Saramago y 'El Quijote'
Es ya muy dif¨ªcil escribir novedades llamativas sobre la obra cervantina, pero ha sido de tan sorprendente efecto para m¨ª el brillante an¨¢lisis que en este diario del pasado d¨ªa 22 ha hecho el gran escritor Jos¨¦ Saramago sobre El Quijote, en su art¨ªculo La falsa locura de Alonso Quijano, que me ha incitado a glosar, desde el plano literario, y con m¨¢xima admiraci¨®n, la intervenci¨®n tan feliz del lusitano premio Nobel.
En efecto: Alonso Quijano es un don nadie que vive en un pueblo, en realidad tan poca cosa, que ni siquiera importa olvidar su nombre. Quijano vive su
m¨ªnima existencia de buen hombre cincuent¨®n, en la que se ha instalado; un poblach¨®n castellano es el mundo que le rodea, su circum-stare es su circunstancia sustantiva orteguiana y no adverbial, que es el "yo soy yo y mi circunstancia", y al hidalgo Quesada, Quijada o Quijana (da lo mismo para quien poco es) no le gusta semejante contorno vital y decide suprimirlo y crear otro que el lector va advirtiendo c¨®mo sale de su ra¨ªz y se gesta, desde el poco dormir y el mucho leer, en las brumas de un sue?o que cristaliza para ser otra realidad, la que Alonso Quijano crea. Claro es que en el siglo XVI el llamado g¨¦nero novelesco ofrec¨ªa diversos subg¨¦neros con ejemplos que supon¨ªan un muestrario de posibilidades en el mundo literario de entonces: la novela sentimental, la bizantina, caballeresca, morisca o picaresca, tan espa?ola, pero Alonso Quijano el bueno decide, con el patr¨®n previo de Amad¨ªs, crear un mundo semejante al de ¨¦ste; pero el mundo de Amad¨ªs est¨¢ hecho y el de Don Quijote, no s¨®lo hay que hacerlo, sino que el lector ve c¨®mo se hace, lo ve hacer, lo est¨¢ viendo, c¨®mo los molinos y ovejas adquieren categor¨ªa de gigantes y de ej¨¦rcitos, por un lado, y c¨®mo un hombre se vuelve loco, por otro.
Prostitutas, venteros, ladrones, duques burlones se transforman en damas, castellanos, se?ores acogedores y ceremoniosos, pero Miguel de Cervantes, maestro de la prodigiosa ceremonia m¨¢s sutil que el taimado maese Pedro (o sea, Gin¨¦s de Pasamonte), al presentarnos a los duques, nos advierte, de paso, que la duquesa tiene ulceradas sus piernas, que el duque comete actos injustos, que a Altisidora le huele mal su aliento, y qui¨¦n sabe si tales imperfecciones encubren una venganza cervantina...
El mundo deseado por Miguel de Cervantes no existe y se construye otro, pero la afirmaci¨®n del poeta Rimbaud, escribe Saramago, es que "la vrai vie est ailleurs"; es decir, la vida aut¨¦ntica no es esta que vivimos, sino que est¨¢ en otro lugar, pero con gran acierto Saramago piensa que Alonso Quijano tambi¨¦n pasa a ser otro, no el buen hidalgo de un lugar innominado u olvidado, que es casi lo mismo, sino un caballero andante. Sabemos que el patr¨®n del esquema literario est¨¢ en Amad¨ªs, pero el escritor portugu¨¦s lo que afirma es que tambi¨¦n Alonso Quijano pasa a ser otro que el buen hidalgo cincuent¨®n. Con la frase de Rimbaud damos un paso: no s¨®lo construimos un mundo otro, sino el cartesiano yo pensante, porque el verdadero ser que soy no es este que tengo, sino el otro que no soy: lo que quiero ser es un caballero andante, no un don ningunito manchego.
Tal vez a la hondura que nos lleva Don Quijote sea a que existen muchas criaturas que ponen en cuesti¨®n no s¨®lo el mundo circundante, sino el propio ser en ¨¦l inmerso, a quienes no les gusta tal mundo y luchan o no por cambiarlo, y, al no estar conformes con su yo, lo viven como un hondo drama personal, aunque de ello no hablen nunca. Es natural que Fernando Savater pregunte si es que tenemos que decir adi¨®s a la Filosof¨ªa, que es la disciplina que, hasta ahora, planteaba semejantes problemas. De ellos se ha ocupado, s¨ª, la Filosof¨ªa, pero tal dama est¨¢ en baja, y aunque la historia no se repite igual porque las generaciones no lo son, s¨ª hay situaciones hist¨®ricas semejantes. Ahora reaparece la etapa fernandina de "la funesta man¨ªa de pensar", mala costumbre de la Filosof¨ªa y otras damas; no es extra?o que los famosos llamen a toda esa "caterva" inservible, basura. La ola de barbarie comienza a salpicarnos de duro. Y en ¨¦sas estamos.
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