Homofobia
La Audiencia Provincial de Lugo ha sentenciado que una transexual s¨®lo puede ver a su hijo (nacido de su matrimonio como hombre) tres horas cada 15 d¨ªas, y en presencia de dos psic¨®logos y de su ex esposa. Un dictamen injustamente restrictivo, si tenemos en cuenta que muchos padres maltratadores son autorizados a convivir con sus v¨ªctimas, es decir, con sus ni?os. "Me gusta estar con pap¨¢ aunque se maquille", ha dicho el cr¨ªo, de siete a?os. Y eso es lo peor, seg¨²n los jueces. Porque la sentencia llega a decir que un sistema normal de visitas supondr¨ªa un riesgo para el menor, que se ir¨ªa habituando ("como de facto ya est¨¢ haciendo, pues la relaci¨®n afectiva es buena") a la decisi¨®n del cambio de sexo. O sea, reconocen que la relaci¨®n est¨¢ bien, pero a pesar de eso, o m¨¢s bien justamente por eso, castigan al progenitor. Cu¨¢n rigurosos son estos cancerberos de la ortodoxia gonadal. Desde luego un cambio de sexo no es algo balad¨ª, pero, ?de verdad creen que una buena relaci¨®n con un padre as¨ª puede da?ar m¨¢s que un padre alcoh¨®lico o violento? ?O que un simple mal padre que no ame a su hijo?
Llevo meses asistiendo con aturdido pasmo a la polvareda de quejas iracundas que la ley de matrimonios homosexuales est¨¢ levantando en ciertos sectores de nuestro pa¨ªs. Me asombra que un tema tan nimio encocore a la gente de tal modo. Con la que est¨¢ cayendo, y la de asuntos grav¨ªsimos que se est¨¢n dirimiendo (como, por ejemplo, la negociaci¨®n con la banda criminal etarra y el arrumbamiento de gente tan valiosa como Rosa D¨ªez o Maite Pagazaurtundua), y resulta que lo que m¨¢s inquieta a algunos tipos es la legalizaci¨®n de una situaci¨®n habitual y amable, a saber, el emparejamiento de homosexuales. Aunque no es la legalizaci¨®n lo que m¨¢s les enrabieta, sino que el v¨ªnculo se denomine matrimonio. Es decir, lo que no pueden soportar es la normalizaci¨®n, y que un gay sea equiparable a un heterosexual. Yo cre¨ªa que la moderna sociedad espa?ola era menos homof¨®bica, pero esta estampida de ciudadanos sexualmente fren¨¦ticos, fieros guardianes de la pureza hetero, me ha dejado turulata. No entiendo sus miedos. O s¨®lo los entiendo si les imagino poni¨¦ndose clandestinamente las medias de su esposa, encerrados en el ba?o de madrugada.
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