Ambici¨®n desmedida

Lo siento, se?ores. No pienso ser neutral en este juicio. Despu¨¦s de leerme todos los asesinatos, envenenamientos y fechor¨ªas varias cometidas por Agripina, madre de Ner¨®n, resulta que esta se?ora me cae bien. Desde que nace hasta que muere a manos de su hijo, su vida est¨¢ rodeada de maldad por las tres cuartas partes, y condenar a una mala entre malos es como sacar una fotograf¨ªa sin l¨ªquido de revelar. Con seguridad, el Papa la condenar¨ªa por sus m¨²ltiples conspiraciones y asesinatos; sin embargo, en la ¨¦poca en que Agripina vive, reci¨¦n muerto y resucitado Jes¨²s, y apenas estrenado el siglo I de nuestra era, el Papa no era nadie para acusar a Agripina, y su antecesor Pablo, menos todav¨ªa. El bueno de Pablo a¨²n no andaba por Roma propagando la buena nueva del Se?or, y faltaban tres siglos para que la moda de hacer el bien se adue?ara del palacio imperial.

Lo ¨²nico que exist¨ªa en el siglo I era el poder del emperador, un dios entre los dioses. En las clases dominantes y entre las familias poderosas no hab¨ªa una moral o freno preventivo que recomendase mantener las formas ante el pueblo. Ser cruel a las claras nunca ha estado bien visto, pero la crueldad fina, bien planeada, se respetaba entonces como hoy. Entre augustos y patricios s¨®lo exist¨ªa el inter¨¦s de casta, y era bueno quien consegu¨ªa cosas importantes para la comunidad, y era malo quien no ten¨ªa esa habilidad de llenar de oro los bolsillos sus partidarios. Esto no ha cambiado desde entonces hasta nosotros, pero con la implantaci¨®n del cristianismo en el siglo III al menos hay quien se cree que a los malos se los traga el diablo, algo que impone cierto respeto al malvado y alivia mucho a su v¨ªctima. No lo s¨¦. No s¨¦ si el cristianismo ha evitado mucha maldad.

En todo caso, en la Roma del siglo I no hab¨ªa ni este respeto ni este alivio que procede de la creencia en un ser ¨²nico superior. El ¨²nico infierno posible era caer en desgracia ante el emperador, y exist¨ªa el castigo si se probaba el crimen, pero se probaban muchos que no lo eran y se ocultaban otros que no interesaba descubrir.

Agripina de esto sab¨ªa. Desde ni?a vivi¨® amenazada por los emperadores que la rodeaban. S¨®lo a partir de su matrimonio con uno de ellos, su t¨ªo Claudio, sinti¨® que respiraba. Y una encuentra bastante razonable que Agripina quisiera cepillarse al bueno de Claudio y poner en su sitio a su hijo Ner¨®n. La gran maldad que se le imputa a Agripina es ¨¦sta: su ambici¨®n desmedida hasta casarse con Claudio, para asesinarlo despu¨¦s de haber relegado al hijo de ¨¦ste, el peque?o Brit¨¢nico, y poner como favorito al trono a su propio hijo, su adorado Ner¨®n. Los conceptos que introduce el cristianismo en el poder de Roma a partir del siglo III: la piedad, la esperanza, la clemencia, el perd¨®n y, sobre todo, la sumisi¨®n de la mujer al hombre, est¨¢n a¨²n muy lejos de ser una realidad cuando Agripina comete sus fechor¨ªas y proyecta su plan.

En ese siglo I, con el imperio en la cima de su expansi¨®n y a punto de precipitarse sobre el vac¨ªo de la corrupci¨®n y la locura, que protagonizar¨¢ precisamente Ner¨®n con su famoso incendio de Roma, decir maldad era como no decir nada. Hoy, paradojas de la historia, la ben¨¦fica imagen del papa Benedicto XVI asomado al balc¨®n en la plaza de San Pablo es un v¨ªvido recordatorio de aquellos emperadores todopoderosos saludando a las masas en su coronaci¨®n. El Vaticano es la ¨²ltima estela que nos queda de ese simbolismo del emperador. Como si de una asimilaci¨®n simb¨®lica se tratara (?y no lo es? ?Qu¨¦ impresionante apropiaci¨®n simb¨®lica la del cristianismo!), el Papa de la Iglesia de Roma viene a derrocar al antiguo emperador para investirse con sus ropas. Se crea entonces la maquinaria de un poder espiritual que antecede y vigila de cerca al poder terrenal. Es en ese momento cuando aparece el Mal, por obra y gracia del Bien. S¨®lo a partir de entonces podemos decir que Agripina fue mala. Pero Agripina ya llevaba muerta dos siglos, asesinada precisamente por el hijo al que hab¨ªa convertido ella solita en emperador.

T¨¢cito y Suetonio, que son los historiadores que m¨¢s nos hablan de Agripina, la juzgan como una mujer admirable y al mismo tiempo de una gran frialdad: acaparadora del cari?o y la voluntad de su hijo Ner¨®n y gran manipuladora, pero capaz de los mayores sacrificios. Agripina no era una mujer entregada a la molicie y el placer: era una luchadora a muerte por el poder.

Pero es que se vio obligada desde ni?a a sobrevivir entre alima?as. Y en vista del mundo que la rodeaba, Agripina no dud¨® en convertirse en la alima?a m¨¢s grande del imperio.

La huella de la figura paterna fue fundamental en la vida de Agripina. Era hija del popular y admirado general Germ¨¢nico. Hab¨ªa nacido en el a?o 16, durante una campa?a militar que su padre estaba llevando a cabo en lo que hoy es la ciudad alemana de Colonia, nombre que la misma Agripina dio a este lugar cuando se cas¨® con Claudio y se convirti¨® en augusta emperatriz. En su memoria de ni?a nacida entre guerreros, debi¨® de grabarse a fuego el recuerdo de su padre, Germ¨¢nico, que muri¨® a los 34 a?os, cuando ella s¨®lo contaba cuatro. Al valiente y noble general, toda Roma lo respetaba. Viv¨ªa siempre lejos de la corte, conquistando tesoros y territorios para los romanos sin pretender para s¨ª la m¨ªnima atenci¨®n. Era adem¨¢s sobrino nieto del emperador Augusto, y tanto por su ascendencia familiar como por sus m¨¦ritos militares, estaba destinado a ocupar el lugar de Augusto tras la muerte de ¨¦ste. Pero las cosas no sucedieron as¨ª. Germ¨¢nico era demasiado modesto como para exigir ser heredero, y estaba demasiado lejos del centro de poder como para que su sitio no se lo pisara la retorcida v¨ªbora de Tiberio. De la personalidad amable de Germ¨¢nico tenemos el testimonio de Suetonio: "Su porte y su vigor eran incomparables; su intelecto, altamente cultivado en oratoria griega y romana y literatura. Pose¨ªa una rara amabilidad y una admirable tendencia, seguro de su ¨¦xito, de conquistarse el favor de las personas y su amor". Pero de poco le sirvi¨®. Su peque?a hija debi¨® de tomar buena nota de este fracaso y de esta traici¨®n. Toda la vida de Agripina parece orientada a desquitarse del fracaso del padre a trav¨¦s del encumbramiento de su hijo. ?Qu¨¦ quieren que les diga?; hasta aqu¨ª, Agripina me parece una hero¨ªna.

Como era de esperar, Germ¨¢nico no se revel¨®, sino que prest¨® juramento al nuevo soberano. Cinco a?os despu¨¦s, durante un viaje de placer que realizaba con su esposa y sus hijos a Egipto, al atravesar Antioqu¨ªa falleci¨® inesperadamente. El nuevo emperador, Tiberio, estaba envidioso de la buena memoria que hab¨ªa dejado Germ¨¢nico entre los romanos, y la viuda de ¨¦ste, Vipsania Agripina, se sent¨ªa atemorizada y rabiosa contra el usurpador. Tiberio vio en ella y en su descendencia una amenaza a su poder, y para quitarse de encima a la testaruda viuda, que le exig¨ªa que se ocupase de sus hijos y les asegurase la protecci¨®n, acab¨® desterr¨¢ndola. Agripina la Mayor muri¨® en el destierro v¨ªctima de los castigos f¨ªsicos y del hambre. Tambi¨¦n murieron a manos de Tiberio dos hermanos de Agripina: Druso y Ner¨®n. Tras estos cr¨ªmenes, el ¨²nico hijo var¨®n de Germ¨¢nico que quedaba vivo era Cal¨ªgula. ?l y sus hermanas, entre ellas Agripina, que contaba 18 a?os, quedaron desde entonces expuestos a la persecuci¨®n y el recelo del emperador Tiberio.

Pero por suerte, este Tiberio era feo. Y, al parecer, lo era tanto que su complejo f¨ªsico le llev¨® a abandonar Roma, donde todos se mofaban de ¨¦l. A partir del a?o 26 gobern¨® desde la isla de Capri, que con ¨¦l se convirti¨® en la isla de la depravaci¨®n; all¨ª curaba sus penas el impotente Tiberio entreg¨¢ndose a las m¨¢s inveros¨ªmiles org¨ªas con ni?os y ni?as de cualquier edad, incluso con beb¨¦s. Cal¨ªgula le acompa?aba en Capri, y Tiberio acab¨® adopt¨¢ndole y nombr¨¢ndole su sucesor. Agripina viv¨ªa entretanto oculta en su residencia al sur de Roma, aterrorizada por los esp¨ªas de Tiberio.

En el a?o 37, mientras Tiberio agonizaba, Cal¨ªgula se apresur¨® a quitarle el sello del dedo, s¨ªmbolo de la sucesi¨®n, pero Tiberio volvi¨® s¨²bitamente a la vida, y el comandante de la guardia pretoriana le aplic¨® una bien merecida eutanasia activa ahog¨¢ndolo con una almohada. Cal¨ªgula, hermano de Agripina, fue entonces recibido en Roma como un liberador del tirano, y su mismo nombre apela a la expresi¨®n cari?osa que el pueblo le brind¨®. Cal¨ªgula restituy¨® el honor de toda su familia muerta y estren¨® f¨®rmulas de juramento que inclu¨ªan a sus hermanas. A su paso, el pueblo deb¨ªa aclamarle: "?Gloria y loor a Cayo y sus hermanas!".

Nuestro peque?o Ner¨®n nace en este respiro de grandeza y libertad para su madre, Agripina. Siendo la hermana predilecta de Cal¨ªgula, y manteniendo con ¨¦l relaciones incestuosas desde ni?os, todo el mundo piensa que el beb¨¦ es hijo de Cal¨ªgula, pero Ner¨®n ha salido a su padre, el cruel y p¨¦rfido marido de Agripina: Domicio Aenobarbo. Cuando Ner¨®n llega a este mundo, es lo que m¨¢s puede desear su madre. Pero su padre lo recibe con la siguiente frase: "Un hijo m¨ªo y de Agripina no puede ser sino un monstruo y una peste para el Estado". Parece ser que no se equivoc¨®.

Es en esta ¨¦poca cuando Cal¨ªgula enloquece. De ser un emperador querido por el pueblo se convierte en un enfermo mental. Los historiadores que han estudiado su caso le consideran un esquizom¨ªtico: "Junto a un amor ardiente, odio fan¨¢tico; sensibilidad de mimosa, m¨ªsticas ilusiones y desprendimiento abnegado alternan con impasibilidad, crueldad y fr¨ªa tiran¨ªa".

Es ah¨ª donde comienza un nuevo calvario para Agripina. Pasa de ser la hermana favorita a convertirse en una mujer detestada por su belleza y por su inteligencia. Es acusada de adulterio y de complicidad en una conjura, Cal¨ªgula la destierra, y el peque?o Ner¨®n se queda a cargo de su t¨ªa L¨¦pida. Durante esos a?os sin su madre, Ner¨®n ser¨¢ educado por un peluquero y un bailar¨ªn homosexuales, que influyen poderosamente en su personalidad. Agripina, apartada de su hijo, repite la triste historia de su madre, Agripina la Mayor, en C¨®rcega, la isla de los maleantes, y Cal¨ªgula se convierte en el nuevo Tiberio. Es Querca, un tribuno de la guardia pretoriana, quien se encarga de descargar un hacha sobre la cabeza de Cal¨ªgula mientras ¨¦ste asiste a una representaci¨®n, y son los mismos pretorianos quienes proponen al manso Claudio, t¨ªo de Cal¨ªgula y de Agripina, como emperador.

Para ganarse los favores del Senado, Claudio decreta una amnist¨ªa general, y Agripina vuelve de su destierro. Mesalina, la tercera esposa de Claudio, ve enseguida en Agripina una competidora a derribar. Es tan bella y ambiciosa como ella, y ambas tienen un hijo, y s¨®lo uno de ellos llegar¨¢ a emperador. Mesalina manda matar a Ner¨®n ni?o, pero antes de que los sicarios de la emperatriz descarguen su espada sobre el ni?o que duerme, una v¨ªbora se yergue milagrosamente de su colch¨®n y detiene la espada. En recuerdo de este suceso, Agripina le regala a su hijo un brazalete en forma de serpiente. Pero Mesalina, adem¨¢s, comete un gran error. V¨ªctima de su propia sensualidad, se enamora perdidamente de un gal¨¢n romano al que nombra c¨®nsul. El guapo en cuesti¨®n la obliga a elegir entre ¨¦l y Claudio. En ausencia de ¨¦ste, Mesalina se casa con su gal¨¢n, e inmediatamente es acusada de ad¨²ltera y condenada por Claudio a morir. Hace falta ser pazguata.

Tras la muerte de Mesalina, Agripina vuelve a respirar. Su segundo marido, Crispo, aparece muerto, y Claudio recibe de su consejero Palante la idea de tomar por esposa a Agripina, y por hijo adoptivo, a Ner¨®n. Dada la ascendencia augusta de ¨¦stos, Palante convence a Claudio con la excusa de que as¨ª los mantendr¨¢ bajo control. Lo que Claudio no sabe es que Palante es amante de Agripina desde hace tiempo, de manera que es ella misma la que lleva la batuta de esta decisi¨®n.

La boda entre el emperador Claudio y Agripina se celebra en el a?o 49. Agripina tiene 34 a?os y ha conseguido su objetivo: gracias a la debilidad de Claudio, ella gobernar¨¢ el imperio en la sombra. A partir de ese momento, todos los hilos que maneja Agripina servir¨¢n para tejer la segura red que llevar¨¢ a su hijo Ner¨®n a suceder a Claudio en el trono, en detrimento del primog¨¦nito de Claudio y Mesalina: el peque?o Brit¨¢nico.

Lo primero que hace Agripina es casar a Octavia, la hermana de Brit¨¢nico, con Ner¨®n. En segundo lugar, nombra preceptor de su hijo al m¨¢s respetado y popular fil¨®sofo de su ¨¦poca: S¨¦neca, al que rescata de ocho a?os de destierro en C¨®rcega. La influencia de Agripina sobre Claudio es cada vez mayor: ¨¦ste adopta a Ner¨®n como hijo y le concede a ella el t¨ªtulo de augusta. Por iniciativa de su madre, a los 13 a?os Ner¨®n recibe la toga virilis, mucho antes de lo habitual, lo que lo convierte a los ojos del pueblo en el primero de los hijos preparado para la sucesi¨®n, dejando muy atr¨¢s a Brit¨¢nico, que ni siquiera estaba presente en la imposici¨®n de la toga virilis de su hermano. Cuando Ner¨®n tiene 16 a?os, Agripina hace que se le nombre prefecto de la ciudad. Con todo ese camino andado, s¨®lo le falta quitar a Claudio de en medio para poner en su sitio a su hijo. Y eso es precisamente lo que hace una noche del a?o 54 despu¨¦s de Cristo, tras convencer al catador Haloto, el mismo que se encarga de probar cada l¨ªquido y cada alimento que el emperador va a tomar.

Claudio muere envenenado por su propio catador de comida y por su m¨¦dico personal, ambos c¨®mplices de la conspiraci¨®n de Agripina, como lo es tambi¨¦n la guardia pretoriana en pleno.

Se cuenta que Agripina, despu¨¦s de cometer su crimen, hizo bailar a las danzarinas desnudas delante del cad¨¢ver de Claudio durante 24 horas, hasta que los hados vaticinaron que el momento era propicio para comunicar la muerte del esposo y elevar al trono a su hijo.

A Ner¨®n, que se so?aba artista, lo que menos gracia le hac¨ªa era ser emperador. Sufr¨ªa del mismo mal que todos los enchufados: despreciaba su trabajo. As¨ª que lo primero que hizo fue enamorarse perdidamente de una criada de su mujer, la bella Acte, lo que le gan¨® la enemistad de su madre. T¨¢cito y Suetonio nos hablan continuamente de la relaci¨®n incestuosa entre madre e hijo, y Agripina, ante la bella Acte, deb¨ªa de morirse de celos, hasta el punto de que lleg¨® a amenazar a Ner¨®n de declararle culpable de apartar a Brit¨¢nico del trono. Ner¨®n reaccion¨® matando a Brit¨¢nico. Cuando Agripina se enter¨®, empez¨® a temer por su propia vida. Su hijo no tard¨® en iniciar contra ella una campa?a de terror psicol¨®gico: la espi¨®, la persigui¨®, y Agripina intent¨® suicidarse envenen¨¢ndose, pero su cuerpo estaba tan habituado a los ant¨ªdotos que no lo consigui¨®. Una antigua rival de Agripina esparci¨® los rumores de una conspiraci¨®n contra Ner¨®n, y ¨¦ste decidi¨® matar a su madre. S¨¦neca lo fren¨® y la decisi¨®n se aplaz¨®. Durante ese tiempo, Ner¨®n volvi¨® a mecerse en los brazos de Amor, pero esta vez en los del apuesto Ot¨®n y su esposa Popea. Agripina sigui¨® luchando por seducir a su hijo y se enfrent¨® a Popea, su m¨¢xima rival ahora en el amor de su hijo. A Ner¨®n ya no le quedaba m¨¢s remedio que quit¨¢rsela de encima. Primero hizo construir un ingenio en el dosel de la cama de Agripina, de tal modo que cuando su madre estuviera durmiendo se le vendr¨ªa encima el techo. Pero el invento acab¨® por fracasar. En un segundo intento de matricidio, Ner¨®n, haciendo gala de su retorcida mente de ni?o mimado con veleidades art¨ªsticas, orden¨® construir un barco e invit¨® a Agripina a una traves¨ªa. La mitad del barco donde Agripina se alojaba estaba destinada a naufragar, pero el mal¨¦fico invento tampoco funcion¨® esta vez. Habr¨ªan de ser tres sicarios enviados por Ner¨®n: Aniceto, H¨¦rcules y Obarito, los que se encargasen de hundir su espada en el vientre de Agripina, acus¨¢ndola de instigar una conspiraci¨®n contra su hijo.

Para librarse de los remordimientos, Ner¨®n se retir¨® a N¨¢poles y propag¨® la versi¨®n del atentado a su persona, con lo cual el Senado se qued¨® encantado, y se incluy¨® el cumplea?os de Agripina en los d¨ªas nefastos del calendario.