Y lleg¨® la gente
M¨¢s de 10.000 personas acudieron a la fiesta en el segundo d¨ªa del Womad madrile?o. A Enrique Morente le pega eso de estar en el cartel de un festival de m¨²sicas del mundo: Morente es uno de los raros artistas espa?oles al que se puede ver en conciertos de otros. Comenz¨® por mirabr¨¢s un poco atravesao. Aunque bastante menos que los espont¨¢neos palmeros que se encontr¨® entre el p¨²blico. Hubo que escucharle de pie, entre gente cambi¨¢ndose de sitio y llam¨¢ndose a gritos por los m¨®viles.
El genio que ha llevado el flamenco a su vera se trajo un par de piezas de Omega, cant¨® la cabal de Silverio, por siguiriyas al comp¨¢s de buler¨ªas, por tangos, y uno de esos fandangos que ¨¦l borda. "Para ver que todo se ha ido, para ver los huesos y los vestidos, dame t¨² guante de luna", se le oy¨® bajo las estrellas en la noche del s¨¢bado.
Womadrid
Kasse Mady Diabate, Amjad Ali Khan, Njava, Tot¨® la Momposina, Buika, Enrique Morente y Daara J. Explanada del Lago de la Casa de Campo. Madrid, 21 de mayo.
Kasse Mady Diabate casi no llega. Su vuelo desde Bamako aterriz¨® en Barajas y tres horas despu¨¦s estaba cantando en Womadrid. Bub¨² verde p¨¢lido y sombrero granate para una de las voces m¨¢s valiosas de la regi¨®n del Manden. Este griot o jeli, trovador que hered¨® el oficio de quienes entretuvieron con sus historias a emperadores y reyes de Mali, canta sobre la pulsaci¨®n del balaf¨®n (xil¨®fono africano). A Kasse Mady -se le puede escuchar en un disco ac¨²stico para el sello mexicano Coras¨®n- por fin se le empieza a reconocer en Europa.
Una peque?a tarima y cuatro m¨²sicos sentados en el suelo en semic¨ªrculo. Amjad Ali Khan es uno de los grandes maestros del sarod -de brazo corto y cuerdas pulsadas con p¨²a, descendiente de un la¨²d de origen persa-, el veh¨ªculo privilegiado de la m¨²sica cl¨¢sica del norte de la India. Con un virtuosismo que ¨²nicamente se consigue desde la dedicaci¨®n cotidiana al instrumento, los indios improvisaron de forma vertiginosa. Un lenguaje elaborad¨ªsimo al que hay que prestar toda la atenci¨®n para disfrutarlo plenamente.
La gigantesca isla de Madagascar posee una m¨²sica diferente a las de las dem¨¢s zonas de ?frica. Lo m¨¢s llamativo: guitarras veloces y unas armon¨ªas vocales como las de Monika y Lala, las dos hermanas cantantes de Njava. La actuaci¨®n del grupo malgache fue desigual. M¨¢s interesante cuando se acercaron a sus ra¨ªces. Tot¨® la Momposina lleg¨® con sus porros y sus bullerengues, con los tambores macho y hembra y las gaitas -flautas largas- tradicionales de los pueblos a orillas del Magdalena y la costa caribe?a. De Palenque, Talaiguaviejo o Momp¨®s. M¨²sica cimarrona que viene de la tierra. La cantadora es una habitual de los festivales Womad. Sonia Bazanta, alumna de la Sorbona convertida en Tot¨®, no sorprende porque ya ha estado antes por aqu¨ª.
Buika, de la que tanto se habla, y para bien, por su apasionada mezcla de soul, jazz y flamenco, dio la nota. Lamentablemente. La mallorquina de origen guineano y crecida entre gitanos se dedic¨® a desga?itarse. Gritos y m¨¢s gritos. Un cruce desmadrado entre Janis Joplin y Mar¨ªa Jim¨¦nez para una ocasi¨®n perdida. La noche la cerraron otros africanos: Daara J. Hip hop m¨¢s mel¨®dico y menos agresivo en el mensaje que el de sus hermanos estadounidenses. Los excelentes raperos de Dakar son la avanzadilla de un fen¨®meno que se ha propagado por toda ?frica desde Senegal (Positive Black Soul) hasta Tanzania (X-Plastaz). Entre toques de raggamuffin y bailes espectaculares proclamaron que el rap naci¨® en ?frica. Y no andan muy equivocados.
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