Minihumanos de un metro
Los f¨®siles hallados el pasado oto?o en una isla indonesia han descabalado la evoluci¨®n humana. Quedan muchas dudas, mucho por investigar, pero sus descubridores defienden que el hombre de Flores es una nueva especie de extra?os minihumanos que vivieron hasta hace 12.000 a?os.
En la isla de Flores (Indonesia), todo tiende a los extremos. El drag¨®n de Komodo y otros lagartos pueden alcanzar los tres metros de largo y los 130 kilos de peso, y las ratas aut¨®ctonas son grandes como conejos. Los elefantes, por otro lado, encogieron hasta el tama?o de una vaca. Y la especie humana que vivi¨® all¨ª hasta hace 12.000 a?os, el Homo floresiensis u hombre de Flores, med¨ªa un metro de estatura y no ten¨ªa m¨¢s cerebro que un chimpanc¨¦. Para colmo, los actuales habitantes de la isla tienen un tama?o normal, pero algunos de sus lenguajes no se han librado de la maldici¨®n, y se han reducido perdiendo los prefijos, los sufijos y las inflexiones hasta convertirse en los idiomas m¨¢s simples del planeta.
Cuando un equipo de paleont¨®logos australianos e indonesios anunci¨® en octubre el hallazgo de los restos f¨®siles del hombre de Flores, los estudiosos de la evoluci¨®n humana se llevaron una de las mayores sorpresas de su vida. Nuestra especie, el Homo sapiens, ha tardado unos seis millones de a?os en evolucionar a partir de algo muy parecido a un chimpanc¨¦. Hac¨ªa tiempo que se conoc¨ªan restos de hom¨ªnidos con un tama?o similar al hombre de Flores -la famosa Lucy es un ejemplo-, pero Lucy y los suyos pertenec¨ªan a un g¨¦nero de australopitecos que vivi¨® hace tres millones de a?os y nunca sali¨® de ?frica. Y los australopitecos ten¨ªan una inteligencia muy escasa, como corresponde a su peque?o cerebro y como demuestra la casi total ausencia de herramientas asociadas a sus huesos. Un hecho aceptado en la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos es que los avances t¨¦cnicos van asociados al aumento de la capacidad craneal. El australopiteco (400 cent¨ªmetros c¨²bicos) no ten¨ªa tecnolog¨ªa. El Homo erectus (800 cent¨ªmetros c¨²bicos) usaba herramientas primitivas. Nuestra especie (1.350 cent¨ªmetros c¨²bicos de promedio) invent¨® las herramientas avanzadas.
Sin embargo, el hombre de Flores parece haberse saltado todas esas normas. En la misma cueva de Liang Bua donde los cient¨ªficos encontraron sus restos aparecieron tambi¨¦n unas herramientas de piedra que nadie hubiera atribuido a un Homo erectus, no digamos ya a un austrolopiteco, sino al mism¨ªsimo Homo sapiens. Adem¨¢s, su mera presencia en la isla parec¨ªa implicar que hab¨ªa llegado all¨ª en alg¨²n tipo de balsa, porque Flores no ha estado unida al continente asi¨¢tico en los ¨²ltimos millones de a?os. Y junto a sus huesos aparecieron abundantes restos de stegodon, el elefante enano mencionado antes. Por muy enano que fuera este animal, es improbable que el hombre de Flores lo hubiera podido cazar sin alguna estrategia colectiva coordinada. Los descubridores propusieron por ello que el peque?o hom¨ªnido de la isla pose¨ªa el don del lenguaje. ?Cabe tanto talento en un cr¨¢neo de 400 cent¨ªmetros c¨²bicos?
Algunos cient¨ªficos creen que no, que no cabe. Uno de los primeros esc¨¦pticos fue el paleoantrop¨®logo Maciej Henneberg, de la Universidad de Adelaida (Australia). Los descubridores del hombre de Flores hab¨ªan hallado restos de siete individuos, pero s¨®lo un cr¨¢neo, y Henneberg propuso que ese cr¨¢neo pertenec¨ªa a un Homo sapiens con microcefalia, una malformaci¨®n gen¨¦tica que reduce el cerebro al tama?o t¨ªpico de un australopiteco. Otros expertos se han sumado a esa tesis. Sostienen que las barcas, las herramientas y las cacer¨ªas organizadas eran obra del Homo sapiens, y que los cient¨ªficos, simplemente, hab¨ªan tenido la mala suerte de dar con el cr¨¢neo de un enfermo.
Las discrepancias no se han limitado al ¨¢mbito te¨®rico. Otro de los defensores de la teor¨ªa microcef¨¢lica es el decano de la paleontolog¨ªa indonesia, Teuku Jacob, de la Universidad Gadjah Mada de Yogyakarta (Java). En noviembre, s¨®lo un mes despu¨¦s de que el hallazgo fuera anunciado en Nature, Jacob recogi¨® la mayor parte de los huesos de los hobbits (bautizados as¨ª por comparaci¨®n con los peque?os seres de la saga de El se?or de los anillos, de J. R. R. Tolkien) del Centro Indonesio de Arqueolog¨ªa, donde hab¨ªan sido depositados por sus descubridores, y se los llev¨® a su laboratorio en Java. Para colmo, Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Antropolog¨ªa Evolutiva en Leipzig (Alemania), tom¨® una peque?a muestra de una costilla de hobbit en el laboratorio de Jacob y se la llev¨® a Leipzig para su an¨¢lisis de ADN por el grupo de Svante P??bo, un l¨ªder mundial en gen¨¦tica de la evoluci¨®n humana.
Pero esta extra?a crisis ya ha sido zanjada. Jacob devolvi¨® casi todos los huesos el 23 de febrero, y el grupo de P??bo y otro laboratorio m¨¢s est¨¢n intentando ahora extraer ADN de la muestra. Si lo consiguen, el an¨¢lisis de ese ADN podr¨¢ aclarar si el hobbit es en realidad un Homo sapiens microcef¨¢lico. Pero, sin esperar tanto, esa teor¨ªa ha recibido un fuerte rev¨¦s procedente de otra l¨ªnea de exploraci¨®n.
El 4 de marzo, un equipo dirigido por la paleoneur¨®loga Dean Falk, de la Universidad Estatal de Florida, public¨® en Science un estudio que apoya la interpretaci¨®n original de los descubridores del hobbit. Falk compar¨® el interior del cr¨¢neo de Homo floresiensis con el de otros hom¨ªnidos y humanos modernos, incluido un microcef¨¢lico, y comprob¨® que su forma era muy distinta a la t¨ªpica de esa malformaci¨®n gen¨¦tica. El cr¨¢neo del hobbit era en realidad muy similar al de un Homo erectus sano, aunque mucho m¨¢s peque?o. Y eso no era todo?
"Pens¨¦ que el cerebro del Homo floresiensis se parecer¨ªa al de un chimpanc¨¦, pero estaba equivocada", afirm¨® Dean Falk en www.sciam.com (la versi¨®n digital de la revista Scientific American). "Hab¨ªa cosas m¨¢s curiosas en ese cerebro". El cr¨¢neo del hobbit mostraba claros signos de expansi¨®n de los l¨®bulos frontales, la parte del cerebro m¨¢s cercana a la frente. Curiosamente, ¨¦sta es justo la zona que m¨¢s ha aumentado de tama?o durante la evoluci¨®n de nuestra especie. ?Qu¨¦ ocurri¨® entonces en Flores? Uno de los descubridores del hombre de Flores, el paleont¨®logo Richard Bert Roberts, de la Universidad de Wollongong (Australia), explica a EL PA?S: "Los rasgos avanzados de la parte frontal del cr¨¢neo del hobbit son muy interesantes, sin duda, y pueden indicar que esta parte del cerebro, donde residen las altas funciones mentales, ha evolucionado dos veces de forma independiente, en los hobbits y en nosotros".
?Por qu¨¦ dos veces? Los restos de hobbits m¨¢s recientes que han hallado Roberts y sus colegas s¨®lo tienen 12.000 a?os, pero los m¨¢s antiguos tienen 90.000. Y en la isla hay herramientas (aunque de tipo primitivo) de hasta 800.000 a?os. Nada de esto puede tener relaci¨®n con el Homo sapiens, que no sali¨® de ?frica hasta hace 50.000 a?os.
Por ello, y por la forma del cr¨¢neo, los cient¨ªficos creen que el hobbit es un descendiente miniaturizado del Homo erectus, un hom¨ªnido que sali¨® de ?frica hace dos millones de a?os. Pero que no navegaba ni fabricaba herramientas avanzadas como las m¨¢s recientes halladas en Flores. Si el hobbit era inteligente, la inteligencia ha evolucionado dos veces en los hom¨ªnidos. "Como m¨ªnimo", prosigue Roberts, "el alto grado de desarrollo de esta parte crucial del cerebro proporciona una explicaci¨®n clara de c¨®mo los hobbits eran capaces de ejecutar unas actividades tan complicadas con un cerebro que s¨®lo tiene una tercera parte del tama?o del nuestro. Fabricar unas herramientas tan sofisticadas como las que nosotros us¨¢bamos en la ¨¦poca, navegar para llegar a Flores y cazar en grupo elefantes de media tonelada son comportamientos que requieren unas capacidades cognitivas y comunicativas comparables a las nuestras".
En nuestra especie, esas capacidades cognitivas son muy recientes. Tal vez no tengan m¨¢s de 50.000 a?os. Si los hobbits llevan en Flores cerca de un mill¨®n de a?os, como creen sus descubridores, ?es posible que fueran los primeros hom¨ªnidos inteligentes del planeta? "Simplemente, no sabemos cu¨¢ndo ocurri¨® esa evoluci¨®n cerebral", admite Roberts. "Pudo tener lugar en Flores o antes de que llegaran all¨ª, o incluso antes de que su cerebro experimentara la miniaturizaci¨®n. Tenemos que encontrar restos m¨¢s antiguos para rellenar estos notables huecos, tanto en el tiempo como en el espacio".
Sin embargo, Dean Falk, la autora de la reconstrucci¨®n del cerebro, explica a EL PA?S que hay una segunda posibilidad: "Hay dos hip¨®tesis compatibles con nuestros datos. La primera es la preferida por los descubridores del hobbit: que el Homo erectus lleg¨® a la isla y sufri¨® un proceso de miniaturizaci¨®n evolutiva. La segunda, menos discutida, es que el hobbit y el Homo erectus compartieran un ancestro com¨²n de peque?o tama?o. Si esto fuera cierto, el cerebro del hobbit no habr¨ªa sufrido una miniaturizaci¨®n en ning¨²n momento, sino que el cerebro del Homo erectus habr¨ªa experimentado un crecimiento durante la evoluci¨®n de esta especie [hace dos millones de a?os], al mismo tiempo que su cuerpo. Esta hip¨®tesis implicar¨ªa que los rasgos avanzados que hemos detectado en el cerebro del hobbit empezaron a evolucionar antes de que el Homo erectus aumentara de tama?o".
Roberts y sus colegas est¨¢n fascinados por ciertas leyendas que han o¨ªdo en varios pueblos de la isla. Hablan de unos hombrecillos a los que llaman ebu gogo ("la abuela que se lo come todo"), peludos, barrigudos y de brazos largos, que robaban de vez en cuando sus cosechas y llegaron a secuestrar a un beb¨¦. Estas leyendas s¨®lo tienen unos siglos de existencia, y los restos m¨¢s recientes de Homo floresiensis tienen 12.000 a?os. Sin embargo, justo encima de los huesos de los ¨²ltimos hobbits, los ge¨®logos han hallado evidencias de una erupci¨®n volc¨¢nica catastr¨®fica. Es posible, por tanto, que los hobbits de la cueva de Liang Bua perecieran por culpa de un volc¨¢n hace 12.000 a?os. Pero entonces tambi¨¦n es posible que otras poblaciones de hobbits sobrevivieran en otros lugares de Flores. S¨®lo las excavaciones podr¨¢n aclarar este punto.
Entretanto, los huesos de Flores han seguido estimulando la imaginaci¨®n de los expertos en otras ¨¢reas. El verano pasado, antes de anunciarse el hallazgo paleontol¨®gico, el ling¨¹ista John McWhorter, del Instituto Manhattan de Nueva York, empez¨® a interesarse por dos de los lenguajes utilizados por los actuales habitantes de Flores, el ke'o y el ngadha. "Son realmente raros", explicaba McWhorter, en marzo, en el foro ling¨¹¨ªstico Language Log de la Universidad de Pensilvania. "Carecen por completo de prefijos, sufijos e inflexiones. Toda la gram¨¢tica se sustenta en palabras separadas. De caminar no se puede derivar camin¨®; ni de amigo, amistad; ni de enviar, reenviar".
Hay muchos idiomas que apenas usan prefijos y sufijos, pero no es lo habitual en la familia ling¨¹¨ªstica austronesia, a la que pertenecen el ke'o y el ngadha. Y otros lenguajes que han perdido estos afijos, como el chino, los han sustituido por alg¨²n elemento equivalente, como un cambio de nota. Esto tampoco ocurre en el ke'o y el ngadha. "Cuando las gram¨¢ticas se simplifican de esta forma", a?ade McWhorter, "suele ser porque en alg¨²n momento de su historia fueron aprendidas m¨¢s por adultos que por ni?os, como ocurre en las lenguas criollas".
El ling¨¹ista llevaba varios meses desconcertado por esos dos lenguajes cuando ley¨® la noticia del Homo floresiensis, y no pudo evitar que una hip¨®tesis audaz colonizara su cabeza: "Cuando los hablantes de austronesio llegaron a Flores, hace unos 4.000 a?os seg¨²n las reconstrucciones arqueol¨®gicas y ling¨¹¨ªsticas, se encontraron all¨ª a los hobbits, que hablaban su propia lengua. Podemos suponer que fueron incorporados a la sociedad de los reci¨¦n llegados, tal vez por la fuerza, y que los hobbits adultos adoptaron una versi¨®n simplificada del lenguaje austronesio que, con el tiempo, lleg¨® a ser el modelo que todos los ni?os [tambi¨¦n los ni?os sapiens] aprend¨ªan. Ser¨ªa algo as¨ª como nuestra versi¨®n del franc¨¦s o el espa?ol en la escuela secundaria [John McWhorter es estadounidense]".
"?Es una idea interesante!", comenta Bert Roberts cuando este diario le informa de la teor¨ªa de McWhorter. "Pero, por supuesto, es dif¨ªcil evaluarla. Cuando uno piensa en todos los esfuerzos que se han hecho para buscar las posibles interacciones entre los neandertales y los humanos modernos, y en el poco consenso que hay todav¨ªa sobre qu¨¦ especie podr¨ªa haber aprendido qu¨¦ cosa de la otra, es evidente que nos queda un largo camino hasta comprender si el hobbit aprendi¨® algo de nosotros o nosotros del hobbit, como sugiere John McWhorter".
Ni siquiera los mitos locales sobre el ebu gogo parecen cuadrar con la hip¨®tesis del ling¨¹ista. "Las leyendas cuentan que los ebu gogo se comunicaban farfullando y no con palabras claramente definidas", prosigue Roberts, y luego bromea: "Pero yo conozco a varios colegas que no hacen m¨¢s que farfullar y, pese a ello, logran comunicarse perfectamente".
McWhorter no parece preocupado por este problema. "Las leyendas dicen que los hobbits emit¨ªan murmullos incomprensibles", escribe en el Language Log, "pero esto no puede tomarse como prueba de que no ten¨ªan lenguaje, puesto que los idiomas extranjeros les suelen parecer murmullos a la gente no iniciada en los conceptos esot¨¦ricos de la ling¨¹¨ªstica moderna". ?Podr¨¢ McWhorter demostrar su osada teor¨ªa? Parece dif¨ªcil. Y desde luego, sus ideas no podr¨¢n cuajar si los paleont¨®logos no encuentran restos m¨¢s recientes del hobbit.
Tambi¨¦n se necesitan m¨¢s pruebas sobre la tecnolog¨ªa del hombre de Flores. Las herramientas avanzadas han aparecido en Liang Bua, la misma cueva que albergaba los restos del hobbit, pero no exactamente en el mismo punto. Y la comunidad cient¨ªfica, por tanto, no considera probado que fueran obra del hobbit. "De momento no hay suficientes pruebas", afirma el paleont¨®logo Bernard Wood, de la Universidad George Washington, en Scientific American (febrero de 2005). "Y si fueran obra del hobbit, yo ya no tengo ni idea de la relaci¨®n entre la habilidad y el tama?o del cerebro". Este experto admite que entre los humanos modernos hay una gran variabilidad en el tama?o del cerebro, y que esta variaci¨®n no est¨¢ relacionada con el talento de cada individuo. Wood cita dos casos extremos c¨¦lebres: el del escritor franc¨¦s Anatole France, un hombre muy inteligente que gan¨® el Premio Nobel en el a?o 1921 con un cerebro de s¨®lo 1.000 cent¨ªmetros c¨²bicos, y el del general ingl¨¦s Oliver Cromwell, que superaba los 2.000 cent¨ªmetros c¨²bicos.
Sin embargo, cuando se considera la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos a gran escala, se observa una tendencia a la encefalizaci¨®n sostenida durante millones de a?os, y asociada a los avances en el tipo y el repertorio de herramientas.
Adem¨¢s, la ¨²ltima teor¨ªa sobre el cerebro humano propone una relaci¨®n muy directa entre la inteligencia y el tama?o del c¨®rtex, la parte m¨¢s externa del cerebro, que sufre en nuestra especie toda clase de pliegues y circunvoluciones para poder encajar en el cr¨¢neo. Cada zona del c¨®rtex, seg¨²n esta teor¨ªa, combina la informaci¨®n que le llega de la zona inmediatamente inferior, en una escala progresiva (de la l¨ªnea al ¨¢ngulo, del ¨¢ngulo a la superficie, de la superficie a la forma tridimensional, etc¨¦tera) que, en los niveles m¨¢s altos, genera los conceptos abstractos de los que est¨¢ hecho nuestro pensamiento. Cuanto m¨¢s c¨®rtex, m¨¢s inteligencia abstracta.
Este diario plante¨® el problema del hobbit al autor de esa teor¨ªa, el ingeniero inform¨¢tico Jeff Hawkins, de Silicon Valley. "No conozco bien ese asunto", respondi¨® Hawkins, "pero el tama?o del cr¨¢neo no es un criterio ideal. Una cavidad craneana puede alojar m¨¢s o menos c¨®rtex dependiendo de la cantidad de circunvoluciones, y la complejidad del c¨®rtex no depende tanto de su tama?o como de su densidad de neuronas".
La investigaci¨®n prosigue, y cada vez en m¨¢s frentes. Roberts y los dem¨¢s descubridores del hobbit est¨¢n convencidos de que encontrar¨¢n m¨¢s restos en Flores, o tal vez en otras islas de la zona. Si estos enigm¨¢ticos humanos llegaron all¨ª hace casi un mill¨®n de a?os, y si por entonces ten¨ªan el tama?o normal de un Homo erectus, deber¨ªa ser posible documentar con f¨®siles el proceso de miniaturizaci¨®n evolutiva propuesto por los autores del hallazgo.
Y si el volc¨¢n no extermin¨® a todos los hobbits hace 12.000 a?os y los cient¨ªficos encuentran restos mucho m¨¢s recientes, los antrop¨®logos y los ling¨¹istas podr¨¢n examinar la historia de la isla con otra mirada. Pero todo depende de los huesos. Por el momento, los estudiosos de la evoluci¨®n humana deben conformarse con uno de los m¨¢s preciados tesoros de cualquier disciplina cient¨ªfica: un mont¨®n de preguntas nuevas.
'Lucy', 'erectus' y 'antecessor'
Los humanos hemos evolucionado, durante los ¨²ltimos seis millones de a?os, a partir de un mono similar a los chimpanc¨¦s actuales, pero no mediante la continua e inexorable escalada que un siglo de ilustraciones cient¨ªficas ha grabado en la imaginaci¨®n colectiva. Desde la aparici¨®n del Australopithecus anamensis en Kenia, hace 4,2 millones de a?os, han evolucionado en ?frica cerca de una veintena de especies distintas de hom¨ªnidos.
El Australopithecus anamensis se extingui¨® hace cuatro millones de a?os, y m¨¢s o menos por esa ¨¦poca surgieron los primeros representantes de una especie distinta, Australopithecus afarensis, a la que pertenece la famosa Lucy, y que no usaba herramientas. Su cerebro ten¨ªa menos de 400 cent¨ªmetros c¨²bicos, un tama?o similar al del chimpanc¨¦, y tambi¨¦n al del (a¨²n inexistente) hombre de Flores.
El anamensis desapareci¨® del mapa hace 2,9 millones de a?os. Durante el siguiente mill¨®n y medio de a?os aparecieron en distintos lugares de ?frica otras seis especies distintas de Australopithecus, pero todo este g¨¦nero se extingui¨® hace 1,5 millones de a?os sin haber salido de ?frica ni experimentar un aumento en el tama?o del cerebro.
El g¨¦nero Homo surgi¨®, tambi¨¦n en Etiop¨ªa, hace unos 2,5 millones de a?os, y, por tanto, coexisti¨® con varias especies de Australopithecus durante casi un mill¨®n de a?os. Su aparici¨®n coincide con las primeras herramientas toscas de piedra tallada, y tambi¨¦n con el primer aumento sustancial del tama?o del cerebro. El Homo erectus, con un cr¨¢neo cercano a los 1.000 cent¨ªmetros c¨²bicos, fue el primer hom¨ªnido que sali¨® de ?frica, hace 1,8 millones de a?os. Poco despu¨¦s se extendi¨® por toda Asia, llevando consigo su tosca tecnolog¨ªa de la piedra tallada.
Si la hip¨®tesis de Michael Morwood, Richard Roberts, Peter Brown y sus colegas es la correcta, una peque?a poblaci¨®n de erectus debi¨® navegar desde el sur de Asia hasta Flores hace m¨¢s o menos un mill¨®n de a?os. No hay ninguna prueba de que esa especie tuviera la inteligencia necesaria para construir alg¨²n tipo de balsa o barca, de modo que la teor¨ªa de estos cient¨ªficos exige que aquella poblaci¨®n hubiera experimentado cierta evoluci¨®n cerebral antes de emprender el viaje.
La mayor¨ªa de los paleont¨®logos ve el resto de la evoluci¨®n humana como una serie de migraciones procedentes de ?frica hacia el resto del Viejo Mundo: primero sali¨® el Homo erectus (hace 1,8 millones de a?os); luego, tal vez los ancestros del Homo antecessor de Atapuerca (hace unos 800.000 a?os); luego, una especie de preneandertal a la que muchos cient¨ªficos prefieren denominar Homo heidelbergiensis (hace 500.000 a?os), y por ¨²ltimo, hace tan s¨®lo 50.000 a?os, nuestra propia especie, el Homo sapiens.
El Homo sapiens lleg¨® enseguida al sur asi¨¢tico, y, por tanto, coexisti¨® con el Homo floresiensis durante m¨¢s de 35.000 a?os, al menos en el tiempo. No consta, sin embargo, que tambi¨¦n coexistieran en el espacio: en Flores no se han hallado restos de Homo sapiens anteriores a 12.000 a?os, la fecha de los hobbits m¨¢s recientes. En la cueva de Liang Bua, los primeros huesos de sapiens aparecen por encima del estrato correspondiente a la erupci¨®n volc¨¢nica que, aparentemente, barri¨® al hobbit de all¨ª. Pero esta conclusi¨®n debe ponerse en cuarentena porque todav¨ªa queda mucha isla por excavar.
Cuando los ancestros del hobbit viajaron a la isla de Flores, ?eran ya miniaturas? No se sabe, pero lo m¨¢s probable es que no lo fueran todav¨ªa. Las reducciones dr¨¢sticas de tama?o son un fen¨®meno evolutivo bien documentado en muchas islas. Ser grande cuesta mucha energ¨ªa, y s¨®lo merece la pena si uno debe protegerse de un predador tambi¨¦n grande. Si una especie viaja a una isla, pero su predador se queda en el continente, la presi¨®n selectiva se pierde y la especie queda libre para reducir su tama?o y ahorrar energ¨ªa.
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