?Es Cuba un pa¨ªs justo?
El aparato de legitimaci¨®n simb¨®lica del r¨¦gimen cubano descansa sobre la idea de que la libertad pol¨ªtica debe sacrificarse en aras de la soberan¨ªa nacional y la justicia social. El castrismo, en una perfecta instrumentaci¨®n del "estado de emergencia" descrito por Giorgio Agamben, difunde la certeza de que la penalizaci¨®n de los derechos de asociaci¨®n y expresi¨®n es, para un peque?o pa¨ªs fronterizo del Caribe como Cuba, el costo de la preservaci¨®n de la independencia y del desarrollo de estrategias equitativas de distribuci¨®n del ingreso.
Dejemos para otra entrega el tema de la soberan¨ªa nacional y concentr¨¦monos, por ahora, en la cuesti¨®n de la justicia social. Durante d¨¦cadas, muchos intelectuales org¨¢nicos (Cintio Vitier, Eusebio Leal, Roberto Fern¨¢ndez Retamar, Armando Hart, Fernando Mart¨ªnez, Abel Prieto) han presentado la revoluci¨®n y el socialismo como cristalizaciones pol¨ªticas de una tradici¨®n ideol¨®gica "cubana", originada en el republicanismo cristiano del siglo XIX (Varela, Luz, Mendive, Mart¨ª) y continuada por pol¨ªticos nacionalistas o comunistas del siglo XX (Mella, Mart¨ªnez Villena, Guiteras, Castro), que antepon¨ªan los valores de igualdad y justicia a los de libertad y la democracia.
La joven historiograf¨ªa de la isla y la di¨¢spora ha criticado ese discurso oficial por sus tres mayores limitaciones: el excepcionalismo nacionalista en que se inspira, la visi¨®n unilateral y excluyente de la historia intelectual de Cuba que transmite y la subestimaci¨®n de los valores liberales y democr¨¢ticos que esa misma tradici¨®n republicana y revolucionaria produjo en los dos ¨²ltimos siglos. Hoy por hoy, ese discurso de legitimaci¨®n hist¨®rica del castrismo est¨¢ pr¨¢cticamente agotado. Sin embargo, el mito de que Cuba es un pa¨ªs justo persiste en una zona considerable de la imaginaci¨®n iberoamericana.
Al desgaste de esa noci¨®n castrista de la justicia ha contribuido, en buena medida, la indigencia te¨®rica de sus postulados. El campo intelectual de la isla, a pesar de estar sometido al bombardeo constante de la propaganda justiciera e igualitaria del r¨¦gimen, ha estado al margen de la gran revoluci¨®n te¨®rica producida por los libros del gran fil¨®sofo liberal norteamericano John Rawls, fallecido en 2002. Me refiero, sobre todo, a Teor¨ªa de la justicia (1971) y Liberalismo pol¨ªtico (1993), dos vol¨²menes en los que se observa c¨®mo, en las dos d¨¦cadas que median entre el esplendor y la ca¨ªda del campo socialista, el concepto liberal de justicia evolucion¨® de la idea de "imparcialidad" a la idea de "equidad".
Como ha documentado Roberto Gargarella, todas las corrientes contempor¨¢neas de la filosof¨ªa de la justicia definen sus posiciones frente al legado de Rawls: libertarios y utilitaristas, conservadores y liberales, republicanos y dem¨®cratas, socialistas y comunitarios, feministas y neomarxistas, Nozick y Dworkin, Walzer y Sen, MacIntyre y Habermas, Taylor y Sandel, Gutman y MacKinnon. Todos los te¨®ricos actuales del derecho, lo mismo para refrendarla que para cuestionarla, parten de la obra de Rawls, y coinciden con ¨¦l en un punto inaceptable para el castrismo: que el poder pol¨ªtico es, como el ingreso o los servicios, una esfera m¨¢s de la justicia y que tambi¨¦n debe ser distribuida.
En Cuba, a diferencia de la mayor¨ªa de los pa¨ªses iberoamericanos, esa filosof¨ªa contempor¨¢nea de la justicia no se estudia, ni se edita, ni se comenta. No s¨®lo porque el campo acad¨¦mico e intelectual de la isla -a pesar de la flexibilizaci¨®n involuntaria que ha experimentado en los ¨²ltimos a?os- sigue estando regido por la ortodoxia nacionalista, sino porque, en su aldeana arrogancia, los l¨ªderes cubanos suponen que, en un pa¨ªs "igualitario", el problema de la justicia social, como el de la raza, la homosexualidad o el g¨¦nero, ha sido resuelto y no debe ser debatido.
A pesar de la precariedad te¨®rica del debate intelectual cubano, en los ¨²ltimos a?os varios soci¨®logos y economistas de la isla y la di¨¢spora han comenzado a cuestionar el mito de Cuba como "pa¨ªs justo". Las investigaciones m¨¢s recientes de Carmelo Mesa Lago, Jorge I. Dom¨ªnguez, Omar Everleny P¨¦rez Villanueva, Haroldo Dilla, Mayra Espina Prieto, Viviana Togores, Anicia Garc¨ªa, Lorena Barber¨ªa, Mirem Uriarte, Mauricio de Miranda, Luisa ??iguez Rojas y L¨ªa A?¨¦ nos describen una sociedad caribe?a con una creciente disparidad en la distribuci¨®n del ingreso, pronunciadas desigualdades regionales, acceso inequitativo a los servicios p¨²blicos y reestratificaci¨®n racial, sexual, gen¨¦rica y migratoria de la ciudadan¨ªa.
Algunos datos aportados por esos estudios nos ayudan a comprender mejor el mapa de la nueva segmentaci¨®n social cubana. Cerca de un 80% de la poblaci¨®n cubana gana menos de 300 pesos mensuales, lo que equivale a unos 20 euros -compensados, naturalmente, por los subsidios estatales-. Pero hay, por lo menos, un 1,5% de la poblaci¨®n, mayoritariamente blanco, con acceso a remesas o empleado por el Gobierno y las firmas extranjeras, que gana entre 1.000 y m¨¢s de 6.000 pesos mensuales. De acuerdo con estos estudios, en Cuba, el salario m¨ªnimo ha deca¨ªdo de poco menos de 150 pesos en 1985 a poco m¨¢s de 50 en 2002.
En los ¨²ltimos 15 a?os, esa reestratificaci¨®n social no s¨®lo ha afectado a grupos vulnerables como las mujeres, los negros, los homosexuales y los migrantes internos, sino que ha acentuado los desequilibrios regionales. El nivel de desarrollo humano de ciudades m¨¢s o menos integradas a la parcela del mercado internacional que le toca a Cuba, como las que pertenecen a las viejas provincias del norte occidental de la isla (La Habana, Matanzas, Las Villas), es mayor que el de las relativamente integradas (Pinar del R¨ªo, Camag¨¹ey, Holgu¨ªn, Ciego de ?vila, Santiago de Cuba) y bastante superior al de regiones del sur oriental como Las Tunas, Granma o Guant¨¢namo. En esta zona se concentran los 36 municipios m¨¢s pobres de la isla, algunos de los cuales, seg¨²n los estudiosos, reportan indicadores sociales cr¨ªticos, propios de cualquier pa¨ªs caribe?o, y producen una cuantiosa emigraci¨®n hacia las provincias occidentales.
En el ¨²ltimo informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Cuba aparece como uno de los pa¨ªses latinoamericanos con mayores ¨ªndices de distribuci¨®n equitativa del ingreso. Lo que no refleja dicho informe es que la equidad, sin crecimiento econ¨®mico ni integraci¨®n plena al comercio mundial, sin desregulaci¨®n estatal de la producci¨®n ni desarrollo pleno del mercado interno, se vuelve inequidad o, m¨¢s exactamente, parcelaci¨®n regional y estratificaci¨®n social del ingreso. Como pensaba Rawls, la justicia y la igualdad, sin libertad, producen un nuevo tipo de segmentaci¨®n de la sociedad, m¨¢s dif¨ªcil de erradicar que la que caracteriza a una econom¨ªa de mercado emergente.
Rafael Rojas es escritor y ensayista cubano, codirector de la revista Encuentro.
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