?Ni siquiera cuando dieron al SCAR el Premio Pr¨ªncipe de Asturias, que usted recogi¨®, se interesaron?

Recibimos el premio en 2002 y tuvo mucha proyecci¨®n p¨²blica, pero no se tradujo en nada ni ha tenido consecuencias positivas? El cambiar las cosas requiere tiempo y medios, y es verdad que no se pueden arreglar de la noche a la ma?ana.

?No tiene sensaci¨®n de postergar sus investigaciones, el trabajo de campo, por la 'burocracia ant¨¢rtica'?

Yo sigo investigando, con mi grupo de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, sobre la evoluci¨®n geodin¨¢mica y clim¨¢tica en un sector del arco de Scotia, que une Suram¨¦rica con la Ant¨¢rtida, donde apenas existen investigaciones en tierra porque algunas islas son de dif¨ªcil acceso. Hay mucha investigaci¨®n marina alrededor, y queremos enlazarla con nuestros datos y contribuir en el A?o Polar Internacional. Hemos publicado art¨ªculos y varios mapas geol¨®gicos y geomorfol¨®gicos de las islas Decepci¨®n, Livingston y Rey Jorge; hemos muestreado suelos y permafrost en ¨¢reas concretas, y queremos, mediante im¨¢genes de sat¨¦lite de mucha resoluci¨®n y teledetecci¨®n, extenderlo a un ¨¢mbito regional, y eso est¨¢ imbricado en un programa de todo el hemisferio sur y la Ant¨¢rtida. Son tem¨¢ticas bien conocidas en el ?rtico, existe un mapa del permafrost en el ?rtico, pero no en la Ant¨¢rtida.

Est¨¢ claro que es usted nuestro hombre en la Ant¨¢rtida, parece dif¨ªcil que alguien la conozca mejor en estos momentos.

No, no, en Espa?a hay un buen grupo de investigadores con mucha experiencia ant¨¢rtica, lo que ocurre es que me voy viendo metido en posiciones que me dan una perspectiva relativamente amplia de aquel continente. Y aunque el tiempo que dedico a la burocracia es limitado, tiene algunos costes. Pero tambi¨¦n esas actividades son enormemente formativas, te dan la perspectiva de saber c¨®mo hacen las cosas en Francia, en Alemania, en Gran Breta?a; ahora mismo estar en el A?o Polar?

?De verdad no a?ora sus monta?as, sus escaladas a los 'ochomiles'; su subida al Winson, el monte m¨¢s alto de la Ant¨¢rtida?

En cierto modo, s¨ª, sigo siendo alpinista y me gustan mucho las monta?as. En efecto, he ido varias veces al Himalaya y he hecho una treintena de expediciones por las principales cordilleras del mundo. He estado ocho veces en el Himalaya, en el Karakorum, y he subido a tres picos de m¨¢s de 8.000 metros, entre ellos el Everest, sin ox¨ªgeno, en 1988. Tambi¨¦n sub¨ª al Hidden Peak, y al Manaslu, y a otros de m¨¢s de 6.000 y 7.000 metros en los Andes, Alaska y ?frica. Las monta?as siempre han sido para m¨ª, desde ni?o, una afici¨®n, y no s¨®lo las m¨¢s grandes y conocidas. He ido y sigo yendo a mis monta?as cercanas, la Pedriza, Gredos, Guadarrama, al Pirineo cuando viv¨ªa en Zaragoza -fui tres a?os profesor de la Universidad de Zaragoza-. Siempre me ha atra¨ªdo hacer expediciones con los amigos. Algunos siguen haci¨¦ndolas y me invitan, como hace poco mi amigo Carlos Soria, y claro que me gustar¨ªa ir; pero el tiempo no es el¨¢stico y cada vez tengo m¨¢s responsabilidades. A medida que he ido meti¨¦ndome m¨¢s en la investigaci¨®n ant¨¢rtica, las campa?as, los viajes son largos?

Cuando hace esas escaladas a monta?as m¨ªticas, ?las sigue viendo con ojo y esp¨ªritu de ge¨®logo o le puede el placer del riesgo y la exploraci¨®n?

Se mezclan las dos cosas. Siempre me ha interesado la naturaleza, y mi formaci¨®n me llev¨® a los glaciares, a las rocas, porque el tipo de geolog¨ªa que yo hago -la geodin¨¢mica se ocupa de los procesos en la Tierra, de c¨®mo cambia su fisonom¨ªa a lo largo de la historia- me hace ver esas cosas siempre que voy a las monta?as; pero tambi¨¦n cuando viajo a cualquier sitio no dejo de ver c¨®mo son las rocas, si est¨¢n plegadas o no, si hay fallas, y eso me permite entender y disfrutar m¨¢s del paisaje. Lo mismo pasa en la Ant¨¢rtida: cuando voy a investigar, a coger muestras de playas, de alturas, tengo que cruzar glaciares, ponerme los crampones, acampar en sitios dif¨ªciles.

Como ge¨®logo se mueve entre glaciares y monta?as; las dos cosas se dan juntas en la Ant¨¢rtida, en medio de una enorme soledad y dureza. ?C¨®mo ha vivido ese paisaje de glaciares, hielo y monta?as?

Para m¨ª, la Ant¨¢rtida tiene cosas muy atractivas: esa limpieza del aire que permite ver distancias enormes, pierdes la escala porque no hay ¨¢rboles, no hay elementos humanos que te den la escala? Y ves animales que no es f¨¢cil contemplar en otro sitio. Yo no hab¨ªa visto elefantes marinos o ping¨¹inos hasta que no fui a la Ant¨¢rtida. Son cosas que te sorprenden, te llaman la atenci¨®n, como saber que est¨¢s en un sitio remoto donde puede no haber nadie alrededor en cientos de kil¨®metros. Eso me pas¨® cuando subimos al monte Vinson, no hab¨ªa nadie en unos 200 kil¨®metros a la redonda. Esos espacios abiertos de soledad, de ausencia de ruidos; ese aire especial, los t¨¦mpanos pasando por el mar, es un ritmo y un tipo de percepciones a las que no est¨¢s acostumbrado, y si te gusta la naturaleza, te atraen, sorprenden y gustan, y las recuerdas luego.

Pero cuando se vuelve con frecuencia a un territorio tan duro e inh¨®spito, la cosa debe de cambiar?

No hay la misma sorpresa de las primeras veces, pero, desde un punto de vista cient¨ªfico, tiene un enorme inter¨¦s; incluso la forma en que se aborda esa investigaci¨®n, tan compartida con otros porque es dura y hay que ayudarse, es muy interdisciplinar. Yo he aprendido mucho de otros compa?eros bot¨¢nicos, f¨ªsicos, bi¨®logos, con los que he coincidido en los barcos y bases; es muy enriquecedor. Mi inter¨¦s por la Ant¨¢rtida est¨¢ sobre todo basado en la ciencia; si quiero ir all¨ª no es porque sea un territorio casi desconocido, sino porque es all¨ª donde est¨¢n las cosas que queremos investigar y que no podemos estudiar en otros sitios. Lo que s¨ª tiene es diferencias con otros lugares remotos que conozco. Por ejemplo, con respecto al alto Himalaya, t¨² est¨¢s en la cumbre del Everest o en el Karakorum, y son sitios muy remotos, a d¨ªas de la civilizaci¨®n, pero desde all¨¢ arriba ves tonos verdes, marrones; sabes que puedes tardar en bajar una semana o dos, pero quiz¨¢ encuentres a un pastor con sus yaks, un peque?o poblado; hay vida y colores, riqueza cultural? En la Ant¨¢rtida, t¨² est¨¢s en la cumbre del Vinson a 5.000 metros -exactamente a 4.898, unos 90 m¨¢s que el Mont Blanc-, que es una altura modesta comparada con el Everest, y no tienes esa sensaci¨®n de falta de ox¨ªgeno, pero sabes que no hay nadie en 200 kil¨®metros a la redonda; que, te pongas a andar por donde te pongas, no vas a encontrar a nadie, y que de all¨ª no sales como no te vengan a recoger. All¨ª estuvimos tres semanas, en verano, con temperaturas entre 18 y 40 grados bajo cero.

Fue el primer espa?ol en escalarlo. ?Inter¨¦s cient¨ªfico o puro desaf¨ªo ant¨¢rtico?

?ramos dos personas, Pedro Nicol¨¢s y yo, y fuimos a hacer un trabajo. Nos trasladaron en avioneta hasta un campamento cerca del paralelo 80 de latitud; llev¨¢bamos una radio y estuvimos enlazados hasta que vinieron a recogernos. ?Arriesgado? Si tienes experiencia suficiente, los riesgos est¨¢n controlados, se minimizan. Fuimos donde hab¨ªa afloramientos rocosos; hicimos una serie de estudios aprovechando la ascensi¨®n, se trataba de investigar al tiempo que sub¨ªamos. Desde luego era un aliciente escalar la monta?a m¨¢s alta de la Ant¨¢rtida; entonces hab¨ªan subido muy pocas personas y ning¨²n espa?ol, ahora est¨¢ m¨¢s popularizada. All¨ª no hay animales, es puro hielo y roca. Hay paredes rocosas de hasta 2.000 metros, y en la propia cumbre aflora la roca. La ascensi¨®n es como el Mont Blanc; un poco m¨¢s dif¨ªcil, pero no de dificultad extrema. Hay que tener cuidado porque cuando te mueves por glaciares puede haber grietas y hay que usar la cuerda.

?Y eso no es arriesgado a 30 bajo cero y ni un ser humano en 200 kil¨®metros?

Siempre hay riesgos que es importante controlar; pueden sobrevenir vientos muy fuertes que levantan unas polvaredas de nieve que te enfr¨ªan enormemente y te desorientan, y es f¨¢cil perderse. Nosotros ten¨ªamos una peque?a tienda de campa?a, y montamos tres o cuatro campamentos, pero siempre ¨ªbamos con la tienda encima. En una ocasi¨®n, cuando volv¨ªamos hacia el campamento base, se form¨® una gran ventisca y, totalmente perdidos, tuvimos que meternos en la tienda y aguantar 24 horas. Cuando se despej¨® la ventisca no est¨¢bamos muy lejos del campamento base; pero, de no haber tenido aquella tienda con nosotros, la situaci¨®n hubiera sido complicada. Una simple tela protegiendo del viento parece que no es nada, pero puede cambiar mucho la sensaci¨®n t¨¦rmica.

Supongo que en esas circunstancias es obligado acordarse de los pioneros, de Shackleton, Scott, Amundsen? Es inevitable pensar en el terrible viaje de Scott, tan bien contado en ese fascinante libro 'El peor viaje del mundo', y sobre todo de Shackleton, que despu¨¦s de perder su barco consigui¨® salir adelante y salvar a todos sus hombres, con aquellas ropas en pleno invierno ant¨¢rtico?

Claro que los recuerdas, y conocer esas historias y estar en el mismo escenario es un atractivo adicional. De Shackleton me he acordado muy especialmente, porque nuestro grupo llevaba varios a?os queriendo ir a la isla Elefante, que es donde ¨¦l estuvo despu¨¦s de tantos meses de peripecia, cuando echaron los botes al agua y llegaron a la isla Elefante, en las Shetland del Sur. Todav¨ªa hoy tiene muy dif¨ªcil acceso, sin ninguna base y unas costas muy acantiladas. Anteriormente hab¨ªamos intentado ir con el buque Hesp¨¦rides, y en dos ocasiones no logramos desembarcar. Finalmente, hace dos a?os, en un proyecto combinado con colegas brasile?os, conseguimos hacer una campa?a en la isla, y ahora estamos haciendo varias publicaciones y mapas. Un buque brasile?o, con helic¨®ptero, nos permiti¨® montar campamentos; pero en una de las ocasiones, el helic¨®ptero que iba a recogernos al final del d¨ªa a un ge¨®logo holand¨¦s, a otro brasile?o y a m¨ª, nos dej¨® trabajando a lo largo de la costa. Llev¨¢bamos comida y sacos de dormir, pero no tienda porque el tiempo estaba bueno y el barco a la vista. Pero el d¨ªa fue pasando, se meti¨® el viento de forma muy r¨¢pida, el barco tuvo que alejarse, lleg¨® la noche y est¨¢bamos totalmente mojados por el aguanieve y tuvimos que disponernos a pasar la noche sin tienda; vimos una morrena con grandes bloques y uno que hac¨ªa de visera, y all¨ª pasamos la noche, acurrucados unos contra otros, comiendo la poca comida fr¨ªa que ten¨ªamos.

Acord¨¢ndose de Shackleton?

?C¨®mo no ¨ªbamos a acordarnos de ¨¦l! Desde luego, nosotros pasamos bastante fr¨ªo; est¨¢bamos a bajo cero, no demasiado, pero con mucho viento y mojados, y eso es lo peor de soportar; pero record¨¢bamos a los 22 hombres que se quedaron en la isla Elefante mientras Shackleton fue hasta Georgia del Sur. Tard¨® dos meses y pico en volver, y no llevaban nuestras ropas modernas que se secan r¨¢pido, ni las camisetas de forro polar? Aquella experiencia del Endurance, entre 1914 y 1916, fue tremenda, uno de los mayores ejemplos que existen de fuerza de voluntad, capacidad de supervivencia y moral para resistir la adversidad. Shackleton quiz¨¢ no consegu¨ªa sus objetivos como Scott o Amundsen, pero como persona era admirable y sab¨ªa salir de dificultades enormes.

Cu¨¦nteme alguna de sus peores experiencias ant¨¢rticas.

En el monte Vinson ha sido la vez que he pasado m¨¢s fr¨ªo porque cuando est¨¢bamos en la cumbre hab¨ªa unos 34 grados bajo cero, con un viento muy fuerte, y la sensaci¨®n t¨¦rmica estaba casi en el l¨ªmite de lo que pod¨ªas resistir, de unos 60 o 70 grados bajo cero. Desde la cumbre, que estaba totalmente despejada, ve¨ªamos toda la cadena de monta?as, las enormes planicies heladas; pero hicimos unas fotos, cogimos unas muestras y nos bajamos r¨¢pidamente a la arista, y en cuanto nos protegimos del viento, aunque segu¨ªamos estando a 34 grados bajo cero, era como si hubiera llegado el verano? Quiz¨¢ las situaciones m¨¢s dif¨ªciles en la Ant¨¢rtida han estado unidas a los desembarcos en zodiacs. No hay puertos ni gr¨²as, y cuando te dejan en una isla o acercan a tierra tienes que bajar de una zodiac, mojarte los pies, la ropa, y despu¨¦s de hacer tu trabajo volver a meterte en la zodiac. Puede que no est¨¦s a m¨¢s de cinco bajo cero, pero con ese viento y mojado se pasa mucho fr¨ªo. Y sabes que si te caes en esas aguas?

Ya s¨¦ que los ant¨¢rticos rechazan hablar de peligros; pero, de verdad, ?nunca ha sentido miedo?

Ha habido momentos de detectar peligros, pero no han sido situaciones l¨ªmite; siempre sab¨ªamos que ¨ªbamos a salir, que era cuesti¨®n de aguantar dos o tres d¨ªas. Sabes que aunque pases mucho fr¨ªo y no comas, no te mueres. A veces hay que tener paciencia porque, aunque lleves una radio, igual la avioneta, helic¨®ptero o zodiac no puede recogerte en varios d¨ªas; pero las comunicaciones han cambiado much¨ªsimo, ya pas¨® la ¨¦poca heroica en la que se iban unos y no se sab¨ªa d¨®nde estaban ni si iban a volver. Y adem¨¢s hay unas normas de comportamiento claras: no se puede hacer locuras, todo est¨¢ controlado, se llevan radios y se conecta a determinadas horas. Son territorios hostiles, dif¨ªciles, que exigen tener experiencia y cumplir unos protocolos de seguridad.

Usted que conoce bien el panorama internacional, ?a qu¨¦ nivel est¨¢ la investigaci¨®n ant¨¢rtica espa?ola?

Creo que est¨¢ en un nivel relativamente digno, sobre todo para un pa¨ªs con muy escasa tradici¨®n polar y que se ha incorporado tard¨ªamente a la investigaci¨®n ant¨¢rtica. La gente puede pensar que se dedican cifras elevadas por ser la Ant¨¢rtida, pero no es mucho en relaci¨®n con otras investigaciones; adem¨¢s, creo que tiene que ser as¨ª, la investigaci¨®n ant¨¢rtica no debe sobredimensionarse. Es verdad que hace falta dinero en general, y deber¨ªa haberlo para el A?o Polar, pero no es el ¨²nico problema. Hay que tener una estructura adecuada para gestionar esos medios, que de verdad se seleccionen los buenos proyectos, que se seleccionen a tiempo, y que los investigadores m¨¢s competentes y reconocidos internacionalmente tengan facilidades y no se topen con una carrera de obst¨¢culos. Hay que preguntarse en qu¨¦ medida Espa?a puede jugar internacionalmente si pone sus elementos sobre la mesa, y sus elementos son sus cient¨ªficos, sus instalaciones, sus bases, sus buques. Pero todo eso requiere una gesti¨®n coordinada y correcta, y ah¨ª es donde tenemos una asignatura pendiente.

Internet SCAR: www.scar.org.

Jer¨®nimo L¨®pez, delante de la Facultad de Ciencias de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, de la que es profesor.
Jer¨®nimo L¨®pez, delante de la Facultad de Ciencias de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, de la que es profesor.CRISTOBAL MANUEL

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