?Qu¨¦ habremos hecho mal?
Todo parec¨ªa normal, sencillo y transparente: despu¨¦s de 25 a?os de experiencia estatutaria y de relaci¨®n financiera entre Catalu?a y el conjunto de Espa?a, transcurridos en el ¨¢mbito de una Constituci¨®n consolidada, redactada en su d¨ªa por sus autores con mano h¨¢bil en un dif¨ªcil escenario concreto, parec¨ªa razonable que no s¨®lo se pudiese hacer serenamente un balance de la experiencia acumulada, sino tambi¨¦n estar en condiciones de revisarla, en un nuevo escenario entendido como patrimonio com¨²n de todos los espa?oles y asentado en los h¨¢bitos propios de la convivencia democr¨¢tica. La esperanza de entrar en la v¨ªa de un di¨¢logo tranquilo parec¨ªa venir avalada, por primera vez en 25 a?os, por el compromiso expl¨ªcito del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, de considerar, sin agitar el espantajo de la Espa?a rota, las propuestas de Estatut, un¨¢nimes o ampliamente mayoritarias, que llegasen a sus manos desde el Parlament.
Los prolijos y extensos trabajos, con resultados provisionales, desarrollados en comisi¨®n por los diputados catalanes han despertado todo tipo de suspicacias en el resto de Espa?a, por parte de casi todos los sectores pol¨ªticos, de la inmensa mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n y, con pocas excepciones, de la opini¨®n p¨²blica situada al occidente del Ebro, suspicacias que el anuncio de la nueva propuesta de financiaci¨®n ha convertido en un rechazo casi generalizado, entendido como una expresi¨®n de insolidaridad catalana, acompa?ada de la afirmaci¨®n, muy extendida en Catalu?a, de que hab¨ªa llegado la hora de acabar con el asfixiante expolio por parte del resto de Espa?a.
Meritorios han sido los esfuerzos de Antoni Castells, quien, con notable estilo conciliador y extremado rigor contable, ha difundido a los cuatro vientos las razones de la propuesta; loables las entrevistas de Joan Saura para ir a explicar en campo ajeno las bondades del proyecto estatutario, y ejemplares los serenos razonamientos de Joan Puigcerc¨®s de las necesidades concretas de los ciudadanos de Catalu?a, en su intervenci¨®n durante el debate sobre el estado de la naci¨®n. Incluso en las p¨¢ginas de Espa?a de este mismo peri¨®dico, Xavier Vidal-Folch ha escrito un extenso y documentado art¨ªculo lleno de s¨®lidos razonamientos que hasta nos ayudan a justificar los excesos verbales de alg¨²n consejero.
Pero pese a tanto esfuerzo, en el resto de Espa?a el nivel de reticencia no s¨®lo no parece disminuir, sino que se mantiene, y quiz¨¢ no sea ajeno a la disminuci¨®n de la valoraci¨®n personal del presidente Rodr¨ªguez Zapatero, quien, despu¨¦s de 25 a?os de insensibilidad del Gobierno central hacia las aspiraciones catalanas, ha manifestado su disposici¨®n a dialogar las propuestas que lleguen avaladas por una amplia mayor¨ªa del Parlament.
Ante este escenario, adem¨¢s de no renunciar a nuestras justas propuestas, quiz¨¢ sea prudente preguntarnos si tal vez nosotros tambi¨¦n habremos hecho algo mal.
Desde la modestia y la impunidad que me confiere el estar hu¨¦rfano de responsabilidades pol¨ªticas, y con la tranquilidad que da el saber que estas opiniones no estar¨¢n presentes en la Feria del Libro de Francfort, me atrevo a exponer algunos motivos que podr¨ªan contribuir a entender -que no justificar- la situaci¨®n que se ha creado.
Vaya por delante que si la pol¨ªtica es pedagog¨ªa y el di¨¢logo exige tener en cuenta al interlocutor, no es bueno ignorar que en la mayor parte del resto de Espa?a no se parte de una cultura federalista. Por el contrario, la experiencia hist¨®rica reciente ha venido caracterizada por una relaci¨®n con la Generalitat basada en un pragmatismo victimista acompa?ado de una ambig¨¹edad sobre las aspiraciones nacionalistas finales del Gobierno de CiU. Enlazando con este proceso, la irrupci¨®n de las propuestas del tripartito pueden aparecer como una continuidad del victimismo, agravado por la pretensi¨®n de esconder, bajo las propuestas federalizantes, un solapado proyecto independentista que da a la propuesta catalana una imagen transitoria e insaciable. Es decir, no se tratar¨ªa de una propuesta responsablemente consolidada, sino un paso hacia la independencia. En este sentido no ser¨ªa est¨¦ril preguntarse tambi¨¦n si en este proceso no hemos ca¨ªdo en una infravaloraci¨®n, que tal vez sea un grave error, del Estatut que tenemos, que no hemos sabido utilizar como referencia los m¨¢rgenes de aprovechamiento que ofrece ni aceptar con habilidad la lecci¨®n positiva que hay en su redacci¨®n, habiendo emprendido, por el contrario, una tarea de elaboraci¨®n totalmente nueva, de una extensi¨®n y complejidad que tal vez pueda considerarse pretenciosamente excesiva y que no facilita su plena culminaci¨®n. Y por atrevido que parezca, tal vez no se han medido con prudencia t¨¢ctica los tiempos propios que requiere el autogobierno, por una parte, y los delicados flecos de la financiaci¨®n contable, por otra, y en consecuencia, si no ser¨ªa una consideraci¨®n positiva aceptar la incorporaci¨®n de los principios ya consagrados en nuestro actual Estatut de los 12 art¨ªculos del T¨ªtulo Tercero, la adicional sexta y la transitoria tercera, que, aceptados ya en su momento, no hubieran abierto conflicto alguno.
Creo que hay una valoraci¨®n un¨¢nime de que no existe en la sociedad catalana un sentimiento de confrontaci¨®n entre autogobierno y solidaridad, y que este hecho hace temerario introducir en nuestros h¨¢bitos de convivencia inoportunos llamamientos a innecesarias movilizaciones que pueden impregnar de radicalidad un proceso que, si exige algo, es la serena madurez del di¨¢logo y la negociaci¨®n.
Corresponde a todas las fuerzas pol¨ªticas catalanas ofrecer esta serena madurez con una posici¨®n consensuada, como se hizo en 1978, comenzando por el tripartito, que deber¨ªa ofrecer una voz arm¨®nica y sin estridencias, y continuar invitando a CiU a abandonar las tentaciones de catec¨²meno de la oposici¨®n y a dejar de exigir lo que no fue capaz de conseguir durante sus 23 a?os de gobierno, y aprovechando un PP catal¨¢n que no se distingue precisamente por su intransigencia demag¨®gica.
El pr¨®ximo d¨ªa 11 habr¨¢ una nueva reuni¨®n de nuestros l¨ªderes en el Parlament. No estar¨ªa de m¨¢s que se dedicaran unos minutos a reflexionar si no habremos hecho alguna cosa mal, porque la experiencia pol¨ªtica nos ense?a que, adem¨¢s de tener la verdad, hay que tener la raz¨®n.
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