La pacifista aplastada
La orden del Gobierno israel¨ª era demoler la casa de un farmac¨¦utico palestino. No import¨® que una joven estadounidense estuviera en medio. La excavadora arroll¨® a la pacifista el 16 de marzo de 2003. Una obra de teatro con sus ¨²ltimos mensajes recuerda ahora a Rachel Corrie.
Hay una anotaci¨®n concreta en el diario de Rachel Corrie, probablemente escrita durante 1999, cuatro a?os antes de ser arrollada por una excavadora israel¨ª en la franja de Gaza cuando intentaba impedir la demolici¨®n de casas palestinas. Ten¨ªa 19 o 20 a?os: "So?¨¦ que me ca¨ªa, ca¨ªa hacia mi muerte desde un lugar polvoriento, suave y desmenuzado como las colinas de Utah, pero segu¨ª aferr¨¢ndome, y cada vez que se romp¨ªa un punto de apoyo en la roca, extend¨ªa la mano mientras ca¨ªa y me agarraba a otro. No ten¨ªa tiempo de pensar en nada, s¨®lo de reaccionar como si estuviese jugando a un videojuego cargado de adrenalina. Y o¨ªa: 'No puedo morir, no puedo morir' una y otra vez en mi cabeza".
El a?o pasado, Elyse Dogson, del teatro Royal Court de Londres, me pidi¨® que adaptara los escritos de Rachel Corrie a una obra teatral con Alan Rickman, que tambi¨¦n la dirig¨ªa. Hab¨ªa le¨ªdo los impactantes correos electr¨®nicos que enviaba a casa desde Gaza y hab¨ªa le¨ªdo los relatos de testigos en la Red. Pero no sab¨ªa que los primeros escritos de Rachel -incluso antes de que se planteara viajar a Oriente Pr¨®ximo, desde sus d¨ªas de colegiala y universitaria hasta su vida como trabajadora en un centro de salud mental de su ciudad natal, Olympia, en Washington- ser¨ªan igualmente fascinantes y contendr¨ªan elementos de escalofriante profec¨ªa. Tampoco ten¨ªa idea del tipo de persona que era Rachel Corrie: fumadora empedernida, desordenada, delgada, amante de Dal¨ª y la m¨²sica de Pat Benatar.
Todo eso lo descubr¨ª m¨¢s tarde. Rachel muri¨® a los 23 a?os, el 16 de marzo de 2003, arrollada por una excavadora Caterpillar D-9, un veh¨ªculo especialmente dise?ado para demoler casas. Tres d¨¦cadas antes, su padre hab¨ªa conducido excavadoras en Vietnam para el Ej¨¦rcito de EE UU. Su muerte fue la primera de una serie de asesinatos de occidentales en Gaza en la primavera de 2003, mientras se desarrollaba la guerra en Irak, como los brit¨¢nicos Tom Hurndall, de 22 a?os, asesinado el 11 de abril, y el c¨¢mara James Miller, de 34 a?os, tiroteado el 16 de mayo. Ella y Hurndall eran activistas del ISM, siglas en ingl¨¦s de Movimiento Solidario Internacional, una organizaci¨®n fundada "para apoyar la resistencia palestina no violenta a la ocupaci¨®n militar israel¨ª". Rachel fue asesinada s¨®lo dos d¨ªas antes del inicio del asalto a Bagdad, mientras gran parte del mundo miraba hacia otra parte. Se convirti¨® en una m¨¢rtir para los palestinos, una v¨ªctima de su Intifada que se hab¨ªa enfrentado al poderoso Ej¨¦rcito israel¨ª. Pero muchos israel¨ªes la consideraban una entrometida en una situaci¨®n que no comprend¨ªa. Y para algunos estadounidenses era una traidora; algunas p¨¢ginas web bramaban: "Deber¨ªa arder en el infierno para toda la eternidad". "Menos mal que ha muerto".
Los allegados de Raquel preferir¨ªan que no se hubiese hecho famosa por ser la rubia estadounidense que muri¨® asesinada. Como dijo su ex novio, Colin Reese, en el documental Death of an idealist [Muerte de una idealista]: "Nada de lo que era Raquel, ninguna de las brillantes ideas que tuvo, ning¨²n proyecto art¨ªstico que realiz¨® importa; ha quedado reducida a su muerte". Reese se suicid¨® el a?o pasado.
Al desarrollar esta obra de teatro quer¨ªamos sacar a la luz a la mujer tras el s¨ªmbolo pol¨ªtico, m¨¢s all¨¢ de su muerte. Pretend¨ªamos averiguar qu¨¦ hac¨ªa a Rachel Corrie distinta del estereotipo actual de la juventud consumista y despolitizada.
Tras recibir el permiso de los padres de Rachel para adaptar sus palabras al teatro, nos enviaron un paquete valios¨ªsimo: 184 p¨¢ginas con sus escritos, la mayor¨ªa de los cuales no se hab¨ªan visto antes. El material retrataba a una mujer a la vez corriente y extraordinaria: escribi¨® poemas sobre su gato, sus amigos, su abuela, el viento; pero tambi¨¦n, desde una edad sorprendentemente temprana, se comprometi¨® apasionadamente con el mundo e intent¨® encontrar su lugar en ¨¦l. A los 10 a?os, Rachel escribi¨® un poema sobre c¨®mo "sufren los ni?os en todas partes" y c¨®mo deseaba "acabar con el hambre para el a?o 2000". Como dice Rickman, "ya sab¨ªa lo que era el lenguaje; era ocurrente, una narradora, ten¨ªa ilusiones". A los 12 a?os, Raquel escrib¨ªa: "Sab¨¦is que nada de esto es realmente cierto, porque lo que he escrito hoy es verdad, pero lo leer¨¦is ma?ana, o al d¨ªa siguiente, y toda mi vida ser¨¢ distinta. ?Es eso la vida, un nuevo borrador cada d¨ªa, una nueva perspectiva cada hora?".
Durante la adolescencia visit¨® Rusia, un viaje que le abri¨® los ojos, y empez¨® a rechazar la cultura del consumo, afirmando que quer¨ªa ser distinta de sus "hermanos y hermanas empresarios, emprendedores, licenciados en Econ¨®micas y vestidos a lo Yale con pantalones caqui y zapatos de tac¨®n". Decidi¨® ser artista y escritora, y a?ad¨ªa que no le "importaba una mierda ser mediocre". En torno a esa edad entabl¨® una sorprendente comunicaci¨®n con sus padres, mediante escritos que expresan brillantemente ansiedades sobre la seguridad y la libertad y que se vuelven especialmente conmovedoras a la luz de su violenta muerte. A los 19 a?os le escribi¨® a su madre: "S¨¦ que te doy miedo? Pero quiero escribir y quiero ver. ?Y sobre qu¨¦ escribir¨ªa si me quedara en la casita de mu?ecas, en el mundo floreado en el que crec¨ª? Te quiero, pero se me ha quedado peque?o lo que me diste? Deja que me enfrente a mis monstruos. Te quiero. T¨² me creaste. T¨² me creaste".
Rachel escribi¨® tambi¨¦n sobre los hombres y el sexo. A un chico del que se enamor¨® le describ¨ªa as¨ª: "Cuenta todas las historias como si fuesen canciones de blues?, sus ojos est¨¢n continuamente aburridos y sus labios se divierten continuamente". Escribi¨® una divertid¨ªsima anotaci¨®n en su diario sobre c¨®mo ella y su nuevo amante, "culo prieto", se toparon con Colin, su ex. Se prepar¨® con ansia para el encuentro, se afeit¨® las axilas, se puso "una camiseta ajustada comprada en la secci¨®n de ni?os del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n" y se imagin¨® que viv¨ªa en un anuncio de bebidas sin alcohol: "Siempre estoy en la playa con un grupo de fornidos amigos, y bailamos todo el rato".
Su agudeza era sard¨®nica, y es uno de los principales aspectos que recuerdan sus amigas. La evoluci¨®n pol¨ªtica de Rachel cogi¨® ritmo a sus veintitantos a?os. Asisti¨® a la Universidad estatal de Evergreen, un centro con fama de liberal en Olympia, una ciudad que comparte esa misma fama. Despotricaba en contra de c¨®mo "se expresa la humanidad a trav¨¦s de lo que decidimos comprar en el centro comercial", y despu¨¦s del atentado del 11-S se implic¨® en el activismo comunista, organizando una marcha pac¨ªfica, pasando un tiempo con un grupo de indigentes y durmiendo al raso el D¨ªa del Trabajador. Pero al mismo tiempo dudaba de que sus actos tuvieran relevancia p¨²blica: "La gente se ofrece como escudo humano en Palestina y yo me paso la vida haciendo disfraces de paloma y marionetas gigantes".
Cuando finalmente decidi¨® que quer¨ªa ir a Oriente Pr¨®ximo, explic¨® sus motivos con bastante concreci¨®n: "He sentido la necesidad latente de ir a un lugar y conocer a gente que se encuentra en el otro extremo del porcentaje de mis impuestos destinado a financiar al Ej¨¦rcito de EE UU y otros". Rachel lleg¨® a Raf¨¢, en la franja de Gaza, el 25 de enero de 2003, y, de pronto, como apunta Rickman, "sus escritos cambian radicalmente; tiene menos tiempo para reflexionar y percibes un miedo creciente". Los env¨ªos desde Gaza son implacables e intensos, y representan una profunda experiencia. Al llegar a Jerusal¨¦n qued¨® conmocionada al ver c¨®mo se usaba la estrella de David, pintada con spray en las puertas de la zona ¨¢rabe.
Inmediatamente, Rachel estableci¨® una estricta distinci¨®n entre criticar la pol¨ªtica del Gobierno israel¨ª y ser antisemita. No era ciega ante lo que les estaba ocurriendo a los jud¨ªos israel¨ªes: "El pueblo de Israel est¨¢ sufriendo y los jud¨ªos han vivido una larga historia de opresi¨®n. Creo que es importante distinguir con claridad entre la pol¨ªtica de Israel como Estado y el pueblo jud¨ªo. Es f¨¢cil, pero existe mucha presi¨®n para que se mezclen ambas cosas".
En Gaza, Rachel sinti¨® miedo por primera vez. Por la noche durmi¨® en una tienda en la l¨ªnea del frente -algo peligroso que no repiti¨®- y anot¨® el incidente de forma sucinta en su diario: "He dormido en la tienda. Un disparo la ha atravesado. Empiezo a fumar". Y muy poco despu¨¦s se vio envuelta en plena violencia, cuando cargaba en una camilla el cuerpo de un hombre muerto mientras el Ej¨¦rcito israel¨ª disparaba delante de ella.
Pero gran parte del activismo de Rachel como miembro del ISM implicaba hacer de escudo: quedarse toda la noche en los hogares de familias en la l¨ªnea del frente para impedir su demolici¨®n; plantarse delante de unos trabajadores de la depuradora de un pozo de Raf¨¢ cuando se vieron atacados por disparos?
Antes de morir, Rachel cre¨ªa, como muchos activistas, que su "privilegio como individuo blanco internacional" le proporcionar¨ªa una seguridad relativa. Algunos de los escritos m¨¢s sutiles de Raquel desde Gaza abordaban la normalidad de la vida diaria: ver Tom y Jerry doblados al ¨¢rabe o las ancianas que la rega?aban porque "fumar ennegrece los pulmones".
Pero algunas anotaciones del diario que parec¨ªan rutinarias se volv¨ªan m¨¢s l¨²gubres al cabo de unas pocas palabras. Rachel registr¨® lo que vio en el jard¨ªn de Samir Nasral¨¢, el farmac¨¦utico en cuya casa morir¨ªa m¨¢s tarde por tratar de evitar su demolici¨®n: "Higuera con peque?os brotes. Eneldo, lechuga, ajo. Sillas blancas de pl¨¢stico, bal¨®n de f¨²tbol deshinchado, manta sec¨¢ndose en una cuerda". Prosigue: "El doctor Samir dice: 'No tengo ninguna pistola en casa, nada. Treinta a?os reuniendo dinero para la casa? Y ahora en tres horas pueden destruirla. Estamos asustados, no tenemos d¨®nde ir".
Presenciar la ocupaci¨®n en marcha fue lo que inspir¨® los escritos m¨¢s intensos de Rachel; durante sus ¨²ltimos d¨ªas, la rabia y el desconcierto por lo que vio instigaron un trabajo de un poder asombroso. Redact¨® un extraordinario correo electr¨®nico poco antes de morir, que ofrece una furiosa y en¨¦rgica escena final en My name is Rachel Corrie. Estaba muy asustada, no s¨®lo por s¨ª misma, sino por "la gente de aqu¨ª". Comienza prof¨¦ticamente: "Mam¨¢, tengo horribles pesadillas sobre tanques y excavadoras fuera de nuestra casa, y t¨² y yo estamos dentro".
La enfurece que no haya nada que puedan hacer los palestinos, que no haya forma de vivir: "Tienen completamente destruidas las fuentes de crecimiento econ¨®mico: el aeropuerto (pistas de aterrizaje demolidas, totalmente cerradas), la frontera para el comercio desde Egipto (ahora con una torre con francotiradores en el cruce), el acceso al oc¨¦ano (completamente interrumpido durante los dos ¨²ltimos a?os)? ?Qu¨¦ le queda a esta gente? Dime, mam¨¢, si se te ocurre algo. A m¨ª no".
En respuesta a una pregunta de su madre sobre la violencia palestina, escribi¨®: "Que yo sepa, la gran mayor¨ªa de los palestinos participan en una resistencia ghandiana no violenta. ?Con qui¨¦n crees que vivo? ?Qui¨¦n crees que compone la plantilla de los centros de derechos humanos? ?Qu¨¦ crees que es este movimiento dirigido por palestinos al que me he unido y que participa en acciones directas no violentas? ?Qui¨¦n crees que son estas familias de las que te hablo, que se niegan a aceptar nuestro dinero, aunque son muy, muy pobres, y que nos dicen: 'No somos un hotel. Os ayudamos porque creemos que quiz¨¢ os ir¨¦is y le contar¨¦is a la gente de vuestro pa¨ªs que hab¨¦is vivido con musulmanes. Pensamos que as¨ª sabr¨¢n que somos buena gente, que somos gente tranquila y s¨®lo queremos la paz'? ?Crees que ando con combatientes de Ham¨¢s? A esta gente la est¨¢n tiroteando a diario, pero siguen ocup¨¢ndose de sus negocios lo mejor que pueden. ?No es esto b¨¢sicamente el modelo de resistencia no violenta?".
Hacia el final, Rachel escribe: "S¨®lo quiero decirle a mi madre que tengo mucho miedo, y que me estoy cuestionando la creencia fundamental en la bondad de la naturaleza humana. Esto tiene que acabar. Creo que merece la pena que lo dejemos todo y dediquemos nuestra vida a ponerle fin a esto. Ya no me parece algo extremista. Todav¨ªa quiero bailar al ritmo de Pat Benatar, tener novios y dibujar c¨®mics para mis compa?eros de trabajo. Pero tambi¨¦n deseo que esto termine".
Al cabo de unos d¨ªas, Rachel fue aplastada por una excavadora mientras proteg¨ªa la casa del doctor Samir y su familia.
Fue muy interesante utilizar algunos de los correos electr¨®nicos que los padres de Rachel, Cindy y Craig, le enviaron a su hija mientras estuvo en Gaza. Son ese tipo de preocupaciones que cualquier padre tendr¨ªa si su hijo se encontrara en una situaci¨®n peligrosa, pero como Rachel nunca regres¨® a casa, son de una emoci¨®n devastadora. Dos semanas antes de la muerte de su hija, Cindy le envi¨® un correo a Rachel: "Hay mucho en mi coraz¨®n, pero me cuesta encontrar las palabras. Prot¨¦gete, cu¨ªdate. ?Piensas regresar a casa por la guerra y todo eso? S¨¦ que probablemente no lo har¨¢s, pero estar¨ªa bien que volvieras".
Y el padre de Rachel, s¨®lo unos d¨ªas antes de que su hija muriera asesinada, la escribi¨®: "Estoy asustado por ti, y creo que tengo motivos. Tambi¨¦n estoy orgulloso de ti, muy orgulloso. Pero preferir¨ªa estar orgulloso de la hija de otro. As¨ª somos los padres: estamos programados para no querer que nuestros hijos, por mayores que sean, por valientes que sean y por mucho bien que est¨¦n haciendo, sean blanco de tantas amenazas o incluso testigos de tanto sufrimiento".
La respuesta a la obra ha sido impresionante. Las entradas para My name is Rachel Corrie se agotaron antes de que apareciera ninguna cr¨ªtica, el mayor ¨¦xito de taquilla en los 50 a?os de historia del Royal Court. El teatro estaba abarrotado de gente joven, algo inusual, y recibi¨® cr¨ªticas entusiastas de diversos medios.
Naturalmente, al p¨²blico le conmueve lo que le ocurri¨® a Rachel, pero tambi¨¦n se siente inspirado por ella, porque, inusitadamente, en esta era despolitizada, encontr¨® un modo de ser pol¨ªtica. Los padres de Rachel, Cindy y Craig, asistieron a seis representaciones; su generosidad al otorgarnos libertad con los escritos de su hija dejaba bastante claro por qu¨¦ Rachel fue una mujer tan excepcional. Ahora est¨¢n inmersos en dos procesos legales por la muerte de Rachel: uno contra el Estado de Israel y otro contra el fabricante de la excavadora, Caterpillar, en EE UU.
El Ej¨¦rcito israel¨ª no ha hecho p¨²blico el informe completo sobre lo que pas¨® en Gaza el 16 de marzo de 2003, y hasta el Gobierno estadounidense ha manifestado su insatisfacci¨®n con la investigaci¨®n. En My name is Rachel Corrie hemos intentado hacer justicia a Rachel: ni santa ni traidora, seria pero divertida, ca¨®tica y con talento, prof¨¦tica, humana e ¨ªntegra.
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