Bolsillo de libro
Se podr¨ªa haber llamado libro peque?o o libro ligero o libro pr¨ºt-¨¤-porter, pero alguien tuvo la luminosa idea de llamarlo libro de bolsillo. Quiz¨¢ porque el bolsillo es lo m¨¢s ¨ªntimo de la ropa, nos lo hace cercano, familiar y c¨¢lido como si f¨ªsicamente estuviera un poco dentro de nosotros. El encanto de este libro manejable es que ha perdido la formalidad, es el mismo de siempre pero vestido para el traj¨ªn del metro, de ir y venir del trabajo y de ser tan inseparable de nuestra persona como la cartera o las llaves de casa. Nunca me ha tentado tanto un libro como el que sobresale del bolsillo de un abrigo colgado en un perchero o del bolsillo trasero de un pantal¨®n, lo que es m¨¢s dif¨ªcil porque si el libro ha tratado de adaptarse a la ropa, la moda en correspondencia tendr¨ªa que ganar altura y crear la tendencia del bolsillo para libro.
El bolsillo, tanto literal como metaf¨®ricamente, es el destino de todo libro que es le¨ªdo. Esta semana se han celebrado en la sede del Grupo Santillana unas jornadas muy interesantes y necesarias sobre su papel en el mundo editorial. Libreros, editores, distribuidores, todas esas manos que van horneando el libro hasta llegar al lector, se han puesto a reflexionar. Y es que los contrastes de pareceres en este asunto son urgentes, han pasado aquellos tiempos en que la imaginaci¨®n s¨®lo ten¨ªa que estar dentro de las tapas del libro, en que su presencia contrastaba con el mundo real donde ha de sobrevivir. Ahora ese mundo real -los canales por los que circula, los espacios en que se exhibe y la forma en que se presenta en sociedad- tiene que ser tan imaginativo o m¨¢s que el irreal. Y parece ser que ya no basta con que el libro se mueva con cierta gracia y estilo entre sus iguales, que destaque, que contonee las caderas o que vaya de duro o vestido de ¨¦poca. Se trata de algo m¨¢s complejo que se me escapa, que me da v¨¦rtigo y un poco o bastante cobard¨ªa. Prefiero no enterarme de todo, conservar algo de inocencia, ponerme a escribir haci¨¦ndome la tonta, como si no tuviera ni idea de los trances por los que va a pasar la criatura cuando venga al mundo. Por cierto, qu¨¦ absurdo lo de comparar a los hijos con los libros de uno y al parto con su terminaci¨®n y publicaci¨®n. En algunas charlas de escritor me han preguntado si se parecen ambos estados y por pura pereza he contestado que s¨ª, pero con grandes dudas. Es m¨¢s, en una ocasi¨®n me fund¨ª tanto con la idea que llegu¨¦ a decir que el tono en una novela es como la placenta que envuelve al feto. Hay que caer muy bajo para querer a un libro propio como a un hijo. Y, sobre todo, el hijo necesita comer, zapatos, ir al colegio, una moto, que lo escuches y le comprendas, y el libro ni siente ni padece. El que siente y padece es el autor. Y adem¨¢s un hijo se hace y un libro lo haces, as¨ª que s¨®lo se es responsable al cien por cien del libro, al que se quiere tan relativamente como a uno mismo. Tendemos m¨¢s a enamorarnos de los libros de los otros. Y si los libros fueran novios, podr¨ªa decir que estos d¨ªas estoy saliendo con varios a la vez. Vieja escuela (Alfaguara), del norteamericano Tobias Wolff, un cl¨¢sico contempor¨¢neo, cuya manera de conmover procede de la tensi¨®n interna de una sabia naturalidad. Los adeptos esper¨¢bamos ansiosos su vuelta a Espa?a tras 15 a?os de ausencia, aunque sus cuentos y novelas nos hayan ido acompa?ando durante este tiempo. De otro cl¨¢sico, ¨¦ste espa?ol y a quien tenemos la suerte de ver m¨¢s a menudo, Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, vuelvo a leer su excelente novela Dos d¨ªas de setiembre, que acaba de salir en Castalia. Pocos habr¨¢ que tengan un apellido que les cuadre mejor, Caballero, un caballero atractivo por fuera y sobre todo humana e intelectualmente. Digamos que cuando nos mira nos hace a todos tambi¨¦n un poco m¨¢s atractivos e interesantes. Y adem¨¢s se podr¨ªa a?adir que es el hombre de moda porque tambi¨¦n en Seix Barral han aparecido Campo de Agramante y una selecci¨®n suya de la poes¨ªa de Miguel de Cervantes.
Pero en el fondo ?qu¨¦ buscamos en un libro de bolsillo o normal? Encuentro la respuesta en estos versos de Esencia y prerrealidad (Huerga & Fierro), del admirable dramaturgo y poeta Alfonso Vallejo, "Luego se abrir¨¢n las letras, se soltar¨¢n las l¨ªneas / y t¨² aparecer¨¢s de pronto por las calles de Madrid. / Pero hasta entonces, dime ?qui¨¦n eres? / ?Cu¨¢l es tu astronom¨ªa? / ?D¨®nde est¨¢ tu dimensi¨®n?".
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