Tan distintos, pero tan parecidos...
Al margen de rifirrafes pol¨ªticos de gran calado, PP y PSOE han demostrado que pueden entenderse. ?sa ser¨ªa la primera conclusi¨®n sobre el acuerdo del Estatut valenciano, recibido con satisfacci¨®n en Ferraz, donde las diferentes sensibilidades auton¨®micas del partido socialista han hallado en nuestro Estatut un punto de encuentro que le permite a Rodr¨ªguez Zapatero disponer de m¨¢s margen de maniobra ante sus inc¨®modos socios catalanes. Tambi¨¦n, aunque de forma menos evidente, el PP ha acogido con alivio lo pactado por Francisco Camps y Joan Ignasi Pla. Con el texto en la mano, Mariano Rajoy puede presumir ahora de que ¨¦l tambi¨¦n juega a la descentralizaci¨®n pol¨ªtica mientras haya consenso y no se vulnere la Constituci¨®n. Eso, a escasas semanas de las comprometidas elecciones auton¨®micas de Galicia, hasta puede ser un bal¨®n de ox¨ªgeno para un Manuel Fraga en pleno estertor pol¨ªtico.
Tanto alborozo estatutario no es lo ¨²nico que ha aproximado a ambos partidos en el ¨¢mbito valenciano gracias a -o por culpa de- dirigentes socialistas venidos de Madrid. Primero fue el secretario de Econom¨ªa, David Vegara, quien inadvertido de cu¨¢l es la pr¨¦dica oficial del PSPV-PSOE, afirm¨® en p¨²blico que la econom¨ªa valenciana va bien, para regocijo de sus dos m¨¢ximos responsables pol¨ªticos, Camps y Camps. Luego fue el mism¨ªsimo vicepresidente Pedro Solbes, abanderado del liberalismo econ¨®mico, quien urgi¨® a las empresas a adaptarse a la competencia globalizadora, manifestando que, aunque no haya sectores en crisis, muchas empresas tendr¨¢n que echar el cierre y dedicarse a otra cosa.
Ya ven. Mientras el socialismo gobernante en Madrid propende a la liberalizaci¨®n -en lo esencial no ha modificado la pol¨ªtica econ¨®mica heredada de Rodrigo Rato-, el Consell converge con ¨¦l merced a unos planes de competitividad dise?ados por Justo Nieto que conllevan dineros p¨²blicos para los sectores industriales tradicionales y deficitarios.
Nadie es, pues, completamente liberal ni intervencionista radical, sino todo o contrario, que dec¨ªa el malogrado humorista Tono. Y, en ese juego de equ¨ªvocos, cuesta muchas veces saber qui¨¦n es qui¨¦n en un espectro pol¨ªtico que acaba por equiparar a todo el mundo. Sucede, por ejemplo, en los famosos temas de competitividad y de productividad, tan en boga desde que los recogiera la Uni¨®n Europea en la llamada Agenda de Lisboa. Resulta que la econom¨ªa espa?ola crece, s¨ª, muy por encima de la media comunitaria. Pero nuestra productividad baja, por una parte, y nuestros productos se hacen menos competitivos, por otra. Aumenta, pues, la importaci¨®n de mercanc¨ªas mientras que nuestras exportaciones disminuyen. Lo reconoce el Gobierno central, que ha anunciado a bombo y platillo cien medidas para mejorar la competitividad y la productividad nacionales. Pero lo admite tambi¨¦n el Consell, con una dotaci¨®n presupuestaria de 300 millones para once sectores tradicionales y cinco emergentes: acuicultura, biotecnolog¨ªa, moda, energ¨ªa y socio-sanitario.
O sea, que aparte de los l¨®gicos gritos pol¨ªticos disonantes, los susurros econ¨®micos de unos y otros son tan parecidos que hasta se confunden. Sucede lo mismo con la necesidad de incrementar nuestra exigua dotaci¨®n de investigaci¨®n y desarrollo (I+D), menos de la mitad de la media europea. Joaqu¨ªn Almunia, socialista y comisario europeo de Econom¨ªa, eleva del 1 al 3 por ciento la aportaci¨®n necesaria de Espa?a a la I+D en 2010. Algo de eso, sin ¨¦xito por las dificultades presupuestarias, viene prometiendo ejercicio tras ejercicio el Consell presidido por el PP. Para rematarlo, es lo mismo que ha venido a decir Solbes en su visita a Valencia. ?D¨®nde est¨¢, pues, la diferencia? No es que hayamos llegado al final de las ideolog¨ªas, como razonaba el ministro franquista Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora en un libro sin mayores argumentos. S¨ª es cierto, en cambio, que en una sociedad de relativo bienestar y amplias capas medias, el electorado se instala en un centro pol¨ªtico hacia el que convergen los grandes partidos con aspiraciones de poder. ?stos a lo mejor difieren de ra¨ªz precisamente en lo m¨¢s ideol¨®gico -costumbres, organizaci¨®n social, valores individuales,...-, pero no tienen otro remedio que propiciar el crecimiento econ¨®mico y la socializaci¨®n del consumo. Eso lo entiende perfectamente el empresariado valenciano, din¨¢mico y perspicaz como pocos, que sabe que puede y que tiene que entenderse tanto con Francisco Camps como con Joan Ignasi Pla porque, a pesar de ser tan distintos, acaban necesariamente por resultar muy parecidos.
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