El fil¨®sofo desenfocado
Convocar a escena a un pensador por el solo motivo de que se cumpla un determinado n¨²mero de a?os de su nacimiento o de su muerte implica colocar al convocado en una posici¨®n ciertamente delicada. Sartre muri¨® en 1980 a los 74 a?os, por lo que se da la singular circunstancia de que en el presente 2005 se cumplir¨¢n tanto el vigesimoquinto aniversario de su muerte como el centenario de su nacimiento. Estamos, pues, ante un a?o Sartre matem¨¢ticamente anunciado.
El asunto carecer¨ªa de mayor importancia -no dejar¨ªa de constituir una an¨¦cdota curiosa, una travesura de la contabilidad biogr¨¢fica- si no fuera porque el autor de El ser y la nada no ha estado demasiado presente en el debate filos¨®fico de los ¨²ltimos tiempos. Por el contrario, la tendencia dominante ha sido m¨¢s bien a apostillar casi de inmediato, en cuanto su nombre aparec¨ªa por cualquier circunstancia, el anacronismo, cuando no la obsolescencia, de buena parte de sus planteamientos.
Alguien podr¨ªa inferir de lo anterior el car¨¢cter no ya s¨®lo convencional, sino completamente artificioso de las conmemoraciones que puedan organizarse, y no le faltar¨ªa un punto de raz¨®n. Pero esa raz¨®n s¨®lo ser¨ªa completa si consiguiera probar de forma concluyente que nada hay ni en las ideas ni en la trayectoria pol¨ªtico-filos¨®fica sartrianas digno de ser recordado. Y no parece, desde luego, que ¨¦se sea el caso. Sin necesidad de reincidir en el reiterado reproche de que Sartre se equivoc¨® en casi todas las pol¨¦micas que emprendi¨® a lo largo de su vida, de tal forma que el paso del tiempo ha terminado por considerar que ten¨ªan raz¨®n aquellos que en su momento fueron m¨¢s denostados (Camus, Merleau-Ponty, Lefort...), lo cierto es que, a pesar de los a?os transcurridos, su presencia no se ha desvanecido por completo, sobreviviendo en nuestra sociedad en forma de t¨®picos que le son atribuidos y por los que se le define.
Tal ser¨ªa el caso de la identificaci¨®n de nuestro autor con la imagen del fil¨®sofo comprometido, identificaci¨®n que alcanzar¨ªa una m¨¢xima repercusi¨®n public¨ªstica con ocasi¨®n de su rechazo, en 1964, del Premio Nobel de literatura, o su implicaci¨®n pol¨ªtica con la izquierda mao¨ªsta francesa a lo largo de los a?os setenta. Pero quiz¨¢ mayor repercusi¨®n haya alcanzado la atribuci¨®n a Sartre de una afirmaci¨®n que, en el modo en que ha sido com¨²nmente interpretada, ¨¦l nunca defendi¨®. Me refiero a la afirmaci¨®n seg¨²n la cual "el infierno son los otros". Estas palabras, como es sabido, no pertenecen a ninguna de sus obras filos¨®ficas sino a una obra teatral, A puerta cerrada, y el personaje que las pronuncia hace referencia al hecho de que la mirada ajena nos interpreta y nos pretende dominar.
Es curioso: quiz¨¢ en aquello que nunca dijo es en lo que m¨¢s raz¨®n tuvo Sartre. Contra lo que tantos blandos humanistas (alguno de ellos incluso de la tropa marxista) le recriminaron, son los dem¨¢s la causa de nuestros sufrimientos. Matic¨¦moslo, vale: probablemente lo son a su pesar, y el hecho de serlo tambi¨¦n lo padecen ellos mismos. Pero -matiz arriba, matiz abajo- la intuici¨®n de fondo es potente: vivimos en un mundo cada vez m¨¢s duro. El infierno se expande. El horror habita entre nosotros y ha venido para quedarse. Sartre no lo dijo exactamente as¨ª, pero nos lo anunci¨® o, si se prefiere, nos dej¨® a las puertas de pensarlo. Pero eso, claro est¨¢, no significa que nos lo tengamos merecido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.