Ahora Baleares
Despu¨¦s de Valencia, Baleares. Poco a poco el PP se va incorporando al debate sobre la reforma de la estructura del Estado, que se ha abierto camino de manera imparable tras el resultado electoral del 14-M de 2004. Si cualquier reforma constitucional o estatutaria parec¨ªa imposible mientras el PP estuviera en el Gobierno, todas ellas se est¨¢n convirtiendo en inevitables, una vez que ha dejado de estarlo. A la direcci¨®n nacional del PP le ha costado aceptar esta realidad, pero parece que por fin la est¨¢ aceptando.
Es una buena noticia. Por dos motivos. En primer lugar, porque el concurso del PP resulta imprescindible en cualquier operaci¨®n de reforma de la estructura del Estado. En Espa?a no hay nada m¨¢s que dos partidos de gobierno, PSOE y PP, por este orden o por el inverso, y no se puede tener una estructura de Estado establemente definida sin el concurso de ambos. Incluso cuando el impulso de la reforma de la estructura del Estado pueda proceder de comunidades aut¨®nomas, en las que el concurso del PP no resulta jur¨ªdicamente imprescindible, como ocurre en Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Andaluc¨ªa. Pues la estructura del Estado se ve afectada tanto por la reforma constitucional como por las reformas estatutarias. De ah¨ª que en todas ellas deba participar el PP. Y que deba hacerlo de verdad, como lo que realmente es, un partido que no es ahora mismo Gobierno de la naci¨®n, pero que puede serlo, que es el ¨²nico de todos los que no lo son en este momento que puede serlo. Las noticias que llegan de Valencia y Baleares parece que apuntan en esta direcci¨®n y parecen, en consecuencia, conjurar el riesgo de que el PP se desentendiera en general de los procesos de reforma estatutarias, boicoteando en cierta medida la operaci¨®n reformadora en su conjunto.
El concurso del PP resulta imprescindible en cualquier operaci¨®n de reforma de la estructura del Estado
Pero es una buena noticia por otra raz¨®n. Parece que el PP va adaptando su estructura interna a la estructura pol¨ªticamente descentralizada del Estado. Hasta el momento el PP ha venido operando como si tuviera que hacer pol¨ªtica en un Estado unitario y no en un Estado descentralizado, pol¨ªticamente federal, aunque no lo sea jur¨ªdicamente. La direcci¨®n nacional ha venido incluso presumiendo de ello, descalificando al PSOE como una jaula de grillos, porque no todos los dirigentes socialistas en las distintas comunidades aut¨®nomas dec¨ªan lo mismo sobre todos los temas. El PP era presentado como modelo de coherencia frente al PSOE. La estructura interna fuertemente centralizada del PP parec¨ªa sustancialmente resistente a cualquier posible penetraci¨®n de la estructura fuertemente descentralizada del Estado. Parece que est¨¢ dejando de ser as¨ª.
Esto es important¨ªsimo. Un partido pol¨ªtico de verdad, esto es, un partido que no sea una pandilla, sino que sea una asociaci¨®n pol¨ªtica portadora de un programa general de gobierno para la sociedad y que tenga vocaci¨®n de intentar hacer real y efectivo ese programa de gobierno mediante el ejercicio del poder estatal, tiene que adaptar su estructura interna a la estructura del Estado en el que tiene que actuar. No puede pretender que ocurra a la inversa. Mientras no adapte su estructura interna a la estructura del Estado su posici¨®n ser¨¢ sumamente fr¨¢gil.
Esa adaptaci¨®n es muy fatigosa y est¨¢ pre?ada de sinsabores. Pero tiene que producirse. El PSOE tuvo que hacerla a finales de los ochenta, cuando empez¨® a resquebrajarse el dominio que se hab¨ªa impuesto con el t¨¢ndem Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra. Inicialmente pareci¨® que aquella transici¨®n descentralizadora de la estructura del partido conduc¨ªa a la impotencia y, sin embargo, ha sido todo lo contrario. La existencia de baron¨ªas no ha acabado debilitando al PSOE, sino todo lo contrario. Le ha permitido hacer pol¨ªtica adapt¨¢ndose a las necesidades del terreno, relativizar los conflictos, circunscribi¨¦ndolos a la dimensi¨®n territorial que cada uno de ellos tiene y ha dejado que la direcci¨®n nacional tenga, cuando sea necesario, una funci¨®n arbitral.
El PP necesita hacer esa transici¨®n. Lo que se ha hecho en Valencia y en Baleares est¨¢ bien, independientemente del juicio que desde una perspectiva sustantiva nos pueda merecer la propuesta que viene de la primera o de la segunda. Est¨¢ bien que el PP en una comunidad aut¨®noma interprete discrecionalmente lo que est¨¢ ocurriendo en dicha comunidad y que decida tomar la iniciativa de acuerdo con dicha interpretaci¨®n. El PP en Valencia o en Baleares no puede estar esperando las instrucciones de la direcci¨®n nacional para ir al encuentro de las demandas pol¨ªticas que se est¨¢n abriendo camino en la comunidad. Por ese camino no es que se corra el riesgo, sino que se tiene la seguridad de que se llegar¨¢ tarde y mal a dar respuesta a cualquier problema.
Me parece que en Andaluc¨ªa es donde el PP tiene la mejor prueba de lo negativo que puede resultar su inadaptaci¨®n a la estructura del Estado. La plena subordinaci¨®n de la estrategia popular andaluza a la estrategia nacional lo ha conducido a una situaci¨®n de casi total irrelevancia pol¨ªtica. La direcci¨®n regional andaluza tiene que autonomizarse respecto de la direcci¨®n nacional y ser capaz de tomar la iniciativa. Y deber¨ªa darse prisa. Han sido demasiadas las ocasiones en las que el PP andaluz ha traicionado su condici¨®n de partido andaluz en los ¨²ltimos quince a?os. Me atrever¨ªa a decir que no es que no disponga de cr¨¦dito ante la sociedad andaluza, sino que tiene que levantar una pesada hipoteca. Es posible que los nuevos aires que parece que se est¨¢n abriendo en el PP le permita a la direcci¨®n andaluza operar con un mayor margen de maniobra. Su participaci¨®n en la reforma estatutaria en curso ser¨ªa una buena ocasi¨®n para ponerlo de manifiesto.
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