Un contrato social por la ciencia, la tecnolog¨ªa y la innovaci¨®n en Euskadi
Plantean los autores la urgencia de articular un compromiso colectivo para afrontar los desaf¨ªos de un mundo competitivo y en continuo cambio.
A lo largo de la historia, nuestro pa¨ªs ha vivido distintos procesos de transformaci¨®n estructurales que han supuesto, no s¨®lo un cambio de su base econ¨®mica, sino una aut¨¦ntica revoluci¨®n social y cultural. Fue, quiz¨¢s, la denominada revoluci¨®n industrial la que supuso para el conjunto de la sociedad occidental un mayor cambio desde el neol¨ªtico, ya que se sustituyeron las bases sociales existentes por otras muy distintas. Ya desde finales del XVIII, la sociedad vasca se hab¨ªa ido dotando de pioneras instituciones ilustradas deseosas de dar el salto a la modernizaci¨®n y la transformaci¨®n socioecon¨®mica del pa¨ªs (instituciones para las que la ciencia y la generaci¨®n de conocimiento representaban sus fuerzas motrices). La difusi¨®n de las ideas ilustradas en el Pa¨ªs Vasco fue, no obstante, una ardua labor, que en gran medida se interrumpi¨® antes de florecer plenamente.
El esfuerzo p¨²blico y privado realizado en I+D en nuestro pa¨ªs es claramente insuficiente
La apuesta por el conocimiento y la innovaci¨®n implica un compromiso un¨¢nime
Como consecuencia de ello, el proceso result¨® lento y dif¨ªcil. La transformaci¨®n de las estructuras econ¨®micas entr¨®, por fin, con el siglo XIX por la R¨ªa de Bilbao y se fue extendiendo a otros territorios. El agotamiento del modelo socio-econ¨®mico anterior, la consecuente incorporaci¨®n tard¨ªa y parcial al proceso de industrializaci¨®n y la, muchas veces, traum¨¢tica generalizaci¨®n de los cambios asociados provocaron importantes desajustes econ¨®micos y sociales frente a los pa¨ªses que se engancharon desde un principio. Algunas de las consecuencias de todo esto a¨²n se perciben en el rostro del pa¨ªs actual.
El modelo de industrializaci¨®n desarrollado a partir de la revoluci¨®n industrial y extendido posteriormente de forma r¨¢pida y espont¨¢nea tras la guerra civil, empieza en la d¨¦cada de los setenta del siglo pasado a dar muestras de agotamiento generalizado. A principios de los 80, estas grietas acaban por provocar su irremediable desplome, extendi¨¦ndose una crisis sin precedentes en las estructuras sociales y econ¨®micas del pa¨ªs, cuyos ¨²ltimos coletazos llegan hasta una d¨¦cada despu¨¦s. Tras la temporal, el panorama es ciertamente desolador: se produce un cierre generalizado de empresas y se alcanzan cuotas de desempleo y desestructuraci¨®n social insostenibles, agravado todo por una convulsa crisis pol¨ªtica y un escenario de violencia insoportable.
El modelo de crecimiento vigente hasta ese momento dej¨® tras de s¨ª, adem¨¢s, un impacto terrible en el ecosistema, con una explotaci¨®n abusiva del territorio y un urbanismo desaforado y agresivo. Apenas aguantan algunas instituciones culturales y el entorno cient¨ªfico-universitario iba poco m¨¢s all¨¢ de lo que aportan la Universidad de Deusto y algunos institutos polit¨¦cnicos. El Pa¨ªs Vasco es en aquellos momentos un aut¨¦ntico desierto tecnol¨®gico.
De nuevo surge la misma reflexi¨®n: la sociedad de los a?os 70 y 80 no se plante¨® anticiparse al inminente cambio del modelo de desarrollo. Entre otras cosas, porque ni ten¨ªa las capacidades pol¨ªticas suficientes ni un nivel sociocultural homologable para poder hacerlo. Antes al contrario, los distintos agentes sociales, econ¨®micos y empresariales apostaron por exprimir al m¨¢ximo el sistema socio-econ¨®mico vigente, con los consabidos resultados. No quedaba sino comenzar a reconstruir sobre las cenizas de un sistema agotado.
El tes¨®n de nuestra sociedad, a pesar de las m¨²ltiples circunstancias adversas (algunas de las cuales, desafortunadamente, a¨²n perduran), ha permitido, a lo largo de estos ¨²ltimos 15 o 20 a?os, recobrar una cierta tensi¨®n emprendedora y alcanzar un nivel de calidad de vida y de avance socioecon¨®mico importante que le sit¨²a en una situaci¨®n de clara convergencia con los par¨¢metros medios de la UE. Esta favorable posici¨®n no debe, sin embargo, impedir que seamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de nuestra situaci¨®n relativa y del contexto general que nos envuelve. Para ello, queremos trasladar a la sociedad, en primer lugar, que estamos asistiendo a un cambio estructural del modelo econ¨®mico y del conjunto de equilibrios entre las distintas fuerzas pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas a nivel mundial.
La unificaci¨®n del mercado mundial, la expansi¨®n transnacional del capital financiero e industrial, la transformaci¨®n y unificaci¨®n de las formas productivas y el desarrollo exponencial de las comunicaciones est¨¢n dando lugar a una globalizaci¨®n sin precedentes hist¨®ricos. Ninguna regi¨®n ni pa¨ªs del mundo est¨¢ quedando al margen de este proceso. Este escenario exige superar el riesgo de pensar que estamos ante un fen¨®meno que se agota con la deslocalizaci¨®n de algunas grandes multinacionales o empresas intensivas en mano de obra. Hacer frente a esta revoluci¨®n en ciernes pasa indefectiblemente por la oportunidad de concentraci¨®n y especializaci¨®n en las funciones empresariales de mayor valor a?adido. Cada vez m¨¢s, la ¨²nica especializaci¨®n posible son las actividades econ¨®micas basadas en la capacidad de generar y aplicar conocimiento.
Nuestra sociedad debe optar por agotar el modelo actual o anticiparse a los nuevos par¨¢metros y pegar el salto a las primeras posiciones de la competitividad en Europa. En anteriores crisis, la falta de visi¨®n y perspectiva trajo consigo un gran desgaste social. A diferencia de entonces, ahora disponemos de las capacidades y competencias necesarias para decidir con valent¨ªa sobre nuestro futuro competitivo. La clave consiste, sin duda, en saber adelantarse, hacer un planteamiento riguroso del proceso y tener claro el modelo de econom¨ªa y de sociedad deseado.
Una de las primeras implicaciones de todo este planteamiento pasa por la necesidad de un claro y valiente redimensionamiento de las estrategias de competitividad y de promoci¨®n de la ciencia y la tecnolog¨ªa en nuestro pa¨ªs. Nuestra sociedad debe seguir apostando por esa vocaci¨®n por la I+D que comenz¨® a desarrollar hace veinte a?os, pero debe hacerlo con un impulso claramente superior, porque ahora el modelo de producci¨®n deseado sit¨²a el conocimiento y la tecnolog¨ªa como eje principal de su competitividad y porque el entorno cient¨ªfico-tecnol¨®gico internacional es mucho m¨¢s din¨¢mico. El esfuerzo p¨²blico y privado realizado en este sentido en nuestro pa¨ªs es claramente insuficiente, y as¨ª debe ser percibido por nuestra Administraci¨®n, nuestras empresas y el conjunto de la ciudadan¨ªa. La conformaci¨®n del nuevo Gobierno, hoy en ciernes, la entendemos como una oportunidad para identificar prioridades y priorizar recursos.
La apuesta por el conocimiento y la innovaci¨®n como herramientas b¨¢sicas de competitividad a todos los niveles debe ser entendida, por tanto, como un proceso colectivo que implica el compromiso progresivo y un¨¢nime de la sociedad, y que exige de ella disposici¨®n para admitir, tolerar y aprovechar los cambios y ajustes permanentes. Cambios que deben ser, adem¨¢s, perfectamente asimilados para evitar cualquier proceso de fractura social y marginaci¨®n.
Es en este contexto donde alcanza su m¨¢xima virtualidad la formulaci¨®n de un acuerdo multipartito entre agentes pol¨ªticos, cient¨ªfico-tecnol¨®gicos, empresariales, sociales y culturales a favor de la ciencia, la tecnolg¨ªa y la innovaci¨®n como motores del enriquecimiento econ¨®mico, intelectual y social de nuestro pa¨ªs. Un acuerdo en el que TODOS los firmantes asuman compromisos ciertos porque todos ganamos; un acuerdo ABIERTO, por cuanto debe incluir a organizaciones, instituciones y ciudadanos de m¨²ltiples ¨¢mbitos sociales y profesionales; un acuerdo VIVO en la medida que tenga vocaci¨®n de continuidad, evaluaci¨®n y renovaci¨®n permanente de sus compromisos; un acuerdo que construya en POSITIVO, por cuanto plantee, sugiera y actualice los desaf¨ªos y retos de nuestra sociedad en este ¨¢mbito.
Hablamos de temas como las biociencias, las nanotecnolog¨ªas o las microtecnolog¨ªas, pero tambi¨¦n del empe?o por generar y aplicar nuevos conocimientos tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos sociales y pol¨ªticos que permitan atacar los desequilibrios sociales y medioambientales, as¨ª como promover la solidaridad intelectual y moral de nuestra sociedad, base para una cultura de la paz. En definitiva, un hermoso reto al que todos estamos invitados a participar.
Carlos Cuerda e I?aki Barredo son economistas, socios de Naider y promotores de la iniciativa Contrato Social por la Ciencia, la Tecnolog¨ªa y la Innovaci¨®n.
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