Especular
De la guerra preventiva a las manifestaciones preventivas, el PP sigue especulando con la realidad. Del mismo modo que particip¨® en una guerra para luchar contra el terrorismo a¨²n sabiendo que no hab¨ªa ni terroristas ni armas de destrucci¨®n masiva en el pa¨ªs objeto del ataque, se ha montado ahora una manifestaci¨®n contra la negociaci¨®n con ETA, aunque el Gobierno ha dicho que ni negocia ni tiene intenci¨®n de negociar otra cosa que la rendici¨®n de los terroristas. El PP aplica la vieja doctrina de los hechos consumados: primero actuar y despu¨¦s preguntar. Con la esperanza de que el ruido callejero convierta en verdad lo que los manifestantes daban por supuesto.
La conducta del PP tiene ra¨ªces profundas: la tendencia at¨¢vica de Espa?a a dividirse en dos bloques enfrentados capaces de construir sobre la realidad verdades frontalmente opuestas, como fundamento para la intransigencia y el sectarismo. La transici¨®n intent¨® superar esta l¨®gica de confrontaci¨®n por la v¨ªa del consenso. Y gracias al consenso se construy¨® un sistema de reglas de juego compartidas. Desde entonces, la vida pol¨ªtica se mueve en torno a una confusi¨®n entre el consenso y la confrontaci¨®n, agrandada por la experiencia que dice que la alternancia democr¨¢tica s¨®lo se produce en Espa?a en situaciones de emergencia.
Algunos te¨®ricos, como Dahrendorf, dudan de que la democracia parlamentaria pueda sobrevivir si se desdibuja la oposici¨®n simple derecha-izquierda, salvo que sea sustituida por otra confrontaci¨®n binaria. La divisi¨®n de Espa?a en dos grandes bloques m¨¢s bien deber¨ªa ser positiva para el sistema democr¨¢tico. No hay democracia sin confrontaci¨®n entre dos visiones del mundo, entre dos maneras de entender la gobernabilidad, entre dos propuestas de acci¨®n, entre dos bloques de representaci¨®n. Pero del mismo modo que el consenso desvirt¨²a la democracia cuando se quiere convertir en norma permanente de funcionamiento, porque anula la posibilidad de control y facilita la componenda, la fractura se convierte en amenaza de alto riesgo cuando se quiere hacer imposible el m¨ªnimo denominador com¨²n necesario para que el sistema funcione. Este m¨ªnimo denominador com¨²n lo forman las reglas de juego y la respuesta a los ataques contra el sistema constitucional y las bases de convivencia.
El PP pas¨® de la normal confrontaci¨®n a la fractura durante la guerra de Irak. Aznar se empe?¨® en no querer escuchar a los ciudadanos y en no compartir las decisiones sobre una cuesti¨®n tan grave, y abri¨® las viejas fracturas que, despu¨¦s, al repetir el mismo comportamiento en la gesti¨®n del 11-M, se convirtieron en un verdadero abismo. El PP sigue instalado en esta pol¨ªtica del abismo, a pesar del precio electoral que pag¨® por ella.
Desde esta l¨®gica, es explicable que el PP haya querido cargar con la responsabilidad de ser el primer gran partido que rompe con el principio de unidad en la lucha contra el terrorismo. Es decir, de romper lo que hasta ahora hab¨ªa sido el m¨ªnimo denominador com¨²n para garantizar la estabilidad del sistema. Y todo ello sin causa aparente, por el principio de la falsificaci¨®n preventiva, es decir, de jurar que hay armas de destrucci¨®n masiva (en este caso, negociaci¨®n pol¨ªtica con ETA) donde no las hay.
?Qu¨¦ pretende el PP convirtiendo la normal confrontaci¨®n democr¨¢tica en fractura insuperable? En los 15 d¨ªas de campa?a electoral gallega, el PP habr¨¢ participado en tres manifestaciones: contra la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno, contra la devoluci¨®n de los papeles de Salamanca, contra los matrimonios de homosexuales. A eso se le llama ir a la desesperada. Los optimistas dicen que si el PP pierde Galicia se impondr¨¢ la sensatez y rectificar¨¢n. Ser¨ªa de sentido com¨²n, porque, de seguir ahondando en la fractura, dejar¨¢ sin pasarela a los electores que dan las victorias: aquellos que transitan de un lado a otro, en funci¨®n del inter¨¦s. El d¨ªa que quieran volver al PP se encontrar¨¢n un abismo. El inter¨¦s no es amante del v¨¦rtigo.
El problema para el PP es que no se ve en ninguna parte el Apocalipsis que sus voceros anuncian. Y cuando la especulaci¨®n queda tan lejos de la realidad, s¨®lo acostumbran a seguir la consigna los de la familia. Pero la historia nos dice que la derecha espa?ola es as¨ª. Es su car¨¢cter.
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