Donde la utop¨ªa se hace realidad
En uno de los extremos de La Fageda d'en Jord¨¤ existe un lugar m¨¢gico donde los sue?os se hacen realidad. Se trata de una cooperativa mixta de integraci¨®n sociolaboral de personas discapacitadas ps¨ªquicamente y con trastornos mentales severos. Esas personas, en vez de hacer bolsos de macram¨¦, l¨¢mparas de cart¨®n o meter minas en los bol¨ªgrafos, trabajan en una empresa de yogures de granja que funciona a pleno rendimiento, exactamente igual que la que podr¨ªa montar cualquiera de nosotros, que nos autodenominamos normales. Tienen establecido un horario laboral y viven de su trabajo. Eso es el resumen de una historia que tiene un nombre propio, adem¨¢s de peculiar: Crist¨®bal Col¨®n.
En La Fageda d'En Jord¨¤ los discapacitados trabajan en una empresa de yogures que funciona a pleno rendimiento
Cuenta Crist¨®bal Col¨®n que lo del nombre fue una jugarreta de su padre, conchabado con el cura. Pero la verdad es que lo lleva con dignidad y no parece preocuparle lo m¨¢s m¨ªnimo. Algo peculiar ten¨ªa que ser ese Col¨®n del siglo XX, algo grande ten¨ªa que conquistar. Como el descubridor de las Am¨¦ricas, crey¨® que las utop¨ªas pueden hacerse realidad. Y lo consigui¨®.
Crist¨®bal naci¨® en Zuera, un pueblo de Zaragoza, estudi¨® en Barcelona y trabaj¨® en los manicomios de esta ciudad, de Martorell y de Salt. Era la d¨¦cada de 1970, cuando hab¨ªa tres m¨¦dicos para 1.000 internos y la terapia consist¨ªa en mantenerlos ocupados haciendo macram¨¦ y ceniceros: una "empresa para tontos", dice Crist¨®bal, m¨¦todo que se sigue practicando. La antipsiquiatr¨ªa, el "todos revueltos", no le parec¨ªa la mejor soluci¨®n: ¨¦l buscaba algo m¨¢s realista, un proyecto para que las personas mejoraran su situaci¨®n vital. "El trabajo, a veces, dignifica al hombre", comenta. En este caso, estas personas necesitan un trabajo real, una empresa de verdad, no un suced¨¢neo, un "vamos a hacer como si trabaj¨¢semos". Sac¨® a unos cuantos enfermos del manicomio de Salt y propuso al entonces alcalde de Olot que les dejara restaurar unas fuentes cercanas a la ciudad, y gratis. El ¨¦xito fue tan rotundo que, a¨²n hoy, algunos usuarios de La Fageda siguen trabajando de jardineros municipales no s¨®lo en Olot, sino en 12 municipios de la comarca, y cobrando. De esto hace 23 a?os.
Crist¨®bal sigui¨® insistiendo. El Ayuntamiento le dej¨® un viejo convento, pidi¨® un cr¨¦dito de medio mill¨®n de pesetas y se puso a tallar santos con sus enfermos. Pero Crist¨®bal quer¨ªa algo m¨¢s: busc¨® una finca en la Fageda y la compr¨® con una hipoteca muy baja. Ten¨ªan 30 vacas, adem¨¢s de un vivero de plantas arom¨¢ticas, el primero de Espa?a en r¨¦gimen privado. Vend¨ªan leche, pero con la UE llegaron las cuotas. Dieron el salto y se convirtieron en una empresa de yogures de granja, al estilo suizo. Empezaron vendi¨¦ndolos a gente que Crist¨®bal conoc¨ªa: en hospitales, escuelas de enfermer¨ªa, prisiones... Ahora, los 12 chicos y chicas que trabajaban en un principio se han convertido en 120, adem¨¢s de 80 trabajadores profesionales; las 30 vacas han pasado a ser 500 y los yogures La Fageda est¨¢n en todas las cadenas de supermercados, aunque, claro est¨¢, siguen vendi¨¦ndolos a aquellos amigos que hace 23 a?os creyeron en ellos.
Albert Riera es uno de estos profesionales que trabaja en cuerpo y alma en el proyecto. Dice que su sueldo, como el de todos, es "emocional", pero no lo cambiar¨ªa por nada porque se siente satisfecho de los resultados del proyecto. ?l es quien nos ense?a las instalaciones y nos cuenta la historia. Vemos la granja, la f¨¢brica, el comedor donde conviven todos, usuarios y profesionales, la cocina, el club social para los 12 jubilados, el vivero, el despacho de psic¨®logos, monitores y educadores, la casa de los masoveros. Desde el primer momento nos ense?a a distinguir entre un enfermo mental -el que nace rico pero se va degradando y acaba pobre- y un disminuido ps¨ªquico -el que nace pobre y tiene una evoluci¨®n previsible-. "La gente tiene miedo de contratar a un esquizofr¨¦nico", comenta Albert.
El s¨¢bado, La Fageda est¨¢ abierta al p¨²blico. Cada a?o reciben 28.000 visitantes, entre grupos de escolares y particulares curiosos por comprobar c¨®mo funciona el invento. Lo cierto es que no s¨®lo funciona, sino que muchos centros psiqui¨¢tricos acuden a La Fageda a pedir consejo. Han recibido el Premi a la Millor Llet de les Comarques Gironines y el Premio de la Fundaci¨®n Empresa y Sociedad; all¨ª recibieron el galard¨®n de manos del presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, quien les dijo: "Me gustan los t¨®picos. Quiero probar su yogur porque debe de ser un placer para el intelecto".
A media ma?ana aparece Crist¨®bal. Nos cuenta que fue un psic¨®logo cl¨ªnico venido a menos, que tuvo que cambiar sus ideales marxistas y freudianos por algo m¨¢s pr¨¢ctico, que fue represaliado por rojo y que m¨¢s tarde se refugi¨® en Catalu?a, donde le trataron algo mejor. "Nuestro proyecto llena de orgullo a todas las personas que est¨¢n aqu¨ª", comenta. "Queremos demostrar que hay otra forma de hacer negocio". Ahora les piden que expandan los yogures por toda Espa?a, pero no es esta su meta. Antes de marchar nos regalan un lote de yogures: un placer para el gusto. M¨¢s tarde, Crist¨®bal nos deja en medio de La Fageda. "Seguid el camino, encontrar¨¦is un rinc¨®n m¨¢gico". Pero la magia ya la hemos visto aqu¨ª.
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