?Qui¨¦n incumple el Pacto Antiterrorista?
La manifestaci¨®n convocada el pasado s¨¢bado en Madrid por la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo (AVT) y hecha suya por el PP cubri¨® las expectativas de sus promotores; no ser¨¢ f¨¢cil, en cambio, escucharles argumentos congruentes capaces de justificar una iniciativa que ha roto la unidad entre las v¨ªctimas (divididas en torno a la oportunidad de la convocatoria) y ha sido soezmente patrimonializada por un partido. La consigna de la pancarta de la AVT que abr¨ªa la marcha descansaba sobre un intencionado equ¨ªvoco terminol¨®gico: "Por ellos, por todos, negociaci¨®n en mi nombre, ?no!". Pero la resoluci¨®n del Congreso -objeto de la protesta- no inclu¨ªa ni esa palabra, ni ese concepto; al tiempo, el Gobierno niega la existencia de cualquier proceso de di¨¢logo (el t¨¦rmino utilizado por la moci¨®n de la C¨¢mara) a fin de que ETA deje las armas. Los manifestantes, as¨ª pues, se echaron a la calle para criticar una decisi¨®n imaginaria del Gobierno; al igual que hicieron el pasado enero con el fin de impedir la supuesta excarcelaci¨®n irregular de terroristas condenados.
?C¨®mo explicar ese enga?oso y abusivo deslizamiento desde el eventual final dialogado de la violencia "entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia" (ofrecido por la resoluci¨®n del Congreso) hasta la supuesta negociaci¨®n en curso con ETA (denunciada por la AVT y el PP)? La imprecisi¨®n de algunos pronunciamientos del presidente Zapatero tal vez haya abierto un espacio de ambig¨¹edad a las sospechas honradas. Pero las premisas impl¨ªcitas y los juicios de intenci¨®n utilizados como estribo por los portavoces populares para dar su salto circense desde las dudas razonables hasta las conclusiones maliciosas no pueden beneficiarse de la presunci¨®n de buena fe a que tienen derecho las v¨ªctimas. La macabra costumbre de utilizar la memoria de los muertos con objetivos pol¨ªticos se inici¨® durante el mandato de Aznar: la actual estrategia del PP para dividir a las v¨ªctimas y secuestrar la c¨²pula de sus organizaciones con fines partidistas resulta moralmente obscena y pol¨ªticamente nauseabunda.
Con el calculado y manipulador patrocinio de la manifestaci¨®n del s¨¢bado, el PP ha roto en mil trizas el Pacto Antiterrorista firmado en diciembre de 2000 con el PSOE y sustentado sobre los dos pivotes b¨¢sicos del primer punto de su texto. De un lado, ambas formaciones aceptan que "el terrorismo es un problema de Estado" y que corresponde "al Gobierno de Espa?a" dirigir el combate contra ETA en colaboraci¨®n con "todos los partidos pol¨ªticos democr¨¢ticos", est¨¦n en el poder o en la oposici¨®n; de otro, populares y socialistas adquieren el compromiso formal de "eliminar del ¨¢mbito de la leg¨ªtima confrontaci¨®n pol¨ªtica y electoral entre nuestros dos partidos" cualquier pol¨¦mica p¨²blica, confiando la soluci¨®n de los eventuales desacuerdos a una "comisi¨®n de seguimiento" (declarada en cuarentena por el PP hasta que el Gobierno pida al Supremo la ilegalizaci¨®n del Partido Comunista de las Tierras Vascas). Mientras permanecieron en el poder, los populares exigieron a los socialistas el estricto cumplimiento de esas cl¨¢usulas; el olvido de tales obligaciones nada m¨¢s pasar a la oposici¨®n es algo m¨¢s que el descaro de los ventajistas cuando modifican a su conveniencia las reglas del juego.
El PP ha tomado la demag¨®gica decisi¨®n de situar en el centro de la agenda p¨²blica la confrontaci¨®n con la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno sin pararse en barras a la hora de mentir y tergiversar. Los populares culminan as¨ª la desleal escalada de deslegitimaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas iniciada con la fabulada interpretaci¨®n del 11-M: el PSOE habr¨ªa obtenido la victoria gracias a un atentado terrorista cuya "autor¨ªa intelectual" corresponder¨ªa a ETA y del que ser¨ªan c¨®mplices o encubridores los socialistas. Con la oferta de final dialogado de la violencia, Zapatero pagar¨ªa ahora a sus mu?idores el precio pol¨ªtico correspondiente. A la malicia siempre le cuadran las cuentas: si la banda siguiera asesinando, la culpa ser¨ªa del Congreso por haber creado falsas expectativas de paz; pero si se abriese un comp¨¢s de espera, el PP esgrimir¨ªa la eventual tregua como prueba irrefutable de la capitulaci¨®n del Gobierno ante el terror y de su traici¨®n a los muertos.
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