Fronteras y fractales
Recurriendo a la conocida reflexi¨®n de Kymlicka, todos los grupos nacionales son extremadamente partidarios de reivindicar y, siempre que sea posible, construir un sistema de protecciones externas (la m¨¢s desarrollada de ellas es el Estado-naci¨®n) que garantice su existencia y su identidad espec¨ªfica frente a las posibles influencias debilitadoras de la misma procedentes de las sociedades con las que se relacionan o en las que est¨¢n necesariamente englobadas. Sin embargo, estos mismos grupos nacionales no suelen ser tan sensibles ante la existencia en su seno de pertenencias o identidades distintas de la nacional hegem¨®nica, pero igualmente necesitadas de reconocimiento. Frente a la demanda de protecciones externas que estos subgrupos realizan, la respuesta del grupo nacional dominante suele ser la imposici¨®n de restricciones internas en nombre de la solidaridad grupal.
Hablando en plata: todos somos muy sensibles frente a las quiebras (reales o imaginadas) del principio de pluralidad cuando somos nosotros quienes las sufrimos; pero no lo somos tanto cuando son otros quienes nos acusan a nosotros de provocar la quiebra de ese principio. Con otras palabras: la demanda de reconocimiento de la pluralidad suele activarse m¨¢s f¨¢cilmente de frontera hacia fuera (Espa?a frente a Europa, Euskadi frente a Espa?a) que de frontera hacia dentro (Europa, Espa?a o Euskadi frente a s¨ª mismas).
De ah¨ª la respuesta identitaria basada en la nacionalitarizaci¨®n, articulada a partir de dos movimientos complementarios: a) hacia dentro, imaginar una falsa homogeneidad; b) hacia fuera, construir una no menos falsa heterogeneidad irreductible. La afirmaci¨®n de la solidaridad comunitaria -reivindicada o a?orada- basada en una identidad com¨²n, no deja de ser una falsificaci¨®n de la experiencia: por una parte, la imagen de la comunidad se purifica de todo lo que podr¨ªa transmitir un sentimiento de diferenciaci¨®n sobre qui¨¦nes somos nosotros; por otra, la afirmaci¨®n de la insalvable diferencia del extra?o exige su reducci¨®n, una simplificaci¨®n que la haga manejable. Una frontera clara es la mejor manera de des-problematizar la pregunta por la identidad, al menos para la mayor¨ªa. Soy como estos, somos los de aqu¨ª, los de esta parte, los de dentro. Y, sobre todo, debemos cuidar de nosotros mismos, pues nadie m¨¢s lo har¨¢. De ah¨ª tambi¨¦n que las fronteras constituyan siempre zonas de fricci¨®n, espacios de fractura. Como las fallas tect¨®nicas, las fronteras pol¨ªticas son estructuralmente inestables. No puede ser de otra manera, porque las fronteras son una construcci¨®n pol¨ªtica nacida de un sue?o: el sue?o de la pureza. Un sue?o de la raz¨®n moderna que, ciertamente, produce monstruos.
A diferencia de las fronteras, los fractales son formas autosemejantes, figuras con un motivo fundamental que se propaga a escalas progresivamente reducidas o (es otra manera de verlo) con partes que, al ser ampliadas, se asemejan al todo. Con otras palabras, un fractal es un objeto que presenta la misma estructura fundamental aunque cambiemos indefinidamente la escala de observaci¨®n; un objeto caracterizado por la recursividad, o autosimilitud, a cualquier escala. En otras palabras, si enfocamos una porci¨®n cualquiera de un objeto fractal notaremos que tal secci¨®n resulta ser una r¨¦plica a menor escala de la figura principal. A grandes rasgos, las formas fractales est¨¢n hechas de copias a una escala menor de s¨ª mismas, y sus partes son fundamentalmente similares al todo. Las realidades fractales son realidades ininterrumpidas, sin fronteras (al menos cuando hablamos de la geometr¨ªa fractal de Mandelbrot, evidentemente no en el caso de las formas naturales o sociales). La ¨²nica diferencia que podemos establecer es de tama?o, de escala, pero no de esencia.
?Podemos utilizar el modelo fractal como analog¨ªa para repensar las realidades pol¨ªticas? En particular, aquellas institucionalizaciones (el Estado-naci¨®n, la identidad nacional) basadas, precisamente, en la construcci¨®n de discontinuidades, de fronteras pol¨ªticas y ¨¦ticas que pretenden delinear con trazo grueso segmentaciones no s¨®lo territoriales, sino identitarias y morales?
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