Escrito en la frente
En las ¨²ltimas p¨¢ginas de El tel¨®n, Milan Kundera, escribe: "Cuando la Historia pone en movimiento las masas, los ej¨¦rcitos, los sufrimientos y las venganzas, ya no se pueden distinguir las voluntades individuales; el desbordamiento de las alcantarillas que sumergen el mundo se traga totalmente la tragedia".
En un nuevo episodio de esa tragedia vemos a un soldado estadounidense, armado de un rotulador, que identifica en la frente a un detenido iraqu¨ª no con su nombre, que carece de todo valor, sino con un n¨²mero. El soldado maniat¨® al prisionero y le vend¨® los ojos. Me pregunto qu¨¦ habr¨¢ sentido en ese instante este hombre cuando su captor lo trata como al ganado, o como un despojo b¨¦lico, o tal vez como un bot¨ªn de guerra. El rotulador presiona sobre las arrugas de la frente y la mano izquierda del enemigo, pertrechado para el combate, lo sujeta por el hombro para evitar que tiemble o retroceda al contacto con ese punz¨®n invisible. ?Ser¨¢ conducido de aqu¨ª a la tortura? ?Qu¨¦ horas, d¨ªas o meses de oscuridad y de p¨¢nico le esperan? Como tantos otros civiles iraqu¨ªes, forma parte de un maldito ej¨¦rcito de derrotados, v¨ªctimas de una guerra contra el terrorismo. Guerra preventiva e ilegal, adem¨¢s de incomprensible.
Amnist¨ªa Internacional acaba de publicar su informe anual no solo sobre los "niveles inauditos de crueldad" alcanzados por los terroristas sino, tambi¨¦n, sobre los excesos injustificables de los torturadores estadounidenses. Acci¨®n y reacci¨®n se suceden en la barbarie. A las decapitaciones transmitidas por televisi¨®n de secuestrados en poder de los insurgentes, se responde con m¨¢s muertos, torturas y vejaciones por parte de los vigilantes de los derechos humanos, salvadores de nuestra civilizaci¨®n.
Amnist¨ªa denuncia el cinismo de la administraci¨®n Bush al encubrir la tortura redefiniendo esta violaci¨®n por la v¨ªa de la sem¨¢ntica. Romper los t¨ªmpanos de un detenido no ser¨ªa mas que "una manipulaci¨®n sensorial". Que el preso vaya a ser colgado de un cable, o que se le fuerce a permanecer de pie sin dormir durante d¨ªas, o que sea literalmente asfixiado en sus propios excrementos, entra en la categor¨ªa de las denominadas a partir de ahora "posturas estresantes". ?Y qui¨¦n queda a salvo de esas posturas en una guerra no declarada como tal? A la resistencia, en cambio, conviene etiquetarla de insurgencia. Porque una invasi¨®n no es m¨¢s que una cruzada ben¨¦fica y global del credo democr¨¢tico.
En otro ensayo de dos p¨¢ginas solamente, titulado El desertor, Kundera afirma que si ahora preguntamos a la gente cu¨¢l fue el verdadero motivo de la guerra del 14 "nadie sabr¨¢ responder, aunque tan gigantesca carnicer¨ªa est¨¢ en el origen de todo el siglo que acaba de terminar, y de todo su mal". Es cierto. Lo mismo ocurrir¨¢ cuando dentro de algunos a?os preguntemos a los m¨¢s j¨®venes cu¨¢l fue el motivo qu¨¦ llev¨® a la guerra del 39 o, m¨¢s adelante, incluso, cuando se interrogue a la gente sobre la raz¨®n que llev¨® al l¨ªder de la rapi?a mundial a desencadenar una guerra terrorista contra el terrorismo. Nadie sabr¨¢ responder y, tal vez, las responsabilidades quedar¨¢n exoneradas.
Trillo
Antes del accidente del Yak 42 coincid¨ª con el ministro Trillo en una librer¨ªa de Madrid. Su presencia no pas¨® desapercibida. Cuando una persona se le quedaba mirando con gesto de incredulidad, Federico Trillo le saludaba con voz de rompan filas y, de este modo, dejaba claro que se trataba del hombre que mand¨® poner la gigantesca y pol¨¦mica bandera espa?ola en la plaza de Col¨®n, el hombre que m¨¢s veces trepaba al podio para mostrarse como el m¨¢s alto y el m¨¢s patriota de todos los ministros de Aznar. Y ya entonces Trillo nos daba risa pero tambi¨¦n algo de miedo.
Lo estuve observando en la librer¨ªa. Pens¨¦ que quer¨ªa dar la imagen de pol¨ªtico sensible, culto, honesto y responsable. Y sobre todo, de persona tan exigente que cualquier libro no era su libro. Los hojeaba y los dejaba a un lado. Hasta que al final ni siquiera se llev¨® un manual de autoayuda, con lo bien que le habr¨ªa venido en estos momentos. De pronto hizo un gui?o a sus guardaespaldas y estos lo sacaron en vilo de la librer¨ªa, y lo sentaron como a un ni?o inv¨¢lido en el coche que esperaba en la puerta.
Luego ocurri¨® el accidente en el que murieron 62 militares espa?oles v¨ªctimas de una chapuza marcada por la corrupci¨®n y de la que el ministro debe ser en alguna medida responsable. ?Responsable? Trillo no asume responsabilidades. No da la cara. Aunque le pidan que entregue su acta de diputado se resiste porque ?acaso ser¨ªa algo si renunciara a ser lo que es, por muy indigno e indignante que sea seguir siendo precisamente lo que es? Trillo aguantar¨¢ lo que le echen hasta que lo saquen a patadas de la vida p¨²blica para sentarlo en el banquillo.
Nuevo espacio
Un nuevo autom¨®vil se anuncia a todo trapo as¨ª: "Tal como est¨¢ la vivienda, habr¨¢ que invertir en otro tipo de espacios". Por fin, en vez de agua, gasolina. En lugar de sala de estar, un todoterreno. Un monovolumen con asientos abatibles ser¨¢ la soluci¨®n del problema inmobiliario nacional. Sobrellevaremos esta crisis gracias al t¨²nel que une el Ministerio de la Vivienda con el del Transporte. Porque tu casa es tu coche. Y viceversa. Afortunadamente todav¨ªa existen creadores intr¨¦pidos como Joan Dol? y Carles P¨¦rez capaces de lanzar al mercado de las ideas una deslumbrante publicaci¨®n valenciana, bimensual y biling¨¹e, dedicada a la arquitectura y el mundo relacionado con ella. Esta revista de cultura y ciudad se llama Lars. Su director, Joan Dol?, cuenta con el asesoramiento de Carles P¨¦rez, quien desde hace un a?o es uno de los pilares que apuntalan el desfalleciente Muvim (Museo Valenciano de la Ilustraci¨®n y de la Modernidad) que ahora empieza, de abajo arriba, a cambiar de imagen y hasta de p¨²blico. Las ofertas de Farem (exposiciones, ciclos de cine, conferencias, m¨²sica y otras) son tan variadas como ambiciosas y han puesto al Muvim en la vanguardia cultural. Lo que la Ilustraci¨®n no dej¨® a su paso por Espa?a s¨®lo ese parque tem¨¢tico tard¨ªo y surreal donde una empolvada Maria Antonieta reparte chocolate Valor para endulzar la guillotina lo que no dejaron ni la Ilustraci¨®n ni su falso portavoz Zaplana, lo proponen ahora estos nuevos ilustrados de la nov¨ªsima cultura en los s¨®tanos del Muvim.
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